por Axel Díaz Maimone
Victoria Ocampo y Jorge Luis Borges se conocieron en 1925, a
través de Ricardo Güiraldes. Según contaba la madre de Borges, eso fue cuando
su hijo habló sobre “El idioma de los argentinos”, y al día siguiente recibió
una carta de V.O. donde lo felicitaba por su conferencia y le pedía que la
recibiera para conversar sobre el tema. Así, surgió entre ellos una amistad que
contempló ciertos roces o asperezas.
Cinco años después, cuando Victoria Ocampo decidió fundar la
Revista SUR por consejo de Waldo Frank, Borges estuvo a su lado. Borges fue un
hombre de SUR, pese a que no le gustaba que lo llamaran así; estuvo en el
consejo de redacción de la Revista desde que se fundó, y colaboró en sus
páginas hasta el final. SUR fue la única publicación que homenajeó a Borges con
un número especial cuando la Comisión de Cultura le negó el Premio Nacional de
1941 por El jardín de senderos que se bifurcan. Y gracias a las gestiones de
Roger Caillos, que pasó en Argentina la II Guerra Mundial como huésped de SUR y
tradujo los cuentos de Ficciones, Borges fue conocido en toda Europa.
Diálogo con Borges
En varios de sus Testimonios y en muchas páginas de SUR y de
los principales diarios y revistas del país y del exterior Victoria Ocampo
habló de Borges. Pero, quizás, el mejor reconocimiento que Victoria le dio al
poeta fue Diálogo con Borges; con ese libro le demostró su amistad y su
admiración.
La conversación entre Victoria y Borges, a medida que van
pasando las páginas del álbum fotográfico que Leonor Acevedo de Borges le
prestó a Victoria y que ellos comparten con el lector, es interesante y
reveladora. Gracias a Victoria descubrimos un Borges distinto del que aparece
en los libros de entrevistas (el Borges que habló con Victoria una tarde de
1967 en San Isidro solo es comparable con el que nos ofrece María Esther
Vázquez en sus diálogos). Aquí, el autor de El Aleph da rienda suelta a sus
recuerdos, habla de sus antepasados, de sus padres y de su hermana, de su vida,
de los lugares que quiere. Como sentenció Bioy Casares, Diálogo con Borges es
“un libro valioso, además de divertido” .
Manuel Mujica Lainez, amigo de Borges y de Victoria Ocampo,
fue el encargado de presentar el libro. En el acto, Mujica dijo: “Es como si
los diversos personajes que en el libro figuran y los dos conversadores fuesen
contemporáneos entre sí y estuviesen situados, simultáneamente, en un aire, más
allá de los días que convoca para la historia, en pie de igualdad, a seres
cuyas existencias y cuyos pensamientos se vinculan con lo profundo del alma
argentina. […] Aunque Victoria se ha empeñado en despojar al libro de intimidad
y en hacer de él un testimonio lo más objetivo posible, advertimos, al ir de
una página a la otra, el calor y el resplandor que brotan de los sentimientos
hondos. […] No hay duda de que el libro que hoy se lanza proclama,
escuetamente, sencillamente, la madurez de la literatura argentina, pues una
literatura que solicita, que exige la aparición de textos como los que
comentamos, reclamados por el público, ansioso de saber más y más acerca de sus
escritores, ha logrado una calidad
equiparable a la que distingue en los países de alta
tradición cultural, al mundo del espíritu”.
Victoria corrige a Borges
A mediados de la década de 1960, Jean de Milleret entrevistó
al autor de Ficciones y luego publicó esas conversaciones bajo el título de
Entretiens avec Jorge Luis Borges (Belfond, París, 1967). Nuestro escritor dijo
unas cuantas inexactitudes, en lo que a SUR se refiere, y Victoria no las dejó
pasar. Enseguida le pidió que corrigiera las erratas, para luego olvidarse del
tema. Y cuando apareció la edición española del libro (Monte Ávila, Caracas,
1970) volvió a encresparse al comprobar, horrorizada, que nadie había tenido en
cuenta sus observaciones.
Desde Mar del Plata le escribió a María Renée Cura, su gran
amiga: “Querida Miné: […] No sé si viste en La Nación (suplemento) del 6 de
febrero una nota sobre las Entrevistas de Borges – Milleret, traducidas y
publicadas en español en Caracas. Aquí no las habían querido publicar por las
cosas hirientes (gratuitamente) que Borges y Milleret se ingeniaron en juntar
en ese libro. // Me resultó muy indignante volver a leerlas en español y
resolví contestarlas. […] ¿Por qué hará perradas así? Vivimos en planos tan
distintos que no se explica. Él no tiene motivos para sentir rivalidad con
nadie y menos conmigo, que estoy como dije en otro plano. Además no debe
apreciar nada de lo que yo escribo… (si es que lo leyó alguna vez, cosa
dudosa)” .
La sinceridad de la carta de Victoria se pone de manifiesto
en “Fe de erratas” (Testimonios, novena serie), la nota que envió a La Nación
corrigiendo los dichos de Borges. Allí habla con tal simpleza que cualquier
persona se hubiera puesto de su lado. Y no duda en largar algunos dardos, con
puntería certera, contra Borges y sus declaraciones. Esa nota fue un desahogo
y, al mismo tiempo, un acto de justicia.
Una callada amistad
En las muchas páginas que Victoria le dedicó a Borges,
siempre valoró su talento, su inteligencia, sus méritos. Para ella, Borges era
Borges; nunca lo llamó por su nombre ni lo tuteó, pero lo sentía su amigo.
Quizás basten dos citas para ejemplificarlo: la primera (leída hace mucho en
una separata de SUR que se ha perdido en mi biblioteca) dice “Lo admira, su
amiga Victoria Ocampo”; la segunda: “A Borges le llevo una ventaja: lo conozco.
La recíproca es improbable. Lo admiro. La recíproca es impensable”
(Testimonios, novena serie).
Borges, que habló de Victoria en contadas ocasiones, dijo
con motivo de su muerte: “Personalmente, le debo mucho a Victoria Ocampo. Pero
le debo mucho más como argentino”. Esa declaración, publicada en La Nación en
febrero de 1979, se complementa con otra que apareció en La Prensa unos meses
después, que terminaba diciendo que en el momento de la muerte de Victoria
Ocampo, se había dado cuenta de lo que ella había significado en su vida y que,
a partir de entonces, había empezado entre ellos una “callada y verdadera
amistad
Fuente : Axel Diaz Maimone blogspot
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