Por Alfonso Gonzalez Calero
¿Matamos el tiempo justo cuando no tenemos nada que hacer
entre un tiempo y otro o es el tiempo quien nos mata porque avanza sin que
nosotros lo aprovechemos? Si hay un tema filosófico (además de la muerte)
central en el pensamiento este es el del tiempo, considerado un misterio por
algunos o como la materia constituyente del ser humano por muchos otros.
De todos estos temas, del tiempo, de su efecto en los
humanos, de los múltiples intentos -en todas las épocas- por abolir el tiempo,
y, sobre todo ello, de las reflexiones que este factor vital sugirió al
escritor argentino Jorge Luis Borges, trata el libro de Luis Peñalver Alhambra
que acaba de ser presentado en Toledo, en la Biblioteca de
Castilla-La Mancha.
En el lenguaje coloquial decimos con frecuencia “no tengo
tiempo que perder” y en otras ocasiones nos referimos a “voy a matar el
tiempo”, justo cuando ninguna ocupación perentoria nos requiere. De esa
ambigüedad en el uso del tiempo nace también la noción de aburrimiento, otro
concepto filosófico relevante, como apunta Julián Santos Guerrero, toledano
también, profesor de Estética en la Universidad Complutense,
prologuista del libro que estamos comentando y que a su vez lo presentó hace
unas semanas en la
Biblioteca de Castilla-La Mancha.
La literatura es muchas veces hija de esos tiempos muertos,
de esos vacíos entre unos tiempos y otros y el propio Borges señalaba que “el
tiempo de la literatura es un tiempo regalado”.
El libro se plantea sobre 19 diálogos entrecortados entre el
autor, el filósofo y profesor toledano (Peñalver), y el argentino universal
(Borges) e insertadas entre ellas otras tantas fabulaciones del autor al hilo
de otras tantas reflexiones propias y ajenas (de Sófocles, Cervantes, Azaña,
Cioran Nietzsche, etc.) sobre este misterio que nos constituye y que sólo
sabemos intuir si nadie nos pregunta por su definición. El autor dialoga con
Borges sobre las miradas de uno y otro en torno al tiempo y su eterna capacidad
de huida, de incapacidad de ser aprendido. Para concluir, con Séneca, que “es
rico aquel hombre dueño de su tiempo”.
Fuente : Periodistas en Español
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