Autor: Juan Carlos Mosca
Borges dijo:
“Buscamos la poesía; buscamos la vida. Y la vida está, estoy seguro, hecha de
poesía. La poesía no es algo extraño: está acechando, como veremos, a la vuelta
de la esquina. Puede surgir ante nosotros en cualquier momento”[1]. Agreguemos
que es la vida de una lengua “viva”. Porque cada hablante le otorga un retoque
y hay en ello una creación que es poética.
Borges y la Metáfora.
Hay muchas frases, muchos versos que son magníficos y que no
parecen realmente metáforas. ...”, afirmó Borges y lo ejemplifica con James
Joyce: "Beside the rivering waters of" -pausa- "hither and
thithering waters of" -pausa- "night" -pausa-. Debe hacerse pausa al leerlo[2] y tiene que
ser dicho en inglés, en español es abstruso.
Recuerda
el escritor que Lugones afirmó que la metáfora es el elemento esencial de la
poesía y él trata de refutarlo. Se pregunta entonces acerca del enigma de la
poesía y además se pregunta por la función de la metáfora en la poesía. Piensa
que sólo hay unas pocas metáforas esenciales[3]. La primera es cuando Heráclito
afirma que nadie se baña dos veces en el mismo río. Para Borges esta metáfora
es bellísima, la esencial entre todas y es una metáfora fundamental. En ella se
figura el movimiento con lo cual se compara el tiempo y el río, se percibe que
el río está cambiando y uno siente que es el río, que uno mismo está cambiando,
lo que produce un efecto estremecedor. Esta es una verdadera metáfora, no un
mero juego de palabras. Podemos agregar que en ella notamos cómo la metáfora
introduce la temporalidad. No solo esta metáfora en particular, sino toda
metáfora implica una temporalidad.
Después Borges sigue enumerando metáforas esenciales. Otra
es aquella figura de que la vida es sueño, como en Calderón de la Barca. Luego
el parentesco del sueño con la muerte, duerme en su último lecho, duerme con
sus ancestros. Finalmente la analogía entre la mujer y la flor. Entonces
tendríamos unas pocas metáforas que son realmente esenciales y el resto son resultado
de destrezas y juegos de palabras, con efecto poético, pero no verdaderas
metáforas. Juegos de palabras que son o variaciones de estas metáforas
esenciales, o construcciones poéticas no metafóricas.
Es interesante que Borges no encuentre ni en la poesía
oriental ni en la escritura de Joyce verdaderas metáforas, referencias que
suenan en correspondencia con los
desarrollos de Lacan.
Borges escribió sobre
el Finnegans Wake "En el Ulises hay sentencias, hay párrafos, que no son
inferiores a los más ilustres de Shakespeare o de Sir Thomas Browne. En el
mismo Finnegans Wake hay alguna frase memorable. En este amplio volumen, sin
embargo, la eficacia es una excepción"[4].
Supone esto que en el lenguaje figurativo debiera predominar
lo metafórico y esta eficacia metafórica no la halla en Joyce, quien “abusaría”
del retruécano y los juegos de palabras.
¿Qué es la metáfora?. Aristóteles define la metáfora en su
Poética. Dice que la metáfora es dar a una cosa el nombre de otra, según
relaciones de analogía, de género a especie o viceversa, o de especie a
especie. La comparación es también una metáfora, pero mientras la primera es
explícita: Aquiles luchó como un león, la segunda es implícita: Aquiles fue un
león[5].
Con el curso ginebrino se produce la distinción, mantenida
hasta ahora, establecida por Saussure, entre sintagma y relación asociativa;
continuada y desarrollada por los lingüistas contraponiendo sustitución (en
ausencia) y asociación (en presencia), distinción entre paradigma y sintagma, o
metonimia y metáfora.
En La Instancia de la Letra Lacan define la fórmula de la
metáfora: “Una palabra por otra”, por sustituirse en la cadena significante.
Brinda una afirmación “... el síntoma es una metáfora, no es una metáfora
decirlo, del mismo modo que el deseo del hombre es una metonimia. Porque el
síntoma es una metáfora, queramos o no decírnoslo, como el deseo es una
metonimia”[6].
Metáfora, el efecto de sustitución de un significante por
otro dentro de una cadena, sin que nada natural lo predestine. Con ello la
enunciación no se reduce al enunciado, la metáfora es paterna y la
significación producida es fálica. Viable a partir de la operatoria de la
metáfora paterna, por lo que el Nombre del Padre es condicionado en su
dependencia del Deseo de la Madre.
Joyce y el Sinthome.
Invitado al Simposio James Joyce en la Sorbona Lacan plantea
una nominación distinta a la producida por el Nombre del Padre en la Metáfora
Paterna, esta es condicionada por el Deseo de la Madre, ahora indica la
posibilidad de una nominación incondicionada, señalándola como el cuarto
elemento del nudo, como consistencia supletoria. La supleción en Joyce es
hacerse un nombre, que no es el del Padre, aunque filiatoriamente venga de su
linaje, es propio al apropiárselo y engrandecerlo él mismo.
El nombre propio está destinado al llamado. Uno responde a
su nombre, es llamado por su nombre, que pretende singular. En esto hay una
carencia, a veces compensada con el seudónimo o el apodo. Apropiárselo produce
cierto efecto, fundar un nombre, hacerse llamar y nombrarse a sí mismo en el
reconocimiento de los otros, sin quedar pendiente de esa validación en el Otro.
Al sinthome no lo caracteriza el mecanismo de la sustitución
metafórica, sino la nominación. El sinthome, la nominación, no está “en
reemplazo de”, sino que por sí misma se erige en el lugar reparatorio del
lapsus del nudo[7].
El síntoma es la “tierra extranjera interior, produce un
sufrimiento al que se atribuye un sentido que dirige la demanda al Otro. El
síntoma neurótico se completa con el Saber del Otro, incrustado como
sufrimiento y demanda, a su vez es interno, integra al sujeto.
Como señala Karothy “... si el síntoma quedara en ese plano
referido al saber, un tratamiento podría avanzar siempre más o menos bien en
una deriva que llevaría al deslizamiento infinito de la significación que la
estructura misma del significante promueve ... hasta la aparición de la
resistencia del superyo”[8]. Aparición del núcleo de goce que el síntoma
encierra.
Tendríamos así como alternativa o el análisis interminable o
la interrupción.
La extraterritorialidad es en Joyce distinta. Lo que Lacan
llamó su condición de desabonado del inconsciente. La escritura de Joyce no
cierra el sentido, produce enigmas, éxtasis epifánico. El goce estético de la
epifanía y de la escritura enigmática de Joyce no se asienta en la producción
de sentido, por lo tanto no es metafórica. Metafórico es el síntoma, no el
sinthome. El exilio del sentido en Joyce no es la producción sin sentido, pero
no está centrada en la búsqueda de un sentido que alivie al lector. En todo
caso deja cabos sueltos y enigmas ofrecidos a un lector “activo” e inquieto.
Inquieto por una escritura inquietante.
En los textos de Joyce el descubrimiento puede ser el final
más banal o simplemente abierto. Lo cual puede ser también muy divertido. Se ha
dicho que Joyce gozaba al escribir. Su escritura no es predominantemente
metafórica, pero tiene aquella otra belleza que Borges distinguía de la
metáfora, se la describió como de retazos metonímicos.
En su seminario Lacan ubica 3 goces en las intersecciones de
los anillos del nudo, goce fálico, goce del Otro y en la intersección de
Imaginario y Simbólico el sentido, que por ello queda equiparado a un goce,
goce del sentido. Joyce en vez del goce del sentido exagera el goce de lo oído,
los sonidos y lo fonemático.
Lacan, recordando el texto de Joyce “Los exiliados”, dice
que el enigma es una enunciación tal que no se encuentra su enunciado. “Exilio”
dice en el seminario XXIII, “no puede haber mejor termino para la no-relación”.
No hay relación sexual, no hay metalenguaje, no hay Otro del Otro. No todo es sentido.
Esta es la extraterritorialidad de Joyce respecto de la metáfora, del sentido y
del síntoma neurótico.
¿Joyce ni escribió una metáfora ni tuvo síntomas
neuróticos?. No creo que la cuestión a plantearse sea esa, sino si “además” hay
un plus, algo más, solidario con tocar “puntas de real”.
Un plus es en este plano ir más allá del Nombre del Padre.
Joyce en su escritura –y tal vez esto sea válido para todos los escritores que
denominaré, a falta de otro termino, verdaderos- va más allá, traspasa, sin negarlas,
las reglas de la lengua, sirviéndose de ellas de una manera singular, herética.
Va contra el dogma. Eso no es sustitución de un sentido por otro, produce
enigma e inquietud. Y lo hace como ya lo han señalado los comentaristas con una
pasión que en el arte de decir, decir con arte, implica un Art Dire, Ardeur y
también Ardid (esto último en referencia al “artificio”). Goce del sinthome,
opaco al sentido, en el decir de Lacan.
Borges y Joyce
Conocemos la importancia que Joyce le adjudicó a la musicalidad
en las palabras y en las mismas escenas literarias, en su ritmo, en los sonidos
en esas escenas (entre otros en Los Muertos por ejemplo o en el último capitulo
del Ulises). Si bien Borges no hace construcciones de ese estilo, en sus
comentarios también encontramos una apreciación acerca de la musicalidad y el
ritmo. En Credo de Poeta, la última de sus conferencias en Harvard, nos dice,
finalmente, que la metáfora es algo mucho más complicado de lo que él creía.
Menciona unos versos de Robert Frost: “Pues tengo promesas que cumplir y millas
por hacer antes de dormir, y millas por hacer antes de dormir”. Dice Borges que
si tomamos los últimos versos, el primero -"y millas por hacer antes de
dormir"- es una afirmación. Pero, cuando lo repite, "y millas por
hacer antes de dormir", se convierte en una metáfora; pues
"millas" significa días, mientras "dormir" presumiblemente
signifique morir. “Quizá el placer no radique en que traduzcamos
"millas" por Años y "sueño" por Muerte”, -dice Borges-
“sino, más bien, en intuir la implicación”.
Finalizando la conferencia afirma: “Como he dicho, el
significado no es importante: lo que importa es cierta música, cierta manera de
decir las cosas. Quizá, incluso si la música falta, ustedes la sientan”.
[1] J. L. Borges. Seis conferencias en 1967 en Harvard.
“Arte poética; seis conferencias”. Ed. Crítica.
[2] Junto a fluviales aguas de, yendo y viniendo aguas de,
noche. También literalmente: a la orilla de agua fluyente de, yente y viniente
agua de, noche. Traducción de María Victoria Suárez en el diario La Nación de
Bs. As.
[3] J. L. Borges. Conferencia sobre la metáfora dictada por
el escritor en 1982 en Nueva Orleáns y publicada en el suplemento cultural del
diario La Nación de Bs.As. el 16 de mayo del 2001. Existen notables
similitudes, que son muchas, entre la conferencia dedicada a la metáfora en Harvard,
la segunda de la serie, y la de Nueva Orleáns. Pero no son pocas las
diferencias. Las referencias a la escritura oriental y el comentario sobre
Joyce por ejemplo. También resulta interesante que en la quinta conferencia de
Harvard Borges utilice las mismas líneas del Finnegans Wake a las cuales
recurre en Nueva Orleáns, pero en otro sentido.
[4] J. L. Borges.“Textos Cautivos”. Ed. Tusquets.
[5] Pierre Louis. Citado por Ferrater Mora en “Diccionario
de Filosofía”. Ed. Ariel.
[6] J. Lacan. “Escritos” Ed. Siglo XXI. Pág. 508.
[7] R. Harari “¿Cómo se llama James Joyce?” Ed. Amorrortu.
[8] R. Karothy. “Vagamos en la Inconsistencia”. Ed. Lazos.
Pág.139.
Fuente: Odiseas de un occidente
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