Por José Loschi
Los años 60 fueron los de la explosión de la literatura
latinoamericana. Tanto en la región como en los Estados Unidos y Europa,
millones de lectores se asomaron por primera vez a un mundo de ficciones que
con su capacidad de invención mostraba al mismo tiempo una proximidad con el
sustrato de la realidad cotidiana en las diversas zonas de América Latina. El
boom, como se dio en llamar este fenómeno -ante todo- editorial, se extendió a
lo largo de esa década apoyado en la aparición de un público lector masivo que
permitió un nivel de ventas pocas veces alcanzado antes o después en esta parte
del mundo. Aunque también por entonces fueron pocas las obras que gozaron del mismo
éxito que Rayuela o Cien años de soledad.
Publicado en 1964, Los nuestros fue uno de los primeros
libros en dar fe del nuevo mundo narrativo. Los escritores que entrevistó Luis
Harss iban dejando atrás su pequeño culto para muy pronto alcanzar status de
figuras públicas en sus respectivos países. Algunos de ellos, como Borges y
Juan Rulfo, ya habían escrito sus mejores páginas en la década previa o incluso
antes. Harss engancha el momento justo de transición hacia lo que, con ironía,
David Viñas llamó el vedettismo de estas figuras literarias. Tal vez hoy
lamentamos que el libro no haya sido íntegramente las entrevistas que tuvo con
ellos. Pero en aquel momento todavía era necesario presentar tanto a los
autores como a sus obras. Harss se distancia de sus voces para ensayar
distintas formas de acercamiento, desde la biografía y la crítica literaria al
ensayo histórico, y hasta de la crónica al simulacro de autor, como cuando
relata casi miméticamente su encuentro con Onetti en un lúgubre hotel céntrico de
Montevideo.
¿En qué se reconocen los distintos autores entrevistados en
este volumen y sus ficciones? ¿Cuál es la pertenencia que señala el título? Más
allá de las listas y las etiquetas puestas por el mercado, más acá de la fama y
el éxito que alcanzaron, Harss traza junto con sus perfiles un mapa que abarca
zonas tan reales como imaginarias, desde el arrabal porteño de Borges o el
sertão de Guimaraes Rosa hasta Macondo y Santa María, donde habitan los
personajes individualistas del escritor uruguayo y los luchadores de buenas
causas de Miguel Ángel Asturias. Lo que se muestra en todos ellos es el dominio
del lenguaje para inventar un espacio en el que por fin se identifica una
expresión a la vez local y universal, que trasciende las tendencias vanguardistas
y regionalistas de primera mitad del siglo.
En una mirada retrospectiva del boom que tuvo su conferencia
en Washington por los años 80, el crítico Jean Franco observó que a diferencia
de la novela europea, que en su apogeo "cuenta la historia del individuo
en la sociedad", la novela
latinoamericana que emergió con el boom
"situó al individuo como inventor o fundador al margen de la
sociedad e incluso totalmente fuera de ella". La paradoja de este grupo de
autores, que en cierto modo encarnaron a sus personajes, fue también su
excepcionalidad: si pudieron mantener un margen para sus creaciones al mismo
tiempo que la sociedad y el mercado los demandaba fue porque se habían ganado
el apoyo de un público y una editorial que les daba por primera vez la posibilidad
de entregarse enteros a sus propias obras.
La reedición de este clásico, que sigue los pasos de otras
ediciones aniversario del boom, nos devuelve una imagen del escritor
latinoamericano que desde entonces está cambiando. Hoy, lejos de las tapas de
los diarios y la pantalla de televisión, la exposición y el contacto con los
lectores parece tener lugar en espacios como Twitter. Allí se puede ver que
Tlön ingresó hace rato en la realidad, y es esta la que presiona ahora sobre la
ficción.
Fuente : Infobae.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario