Dejo a los varios
porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan.
Jorge Luis Borges
Desde la perspectiva de nuestra concepción cultural
occidental y moderna, solemos aproximarnos a la realidad de dos maneras,
alternativa o simultáneamente: mediante la experiencia, o a través de los
libros. Borges se inclina, y se ve inmerso, por circunstancias familiares y
voluntad propia, en la segunda. Nacido en Buenos Aires en 1899 en el seno de
una familia culta, creció entre la memoria de sus bisabuelos, de su abuelo
paterno, héroes de sucesivas guerras patrias; la instrucción de sus abuelas que
le educaron en la corrección inglesa y en la sobriedad criolla; la protección
de su entusiasta hermana Norah; la actitud intelectual de sus padres.
Mujer de inteligencia rápida (…) Leonor Acevedo siempre
estuvo orgullosa de sí misma, de su familia, de su clase y, en grado
superlativo, del talento de su hijo (1).
En cuanto a su padre, Jorge Guillermo Borges,
le enseñó a su hijo tres cosas: el poder de la poesía,
aceptar con estoicismo las desdichas físicas y buscar en la filosofía, o mejor,
en los diferentes sistemas filosóficos, las explicaciones últimas (2).
En el ambiente intelectual de la familia se integran los
amigos del padre que frecuentan la casa, hombres inquietos que se apasionan en
vehementes disquisiciones tertulianas. Uno de estos personajes influirá
vivamente en Borges: Macedonio Fernández. Borges
manifiesta admiración por un personaje que torna mítico,
casi creación fantástica (…). Macedonio se solazaba en la apología del filósofo
volado, del hombre que se ufana de ser absurdo: “Tienes que disculparme el no
haber ido anoche. Soy tan distraído que iba para allá y en el camino me acuerdo
de que me había quedado en casa. Estas distracciones frecuentes son una
vergüenza y hasta me olvido de avergonzarme”. Muchos no le encuentran gracia,
pero Borges lo consideró un portento (3).
En este entorno familiar Jorge Luis Borges, Georgie, creció
rodeado de libros que empezó a leer y traducir desde pequeño. Borges fundó un
universo propio en el que convivía con los personajes de los libros, pero
también con sus autores, considerándolos a todos por igual sus compañeros de
juegos. Su casa de Buenos Aires, las diversas estancias donde pasaban los
veranos, sus viajes por Argentina y sus residencias en Europa, se convirtieron
en escenarios fantásticos donde se desarrollaba su vida. Ese aprendizaje del
mundo a través de la vía intelectual tiene como consecuencia una visión más
global del mundo. La experiencia siempre nos ofrece un punto de vista parcial y
sesgado, mientras que a través de la lectura podemos acceder a perspectivas
diversas, tanto cronológicas como espaciales, con las que esbozar en nuestra
mente un panorama más amplio, completo y, a la vez, aparentemente
contradictorio, del universo, conocido o intuido, que nos rodea. Esta dilatada
percepción lleva a Borges a conclusiones a veces difíciles de asumir por el
lector, como la existencia del Aleph, el universo concentrado en una esfera de
apenas unos centímetros; como la idea herética y sacrílega de que Dios elija
ser Judas. Borges siguió toda su vida este camino intelectual iniciado en su
infancia. Eso podría explicar el desapego a las cuestiones físicas que sugieren
sus biógrafos. De ahí también su declarado anarquismo, pues frente al orden del
universo las pretendidas leyes humanas no pueden sino resultar falaces. Sus
restos descansan en Ginebra, dónde murió en 1986, bajo una lápida de clara
evocación épica.
El pedido de Borges: ‘Sólo pido / Las dos abstractas fechas
y el olvido’ no fue tenido en cuenta (4).
Debo a la conjunción
de un espejo y una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar.
La obra de Borges Ficciones, publicada en 1944, aparece como
reunión de dos libros del autor argentino, El jardín de senderos que se
bifurcan, de 1941, y Artificios, de 1944. Lo que a primera vista se presenta
como una colección de relatos independientes, puede convertirse, bajo el
influjo del propio autor y siguiendo la propuesta que él mismo lanza desde sus
páginas, en un laberinto en sí mismo, un recorrido por espacios y tiempos que
convergen en las esquinas de las narraciones, un laberinto conformado por
pasillos adornados de espejos que reflejan retazos de las demás estancias. En
el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias (p.87) (5).
Borges nos propone un juego, una adivinanza, a la que nos invita a cada tramo
de lectura, un laberinto destinado a que lo descifren los hombres (p.39). ¿Cual
es el objeto final propuesto por Borges al final del camino? En puridad, no
sería descabellado afirmar que ninguno, pues cada encrucijada daría lugar a un
nuevo recorrido: infinitas historias, infinitamente ramificadas (p.82). Así,
podemos explorar Ficciones como el laberinto, siguiendo la estela de las
imágenes que se repiten en distintos espacios y tiempos, donde la historia de
un hombre es la de todos los hombres, cualquier hombre es todos los hombres
(p.143), y el universo infinito se resuelve como un infinito juego de azares
(p.76).
La posibilidad de tal infinitud elude en cierto modo el
compromiso ético, pues el autor no va a mostrar inclinación por cualquiera de
las múltiples vicisitudes y los heterogéneos desenlaces a los que se verán
abocados los protagonistas de los cuentos, sino que cualquiera de ellos será
igualmente natural y admisible. Recogeremos el guante que el autor nos arroja y
aceptaremos el reto de adentrarnos en el laberinto de palabras que se abre ante
nosotros. Borges confía en que el viaje será largo y placentero, y que nuestra
inteligencia será capaz de asumir el asombro. El lector de este libro singular
es más perspicaz que el detective (p.79), nos anima el poeta.
A la realidad le
gustan las simetrías.
La primera pista que encontramos en el laberinto de la obra
es la presencia de espejos a los largo de sus páginas. Hemos visto que es el
primer objeto que el autor nombra, y aunque, según sus biógrafos, su apariencia
siempre despertó el miedo en Borges desde niño, no puede sustraerse a la
fascinación que le producen, y se convierten, como ya anunciábamos, en un
elemento principal en esta lectura de Ficciones que proponemos. Los espejos y
la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres (p.14),
afirma en ‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’. Estos espejos dan lugar a la
multiplicidad, pero cada uno de sus reflejos será, a la par de simétrico,
opuesto, y dará lugar a nuevas digresiones, nuevos sucesos inversos en los que
la muerte precede al nacimiento y la cicatriz a la herida y la herida al golpe
(p.80). En ‘La biblioteca de Babel’ el espejo refleja la magnitud inabarcable
del universo, las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito (p.87). A
‘Funes el memorioso’, su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo
sorprendían cada vez (p.134). Condenado por el azar y por un caballo
embravecido a tener plena conciencia de todas y cada una de las partículas que
le rodean, el joven Ireneo soporta la carga fatigosa y magnífica de su omnisciencia.
El detective Lönnrot se multiplica infinitamente en espejos opuestos (p.166) en
su deambular por Triste-le-Roy, la quinta abandonada en donde está a punto de
resolver el enigma que le ha llevado hasta allí -aunque, paradójicamente, él
aún no sepa que ese va a ser su último caso-, en el relato policial ‘La muerte
y la brújula’. En ‘Tres versiones de Judas’, Borges argumenta la supuesta
traición de Judas como un acto de redención, para el cual, si Dios se humilla a
ser hombre, el hombre debe rebajarse a ser infame, pues el orden inferior es un
espejo del orden superior (p.187). ‘Las ruinas circulares’, donde un individuo
sueña a otro y lo proyecta a un escenario análogo a repetir los actos que él
mismo ha llevado a cabo, se abre con una cita de la obra de Lewis Carroll “A
través del espejo”. ‘The secret mirror’ es el título de la comedia heroica que
lleva al éxito al personaje Herbert Quain, en la que la trama de los actos es
paralela, pero en el segundo todo es ligeramente horrible (p.84). Todos estos espejos
que ‘amueblan’ los relatos son los que invitan al lector a
seguir los diferentes ramales que el camino va dibujando hasta el infinito.
Así, los temas y las ideas que Borges va desgranando encontrarán su igual, su
símil o su opuesto transitando por los cuentos.
Para la otra vez que lo mate –replicó Scharlach- le prometo
ese laberinto, que consta de una sola línea recta y que es invisible,
incesante.
Borges nos propone adentrarnos en su laberinto, perdernos
sin miedo por sus sinuosidades, sin un objetivo aparente. El laberinto parece
no tener fin. Sus senderos se abren y cierran en innumerables variaciones que
coinciden y divergen a cada paso. La idea de Borges del universo y la vida como
ese laberinto, la falta de sentido de la existencia humana que toma de
Schopenhauer, le lleva a una expresión lúdica de la misma, donde las decisiones
que llevarán al individuo por un determinado derrotero estarán inevitablemente
influidas por el azar. Tal vez lo único que Borges pretende con esta propuesta
es que algún día uno de sus lectores-detectives se convierta en su redentor y,
como Teseo a Asterión, le salve de esa terrible prisión a que ha sido
condenado: la vida. El laberinto como representación de la vida, se repite
también a los largo de los relatos, para que el lector no olvide que la
realidad se extiende mucho más allá de los límites de la simplicidad de los
hombres. Tlön es un laberinto urdido por los hombres (p.39). La idea de un
universo ingeniado por el hombre resulta acaso fantástica para los lectores,
pero, ¿no son todas las civilizaciones, todas las filosofías, todas las
religiones, todas las ciencias, únicamente el fruto de la mente de los hombres?
El laberinto aparece también en ‘La lotería de Babilonia’, como el recinto
donde todo hombre libre automáticamente participaba en los sorteos sagrados que
se efectuaban cada sesenta noches (p.71). En este relato los individuos no
resuelven que camino tomar, sino que se entregan al azar asumiendo todas las
consecuencias. Herbert Quain titula su primer libro ‘The God of the Labyrint’
(p.77), y desarrolla en su obra posterior la simetría y la divagación. Por
supuesto, ‘La biblioteca de Babel’, ilimitada y periódica (p.99), iluminada,
solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, inútil, incorruptible, secreta (p.98),
no es sino ese laberinto que es representación del universo, cuyos libros son,
en multitud de ocasiones, mero laberinto de letras (p.89). El doctor Stephen
Albert, exégeta del Laberinto de Ts’ui Pên, ‘El jardín de senderos que se
bifurca’, se refugia él mismo en el interior de un laberinto, según las
palabras del doctor Yu Tsun: el consejo de siempre doblar a la izquierda me
recordó que tal era el procedimiento común para descubrir el patio central de
ciertos laberintos (p.106). El laberinto de Ts’ui Pên se bifurca en el tiempo,
no en el espacio (p.112), lo que prefigura cualquier desenlace posible, incluso
el más insospechado, como la muerte de Albert a manos de Yu Tsun. En ‘Tema del
traidor y el héroe’ Ryan, indagando sobre la vida de su bisabuelo Kilpatrick,
héroe nacional, encuentra claves que se repiten de manera paralela en otras
historias y personajes. De esos laberintos circulares lo salva una curiosa
comprobación, una comprobación que luego lo abisma en otros laberintos más
inextricables y heterogéneos (p.148), hasta descubrir que él mismo no es sino
un elemento más de la trama. El más ilustre de los pistoleros del Sur, Dandy
Red Scharlach (p.162), se refugia en la quinta de Triste-le-Roy, que abunda en
inútiles simetrías y en repeticiones maníacas (p.165) tras un tiroteo en un
garito en el que fue arrestado su hermano. Allí juró por el dios que ve con dos
caras y por todos los dioses de la fiebre y de los espejos tejer un laberinto
en torno al hombre que había encarcelado a mi hermano (p.168). Este es el tema
de ‘La muerte y la brújula’, que narra cómo el detective Lönnrot consigue
llegar al centro del laberinto, sólo para encontrar su propia muerte. En ‘El
milagro secreto’, el escritor de origen judío Jaromir Hladík es arrestado y
condenado a muerte por los nazis. Minutos antes de la hora prevista para su
fusilamiento es conducido al patio. Hladík había previsto un laberinto de
galerías, escaleras y pabellones (p.180). La realidad, más acorde con su
sórdido destino, fue parca en detalles.
-¿Su antepasado? ¿Su
ilustre antepasado? Adelante.
Casi como estampas, como cromos en un álbum, Borges utiliza
a lo largo de la obra pequeños retazos de su propia vida. Como meras
referencias a veces, parte del paisaje o del paisanaje, dando nombre a otros
personajes como una reverencia a su memoria, encontramos en algunos relatos,
más que una presencia, un reflejo singular en alguno de los espejos que antes
mencionábamos, una alusión a su realidad intrincada con la ficción. Su amigo
Bioy Casares es el primero que aparece como responsable del descubrimiento del
universo imaginario de Tlön por el propio Borges: Al día siguiente Bioy me
llamó desde Buenos Aires. Me dijo que tenía a la vista el artículo sobre Uqbar,
en el volumen XXVI de la
Enciclopedia (p.15). El hallazgo de este nuevo cosmos tiene
lugar en el escenario real de Buenos Aires, dónde visitan la Biblioteca Nacional
en busca, infructuosa, de información. También en un escenario conocido, el
hotel de Adrogué, donde la familia Borges solía pasar el verano durante la
infancia del escritor, encuentra por fin el libro anhelado: A First
Encyclopaedia of Tlön. Vol XI. Hlaer to Jangr (p.20). ‘La Biblioteca de Babel’
narra en clave fantástica la peregrinación por el universo literario que Borges
viene recorriendo desde la infancia. Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado
en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de
catálogos (p.87). Borges trabajó durante casi nueve años en la Biblioteca Miguel
Cané, destinado al departamento de clasificación y catalogación. Según narra Mª
Esther Vázquez, fue un tiempo de “firme infelicidad”.
Los compañeros, con la excepción de uno sólo, eran gente
vulgar interesada en las carreras, en el fútbol y en cuentos verdes (6).
Es posible encontrar un retrato irónico de estos compañeros
en ‘La Biblioteca
de Babel’: Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la
supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros (p.90).
El cuento ‘Funes el memorioso’ se desarrolla en Uruguay, en
el pueblo de Fray Bentos, dónde el narrador pasa las vacaciones en la estancia
de sus parientes, la familia Haedo. Este es también el apellido de los primos
de la madre de Borges. En la quinta de estos familiares, en Paso del Molino,
cerca de Montevideo, pasaban los Borges parte del verano, antes de trasladarse
a Adrogué.
Cuenta Alicia Jurado, en su libro ‘Genio y figura de
Borges’, que en el Paso del Molino había un mirador con una escalera de
caracol, sus ventanas de vidrios de colores supone que inspiraron a Borges los
rombos rojos y verdes de Triste-le-Roy (7).
También en ‘Funes el memorioso’, en el sistema de numeración
que éste había discurrido, Luis Melián Lafinur es el nombre dado a uno de los
números. Era primo de Jorge Guillermo Borges, el padre del autor. De igual
manera da un nombre familiar a uno de los personajes de ‘La muerte y la
brújula’, Azevedo, que era el apellido de su madre, aunque escrito Acevedo.
Sorprende que diera este nombre al personaje de Daniel Simón Azevedo, hombre de
alguna fama en los antiguos arrabales del Norte, que había ascendido de carrero
a guapo electoral, para degenerar después en ladrón y hasta en delator (p.158),
habida cuenta la veneración y respeto que Borges declaró siempre por su madre.
Pero quizás algún remoto e inconfesable episodio protagonizado por un familiar
deshonesto le llevó a ponerle su nombre al infame personaje. La abuela paterna
de Borges, Fanny Haslam, cede también su apellido a un personaje, en este caso
el autor de “History of the Land Called Uqbar” 1874 (p.17), Silas Haslam. Jorge
Guillermo Borges había muerto en 1938 por la rotura de un aneurisma. Dos
personajes de Ficciones fallecen de idéntica patología: Herbet Ashe, en ‘Tlön,
Uqbar, Orbis Tertius’; Nils Runeberg, el teólogo autor de las vindicaciones del
apóstol traidor en ‘Tres versiones de Judas’. En esta última narración, se cita
al hebraísta dinamarqués Eric Erfjord (p.189) como autor del prólogo de una de
las obras de Runeberg. Erfjord era el apellido de una tía de Borges, la esposa de
su tío paterno Francisco Borges.
Otro Francisco Borges, abuelo del autor, el coronel Borges,
había luchado contra los indios en la frontera, entre otras acciones y murió en
un acto de honor:
Los mitristas fueron vencidos en la batalla de La Verde; el coronel Borges
vistió un poncho blanco, montó a caballo y, con los brazos cruzados sobre el
pecho, avanzó lentamente hacia las trincheras de los vencedores” (8).
En ‘El Sur’, Francisco Flores, abuelo del protagonista, Juan
Dahlmann –quien trabaja, como Borges, en una biblioteca-, también muere en acto
de batalla, pero luchando contra los indios de la frontera. En la discordia de
sus dos linajes, Juan Dahlmann eligió el de ese antepasado romántico, o de
muerte romántica. Un estuche con el daguerrotipo de un hombre inexpresivo y
barbado, una vieja espada, la dicha y el coraje de ciertas músicas (…)
fomentaron ese criollismo algo voluntario, pero nunca ostentoso (p.205). En su
poema ‘Alusión a la muerte del coronel Francisco Borges’, escribiría de nuevo:
mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una vieja espada (9). En
las lineas finales de ‘El Sur’, si en Dahlmann no había esperanza, tampoco
había temor (p.215): el protagonista se enfrenta con firmeza, como había hecho
el coronel Borges, a la muerte cierta que le espera.
Por antecomedores y galerías salió a patios iguales y
repetidas veces al mismo patio.
Proponíamos al principio un recorrido laberíntico por
Ficciones, un tránsito no lineal, sino dejándonos llevar por desvíos
insinuados, por la confusión de un espejismo, por el reflejo en el azogue que
nos depara múltiples visiones; soluciones precarias a incógnitas plurales que,
aunque sigan sin resolver nuestros interrogantes, nos reconforten con la
esperanza que subyace en la incertidumbre. Muchos son los senderos que se
bifurcan, que transitan de un cuento a otro sin llegar a conclusión alguna.
Hemos señalado tres elementos que se repiten con insistencia a lo largo de la
obra: los espejos, el laberinto, las referencias personales. Retomando uno de
estos últimos, por ejemplo, mencionábamos la presencia de un personaje, Eric
Erfjord, en ‘Tres versiones de Judas’. En una nota al margen, se indica que
Erfjord, para justificar esa afirmación invoca el último capítulo del primer
tomo de la ‘Vindicación de la eternidad’, de Jaromir Hladík (p.190). Hladík es
el protagonista de ‘El milagro secreto’. En el relato, escribe un drama
titulado ‘Los enemigos’, en el que la trama del primer acto resulta ser, en el
segundo acto, el delirio de uno de los personajes. Este es, en lineas
generales, el argumento análogo de ‘The Secret Mirror’, la comedia que escribe
el protagonista de ‘Examen de la obra de Herbert Quain’. El pretexto de este
cuento es realizar una loa elegíaca a la muerte de un escritor, que comienza
con un reproche: las necrológicas que le ha dedicado la prensa son evocaciones
que nadie juzgará inevitables y que no hubieran alegrado al difunto (p.77). En
el primer párrafo de ‘Pierre Menard, autor del Quijote’, de nuevo el desagravio
a un autor difunto: Diríase que ayer nos reunimos ante el mármol final y entre
los cipreses infaustos y ya el Error trata de empañar su Memoria… (p.41). En
este cuento cita Borges a diversos autores filosóficos y literarios, y muchos
de ellos encuentran su correspondencia en otros relatos. Así, Russell aparece
en una nota al margen de ‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’ –en Tlön, a veces unos
pájaros, un caballo, han salvado las ruinas de un anfiteatro (p.33), quizás por
ello un tigre o caballo de piedra corona el recinto circular (p.56) de ‘Las
ruinas circulares’-; Shakespeare es parte esencial de la trama narrada en ‘Tema
del traidor y el héroe’, y también es mencionado en ‘La secta del Fénix’;
“Salammbó” refleja la imagen de su autor, Flaubert, en el cuento ‘El milagro
secreto’; la alusión a Edmond Teste nos remite de nuevo a ‘Examen de la obra de
Herbert Quain’. A propósito de Quain, el propio Borges confiesa en el cuento:
De ‘The Rose of Yesterday’, yo cometí la ingenuidad de extraer ‘Las ruinas
circulares’, que es una de las narraciones del libro “El jardín de senderos que
se bifurcan” (p.85). Así surgen nuevos caminos que siguen entrecruzándose y
tejiendo el artificioso laberinto. En ‘La secta del Fénix’ se apela a textos de
Tácito para argumentar su origen; los libros perdidos de este autor se
encuentran en ‘La
Biblioteca de Babel’, donde es posible encontrar también el
evangelio gnóstico de Basílides (p.92), que se cita en ‘Tres versiones de
Judas’. El protagonista de este relato, Nils Runeberg, se apellida igual que el
agente alemán eliminado por Madden en ‘El jardín de senderos que se bifurcan’
(aunque su nombre real era Rabener). De nuevo en ‘El jardín’, el doctor Albert
señala las “Mil y Una Noches” en su argumentación sobre un posible libro
infinito. Dicha obra desencadena, de alguna manera, los acontecimientos del
último cuento del libro, ‘El sur’. Juan Dahlmann lee las narraciones de
Sherezade durante su viaje en tren hacia la estancia que posee en el Sur;
Lönnrot, en ‘La muerte y la brújula’, también toma el tren hacia el sur en pos
de un asesino. Ambos contemplan desde la ventanilla como la ciudad se
desgarraba en suburbios (p.210). Ambos encontrarán una suerte análoga al final
del trayecto. La última aventura de Lönnrot había comenzado con la
investigación de un crimen cometido a causa de un funesto error. En realidad,
el asesino sólo pretendía robar unos zafiros. Uno de estos zafiros quizás sea
arrojado al río, si así lo determina ‘La Lotería de Babilonia’: un sorteo decreta que se
arroje a las aguas del Eufrates un zafiro de Taprobana (p.74). La Compañía, que administra
el funcionamiento de la lotería, utiliza espías para indagar las íntimas
esperanzas y los íntimos terrores de cada cual (p.71). Además, en cierta
letrina pueden los ciudadanos depositar delaciones. También hay letrinas en los
zaguanes que unen las galerías de ‘La Biblioteca de Babel’, y un espejo, que fielmente
duplica las apariencias (p.87). De la misma manera que Lönnrot se multiplicó en
espejos opuestos (p.166) antes de encontrarse con su enemigo. Cuando éste
habló, Lönnrot oyó en su voz una fatigada victoria (…), una tristeza no menor
que aquel odio (p.167). De manera similar declara Yu Tsun tras su crimen: No sabe
(nadie puede saber) mi innumerable contrición y cansancio (p.118). Yu Tsun es
un espía alemán con la misión de facilitar un ataque a Inglaterra durante la
primera guerra mundial. Casi un siglo antes, Gran Bretaña había sido el enemigo
para otros contendientes: Irlanda. En ‘Tema del traidor y el héroe’, un lider
irlandés, Kilpatrick, resulta ser el delator que traiciona a su propia causa,
y, como acto de redención, firma su propia sentencia de muerte. Para no
desvirtuar los propósitos revolucionarios, se planea una ejecución
espectacular, que simule una muerte heróica, tomando elementos de varias
fuentes, entre ellas la obra de Shakespeare Julio César. En ‘Funes el
memorioso’, los comentarios de Julio César es una de las obras que el narrador
lleva consigo. Irineo Funes, tras un aparatoso accidente, había quedado tullido
(…) y no se movía del catre (p.126). En el cuento ‘El fin’, Recabarren vive
también postrado, a causa de una hemiplejia. Desde su lecho, es testigo de la
pelea entre Martín Fierro y el negro que quiere vengar la muerte de su hermano
-como Scharlach ha vengado la de su hermano con la muerte de Lönnrot-. Como
Dohlmann en ‘El Sur’, Fierro y el negro salen a batirse a cuchillo a la puerta
de la pulpería. Antes de morir, Fierro alcanza a herir al negro y marcarle la
cara. La misma marca en forma de media luna que exhibe John Vincent Moon en ‘La
forma de la espada’. Moon repite, cien años después, el personaje de
Kilpatrick: es irlandés, es revolucionario, es traidor. Pero en este cuento, el
traidor no redime su culpa mediante el sacrificio, como había hecho Kilpatrick,
sino que tras vender a sus compañeros de rebelión -cobró los dineros de Judas
(p.145)-, huye y debe soportar toda la vida el peso de su infamia. El
sacrificio por la redención es el argumento que desarrolla Borges en el cuento
‘Tres versiones de Judas’. Plantea las tres tesis de Runeberg que intentan dar
sentido a la traición del apóstol: en la primera, si Dios se humilla a ser
hombre, Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator (el peor delito
que la infamia soporta) (p.187); la segunda versión propone para Judas un
hiperbólico y hasta ilimitado ascetismo(…) Pensó que la felicidad, como el
bien, es un atributo divino y que no deben usurparlo los hombres (p.188); por
último, la tercera tesis: Dios totalmente se hizo hombre pero hombre hasta la
infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo.(…) eligió un ínfimo destino:
fue Judas (p.191). Elucidaciones sobre el mismo principio que, como “April
March” de Herbert Quain, como las galerías de la Biblioteca, como el
jardín de Ts’ui Pên, como el mismo libro Ficciones, pueden bifurcarse de manera
ilimitada y periódica (p.99). Ab aeterno (p.88).
He conjeturado el
plan de ese caos.
Podríamos seguir dando vueltas por el laberinto de Ficciones,
acompañar a Borges por los vericuetos que despliega en sus páginas, y el camino
cada vez sería distinto. O no. Si asumimos como base la idea de que yo soy los
otros (p. 143), no importa que alternativas ponga el laberinto ante nosotros,
indiferente a nuestro paso por el mundo un mismo destino nos estará esperando.
La historia del hombre como Borges la entiende y quiere representar, no es sino
la repetición inacabable de los mismos episodios con alguna variante en el
argumento, en el carácter o la fisonomía del protagonista, un escenario
disfrazado, complicidades y animadversiones que oscilan de uno al otro lado del
péndulo. Jaime Alazraki, en su estudio sobre los cuentos de Borges, opina:
De todas las
versiones del eterno retorno, la que Borges prefiere es aquella que considera
que los ciclos que se repiten infinitamente no son idénticos sino similares
(10)
Igual que la
Biblioteca de Babel contiene todas las obras y, en
consecuencia, muchas de ellas difieren de otras sólo por algún carácter, hemos visto
cómo los relatos de la obra desarrollan temas y circunstancias semejantes,
incluso idénticas, pero que siempre acaban bifurcándose para dar lugar a una
situación distinta. El laberinto es la representación de un universo cuyas
leyes escapan por su inabarcable magnitud a los límites de la inteligencia
humana. Todas las religiones, las filosofías, las ciencias, las artes, no son
sino un intento de comprensión, o cuanto menos de aprehensión, de ese magma que
aparece ante nuestros ojos infinito, absoluto, ignoto. Borges opta por la vía
literaria, pero no desde los presupuestos de un razonamiento trasnochado que
adjudica al cosmos unos límites a imitación de los pobres contornos del ser
humano, sino que se sitúa como una partícula más en el cosmos, se deja llevar
por sus corrientes y no admite demarcaciones ni conclusiones cerradas. De ahí
que un mismo argumento tenga la misma validez en cualquier tiempo y espacio,
que la vida del hombre pueda desarrollarse en similares términos
independientemente de sus circunstancias. Borges construye con su lenguaje un
laberinto para que el lector juegue en él hasta tomar conciencia de su ínfima y
defectuosa presencia en el orden cósmico. Para ello funde realidad con ficción:
personajes reales y caracteres inventados aparecen de manera contemporánea en
una misma escena; citas apócrifas de autores reales que se mezclan con
afirmaciones filosóficas históricas; inventa polémicas basadas en su magnífica
erudición. Borges defiende esta concepción literaria como la verdadera esencia
de la creación y la escritura, y la justifica con toda la tradición presente en
la literatura de la antigüedad: la
Biblia hebrea, los Vedas hindúes, la literatura fantástica
china, la mitología griega, las Mil y Una Noches árabes,… Borges toma elementos
presentes en la tradición literaria, filosófica, religiosa, y los convierte en
materia prima de sus invenciones. Este artificio le lleva a otra conclusión
también muy presente en su obra, y consecuente con lo hasta ahora expuesto: si
un hombre es todos los hombres, todas las obras son obras de un mismo autor,
que es atemporal y anónimo (p.31) Ese autor es la propia humanidad, que desde
sus orígenes, desde el despertar remoto de su conciencia, ha ido forjando con
sus palabras la historia y los mitos que conocemos. Rodríguez Monegal aboga por
esa sabiduría natural y atávica como base de la obra de Borges
Algunos de sus símbolos le llegan de la tradición más
ancestral: sirven para expresar esos temas que parecen no creados por un
individuo sino por un autor colectivo y eterno (11)
El laberinto va a convertirse en el armazón donde inscribir
esa idea universal de la historia, de la sabiduría, del destino. Un laberinto
que se dispersa en meandros que se entrecruzan y cuyas tramoyas y actores se
reflejan de manera infinita y simultanea en el espejo que multiplica, fragmenta
y enfrenta al hombre con su propia identidad.
(1) María Esther Vázquez. Borges, esplendor y derrota.
Tusquets Editores. Barcelona, 1996. Pag. 29
(2) Idem. Pag. 30
(3) Volodia Teitelboim. Los dos Borges. Ed. Meran. La Roda, 2003. Pag. 62
(4) María Esther Vázquez. Op. cit.. Pag. 332
(5) Jorge Luis Borges. Ficciones. Alianza Editorial. Madrid,
2002. En todas las citas que siguen se utiliza esta edición y se señala el
número de página.
(6) María Esther Vázquez. Op. cit. Pag. 157
(7) María Esther Vázquez. Op. Cit. Pag. 157
(8) María Esther Vázquez Op. cit. Pag. 26
(9) Jorge Luis Borges. Obra Poética. Emecé Editores. Buenos
Aires, 1994. Pag. 141
(10) Jaime Alazraki. La prosa narrativa de Jorge Luis
Borges. Editorial Gredos. Madrid, 1968. Pag.84
(11) Emir Rodríguez Monegal. Borges por él mismo. Monte
Avila Editores. Caracas, 1991. Pag. 96
Bibliografía
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Fuente : De poetas y
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