martes, 17 de octubre de 2017

El budismo en Borges



por Betina Barrios Ayala

El valioso legado reflexivo de Jorge Luis Borges pasa por la exclusión de todo dogmatismo. Y es posible que este principio rector de su pensamiento sea la razón esencial por la que el maestro se interesó por el budismo, convirtiéndolo en uno de los temas en los cuales volcó su curiosidad y, además, buscó adentrarse para comprender y compartir lo esencial de la religión más difundida del mundo.

Borges encontró en el budismo belleza y tolerancia. Lo expresa con su propia voz en esa valiosa conferencia que ofreció, como parte de un ciclo, en el Teatro Coliseo de la ciudad de Buenos Aires en 1977 y que luego fueron cuidadosamente revisadas por el autor para su publicación en el libro Siete noches, editado en 1980, donde reúne una serie de temas que lo tocaban con especial profundidad. Y entre esos estuvo el budismo, destacando la tolerancia como un rasgo que lo distingue de otras religiones:

“El budismo fue, ante todo, lo que podemos llamar un yoga. ¿Qué es la palabra yoga? Es la misma palabra que usamos cuando decimos yugo y que tiene su origen en el latín yugu: un yugo, una disciplina que el hombre se impone”

La tolerancia del budismo, según Borges, radica especialmente en que

“No ha recurrido nunca al hierro o al fuego, nunca ha pensado que el hierro o el fuego fueran persuasivos. Cuando Asoka, emperador de la India, se hizo budista, no trató de imponer a nadie su nueva religión. Un buen budista puede ser luterano, o metodista, o presbiteriano, o calvinista, o sintoísta, o taoísta, o católico, puede ser prosélito del Islam o de la religión judía, con toda libertad. En cambio, no le está permitido a un cristiano, a un judío, a un musulmán, ser budista”

Esta cualidad Borges no la interpreta como debilidad, sino como parte misma de su constitución y naturaleza.

El libro ¿Qué es el budismo? tiene a Borges y Alcicia Jurado como autores. En ese libro explican que, si bien el budismo no tiene una presencia palpable en la narrativa borgiana, numerosos rasgos de esta religión son comprensiblemente seductores para el autor de Ficciones. Y entre ellas está la sospecha de que la realidad es un sueño: el sarcasmo ante la vanidad del yo. Es la convicción de que el tiempo humano está marcado por un conjunto de casualidades operantes, del rechazo a la violencia y del uso del recurso de la paradoja.


Este conjunto de factores compartidos hablan por sí solos acerca de la íntima comunión que puede encontrarse entre la obra literaria de Jorge Luis Borges y las enseñanzas del budismo. En una de las partes más emotivas de la conferencia, figura el relato de los milagros del Buddha, entre ellos uno de cortesía que en la voz de Borges dice:

“Hay un momento en el cual el Buddha tiene que atravesar un desierto arenoso y es la hora del mediodía. Y entonces los dioses, desde sus treinta y tres cielos, le arrojan cada uno una sombrilla para que él se proteja del sol. Entonces el Buddha no quiere desairar a ninguno de los dioses y se multiplica en treinta y tres Buddhas, de modo que cada uno de los dioses ve, desde arriba, un Buddha cubierto por la sombrilla, que de esa manera ha aceptado el regalo”

Otra es una historia que a Borges le parece iluminativa: La parábola de la flecha

“Un hombre en una batalla ha sido herido por una flecha y no quiere que le arranquen la flecha, dice el Buddha. Quiere saber antes el nombre del arquero, a qué casta pertenecía, el material de la flecha, en qué lugar estaba el arquero, qué longitud tiene la flecha. Mientras está discutiendo estas cuestiones, se muere. En cambio, dice el Buddha, yo enseño a arrancar la flecha. Es decir: la flecha. ¿Qué es la flecha? La flecha es el Universo, la flecha es la idea del yo, todo lo que nosotros llevamos clavado. […] Se trata de una ley de salvación. Y el Buddha dice… y estas frases son muy lindas, me parece a mí: ‘Así como el vasto océano tiene un solo sabor, el sabor de la sal, el sabor de la ley es el sabor de la salvación’. Es decir, la ley que él enseña es vasta como el mar, pero tiene un solo sabor: el sabor de la salvación”

Y en otro segmento de esta misma conferencia, Borges explica que:

“El budismo niega el Yo. Una de las desilusiones capitales es el Yo. El budismo concuerda así con Hume, con Schopenhauer y con nuestro Macedonio Fernández. No hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales. Si digo ‘Yo pienso’ estoy incurriendo en un error, porque supongo un sujeto constante y luego una obra de ese sujeto, que es el pensamiento. No es así. Habría que decir, apunta Hume, no ‘Yo pienso’ sino ‘Se piensa’ como se dice ‘Llueve’. No pensamos que la lluvia ejerce una acción. No: está sucediendo algo. De igual modo, como se dice “Hace calor”, “Hace frío” o “Llueve”, debemos decir ‘Se piensa’, ‘Se sufre’, y evitar el sujeto”


La Universidad de Pittsburgh tiene un centro académico especializado en el trabajo de Jorge Luis Borges: The Borges Center. En una publicación editada por este centro, destaca un texto titulado Borges en diálogo sobre el budismo. Es el resultado de la transcripción de una plática que tuvo lugar en la Casa de las Naciones Unidas de Buenos Aires, el martes 22 de noviembre de 1983. Los participantes fueron Jorge Luis Borges, su amigo Roberto Alifano y Sri Lathan Lal Mehrotra, quien entonces era Embajador de la India en Argentina.

Al inicio de este intercambio, destaca la curiosidad de Borges sobre el concepto de ética como uno de los pilares del budismo y la forma en que esto está representado en la idea del karma. Frente a la inquietud de Borges, el embajador Mehrotra explica que el concepto de karma viene del conocimiento de que en el prakriti (la naturaleza) todo es acción y reacción. En la India, la muerte no es sinónimo de que la vida ha llegado a su fin: el Bhagavad-Gita expresa que la muerte es cambiar el cuerpo. Así como para el humano es natural cambiar de ropa cuando ésta ya no se adapta más a sus necesidades, cuando el alma siente que ese cuerpo que tiene no le basta o que las misiones del espíritu rebasan las posibilidades de ese cuerpo, entonces es tiempo de irse, tiempo de dejarlo y asumir otro cuerpo. Ésta es básicamente la idea del karma: la vida vista como un ciclo de nacimiento y muerte marcado por nuestra forma de actuar. Tras esta breve explicación, Borges replica que, en consecuencia, la única ley del Universo sería la ley ética, pues de eso, de la conducta, dependerán las futuras transmigraciones. Y así lo ético sería lo esencial.


Durante esa misma conversación, aparece la idea de que sólo por medio de una vida ética es posible llegar al nirvana: “¿Y qué significa llegar al nirvana? Simplemente que nuestros actos ya no arrojan sombras. Somos libres”, dice Borges. Por eso el nirvana ocurre en vida y no es un fenómeno de la muerte: es la aniquilación del deseo, del anhelo. La búsqueda del nirvana es sólo posible en vida, como lo señala la leyenda del Buddha quien alcanzó este estado bajo la sombra de una higuera sagrada, el Árbol de la Ley. Allí se enfrenta a Mara: sus flechas son rosas y el Buddha yace en el suelo y luego entra en una meditación que lo conduce al nirvana. Él no piensa que lo atacan: está pensando en la vida y, con eso, llegando a la salvación. Al amanecer, el mal ha sido vencido y Siddharta ya no es Siddharta: es el Buddha y resuelve predicar la Ley. Ya él está a salvo, pero quiere salvar a los otros. El Buddha predica entonces la vía media: una alternativa entre el ascetismo y la sensualidad.

Ya hacia el final de esta conversación, en la que los participantes se pasean por un hermoso intercambio que los invito a leer con entusiasmo, Borges comparte su experiencia de autoconocimiento y describe qué son para él la felicidad, la belleza y la transmisión del pensamiento. No los ve como hechos excepcionales, sino que asuntos que se suceden continuamente. Allí, reunidos y conversando, todos los presentes podían coincidir en lo que habían compartido aquella tarde, en esa conversación como una hermosa experiencia, que sería recordada con nostalgia a partir de entonces. De esta manera, Borges explica que la belleza no es inalcanzable, sino que se trata de eventos que están en la vida común, en la posibilidad de cada día:

“Creo que continuamente la gente alcanza la belleza. Creo que si se perdieran todos los libros, bueno, volveríamos a reescribirlos. Es decir: creo que la belleza y la felicidad son hechos comunes y cada día, bueno, hemos estado quizás muchas veces en el infierno pero alguna vez en el cielo también. Muchas gracias”

Fuente : Prodavinci



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