Por Osvaldo Ferrari,
Para La Nación
- Buenos Aires, 1998
El idealismo
metafísico del autor de Ficciones era más que una posición filosófica o
literaria, tenía sus raíces en un sentimiento de perplejidad ante la aparente
irrealidad de la vida y la contundencia del mundo supuestamente fantástico.
"EL mundo, desgraciadamente, es real; yo,
desgraciadamente, soy Borges", dice nuestro mayor escritor al concluir su
ensayo "Nueva refutación del tiempo".
¿De dónde provenía -podemos preguntarnos- este sentimiento
de la vida como ámbito de la diversidad y de sí mismo como circunscripto a esa
diversidad?
No provenía, ciertamente, de un carácter sentimental, ni de
que en él hubiera una propensión natural al pesimismo, sino de ese
característico escepticismo que acompañó siempre a Borges -escepticismo afín al
de su padre y al de Macedonio Fernández- y a la vez, indudablemente, de su
condición de poeta en contraste con la inexorable realidad.
La experiencia de la vida y las alternativas de su propio
destino como sujetas a la contrariedad, a la injusticia y a la desdicha, se
irán resolviendo en la paulatina creación de un universo personal, signado por
una original manera de mirar el mundo, de inconfundible inspiración
literaria:para Borges, para su universo, la realidad serán los sueños.
Había asumido -a raíz de la constante persuasión de su padre
y más tarde, debido al influjo de Macedonio Fernández- la necesidad de
reflexionar acerca de las cuestiones últimas, de los interrogantes permanentes,
al punto de crearse en él lo que podría llamarse el deber de pensar ; y, en
consecuencia, alternaba el ejercicio de la imaginación con el del pensamiento:
"En el decurso de una vida consagrada a las letras y (alguna vez) a la
perplejidad metafísica", dice refiriéndose a sí mismo en el ensayo citado.
Adoptó la filosofía más cercana a la literatura: el
idealismo. Incorporó a Berkeley, al que consideraba "un idealista
piadoso", porque sostenía que mientras los hombres no están percibiendo
las cosas, Dios lo hace por ellos. Pero si para Berkeley ser es ser percibido,
para Borges ser equivaldrá a ser soñado. Incorporó a Hume, que, según recordó,
negaba el "Yo", afirmando que cada vez que quería examinar el yo
"no encontraba a nadie en casa". Y en esta línea, incorporó localmente
a Macedonio Fernández, del cual nos dice que por sus propios medios, también
había llegado a la negación del yo.
Sin tomar partido respecto a la existencia o inexistencia
del yo, Borges exaltará la idea del individuo, piedra angular de su
interpretación de la ética; pero filosóficamente se identificará, sobre todo,
con Schopenhauer, del que tempranamente había leído El mundo como voluntad y
representación , y a cuya concepción de que la esencia de la vida es de
naturaleza onírica , había adherido desde entonces.
El idealismo era el pensamiento que le permitía soñar
lúcidamente, sin apartarse de la lógica ni tampoco del mito; sin necesidad de
abstenerse de la razón ni de la intuición.
"Para borrar o mitigar la saña/ de lo real, buscaba lo
soñado", decía, refiriéndose a la vida de Cervantes, un poema suyo. Y
estas palabras surgían de la inteligencia que había en Borges respecto al
devenir de su propia vida. El desarrollo incensante de su idea -lugar de
encuentro de la poesía y la metafísica- acerca de lo soñado , dará forma a una
(quizá involuntaria) teoría, a la vez literaria y ontológica: Borges propondrá
en sus poemas, en sus relatos y en sus diálogos, a los sueños como posible
origen y generación de los hombres y los acontecimientos. El cuento "Las
ruinas circulares" y su protagonista, el soñador o mago que da vida a un
hombre soñándolo en todas sus partes, prefigura o transfigura dicha teoría.
En uno de nuestros diálogos, al recordarle su poema
"Sueña Alonso Quijano", le comenté que allí él proponía o
conjeturaba, por lo menos, dos sueños, ya que el poema dice: "El hidalgo
fue un sueño de Cervantes /Y don Quijote un sueño del hidalgo/ El doble sueño
los confunde". Y Borges respondió: "Cervantes sueña a Alonso Quijano
y Alonso Quijano sueña a don Quijote. Pero esos dos sueños tienen como raíz la
conciencia de Cervantes". Entonces yo le recordé su cuento
"Everything and Nothing", y le señalé un tercer soñador, ya que Dios
sueña a Shakespeare en aquel cuento. Y Borges acotó: "Y Shakespeare sueña
a los personajes". "Sí, y Cervantes también podría ser soñado",
le respondí. Y Borges dijo: "Indudablemente Cervantes fue soñado por Dios
o por la conciencia universal; sí, sobre todo si somos panteístas. Yo
precisamente acabo de escribir un poema, "¿Qué ha soñado el tiempo?",
cuyo tema es ése: el ver toda la historia como un sueño del tiempo". Pero
al leer íntegramente el poema, encontraremos que el último verso afirma que el
tiempo "Ha soñado que Alguien lo sueña".
En otro diálogo, al mencionarle yo que últimamente él
identificaba cada vez más el acto de escribir con el de soñar, Borges dijo:
"Sí, el acto de vivir con el de soñar, también. Creo que esa frase
"la vida es sueño" es estrictamente real. Ahora, lo que cabe
preguntar es si hay un soñador, o si simplemente se trata de un soñarse. Es
decir, si hay un sueño que se sueña a sí mismo".
Y esto nos introduce plenamente en su visión: era esencial
para Borges su conjetura acerca de si la vida es soñada por alguien, o si se
trata de un sueño que se sueña a sí mismo.
Si la vida es soñada por alguien -y aquí surge la presunción
que Borges no se decide a convalidar, a pesar de que escribe que el tiempo
"Ha soñado que Alguien lo sueña"- el único soñador posible de ese
gran sueño que llamamos la vida, sólo puede ser Dios o lo que llamamos Dios. De
lo contrario, el sueño se sueña a sí mismo. .
Fuente : La
Nacion
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