Guzmán Urrero
Fue Paz Ramos, periodista especializada en temas culturales
y directora del programa El ojo crítico, quien me habló por primera vez del
repertorio literario que alberga el Archivo Sonoro de Radio Nacional de España.
A partir de esa charla, una de las grabaciones que
acentuaron mi interés fue una entrevista con Jorge Luis Borges que había sido
efectuada por Ramos en 1983. Tiempo después, tuve la oportunidad de conocer el
valor de este centro de documentación, donde se custodian registros de gran
interés histórico e intelectual.
Entre las bobinas que su catálogo relaciona con Borges, el
Archivo Sonoro contiene toda una variedad de testimonios: desde conferencias y
coloquios hasta entrevistas, tertulias y confidencias telefónicas. Cabe oír al
escritor y también a los tratadistas de su obra, enfrascados en diálogos donde
se asumen los tópicos borgeanos como método literario.
Los testimonios recogidos coinciden con los momentos en que
Borges fue noticioso. La fórmula es aplicable a su presencia en España,
motivada por homenajes, entregas de premios y otras veladas donde se festejó el
éxito de su pluma.
Consideradas como documentos de la relación de Borges con
España, las bobinas de Radio Nacional retienen el sonido de las principales
visitas del escritor a nuestro país. Sus conferencias en el Instituto de
Cultura Hispánica en abril de 1973. La concesión, ex aequo con Gerardo Diego,
del Premio Cervantes, cuya ceremonia protagonizó en la Universidad de Alcalá de
Henares el 23 de abril de 1980, tres días antes de ser homenajeado en la
Universidad de Barcelona. El viaje a Sitges para inaugurar los cursos de verano
de la Universidad Menéndez Pelayo, en junio de 1983, el mismo año en que
recibía en Santander la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Y la última visita,
motivada por la presentación de Los conjurados al público español, durante el
mes de junio de 1985.
Si bien la fonoteca borgeana se nutre con material
radiofónico ya emitido, buena parte de éste nunca se ha publicado en letra
impresa. De ahí proviene la curiosidad de los fragmentos ordenados a
continuación, y que transcribo en estas páginas gracias a la ayuda de los
documentalistas del Archivo Sonoro.
En particular, quiero agradecer la gentileza de su principal
responsable, Isabel Díez Aguado, quien me facilitó la consulta de las
grabaciones y autorizó la cita de los pasajes más destacados en este artículo.
Fecha de emisión: 23 de abril de 1973. Programa:
“Veinticuatro horas”. Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid (conversación
telefónica).
(Preguntado acerca de la mutua influencia existente entre la
novela de España y la de Latinoamerica). «No puedo contestar con autoridad.
Creo que puede hablarse de novela española. La palabra latinoamericano abarca
países que son completamente distintos. (...) No sé si existe una novela
latinoamericana porque considero que es una generalización peligrosa. Un
argentino tiene poco en común con un colombiano. Yo estuve en Colombia, y me
parece un país encantador, pero al mismo tiempo en ningún momento me sentí
colombiano. Lo mismo me sucedió en México. De modo que no sé si podemos hablar
de América Latina fuera de un modo geográfico».
Fecha de emisión: 25 de abril de 1973. Programa: No figura.
Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid.
«El laberinto es el símbolo evidente del asombro, el
estupor, la perplejidad. Cuando yo era chico, recuerdo un grabado de un
laberinto que me impresionó mucho. Se trataba del laberinto de Creta, y si no
me engaño, pensaba que con el filo de una lupa, en una de las rendijas de aquel
laberinto que era como una gran plaza de toros, yo podría ver el Minotauro».
(La entrevistadora le interroga acerca del hilo para escapar del laberinto que
es la vida). «Sí, finalmente el morir. Entonces ya salimos de ese laberinto con
toda plenitud».
(La siguiente pregunta cuestiona la frontera entre lo real y
lo fantástico). «No sé si hay una distinción entre ambas categorías. Si alguien
sueña, evidentemente ese sueño es ese sueño y no otro. Plantear una diferencia
esencial es muy difícil. Vamos a suponer que si un elemento fantástico existe,
por ejemplo los espectros, entonces ya forma parte de la realidad».
(A continuación, su interlocutora alude a esa etiqueta de
Borges como escéptico que pretende abolir el universo). «Cultivo el
escepticismo sí, pero un escepticismo lleno de curiosidad. Por ejemplo, yo no
soy religioso, pero he leído muchos libros de teología, no sólo cristiana, sino
de otras creencias. Claro que todo eso lo he leído como se lee una novela
fantástica. Además, en cuanto a lo de concluir con el universo, al menos en lo
que a mí se refiere, va a concluir cuando yo me muera. (...) Con todo, aún no
encontré lo que quería y espero no encontrarlo. Buscar es lindo, sobre todo
cuando se sabe que no se va a encontrar. Entonces uno está más cómodo, porque
se busca sin impaciencia».
(La entrevistadora le pregunta por qué habla de sus lecturas
en mayor medida que de su propia obra). «Desde luego, porque lo que escribo no
me interesa. Mejor dicho, me interesaba en el momento en que lo escribí, pero
después yo escribo un libro para librarme de él. Escribo un libro para
olvidarme de ese libro. Además, he leído muy poco de lo escrito sobre mí,
porque el tema me interesa poco. En cambio, los otros autores me interesan. Yo
estoy un poco harto de mí mismo, pero es natural, porque al cabo de setenta y
tres años de convivencia con Borges uno acaba tan harto de Borges como
cualquier lector. Más todavía, porque ha sido un Borges incesante, intolerable.
(...) No siento plenitud. Al contrario, siento que estoy llegando a mis
límites, aunque trato de engañarme. Al escribir un poema, ocurre muchas veces
que me siento contento, y luego compruebo que es la cuarta o quinta vez que lo
escribo, con ligeras variaciones que no siempre son enmiendas».
«Mi destino es la lengua castellana, y eso implica la
literatura castellana. Pero, naturalmente, uno tiene ciertas preferencias que
van cambiando. Por ejemplo, yo creí alguna vez que Francisco de Quevedo era
superior a Luis de Góngora, y ahora me parece ridículo decir eso. Yo creí que
Góngora era superior a Fray Luis de León, y ahora Fray Luis de León me parece
infinitamente superior».
(Se sugiere en este punto el horacianismo de Fray Luis). «Yo
diría que la personalidad de Horacio no es muy simpática. En cambio, la de Fray
Luis es muy querible. Y como finalmente lo substancial no es cada página de un
autor, y menos cada línea, sino la imagen suya que él deja, Fray Luis me parece
superior a Horacio. Por otro lado, es fácil ver sus divergencias poéticas. Por
ejemplo, lea esta línea de Horacio: “Beatus ille qui procul negotiis”. Y a
continuación, tome el conocido verso “¡Qué descansada vida / la del que huye el
mundanal ruido / y sigue la escondida / senda, por donde han ido / los pocos
sabios que en el mundo han sido”. Al compararlos, advertirá que la entonación
es distinta. Y la entonación es lo más importante en poesía».
«Acerca de la esperanza le diré que en este momento,
conversando con usted, la tengo. Pero en general, muchas veces no he encontrado
mi esperanza, lo cual significa que también la he perdido muchas veces. Quizá
convenga perder la esperanza. Decía George Bernard Shaw que la inscripción
imaginada por Dante sobre la puerta el Infierno –“Dinanzi a me non fuor cose
create / se non etterne, e io etterna duro. / Lasciate ogni speranza, voi
ch’entrate”– había sido puesta por Dios para tranquilizar a los réprobos. Era
un modo de decir: “Bueno, ya están en el Infierno, de modo que no tienen nada
que temer. Estén tranquilos. Les aguarda una eternidad infernal”».
Fecha de emisión: 25 de abril de 1973. Programa: No figura.
Se trata de una grabación del coloquio posterior a una conferencia en el
Instituto de Cultura Hispánica. Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid.
«Los cuentos policiales son superiores a lo demás que yo he
escrito. (...) Uno de los compiladores de los Cahiers de L’Herne, Néstor
Ibarra, me dijo que Crónicas de Bustos Domecq es el mejor libro mío. Se trata
de un libro que hemos escrito Bioy Casares y yo: un libro que pertenece al
tercer hombre de Aristóteles, un libro enteramente nuestro. De modo que no
repudio los cuentos policiales. Sin duda, me parecen harto superiores a lo que
yo escribo, porque, como me ha dicho Bioy, yo tiendo a ser muy solemne en la
escritura, y pienso que él tiende a perderse en bromas que no siempre son
graciosas. Por lo demás, Bustos Domecq es nuestro hijo y nuestro maestro. Ya mi
padre me dijo que no son los padres los que educan a los hijos sino los hijos
quienes educan a los padres».
Fecha de emisión: 25 de mayo de 1973. Programa:
“Directísimo”. Entrevistador: No figura. Se trata de la reproducción diferida
de una grabación magnetofónica previa. Lugar: Madrid.
(El periodista se interesa por la definición que propone
Borges del método literario). «Para el escritor todo son instrumentos de
trabajo. Incluso, y de la manera más destacada, forma parte de esos
instrumentos la desdicha, la desventura personal. Luego, al emprender la
composición literaria, el escritor tiene que transmutar todas esas emociones en
palabras».
(Acerca de su sistema de versificación). «Ahora estoy
escribiendo verso libre. Lo describo como un verso situado entre el verso
regular y el verso libre, dado que se trata de combinaciones libres de
endecasílabos, de alejandrinos, de versos de nueve y de siete sílabas, sin
rima. La verdad es que ignoro cómo han salido. Como explicación, declararé que
todo eso empezó escribiéndose solo».
Fecha de emisión: 1979. Programa: Servicios informativos de
Radio Exterior de España. Entrevistador: No figura. Lugar: Conversación
telefónica desde Madrid.
(Borges opina acerca de una nueva serie de Televisión
Española, cuyos guiones adaptan relatos de autores iberoamericanos). «Es una
idea muy generosa, sin duda excelente. Me beneficia a mí, desde luego, dado que
se habla de adaptar un cuento mío titulado Emma Zunz, donde trato el ambiente
judío de Buenos Aires. No obstante, desconozco el proyecto y no sé qué otros
títulos han escogido para llevarlo a cabo [La serie llegó a las pantallas con
el título Escrito en América. Entre sus episodios, figura uno inspirado en
Hombre de la esquina rosada.]
(...) De todas las adaptaciones cinematográficas de mi obra,
sólo hubo una buena: el mal cuento Hombre de la esquina rosada inspiró un
excelente film con el mismo título, dirigido por René Mugica [Hombre de la
esquina rosada (1957), de René Mugica]. Era éste un film admirable, muy
superior al relato endeble en el cual se inspiró. Lo demás que se ha hecho
prefiero callarlo. (...) Luego hubo una película titulada Los otros [Les autres
(1974), de Hugo Santiago]. Eso se hizo en francés. No recuerdo el nombre del
director. Se estrenó en París, donde fracasó. Yo no la vi nunca. También
hicieron otras películas de las cuales no quiero acordarme. (...) Aunque
participé en alguno de los guiones, luego todo aquel trabajo fue transformado
de tal manera –quizá mejorado– que yo no lo reconocí al ver el producto final.
Por ejemplo, en uno de aquellos films habían invertido el orden cronológico del
relato: empezaban por el medio, luego iban al final, y para terminar, volvían
al principio. Todo eso sin que yo tuviera nada que ver. Por eso siempre les
digo a los cineastas que hagan lo que quieran con mis argumentos. Yo prefiero
que no pongan mi nombre para no hacerme responsable de nada. Aun así, ellos
insisten en poner mi nombre y luego yo resulto responsable de la ofensa».
(El entrevistador destaca la notoriedad del escritor y le interroga
acerca de sus sentimientos al respecto). «Cuando empecé a escribir, jamás pensé
que mis libros llegarían a ser conocidos. Ahora compruebo que no sólo son
conocidos en mi patria, sino fuera de ella. Me alegro especialmente de que sean
conocidos en España, a cual que me atan tantos vínculos. Entre otros recuerdos,
guardo en mi memoria aquella tertulia de Rafael Cansinos Asséns, en el Café
Colonial, hacia 1920. Además, muchos de mis antepasados son españoles, algunos
de ellos conquistadores y fundadores de ciudades, sevillanos, castellanos y
andaluces».
(Preguntado acerca de sus temas predilectos en literatura,
Borges resume tópicos que le interesan vivamente). «El tiempo es el problema
esencial. En este punto recuerdo la frase de San Agustín “Si no me preguntan
qué es el tiempo, lo sé. Si me lo preguntan, lo ignoro”. De modo que si
supiéramos qué es el tiempo, lo sabríamos todo. Incluso sabríamos quiénes
somos. (...) Pero yo tengo otros hábitos literarios. Por ejemplo, hay una
pesadilla que está recurriendo mucho. Se trata de un sueño sobre el laberinto
en Cnosos, en la isla de Creta. Siempre me persigue. Sueño que me hallo en un
lugar cualquiera, y entonces veo que ese lugar se multiplica infinitamente o
aparece en infinitos espejos».
Fecha de emisión: 22 de abril de 1980. Programa: No figura.
Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid (conversación telefónica).
(Tras ser felicitado por la concesión del Premio Cervantes).
«Me siento muy feliz, atónito ante el premio y al mismo muy agradecido. (...)
De lo que se trata es de una general equivocación de ustedes, una generosa
equivocación de mucha gente, desde luego. A mí no me satisface lo que he
escrito, pero trato de pensar que lo que he escrito es menos importante que lo
que escribiré. Ya que recibí este premio, trataré de ser digno de él. (...) De
algún modo, pienso que siempre estoy en España. De hecho, siempre estuve en
España, pues tengo, digamos, unos cuatrocientos años de América, pero detrás de
todo eso está España, y ahora lo está de un modo más enfático. (...)
Posiblemente fueran los ingleses quienes me descubrieron en Europa, y los
franceses también, sin duda. Pero eso son meras circunstancias. Ahora vivo esta
situación tan importante: el hecho de ser reconocido por ustedes, casi
inventado por todos ustedes, o mejor dicho, soñado por todos ustedes».
(El locutor le pregunta si pasar a la historia de la
literatura justifica una vida). “«Espero que sí, aunque no sé si la historia de
la literatura es importante. A mi modo de ver, lo importante es la literatura y
no las clasificaciones o la cronología de las obras. Lo importante es cada
obra, y quizá más cada página, cada línea. Por todo ello, me sentiré muy feliz
si de cuanto he escrito me ha sido dado dejar alguna fábula a la memoria de los
hombres, algún verso que sea parte del lenguaje castellano».
Fecha de emisión: No figura (Probablemente sea 1981,
coincidiendo con la publicación de su Antología poética). Programa: No figura.
Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid.
«María Kodama y yo estamos escribiendo un estudio sobre el
historiador islandés Snorri Sturluson, y también una versión de la Edda Menor,
obra de ese mismo escritor [Finalmente, apareció publicada su traducción del
primer libro de la Edda Menor, la llamada Gylfaginning (La alucinación de
Gylfi, Alianza Editorial, 1984)]. Asimismo, estamos aprendiendo otra vieja
lengua escandinava, el islandés, después de haber aprendido juntos anglosajón e
inglés antiguo. En este sentido, resulta curioso que toda la mitología
germánica se perdiera o fuese borrada por el cristianismo en Alemania,
Inglaterra y los Países Bajos, salvándose tan sólo en el Polo, en Islandia, la
última Thule, donde aún se conservan todos esos mitos. Por ejemplo, ése que fue
famoso después: el Crepúsculo de los Dioses. Los islandeses salvaron la vieja
mitología. Fuera de allí sólo quedan vestigios, como cuando en inglés se dice
wednesday y thursday, dos palabras con las cuales queremos decir el día de Odín
y el día de Thor. Pero se trata tan sólo de fósiles».
(Borges interpela a la entrevistadora). «Usted es española,
¿no? Eso quiere decir que usted es celta, y además de ello es fenicia, romana,
vándala, goda, árabe sin duda, y sin duda judía también. De modo que ser de un
país es ser de muchos países. (...) Razas puras, felizmente, no hay. Quizá
quede alguna raza pura en el centro de África. De hecho, ni siquiera sabemos si
los esquimales son puros, y desde luego, los vascos no pueden ser puros tampoco
(...) Yo tengo sangre andaluza, sangre castellana, judeoportuguesa, inglesa, normanda,
un poco de sangre escandinava y alguna sangre belga. Eso es lo que yo sé, pero
probablemente haya mucho más. De modo que razas puras no hay».
(Con la siguiente pregunta, el diálogo vuelve a tocar la
mitología). «Creo que el mito es algo esencial. Como soñó Paul Valéry, el mito
más antiguo es la cosmogonía. La humanidad comienza pensando por medio de
mitos, y luego el razonamiento llega tardíamente en lo que se refiere a
Occidente. He leído una historia de la filosofía en la India, ecrita por de Paul
Deussen [Borges conoció los tres volúmenes que Deussen dedicó a la India en su
historia de la filosofía (Allgemeine Geschichte der Philosophie mit besonderer
Berucksichtung der Religionen, 1894-1919). Además de traducir y comentar los
Upanishad, Deussen analizó la metafísica hindú en Das System des Vedanta
(1883)], y tengo la impresión de que todo ha sido pensado en la India, salvo
que de distinto modo que el nuestro. Al hilo de esa lectura, parece difícil que
algún sistema filosófico no haya sido pensado en la India. Piense que Buda
corresponde al siglo V antes de Jesucristo. Es contemporáneo de Pitágoras,
Sócrates y Heráclito, y también de los pensadores chinos taoístas, Chuang Tzu y
Lao Tzu. No sé qué sucedió, por qué tantos hombres se pusieron a pensar y,
desde luego, a soñar».
«El caso de Sócrates es muy curioso. No sé si usted recuerda
el diálogo de Platón en el cual Sócrates sabe que va a tomar la cicuta. En esa
circunstancia, les habla a sus compañeros sobre la inmortalidad del alma, un
tema que le interesa a él, ya que va a morir dentro de unas horas. Pues bien,
lo singular en ese diálogo es que Sócrates emplea a la vez razonamientos y
mitos, pues en aquella época podían usarse ambas formas. Ahora tendemos a ser
pensadores y usamos razonamientos, a la manera de Aristóteles, o si no, usamos
mitos, es decir, fábulas. Todavía Sócrates podía usar a un tiempo el mito y la
razón. Eso es algo que ya se ha perdido».
Fecha de emisión: 27 de agosto de 1983. Programa: “El ojo
crítico”. Entrevistador: Paz Ramos. Lugar: Sitges.
«Yo llegué tardíamente al ultraísmo. Por esa época, creíamos
que el elemento esencial de la poesía era la metáfora. Ahora veo que es un
error, pero lo creíamos en aquel momento. Una prueba de nuestro desacierto se
descubre en la literatura japonesa, la cual es admirable y prescinde de
metáforas. En la poesía japonesa se contrastan las cosas, mas nunca se comparan
una a otra. Por ejemplo, recuerde aquel famoso haiku: “Sobre la campana de
bronce se ha posado una mariposa”. Ahí no se compara nada. Sólo se contrasta la
pesada y perdurable campana con esta leve mariposa. (...) En 1905 Leopoldo
Lugones dijo: “La metáfora es un elemento esencial del verso moderno”. Pero no
sé si pueden inventarse ya nuevas metáforas. Considero que las metáforas
valederas son las de siempre, aquellas que corresponden a afinidades reales.
Citaré como ejemplos el tiempo y el río –“Nuestras vidas son los ríos que van a
dar a la mar”–, las estrellas y los ojos, las mujeres y las flores, los sueños
y la vida, la muerte y el dormir. Todas ellas son meramente asombrosas».
«Actualmente no pertenezco a ningún grupo literario, y
tampoco a ningún partido político. Soy un hombre viejo, a veces solo. A veces,
algunas jóvenes, como María Kodama, perdonan mi vejez y me acompañan. Me gusta
mucho viajar. Posiblemente, si hubiera aprendido el sistema Braille, podría
leer y escribir, y no tendría por qué viajar. Me quedaría en mi casa, leyendo y
escribiendo. En cambio, ahora paso horas de soledad, pero sigo planeando algo.
Siempre vivo en función del próximo poema, del próximo cuento, y algunos llegan
a escribirse y otros no, algunos se publican y otros no los juzgo dignos de la
letra de molde. (...) Para escribir novelas, convendría ser un lector de
novelas, y no es mi caso. La novela siempre exige un esfuerzo. Quizá no he
atendido ese género por timidez. Cómo voy a meterme en un libro tan lleno de
gente. Mi siento como en una reunión».
Fecha de emisión: 27 de octubre de 1984. Programa: “Perfil
del ruedo”. Entrevistador: Salvador Gómez Valdés. Lugar: Madrid.
«No pasa un día de mi vida sin que piense en Virgilio. Para
mí es el poeta. Ocasionalmente, vacilo entre Virgilio y Verlaine, pero al fin
me inclino por el primero». (Su interlocutor divierte a Borges al sugerir que
Robert Graves prefiere a Ennio). «Eso es una broma, yo creo. A Graves le gusta
ser herético y a mí no. Cuando era joven, me gustaba estar en desacuerdo, pero
ahora no. Dijo Chesterton que había pasado la vida comprobando que los otros
tenían razón, y a mí me pasa lo mismo».
(La conversación deriva entonces hacia el mundo del escritor
inglés). «Todo lo que hizo Chesterton fue extraordinario. Era, sin duda, un
hombre de genio. Es raro que nadie recuerde sus extraordinarias metáforas. De
las muchas que ideó, me viene a la memoria aquella que habla de la noche como
“un monstruo hecho de ojos”. Y fuerza es que recuerde el poema La balada del
caballo blanco, donde incluye otras igualmente admirables. Por ejemplo, cuando
dice “Marble like solid moonlight”. El mármol como luz de luna maciza. O
también “Gold like a frozen fire”. Oro como fuego congelado. Vea que son
metáforas imposibles, pero espléndidas. Es linda la expresión “frozen fire”, la
cual tiene en inglés la aliteración en la “f”. Además, como ideas o conceptos,
ambas metáforas causan asombro en cualquier idioma».
«Chesterton era profesionalmente católico. Un rasgo éste que
no comparto, pues a mí me cuesta creer en la fe católica. (...) En contra de lo
que sucede con la fe del Buda, el catolicismo exige demasiada mitología. Los
católicos deben creer en un Dios que es tres, y en castigos y recompensas
infinitas que no condicen con la brevedad de la vida humana. ¿Quién va a
merecer un premio o un castigo infinitos? Desde luego, nadie hay tan
importante. Ni siquiera los máximos tiranos merecen un castigo infinito. En
cambio, uno puede ser budista, y creer que el mundo está regido por una ley
ética, pero sin la necesidad de aceptar esa variedad de mitos».
«En Japón se niega la historicidad del Buda. (...) No
obstante, se entiende que eso no importa. En verdad, es muy raro ese rasgo del
budismo. Incluso he leído que en ciertos monasterios hay imágenes del Buda
talladas en madera, y mientras los monjes están enseñando su fe, sentados
frente a la chimenea, arrojan esas figuras al fuego. De igual manera, he sabido
que los textos sagrados se emplean para usos inmundos. Al proceder de ese modo,
se profanan deliberadamente las imágenes y los textos canónicos para indicar
que lo importante es el espíritu».
(El periodista introduce dos nuevos temas: la relectura y el
juicio crítico). «A veces resulta peligroso volver a leer ciertos escritos,
porque la memoria ha ido mejorándolos. Eso me ha sucedido muchas veces con
citas. He citado un pasaje y luego he cometido la imprudencia de buscar el
texto, y entonces compruebo que mi memoria lo ha pulido. (...) Luego he leído
muchas biografías, pero eso significa, de algún modo, deshacer la obra
literaria, porque ésta empieza siendo una serie de experiencias humanas y luego
se convierte en una obra de arte, y finalmente la crítica se encarga de destejer
todo eso. A este propósito, hay una frase muy bella de Keats, que habla de
“destejer el arcoiris”. Es un linda metáfora para definir ese proceder. En
definitiva, la crítica se dedica a explicar a cada escritor sus circunstancias,
lo cual es falso. Las circunstancias son las mismas para todos, y sin embargo
no todos escribimos La Eneida».
Fecha de emisión: 7 de junio de 1985. Programa: No figura
(Se trata de la grabación de una charla sobre sus experiencias durante los años
veinte en Madrid). Entrevistador: No figura. Lugar: Madrid.
«Me sentía miembro de esa tertulia de Cansinos Asséns y
pensé que ir a otras tertulias era, de algún modo, una traición. Acaso no es
inútil señalar que la poesía era entonces una pasión, como lo fue la teología
durante la Edad Media, y como ahora, desgraciadamente, lo es la política. Claro
que yo soy esencialmente apolítico. Me definiría como anarquista, pues profeso
la doctrina de Spencer: “el individuo contra el Estado”. Si bien no estoy
afiliado a ningún partido político, he tratado de ser un hombre ético –y sin
duda también he sido un canalla muchas veces, como todo el mundo–. Pero
volvamos a lo que antes decía: en aquel tiempo la poesía era una pasión. Nos
hallábamos en 1920. La Revolución Rusa había ocurrido tres años antes, tan sólo
habían transcurrido dos desde el final de la que fue máxima guerra de la
historia, y aún era reciente el malhadado Tratado de Versalles, que engendró a
Hitler y a todos los males que vinieron con él. Pero a pesar de todo ello,
recuerdo haberme reunido con mis amigos en Sevilla y en Madrid, para hablar de
poesía. El hecho es que en la tertulia de Cansinos Asséns no se hablaba de otra
cosa».
«En aquel momento yo era, como casi todos, comunista, salvo
que la palabra tenía un sentido del todo distinto al que tiene ahora. Al decir
que éramos comunistas, nosotros pensábamos realizar aquel antiguo ideario de
los estoicos. En un país donde la gente se definía por su ciudad –Tales de
Mileto, Zenón de Elea, etc.–, los estoicos quisieron ser cosmopolitas y se
consideraban ciudadanos del mundo. De igual forma, sin dejar de ser un buen
argentino, he tratado de ser un buen ciudadano del mundo. Diría que mi patria
es este planeta, y si llegamos a la Luna, también lo sería. (...) Con el
nacionalismo, el planeta está parcelado en países, cada uno con sus memorias y
su lealtades, sus reivindicaciones y sus pequeños odios. Pero en fin, ya
dejaremos todo eso atrás. Alejándose de este modelo, quizá los imperios han
sido un buen camino para que la Tierra llegue a ser la Tierra».
Fecha de emisión: 9 de julio de 1985. Programa: No figura.
Entrevistador: Elvira Huelves. Lugar: Madrid.
«Puedo concebir un universo sin espacio. Por ejemplo, uno
hecho de conciencias, de almas, de música y de palabras. Un universo donde podría
prescindir del espacio, donde no habría desplazamientos porque no habría
espacio por el cual desplazarse. En cambio, me resulta imposible concebir un
universo sin tiempo y eterno, porque pienso en el tiempo como lo sucesivo, y lo
que somos es sucesivo. Por ejemplo, mientras yo repito unos versos (...), no
estoy en el espacio. Digo esos versos en el tiempo y en él los oye usted. (...)
La mayoría de la gente tiende a pensar que lo único real es el espacio. En
contra de ello, juzgo que lo único real es el tiempo, salvo en una situación de
éxtasis, lo cual sucede raras veces. A mí tan sólo me ha sucedido en dos
ocasiones».
«Stevenson dijo que la poesía –la literatura en su conjunto–
es un juego al que hay que jugar con la seriedad de un niño. Es un pensamiento
lindo. Como es natural, Stevenson no se refería a los juegos de palabras, pues
éstos son algo horrible y nada tienen que ver con las emociones. Tan sólo se
trata de casualidades del idioma. Por cierto, ahora que lo pienso, en los
primeros versos de la Divina Comedia hay algún juego de palabras. “Ah quanto a
dir qual era è cosa dura / esta selva selvaggia e aspra e forte / che nel
pensier rinova la paura!”. Es posible que “selva selvaggia” sea un juego de
palabras, y sin embargo queda bien. En fin, era Dante. Quizá él intervino».
(Publiqué el presente artículo en la revista Cuadernos
Hispanoamericanos, y reproduzco su contenido por primera vez en la red. La
responsable del Archivo Sonoro de Radio Nacional de España, Isabel Díez Aguado,
autorizó esta transcripción de las palabras de Borges. Agradezco a Blas
Matamoro, director de la citada revista, su permiso para editar digitalmente
esta breve antología)
Fuente : The Cult
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