Dolores Caviglia
Enero es un buen momento para estar en la ciudad. Hay algo.
Tiene algo. Puede que sean los vestidos de lino largos, las flores, el pasto
seco, los anteojos oscuros, las camisas amplias, el viento que arde, los paseos
entre murmullos, los encuentros perdidos. O puede ser el olor del sol. Áspero.
Bravo. Inmenso. No sé cuán cierto es aquello de que enero es lindo porque hay
menos gente porque si bien es cierto que hay menos gente también es cierto que
los chicos que suelen estar en las escuelas de marzo a diciembre ahora están
las calles. Por lo que la ecuación no varía tanto. No. Es un buen momento para
estar en la ciudad por otra cosa.
Y es que enero no tiene apuro. Los taxistas manejan
tranquilos en las avenidas. Los jóvenes esperan en las esquinas y cruzan cuando
deben. En enero mi novio se olvidó del turno que había sacado con un médico y
no se disgustó. Era viernes temprano, me miró y me dijo: "A la tarde
llamo". En enero la gente muestra la piel. Se broncea. Se maquilla poco.
Se suelta el pelo y se lo deja largo. Toma más helados. Camina en ojotas. Come
sandía. En enero los padres tienen más paciencia y quien trabaja no se toma
vacaciones y sin embargo se contagia de aquel que sí. Para mí es un gran
momento para mirar vidrieras. Para quedarme dormida por las mañanas. También es
el mes en que, cada cuatro años, hay gobierno nuevo. En que los pájaros se oyen
cantar hasta tarde, las veredas se llenan de gotas, los colectivos de abuelos y
las tardes de cervezas bien frías. Enero es un buen momento porque arranca un
año.
Qué insólito. ¿Cuál será la diferencia entre el 31 de
diciembre y el primero del mes siguiente? La pienso y no la encuentro pero la
siento. Enero es un principio. Es ese principio que ocurrió miles de veces.
¿Por qué nos gustan tanto las repeticiones? A mí hacer lo mismo una y mil veces
me da seguridad. Me gusta tomar café en taza grande solo los viernes. Lo repito
y me siento cómoda al hacerlo. ¿Por qué queremos volver a vivir lo que ya
vivimos? Yo si estoy haciendo zapping en el sillón de casa y encuentro por
casualidad la película Notting Hill la dejo. Me quedo mirando y me la sé de
memoria. ¿Será que nos provoca ilusión? Enero es la posibilidad de volver a
empezar. Creemos tener una nueva oportunidad para conseguir eso que no pudimos
la vez anterior. Para el amor, para el dinero, para viajar a ese país que queda
tan lejos, para conseguir un empleo que nos guste más, para tener hijos,
novios, amantes, para por favor cambiar, para llegar a ser eso que queremos y
no conseguimos.
Hay otra cuestión oculta en la repetición y es extraña pero
es la idea de que el tiempo no avanza, como esa bailarina de piernas amables,
brazos lánguidos, cabello recogido en red, capas de tul y zapatillas en punta
que gira y gira y gira tan veloz sobre el escenario, con la música de guía, que
se queda quieta. Nunca nada desaparece en el pasado porque todo regresa. De
cualquier forma. De una idéntica. Lo que ocurrió va a ser parte del futuro. Los
días de la semana. Un beso. Esa lágrima. De nuevo enero, de nuevo marzo, de nuevo
junio, de nuevo noviembre.
Recuerdo
que hace unos años, cuando estudiaba en la facultad, leí un ensayo de Jorge
Luis Borges que me inquietó. Todo lo que escribió me perturba bastante pero
este en particular, más. En "La doctrina de los ciclos", Borges
asegura algo así como que el número de átomos en el mundo no es infinito y
entonces explica que bajo esa condición sus variaciones no pueden ser eternas y
que esa es la razón por lo cual tanto el universo como las personas estamos
condenados a repetirnos. "De nuevo nacerás de un vientre, de nuevo crecerá
tu esqueleto, de nuevo arribará esta misma página a tus manos iguales, de nuevo
cursarás todas las horas hasta las de tu muerte increíble", dice y a mí me
parece brutal por lo cierto. El tiempo es circular pero avanza hacia una única
dirección. Siempre. Sin límites. Y nunca más será 25 de abril de 1983.
Por eso enero es bello y es bienvenido. Porque es una pausa.
El paréntesis necesario. Es el comienzo de lo que sigue hasta el fin. Por eso
nos sentimos más livianos. Porque recién arrancamos. Por eso pensamos que no
hay tantas urgencias. ¿Y si nombráramos todos los meses de la misma manera?
Enero es terapéutico. No se entiende. Es un espacio que se encuentra en medio
de quién sabe qué cosa. O de aquello que bien sabemos pero mejor ni pensar.
Enero es una fantasía. Una mentira. Y eso lo hace un buen momento. Enero no
parece un mes. Parece un estado de ánimo.
Fuente: La Nación - 19 de enero de 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario