por Betina Barrios
Ayala
El valioso legado reflexivo de Jorge Luis Borges pasa por la
exclusión de todo dogmatismo. Y es posible que este principio rector de su
pensamiento sea la razón esencial por la que el maestro se interesó por el
budismo, convirtiéndolo en uno de los temas en los cuales volcó su curiosidad
y, además, buscó adentrarse para comprender y compartir lo esencial de la
religión más difundida del mundo.
Borges encontró en el budismo belleza y tolerancia. Lo
expresa con su propia voz en esa valiosa conferencia que ofreció, como parte de
un ciclo, en el Teatro Coliseo de la ciudad de Buenos Aires en 1977 y que luego
fueron cuidadosamente revisadas por el autor para su publicación en el libro
Siete noches, editado en 1980, donde reúne una serie de temas que lo tocaban con
especial profundidad. Y entre esos estuvo el budismo, destacando la tolerancia
como un rasgo que lo distingue de otras religiones:
“El budismo fue, ante todo, lo que podemos llamar un yoga.
¿Qué es la palabra yoga? Es la misma palabra que usamos cuando decimos yugo y
que tiene su origen en el latín yugu: un yugo, una disciplina que el hombre se
impone”
La tolerancia del budismo, según Borges, radica
especialmente en que
“No ha recurrido nunca al hierro o al fuego, nunca ha
pensado que el hierro o el fuego fueran persuasivos. Cuando Asoka, emperador de
la India, se hizo budista, no trató de imponer a nadie su nueva religión. Un
buen budista puede ser luterano, o metodista, o presbiteriano, o calvinista, o
sintoísta, o taoísta, o católico, puede ser prosélito del Islam o de la
religión judía, con toda libertad. En cambio, no le está permitido a un
cristiano, a un judío, a un musulmán, ser budista”
Esta cualidad Borges no la interpreta como debilidad, sino
como parte misma de su constitución y naturaleza.
El libro ¿Qué es el budismo? tiene a Borges y Alcicia Jurado
como autores. En ese libro explican que, si bien el budismo no tiene una
presencia palpable en la narrativa borgiana, numerosos rasgos de esta religión
son comprensiblemente seductores para el autor de Ficciones. Y entre ellas está
la sospecha de que la realidad es un sueño: el sarcasmo ante la vanidad del yo.
Es la convicción de que el tiempo humano está marcado por un conjunto de
casualidades operantes, del rechazo a la violencia y del uso del recurso de la
paradoja.
Este conjunto de factores compartidos hablan por sí solos
acerca de la íntima comunión que puede encontrarse entre la obra literaria de
Jorge Luis Borges y las enseñanzas del budismo. En una de las partes más
emotivas de la conferencia, figura el relato de los milagros del Buddha, entre
ellos uno de cortesía que en la voz de Borges dice:
“Hay un momento en el cual el Buddha tiene que atravesar un
desierto arenoso y es la hora del mediodía. Y entonces los dioses, desde sus
treinta y tres cielos, le arrojan cada uno una sombrilla para que él se proteja
del sol. Entonces el Buddha no quiere desairar a ninguno de los dioses y se
multiplica en treinta y tres Buddhas, de modo que cada uno de los dioses ve,
desde arriba, un Buddha cubierto por la sombrilla, que de esa manera ha
aceptado el regalo”
Otra es una historia que a Borges le parece iluminativa: La
parábola de la flecha
“Un hombre en una batalla ha sido herido por una flecha y no
quiere que le arranquen la flecha, dice el Buddha. Quiere saber antes el nombre
del arquero, a qué casta pertenecía, el material de la flecha, en qué lugar
estaba el arquero, qué longitud tiene la flecha. Mientras está discutiendo
estas cuestiones, se muere. En cambio, dice el Buddha, yo enseño a arrancar la
flecha. Es decir: la flecha. ¿Qué es la flecha? La flecha es el Universo, la
flecha es la idea del yo, todo lo que nosotros llevamos clavado. […] Se trata
de una ley de salvación. Y el Buddha dice… y estas frases son muy lindas, me
parece a mí: ‘Así como el vasto océano tiene un solo sabor, el sabor de la sal,
el sabor de la ley es el sabor de la salvación’. Es decir, la ley que él enseña
es vasta como el mar, pero tiene un solo sabor: el sabor de la salvación”
Y en otro segmento de esta misma conferencia, Borges explica
que:
“El budismo niega el Yo. Una de las desilusiones capitales
es el Yo. El budismo concuerda así con Hume, con Schopenhauer y con nuestro
Macedonio Fernández. No hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados
mentales. Si digo ‘Yo pienso’ estoy incurriendo en un error, porque supongo un
sujeto constante y luego una obra de ese sujeto, que es el pensamiento. No es
así. Habría que decir, apunta Hume, no ‘Yo pienso’ sino ‘Se piensa’ como se
dice ‘Llueve’. No pensamos que la lluvia ejerce una acción. No: está sucediendo
algo. De igual modo, como se dice “Hace calor”, “Hace frío” o “Llueve”, debemos
decir ‘Se piensa’, ‘Se sufre’, y evitar el sujeto”
La Universidad de Pittsburgh tiene un centro académico
especializado en el trabajo de Jorge Luis Borges: The Borges Center. En una
publicación editada por este centro, destaca un texto titulado Borges en
diálogo sobre el budismo. Es el resultado de la transcripción de una plática
que tuvo lugar en la Casa de las Naciones Unidas de Buenos Aires, el martes 22
de noviembre de 1983. Los participantes fueron Jorge Luis Borges, su amigo
Roberto Alifano y Sri Lathan Lal Mehrotra, quien entonces era Embajador de la
India en Argentina.
Al inicio de este intercambio, destaca la curiosidad de
Borges sobre el concepto de ética como uno de los pilares del budismo y la
forma en que esto está representado en la idea del karma. Frente a la inquietud
de Borges, el embajador Mehrotra explica que el concepto de karma viene del
conocimiento de que en el prakriti (la naturaleza) todo es acción y reacción.
En la India, la muerte no es sinónimo de que la vida ha llegado a su fin: el
Bhagavad-Gita expresa que la muerte es cambiar el cuerpo. Así como para el
humano es natural cambiar de ropa cuando ésta ya no se adapta más a sus
necesidades, cuando el alma siente que ese cuerpo que tiene no le basta o que
las misiones del espíritu rebasan las posibilidades de ese cuerpo, entonces es
tiempo de irse, tiempo de dejarlo y asumir otro cuerpo. Ésta es básicamente la
idea del karma: la vida vista como un ciclo de nacimiento y muerte marcado por
nuestra forma de actuar. Tras esta breve explicación, Borges replica que, en
consecuencia, la única ley del Universo sería la ley ética, pues de eso, de la
conducta, dependerán las futuras transmigraciones. Y así lo ético sería lo
esencial.
Durante esa misma conversación, aparece la idea de que sólo
por medio de una vida ética es posible llegar al nirvana: “¿Y qué significa
llegar al nirvana? Simplemente que nuestros actos ya no arrojan sombras. Somos
libres”, dice Borges. Por eso el nirvana ocurre en vida y no es un fenómeno de
la muerte: es la aniquilación del deseo, del anhelo. La búsqueda del nirvana es
sólo posible en vida, como lo señala la leyenda del Buddha quien alcanzó este
estado bajo la sombra de una higuera sagrada, el Árbol de la Ley. Allí se
enfrenta a Mara: sus flechas son rosas y el Buddha yace en el suelo y luego
entra en una meditación que lo conduce al nirvana. Él no piensa que lo atacan:
está pensando en la vida y, con eso, llegando a la salvación. Al amanecer, el
mal ha sido vencido y Siddharta ya no es Siddharta: es el Buddha y resuelve
predicar la Ley. Ya él está a salvo, pero quiere salvar a los otros. El Buddha
predica entonces la vía media: una alternativa entre el ascetismo y la
sensualidad.
Ya hacia el final de esta conversación, en la que los
participantes se pasean por un hermoso intercambio que los invito a leer con
entusiasmo, Borges comparte su experiencia de autoconocimiento y describe qué
son para él la felicidad, la belleza y la transmisión del pensamiento. No los
ve como hechos excepcionales, sino que asuntos que se suceden continuamente.
Allí, reunidos y conversando, todos los presentes podían coincidir en lo que
habían compartido aquella tarde, en esa conversación como una hermosa experiencia,
que sería recordada con nostalgia a partir de entonces. De esta manera, Borges
explica que la belleza no es inalcanzable, sino que se trata de eventos que
están en la vida común, en la posibilidad de cada día:
“Creo que continuamente la gente alcanza la belleza. Creo
que si se perdieran todos los libros, bueno, volveríamos a reescribirlos. Es
decir: creo que la belleza y la felicidad son hechos comunes y cada día, bueno,
hemos estado quizás muchas veces en el infierno pero alguna vez en el cielo también.
Muchas gracias”
Fuente : Prodavinci
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