Terence Mckenna y Jorge Luis Borges personajes muy diferentes. Uno fue una celebridad de los principios de Internet, exponente de la cultura psicodélica, del DMT y los hongos, de un regreso al paganismo o a las culturas tribales, de un impulso hacia la deificación de la naturaleza a la vez que una utilización de la tecnología para surfear los misterios de la conciencia humana. Mckenna escribió algunos libros y realizó investigación etnobotánica, pero sobre todo se le recuerda por sus conferencias y diálogos, con su voz sumamente nasal y su semblante de duende. Fue un activista en cierta forma, llamando a abandonar la cultura de programación masiva y explorar la propia conciencia. De Borges no es necesario hacer un semblante biográfico, basta decir que es el escritor más importante en lengua española del siglo 20.
El académico William Rowlandson, experto en Borges, hizo una
interesante participación en la conferencia Breaking Convention, ligando el
pensamiento de Borges y Mckenna, a través de una misma curiosidad intelectual,
una capacidad de asombro y un agnosticismo. Rowlandson dice que él no tomó LSD
o fumó cannabis a los 15 años, como algunos de los asistentes a esa
conferencia, sino que leyó a Borges desde los 15, y eso ha sido su experiencia
de despertar de la imaginación. El académico británico señala que ambos autores
entendieron "que la realidad es simbólica y que la realidad se comunica
con nosotros tanto como nosotros con ella". Mckenna decía que la
naturaleza no es muda -a diferencia de lo que creía Sartre-, sino que es una
matriz lingüística, que permanentemente se comunica a sí misma. Ambos autores
vivieron la articulación de una asombrosa paradoja "el incesante impulso a
entender algo que es ininteligible" o al menos inexplicable,
"entendemos que no se puede entender, pero aún así buscamos entender"
-es inefable, es inexplicable pero no nos damos por vencidos, y hay una cierta
belleza en esta búsqueda paradójica del acertijo de la existencia, que nunca
podremos responder. Esto era algo que informaba enormemente a Borges, quien se
definía, al igual que Mckenna, como agnóstico: “ser agnóstico quiere decir que
todo es posible, incluso Dios. Hasta la Santísima Trinidad. Siendo agnóstico
vivo en un mundo más grande y más fantástico, casi espectral". Mckenna
escribió reiteradamente que "el universo no sólo es más extraño de lo que
creemos, es más extraño de lo que podemos imaginar". Y expresó su amor al
asombro: "Vivir en la dimensión psicodélica, es vivir en una atmósfera de
continuo desdoblamiento de entendimiento para que cada día sepamos más y veamos
las cosas con mayor profundidad".
En una notable entrevista Borges habla sobre la importancia
de la palabra asombro en su obra, una palabra que hace pensar en una sombra y
en algo a la vez incognoscible. Borges dijo estar sintiendo asombro y azoro,
permanentemente. Este es el estado base del lector y del escritor de historias
de fantasías, de aventuras especulativas. La sustancia misma de su obra es el
asombro, que por otra parte, según Aristóteles y Platón es el origen de la
filosofía. Otra término importante es "horror sagrado", una mezcla de
misterio, temor y una sensación numinosa. Y otra palabra importante es la
inglesa "amazement", que le gustaba tanto a Borges, sentirse en un
laberinto, la sensación de perplejidad y asombro que produce la existencia, que
es como un laberinto. En su poema Los Enigmas:
Qué errante laberinto, qué blancura
ciega de resplandor será mi suerte,
cuando me entregue el fin de esta aventura
la curiosa experiencia de la muerte?
Quiero beber su cristalino Olvido,
ser para siempre; pero no haber sido.
Una sensación de perplejidad y asombro que Mckenna describía
dentro de sus viajes al interior del "crisantemo" del DMT, cruzaba el umbral y era recibido por una
extraño orden de realidad donde extraños seres lúdicos -los famosos
"machines elves"- manipulaban la realidad usando el lenguaje y
presentaban al psiconauta con un acertijo, un enigma.
Dice Rowlandson que en Borges vemos como la experiencia de
los sueños o de la imaginación es tan real o valiosa como la realidad -por
ejemplo leer a Chesteron le hizo a Borges conocer más Londres que cuando fue a
Londres a caminar a su calles. Mckenna por supuesto sugiere que las
experiencias psicodélicas pueden ser tan reales como la realidad. La realidad y
la imaginación disuelven sus fronteras en estos dos autores. No hay
necesariamente un afuera en oposición a un adentro. Todo es un signo, un
símbolo, algo que nos cifra y deletrea.
Una de las citas más famosas de Mckenna dice. "La
realidad tiene una naturaleza sintáctica -el verdadero secreto de la magia es
que el mundo está hecho de palabras. Y si conoces las palabras de las cuales
está hecho el mundo, puedes hacer con él lo que quieras". Borges por
supuesto compartía esta noción, habiendo imaginado la piel de un tigre como un
texto divino, el universo como una inmensa biblioteca o una letra (Aleph) que
contiene el universo entero sin superponerse. Mckenna se interesó por la magia
ceremonial y la alquimia; Borges por la Cábala y las experiencias visionarias
de personajes como Swedenborg o Böhme.
Fuente : Pijamasurf
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