Por Enrique G de la
G (*)
"A los espejos, laberintos y espadas que ya prevé mi
resignado lector
se han agregado dos temas nuevos: la vejez y la ética"
Jorge Luis Borges
"Arte poética" es la mala traducción del libro que
compendia las conferencias de Borges en Harvard, "This craft of
verse". Son seis conferencias, dictadas en inglés.
En 1966, Ronald Christ de The Paris Review(1) entrevistó al
argentino, que confesó:
- Usted responde
tan bien al inglés, lo ama tanto... ¿por qué ha escrito tan poco en inglés?
- ¿Por que? Porque
tengo miedo. Temor. Pero las conferencias que daré el año que viene, las
escribiré en inglés. Ya escribí a Harvard.
- ¿Irá a Harvard
el próximo año?
- Sí, daré un
ciclo de conferencias sobre poesía. Y pienso que la poesía es más o menos
intraducible, y como pienso que la literatura inglesa -que incluye a la
norteamericana- es por lejos la más rica del mundo, tomaré casi todos, sino todos
mis ejemplos de la poesía inglesa. Por supuesto, como tengo mi propio hobby,
trataré de poner también algunos versos en inglés antiguo... ¡pero es también
inglés! En realidad, según algunos de mis estudiantes... ¡es mucho más inglés
que el inglés de Chaucer!
Éstas son algunas de las ideas más memorables de aquellos
días. Desde el principio, Borges declaró: "La verdad es que no tengo
ninguna revelación que ofrecer. He pasado la vida leyendo, analizando,
escribiendo (o intentándolo) y disfrutando. He descubierto que esto último es
lo más importante. Embebido en la poesía, he llegado a una conclusión final
sobre el asunto. Es verdad que, cada vez que me he enfrentado a la página en
blanco, he sabido que debía volver a descubrir la literatura por mí mismo. Pero
de nada me vale el pasado. Así que, como he dicho, sólo puedo ofrecerles mis
perplejidades. Tengo cerca de setenta años. He dedicado la mayor parte de mi
vida a la literatura, y sólo puedo ofrecerles dudas".
Éstas son las dudas y perplejidades de su primera
conferencia: El enigma de la poesía.
La pasión no es un deber. Para qué sirve un crepúsculo, se
había preguntado Borges alguna vez. Existen cosas que carecen de valor, en el
sentido de utilidad. Eso mismo sucede con la poesía. La poesía es como la vida,
más aún, la vida misma es poesía. "La poesía no es algo extraño: está
acechando (...) a la vuelta de la esquina. Puede surgir ante nosotros en
cualquier momento".
La poesía no está en los libros, que son sólo ocasiones para
la poesía. Y recuerda, de pronto, con la sabiduría y candidez de las personas
mayores, una comparación escrita por Emerson: una biblioteca es una caverna
mágica llena de difuntos, que pueden renacer cuando abrimos sus páginas. Vira,
luego, hacia Berkeley: el sabor de la manzana no está en la manzana misma ni en
la boca del que la come. Lo mismo pasa con el libro. "Un libro es un
objeto físico en un mundo de objetos físicos. Es un conjunto de símbolos
muertos. Y entonces llega el lector adecuado, y las palabras -o, mejor, la poesía
que ocultan las palabras, pues las palabras solas son meros símbolos- surgen a
la vida, y asistimos a una resurrección del mundo.
En poesía la perfección no es extraña, es inevitable. Como
muestra, Borges cita -de memoria, siempre de memoria- "On First Looking
into Chapman´s Homer". Porque la primera lectura es la decisiva; todas las
subsiguientes remedan la primera impresión. Pero esto podría ser un truco. Lo
indudable es que, con cada lectura, la experiencia poética aparece. "Y eso
es la poesía". Parafrasea a Whistler y asegura: "El arte sucede cada
vez que leemos un poema".
Esta opinión parecería anular el común sentir de los
"libros perdurables" de los clásicos de los que siempre brota la
belleza. Pero esta oposición es sólo aparente. En la antigüedad, los grandes
maestros fueron oradores, no escritores, como Pitágoras, Cristo, Sócrates o el
Buda. Con la Sagrada
Escritura, el libro toma un nuevo carácter. Aparecen esos
libros escritos por el Espíritu Santo; y luego el Corán. De manera que, con
autor tan insigne, estos libros deberían ser leídos. Así se expresaba Bernard
Shaw: "Creo que el Espíritu Santo no sólo ha escrito la Biblia, sino todos los
libros". Esa misma idea se repite desde Homero ("la musa") hasta
nuestros días (el "yo subliminal" y el "subconsciente"). De
manera que "no creo que un libro sea verdaderamente un objeto inmortal,
que hay que asimilar y venerar como es debido, sino más bien una ocasión para
la belleza".
La belleza está allí, paciente, sentada, esperando. La
belleza nos espera. Algunos libros fueron escritos para ti, otros no. Si un
libro es considerado un "imprescindible", pero tú no experimentas la
felicidad, "déjalo: ese libro no fue escrito para ti". Porque
"la literatura es una de las formas de la felicidad". Sin duda,
algunos son más propensos para descubrir la belleza, que se agazapa en cada
rincón. Un caso paradigmático tal vez sea Rafael Cansinos Assens, quien le
pidió a Dios en un poema que lo protegiera de la belleza porque, decía,
"hay demasiada belleza en el mundo".
"Que un poema haya o no haya sido escrito por un gran
poeta sólo es importante para los historiadores de la literatura". Si uno
tiene la fortuna de escribir un verso hermoso, ese verso hermoso no canoniza a
su autor como un gran poeta. En ese verso convergen lecturas olvidadas, el
Espíritu Santo, el yo subliminal, una intuición sugerida. "Se convierte en
un redescubrimiento" y "quizá sea mejor que el poeta no tenga nombre".
¿Y el factor "tiempo", acaso no influye? Por
supuesto. En una mano, el caso de que el tiempo degrade a un poema y las
palabras pierdan su belleza; en la otra, que el tiempo enriquezca el poema.
Las etimologías son un curioso ejemplo del primer
acontecimiento. El verbo inglés "to tease" significa
"fastidiar", "molestar", "jorobar". "Palabra
maliciosa". En el antiguo inglés, "tesan" significaba
"herir con la espada", y la palabra "þreat", también del
inglés antiguo, refiere a una "multitud airada" o
"amenazante". Ésa es la causa de la amenaza y el origen de
"threat". Es ya una metáfora acuñada y desgastada.
El otro caso se ilumina si estudiamos, continúa Borges, la
definición. "¿Qué es el tiempo? -se preguntó san Agustín-. Si no me
preguntan qué es, lo sé. Si me preguntan qué es, no lo sé". Lo mismo
sucede con la poesía. Una definición no nos sirve, es poco convincente, excepto
para los diccionarios o los libros de texto. Esta ignorancia de la definición
implica que sabemos qué es la poesía, ya que las cosas más familiares son
imposibles de definir y, sin embargo, las conocemos, como el olor del café, el
amor a nuestro país, el atardecer o el color amarillo. "Estas cosas están
tan arraigadas en nosotros que sólo pueden ser expresadas por esos símbolos
comunes que compartimos". ¿Para qué, entonces, precisamos de las
definiciones?
"Porque todo el mundo sabe dónde encontrar la poesía.
Y, cuando aparece, uno siente el roce de la poesía, ese especial
estremecimiento". Como la mirada de la mujer que cautiva.
(1) "The Paris Review", Confesiones de escritores
/ Escritores latinoamericanos, El Ateneo, 2a edición, Buenos Aires, 1996, p.55.
(*) Enrique G de la
G (San Pedro Garza García, México, 1979). Lector y escritor,
estudió filosofía. Investigador y profesor de filosofía y lenguas muertas en la Universidad Panamericana
Preparatoria. Estudia el posgrado en Metafísica en la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM); prepara un trabajo sobre el per accidens en
Aristóteles. Colabora en distintas revistas con ensayos, reseñas y entrevistas.
Agradecido lector de Borges, Victor Hugo y Alfonso Reyes.
Fuente : Enfocarte
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