El gran escritor argentino autor de “El Aleph” despierta
pasión en Oriente. Tanta, que Najmeh Shobeyri ganó uno de los máximos premios
del mundo persa por traducir “Cartas del fervor”, una colección de escritos que
el argentino redactó cuando era poco más que un desconocido.
La mujer recibió una llamada telefónica. Le pedían auxilio:
una editorial de Irán había comprado los derechos para publicar textos de Jorge
Luis Borges, pero ante lo difícil de la prosa el traductor había salido
corriendo.
“Soy una persona de desafíos, así que les dije que iba a
poder hacerlo yo si me daban un tiempo”, cuenta Najmeh Shobeyri desde Teherán.
Cuatro años después de aquel pedido, la versión en farsi de “Cartas del fervor”
le valió a la investigadora el Premio Nacional de Libro 2016, una de las
mayores distinciones que tiene la milenaria cultura persa.
Cartas… reúne la correspondencia juvenil entre Borges y sus
amigos Maurice Abramowicz y Jacobo Sureda. Jorge Luis se dirigía a ellos en
francés o en castellano; siempre laberíntico y genial. Al traducir, Shobeyri
tuvo que incorporar casi quinientas notas al pie para que el lector iraní no se
desorientara. Un mar de explicaciones y referencias.
“Lo hice con placer, pero me demandó un gran esfuerzo. En
ocasiones tardaba una semana en interpretar diez líneas”, confiesa. Algo
entendible, ya que a la lejanía cronológica –las misivas se escribieron entre
1919 y 1928- hay que sumarle las distancias culturales.
El joven Borges comenta con igual entusiasmo sus proyectos
estéticos y sus visitas a los burdeles. Por eso asombra al prejuicio occidental
que el libro premiado en Irán haya sido justamente “Cartas del fervor”. No hay
tabú en esas páginas de estilo irreverente. Es un Georgie que se empapa de
experiencia. “Cada carta me ha llevado al menos una semana, y son incontables
los tramos que tuve que ir descifrando desde el final para llegar al
principio”, apunta la traductora.
-Además, el Borges que llega a Irán con “Cartas…” es
atípico. Tiene cierta distancia con el personaje que conocimos luego…
-Es un Borges veinteañero, pero su espíritu inquieto, que
impulsa al ultraísmo y surge en sus palabras, ya está ahí. Tenía sus metáforas,
su ironía. Al traducirlo, se nota cómo aquel jovencito, que era muy maduro para
su edad, se iba convirtiendo en un hombre.
-¿Y cómo son los lectores iraníes de Borges?
-En Irán se lee mucha literatura hispanoamericana. Leemos a
Juan Rulfo, a Alejo Carpentier, a Cortázar. Gustan todos esos autores.
Supongo que los iraníes, al luchar por nuestra independencia
y ser bastante “antigringos”, como dicen ustedes, nos reconocemos en algunas
voces de Latinoamérica. Hay una fraternidad. Pero claro, los lectores borgianos
tienen sus propias particularidades. En principio, es un autor que se asocia
con “el límite de lo difícil”. Decimos que hay que leerlo como mínimo dos veces
para llegar a comprenderlo.
El vínculo de Borges con Oriente puede rastrearse hasta el
padre de Jorge Luis, que se llamaba Jorge Guillermo. El papá también tenía
intereses literarios: tradujo al español los Rubaiyat de Omar Jayam, un clásico
de la poesía iraní.
Más tarde, en la biblioteca familiar, Borges hijo tuvo
acceso a múltiples traducciones de “Las mil y una noches” -incluida la de
Richard Burton, no apta para menores-, así como a los ensueños de Rudyard
Kipling, Lord Byron y otros viajeros. La relación entre el escritor argentino y
la civilización persa, con su lengua “de aves y de rosas”, fue más cercana de
lo que suele suponerse.
En tanto, el idilio de Najmeh con las letras borgianas
empezó cuando tradujo Hombre de la esquina rosada. Tardó seis meses en pasar al
farsi las siete carillas del baile donde brilla La Lujanera y se apaga
Francisco Real. “¡Fue tan hermoso y complicado!”, suspira ella. Pero le gustó.
Después de todo, aquellos americanos del Sur tenían cosas que contar.
Lo que más sorprende
Toda traducción implica el deseo de entender al otro. En el
caso del Cercano Oriente, el intento puede generar intercambios y sorpresas.
Una de las preguntas que Los Andes le hizo a Najmeh Shobeyri fue, por ejemplo,
qué aspectos de la realidad latinoamericana le resultaban más incomprensibles.
“Uno de los fenómenos que más me impacta es el asunto de las
madres solteras”, contestó ella.
“Espero que no sea así, pero mis amigas de Latinoamérica me
dicen que allí muchos niños no tienen recuerdos de haber estado con su padre.
Los han criado solamente sus mamás. Creo que eso es una desgracia; y a la vez
creo que estas mujeres, que luchan solas por sus hijos cuando el varón se ha
ido, tienen un gran mérito”.
Jorge en la timba
Hace unos años, la editorial Emecé publicó en castellano las
“Cartas del fervor”. Allí pueden encontrarse piezas inesperadas, como la
esquela que Borges le escribió a su amigo Maurice Abramowicz el 2 de marzo de
1921 desde Barcelona.
“Querido hermano:
Desde la ciudad rectangular e inmunda, lanzo hacia ti mi
corazón como una red. Pasado mañana parto. He dejado Palma con una vasta pena.
Alomar, Sureda y yo escribimos el manifiesto que sabes y que provocó un asombro
y un escándalo espléndidos. Después, en la ruleta tuve una suerte inaudita para
mí (¡60 pesetas con un capital de una peseta!) y que me permitió triunfar tres
noches seguidas en el burdel. ¡Una rubia suntuosamente chancha y una morena que
llamábamos La Princesa y sobre cuya humanidad me embriagué como un avión o un
caballo! (…)
Ahora la gloria se ha apagado. Me siento "como un
huérfano pobre sin su hermana mayor". Verdaderamente he amado a esa Luz
que me trataba como a un chico y cuyos gestos eran de una indecencia ingenua.
Se parecía a una catedral y a una perra.
Escríbeme a Poste restante en Buenos Aires (…)”.
Fuente : Los Andes – Mendoza
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