sábado, 25 de marzo de 2017

Borges: la curiosa historia de su único cuento para chicos



 Lo narró en 1981 a un grupo de alumnos que fue a visitarlo

Natalia Blanc

El único cuento para chicos creado por Jorge Luis Borges no tiene registro en papel. Nunca fue publicado porque, en realidad, nunca lo escribió.

En 1981, frente a un grupo de alumnos de cuarto grado, el escritor improvisó un relato protagonizado por él mismo y se lo contó a los chicos que lo visitaban en el departamento de la calle Maipú. Treinta y seis años después, uno de aquellos testigos privilegiados recuperó la historia y la convirtió en libro.

Así, El secreto de Borges (que el sello Pequeño Editor lanzará en la próxima Feria del Libro) ofrece al público infantil el detrás de escena de la tarde en la que el autor recurre a la magia de la ficción para entretener a los inquietos estudiantes.

Fascinados por una bandeja repleta de caramelos importados, los compañeros de la escuela a la que concurría el nieto de Fanny, ama de llaves de Borges durante cuatro décadas, habían preparado un cuestionario para el escritor. Uno quería saber si estaba casado; otro, cuántas veces había ganado el premio Nobel. Pero no pudieron hacer las preguntas. La maestra no se los permitió.

Sentado en un sillón tapizado de verde, con su bastón y su mirada ausente, una tarde Borges recibió en su departamento a los alumnos de cuarto grado de la escuela San Marón con caramelos importados. Ellos le habían llevado de regalo un paquete grande de masticables Sugus. Los chicos se sentaron en silencio, sobre el piso de madera, y lo escucharon con atención. Lo primero que Borges les dijo es que, antes de que llegaran, tenía dos miedos: uno era que fueran; el otro, que faltaran a la cita. Una frase típicamente borgeana.

Matías Alinovi, escritor y periodista que cuenta aquella visita en su flamante libro El secreto de Borges, recuperó la historia inventada especialmente para ellos. ¿Qué les contó el autor de Ficciones? Nada más y nada menos que el secreto de su longevidad. "Les voy a explicar cómo pude vivir tantos años", recuerda Alinovi que les dijo Borges. Y ahí nomás arranca el cuento dentro del cuento, ilustrado por Diego Alterleib con tinta china negra y algunos toques de verde.

Así como el protagonista del cuento "El inmortal" alcanza la inmortalidad al beber agua de un río, el Borges del relato oral que Borges nunca escribió llega a vivir tantos años gracias al agua de un aljibe habitado por tortugas. "Y entonces Borges nos dijo que él, un día, se había puesto a pensar, y se había dado cuenta de una cosa: el agua que él había tomado cuando era chico no era agua, sino agua de tortuga..."

¿Cuánto hay de recuerdo genuino y cuánto del tamiz de la mirada de un adulto en el cuento que escribió Alinovi? En diálogo con LA NACION, explica: "La historia es completamente real. Y muy simple. Yo iba a un colegio de curas que quedaba cerca de Plaza San Martín. Los que vivíamos en el barrio nos juntábamos a jugar en esa plaza. Uno de los que iban siempre era mi amigo José Manuel. Mi mamá me llevaba todas las tarde a la plaza, pero José Manuel iba solo. Ahora pienso que eso es sorprendente porque era chico, tenía unos 8 o 9 años. Me acuerdo el día que, a la salida de la escuela, nos dijo que esa tarde no iría solo. Iría con Borges".

Alinovi recuerda especialmente el tono desanimado con que José Manuel le dijo entonces que debía ir acompañado a la plaza. A esa edad no importaba Borges; ellos ni siquiera sabían bien quién era. Lo que importaba, en todo caso, desde sus ópticas infantiles, era que esa tarde no sería igual que todas.

El desánimo de José Manuel contagió a Matías al punto que, cuando llegó a su casa, le contó la novedad a su madre con cara triste. Como escribió en el libro, ella le dijo que eso no era posible. "Me explicó que Borges era un escritor muy famoso, que no podía ir con José Manuel a la plaza". Gran sorpresa se llevó la mujer al ver llegar al amigo de su hijo del brazo del célebre escritor. Esa anécdota, que Alinovi narra en el libro con la frescura de un chico de 9 años, fue la antesala de la visita de todo el grado al piso de Maipú al 900, donde vivía José Manuel junto con su abuela, Fanny, que trabajó durante casi cuarenta años con la familia Borges.

En el relato está muy bien expresada la mirada de los adultos: la incredulidad de la madre de Matías; la presión de la maestra de la escuela para que José Manuel consiguiera que el autor los recibiera. También, la exigencia de que se portaran bien, se mantuvieran en silencio y no hicieran preguntas incómodas, como la que se le ocurrió a uno de los chicos: "¿Cuántas veces ganó el Nobel?"

A los pocos días, los alumnos y la señorita Delia visitaron a Borges. Como el poeta no sabía de qué temas hablar, decidió hacer lo que tan bien le salía: inventar historias. Matías, que ahora tiene 44 años, recuerda que Borges le preguntó el apellido a cada uno. "Se los fuimos diciendo de a uno y él sabía de dónde eran todos", rememora en el libro. Enseguida, para mantenerlos tranquilos, les contó el cuento sobre el agua de tortuga.

Esa fue la única vez que Matías y sus compañeros vieron a Borges. Cinco años después, en 1986, el escritor murió en Ginebra. El tiempo pasó, los chicos crecieron, formaron familia. Alinovi, que estudió Física y escribió libros sobre ciencia, dos novelas, cuentos y una obra de teatro, nunca olvidó aquella experiencia de la infancia.

La llegada de su amigo a la plaza, fastidiado porque tenía que ir acompañado. La preparación del cuestionario que nunca llegaron a formularle al escritor. Los caramelos con envoltorios dorados. Los dos miedos de Borges. El juego de los apellidos. La historia de las tortugas.

Los recuerdos del autor tomaron la forma de un libro para chicos, que incluye al final una biografía de Borges narrada en ocho escenas para que los lectores puedan conocer un poco más sobre su vida y su obra.

A la espera de que se distribuya en las librerías y se presente en la Feria del Libro, Alinovi ya le mostró el volumen de tapa dura a José Manuel. También protagonista del relato, su amigo, agradecido, le reveló un secreto: le debe el nombre a Borges que, al enterarse por Fanny que el nieto se llamaría Juan Manuel, le pidió hablar con la hija embarazada para explicarle por qué no debía ponerle a su hijo el mismo nombres que Rosas.

Fuente : La Nación

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