Por Miriam Badillo
Jorge Luis Borges habla de una “dinastía enemiga” cuando se
refiere a los diversos traductores del célebre texto árabe del siglo XIII que
conocemos como Las mil y una noches, también nombrado, más bellamente en mi
opinión, como Libro de mil noches y una noche. ¿Acaso los traductores forman
parte de una estirpe enemiga como indica el argentino? En este caso y para
iniciar, Borges se refiere a tres traductores en concreto, de nacionalidad y
tiempo distintos: Jean Antoine Galland, francés; Eduardo Lane y Richard Burton,
ambos ingleses. Hacia la mitad del texto, el “mero literato” argentino da
cuenta de la traducción de Mardrus, francés, y hacia el final de las versiones
alemanas, en particular se ocupa de la de Enno Littman.
De acuerdo con Borges las traducciones de las Noches hechas
por estos caballeros tenían como finalidad aniquilarse entre sí. Es decir, cada
uno defendía la propia versión como la correcta, dependiendo, claro está, de lo
que en sus mentes (y en su tiempo) tal término pudiera significar. Podemos
tener una idea de esto último cuando revisamos las características de sus
traducciones, reseñadas por el escritor argentino.
La versión de Galland (la primera de todas), de acuerdo con
Borges, ha sido la más difundida y, en su tiempo, elogiada. Por su lado, Borges
la califica de la siguiente manera.
Palabra por palabra, la versión de Galland es la peor
escrita de todas, la más embustera y más débil, pero fue la mejor leída.
Quienes intimaron con ella, conocieron la felicidad y el asombro. Su
orientalismo, que ahora nos parece frugal, encandiló a cuantos aspiraban rapé y
complotaban una tragedia en cinco actos.
La virtud de la versión de Galland (doce volúmenes entre
1707-1710) radica en alumbrar el lado mágico y maravilloso de las Noches, en
trabajar con el asombro, tan valorado por Borges. El defecto de la traducción
de Galland radicaría en los maquillajes que aplicó a lo que consideraba de mal
gusto, entiéndase por ello todas las referencias carnales o eróticas.
La versión que trataría de “aniquilar” la de Galland sería
la del orientalista inglés Eduardo Lane (1839, más de un siglo después). Para
Borges se trata de una versión “de admirable veracidad”, más apegada al
original, de modo que Lane se distanciaba de Galland quien “ignoraba toda
precisión literal”; sin embargo, a semejanza del traductor francés, la versión
de Lane, acompañada de extensas notas eruditas, también “desinfecta” las
Noches. Aunque la justificación del inglés no sea la defensa del buen gusto
sino la moralidad y el pudor de un traductor que quería que su versión pasará
la prueba de la “mesita de la sala” de los hogares ingleses de la primera mitad
del siglo XIX. Propósito que sustentaba su decisión de extirpar pasajes o
cuentos enteros por considerarlos obscenos.
La tercera traducción que Borges revisa en extenso es la de
Richard Burton, aventurero inglés. De su versión dice “el Burton de la leyenda
de Burton es el traductor de las Noches”. Burton se revela en contra de la
literalidad de Lane y favorece amplias licencias de la imaginación y el estilo.
La novedad más importante de Burton fue devolverle a las Noches su original
erotismo, además de las no menos importantes, y extensas, notas sobre “las
costumbres de los hombres islámicos” a fin de interesar a un público más
refinado y erudito.
Borges da cuenta también de otra versión francesa, la del
doctor Mardrus: Livre des mille nuits et une nuit, de 1899. Versión apreciada
por su literalidad y veracidad, sin embargo, Borges da ejemplos de amplias
descripciones que no están en el original, con lo cual desmiente su célebre
veracidad; sin embargo, dice Borges: “Su infidelidad, su infidelidad creadora y
feliz, es lo que debe importar”. Por lo demás, Mardrus evoca lo sobrenatural
con un rastro de ironía, lo que habla de la percepción distinta de lo
maravilloso del mundo oriental.
Hacia el final Borges se ocupa de las versiones de las
Noches en alemán: Gustavo Weil (1839-1842), Max Hennig (1895-1897), Felix Paul
Greve y, por último, Ennio Littman (1923-1928). De las tres primeras no destaca
nada que atraiga de verdad su atención. De la de Littmann se ocupa un poco más
para decir lo que sigue.
Suministra las notas necesarias para la buena inteligencia
del texto: una veintena por volumen, todas lacónicas. Es siempre lúcido,
legible, mediocre. Sigue (nos dicen) la respiración misma del árabe. Si no hay
error en la Enciclopedia Británica, su traducción es la mejor de cuantas
circulan.
A pesar de la Enciclopedia Británica, Borges no está de
acuerdo con la superioridad de la versión de Littmann. Justifica su divergencia
del modo siguiente: “Mi razón es ésta: las versiones de Burton y de Mardrus, y
aun la de Galland, sólo se dejan concebir después de una literatura.
Cualesquiera sus lacras o sus méritos, esas obras características presuponen un
rico proceso interior.” A Borges le parece poca cosa que la única virtud de
Littmann sea la de no mentir: “El comercio de las Noches y de Alemania debió
producir algo más”.
Considero que la idea de Borges sobre la traducción es
clara: desdeña la literalidad por mediocre, árida, insípida; se inclina por la
infidelidad por creadora, por su carácter de mezcla, de “comercio” entre
literaturas de tiempos y geografías diversas. Para él el traductor sería el
encargado de establecer los intercambios y ofrecer una novedad enriquecedora
para la literatura, para el imaginario literario universal. Cosa que los
amantes de las belles infidèles pueden lograr. Él piensa de este modo y hay
quienes no, creo que esa divergencia sustenta la rivalidad que el argentino
denomina “dinastía enemiga” al referirse a los traductores y las dos maneras,
generales, de traducir: más libre o más literal. Discusión que sigue vigente,
con sus matices, hasta hoy. Por otro lado, a través del texto de Borges podemos
percatarnos del modo cambiante en que un texto es recibido y leído de un tiempo
a otro, en este caso, de como el exotismo asombroso expresado en las Noches y
destacado por Galland, por ejemplo, arriba a las siguientes versiones más bien
como muestrario de divergencias culturales y formas de representar al mundo en
culturas distintas.
Fuente : Pájaros Negros
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