En su nuevo libro, el
escritor español Jorge Carrión destaca la importancia universal del autor de
“El Aleph”.
Por Patricio Zunini
La parodia y el homenaje tienen como raíz el gran
conocimiento de la obra original. Nunca una parodia ni un homenaje serán buenos
si no hay admiración, dedicación y estudio. Por eso muchas veces César Aira es
tan mal parodiado —entre las excepciones se destaca, sin dudas, el trabajo de
Ariel Idez—; por eso muchas veces Jorge Luis Borges es tan mal homenajeado.
No se puede leer ingenuamente a Borges, no se lo puede
homenajear ingenuamente. Además, Borges supone un problema extra: tomar cierta
distancia de él. Es como un virus, un caballo de Troya que prepara todo para
abrir las puertas mientras estamos descuidados y conquistarnos. "Aún los
que están totalmente en contra de él leen con un criterio borgiano", decía
Alan Pauls hace unos años, al hablar de su ensayo El factor Borges. Quienes
fueron conscientes de las puertas que abría Borges y pudieron reelaborar su
literatura son los que hicieron algo nuevo y valioso. Para nombrar solo a dos
ejemplos de una lista extensa: Roberto Bolaño en Literatura nazi en América y
Luis Chitarroni en Siluetas tuvieron la capacidad de apropiarse de los temas,
de sus búsquedas y las preguntas de Borges.
En este grupo está también, sin dudas, el español Jorge
Carrión con el libro Shakespeare & Cervantes (Ed. Nórdica, 2019). Carrión
escribe a partir del cuento "El otro": un hermoso relato de 1972,
donde un Borges de pelo gris se encuentra en un banco de plaza con una versión
joven de sí mismo: ambos se entrecruzan como en un ensueño fantástico, hablan
de sus libros, de sus padres. No hay consejos, no hay cambios de conducta, no
hay preguntas cruciales ni verdades reveladas. Tan solo dos hombres —el mismo—
que miran al destino como un camino insondable.
Carrión recupera el artificio borgiano de hablar de un
manuscrito extraviado… de Borges, en este caso. Como un médium, le da una voz
posible y retoma varias de sus características más conocidas para darle un
marco y un sostén a la historia: el libro apócrifo, la primera persona que
certifica el verosímil, la cita falsa, el pliego barroco de la realidad, la
literatura como indagación.
El cuento perdido de Borges se llama "Los otros
dos". Es un cuento menor, dice Carrión, del que sólo tuvo acceso a unos
pocos fragmentos. Más borgiano no se consigue. Y, sin embargo, es exquisita la
manera en que evita el error de todos los epígonos e imitadores de Borges.
Carrión nunca pierde su estilo. Shakespeare & Cervantes podría ser un
escrito póstumo en colaboración.
La victoria del
género menor
La estructura del libro es relativamente simple. Carrión
comienza hablando de sí —como tantas veces ha hecho Borges— y sutilmente
desliza el tema del cuento perdido y nos mete en la historia adentro de la
historia: en "Los otros dos" Borges pasea por Ginebra y, mientras
mira una partida de ajedrez en la plaza, se sienta en un banco ocupado por dos
hombres, William y Miguel. El diálogo es intrascendente, pero se adivina que es
un efecto buscado por el narrador, que "omite o desfigura los
hechos".
"El secreto de Cervantes y Shakespeare", escribe
Carrión casi al final, "está en el mecanismo creativo que concibieron,
desarrollaron y perfeccionaron, en paralelo, sin conocerse. Los dos trabajaron
a partir de materiales previos, de novelitas populares y leyendas urbanas y
cuentos chinos. De relatos pulp, de la pulpa de papel, sustrato de la cultura.
De géneros menores. Los dos moldearon, remezclaron, transformaron esos textos
preexistentes, hasta convertirlos en obras maestras. El mecanismo es antiguo, se
remonta a los orígenes de la creación literaria. Pero Shakespeare y Cervantes
lo reconfiguraron en clave moderna: sin miedo a los límites, sin miedo a los
géneros y sin miedo a los dioses".
La lectura que hace de Cervantes y Shakespeare aplica a la
perfección para Borges. Y tal vez sea también un intento para pensarse a sí
mismo. No hay que olvidar que él mismo toma esos materiales —aunque tal vez con
más hincapié en cine y series— para sus libros, como en la novela Los muertos y
en el ensayo Teleshakespeare.
Centro y periferia
En el ensayo "El escritor argentino y la
tradición" (1957), Borges planta el precedente de una arrolladora que
modificó la forma de concebir la literatura, no sólo en la Argentina, sino en América
latina y en todos los países "tercermundistas" en general: no hay
razón para que no se pueda considerar a cualquier autor ni a cualquiera obra
como instrumento. Borges invierte la relación de fuerzas entre las tradiciones
"fuertes" y las "nuevas". Sólo este ensayo debería servir
para que la imagen de conservador con la que siempre se lo asoció se rompiera
en mil pedazos.
Cómo no volver a aquel ensayo, cómo no pensar por dónde pasa
el eje centro-periferia de la literatura, ahora, cuando es un español el que
usa la obra de Borges como arcilla y lo pone en una serie junto con Shakespeare
y Cervantes.
Fuente: Infobae
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