lunes, 3 de diciembre de 2018

1970: Siempre! charla en Buenos Aires con Jorge Luis Borges



Por Jorge Saldaña*
Cuando el avión que me llevaba a Argentina cruzaba por la frontera de Guatemala, nos dijo la sirviente del aparato: Abróchense los cinturones porque “empieza una zona turbulencias”. Lo que yo pude observar, es que mientras volábamos sobre territorio mexicano también había turbulencias “pero nadie decía nada…”

De todas maneras esta carta no es sobre aeronáutica, sino para platicarle cómo es y cómo piensa Jorge Luis Borges.

En la calle de México 564, en Buenos Aires, Argentina, está la Biblioteca Nacional. Es un edificio de gruesos muros y sobriedad evidente, ahí medio sepultada en libros y motivos de madera antigua, palpita la blanca y delicada figura de Jorge Luis Borges, que ayudado por su esposa trabaja incesantemente perdido en el mar obscuro de su ceguera:

SR. SALDAÑA: Señor Borges, soy amigo de la revista SIEMPRE! de México, ¿puedo hacerle unas preguntas? Háblenos señor Borges de sus amigos mexicanos.

SR. BORGES: Mi mejor amigo que tengo en México es un muerto, me refiero naturalmente a Don Alfonso Reyes; Alfonso Reyes que fue embajador de México en Buenos Aires y que fue tan bondadoso conmigo, entonces yo era un muchacho desconocido y él ya tenía una vasta obra literaria, una obra que como la de Groussac mi predecesor en este cargo de la biblioteca, ha influido mucho en mí.

El año de 1955, el año de la revolución libertadora, el año que me nombraron director de esta casa, comprobé que por una suerte de ironía divina, yo estaba rodeado de 800,000 libros y apenas podía descifrar los títulos, ahora ya no puedo leer, me he dedicado al estudio del anglosajón y del escandinavo antiguo y no puedo decirle mucho sobre mis contemporáneos.

SR. SALDAÑA: Señor Borges, ¿cree usted en la unidad latinoamericana?

SR. BORGES: Yo he viajado algo por la América Latina, desgraciadamente no conozco México aún, pero las diferencias me han impresionado más que las afinidades. Creo que la diferencia principal digamos entre Colombia o Perú y la República Argentina, es que en esos países hay una carta de aristocracia de origen blanco y mucha gente de sangre indígena, en cambio aquí y en Uruguay tenemos un país de clase media y buena parte de origen extranjero, a veces pienso que yo no soy realmente un argentino porque no tengo sangre italiana y eso me hace un poco forastero aquí.

SR. SALDAÑA: ¿Cuál es su origen señor Borges?

SR. BORGES: Mi sangre es diversa, es portuguesa, castellana, andaluza e inglesa, pero en este país creo que el origen de cada uno de nosotros es lo que menos importa, lo importante es el hecho de que nos sentimos argentinos, creo en general que pertenecer a un país es más bien un acto de fe.

SR. SALDAÑA: ¿Un acto de esperanza quizá?

SR. BORGES: Un acto de fe, un acto de esperanza, una convicción que eso es mucho más importante que lo étnico. La mayor parte de mi sangre es portuguesa y española y sin embargo a pesar de la simpatía que ambos países me inspiran, en ningún momento me he tomado por español o por portugués, me he sentido argentino, aunque no sé muy bien lo que significa ser argentino.

SR. SALDAÑA: Señor Borges, ¿cuál, desde su punto de vista, es el mayor problema que confrontan estos países?

SR. BORGES: Yo no puedo decir nada en lo que se refiere a otros países, creo que algo importante está ocurriendo en la literatura argentina y quizá en la de otras Repúblicas hermanas, es el hecho de que la literatura ha dejado de ser en buena parte, un documento, un testimonio, un legajo, es decir, yo noto aquí, un gradual y creciente predominio de la literatura fantástica, una mayor libertad para la imaginación.

SR. SALDAÑA: ¿Cree usted que la literatura puede coadyuvar en algún momento para la evolución o politización de los habitantes en América Latina, puede ser la literatura un arma política?

SR. BORGES: Sí, puede ser, pero no es necesario que se proponga serlo, quizá para que lo sea realmente, es mejor que no se proponga ese fin, es decir, creo que lo que un escritor se propone conscientemente es muy poco importante y puedo repetir las palabras de Kipling que fue un escritor comprometido, es decir, el que hizo recordar a sus distraídos compatriotas que poseían un imperio que era el mayor del mundo, y ya siendo un hombre viejo, dijo: “a un escritor le está permitido inventar una fábula, pero no le está permitido saber cuál es la moraleja de la fábula”, es decir, creía en la inspiración, o como dirían los griegos, en la musa, o como dirían los hebreos, en el espíritu. Es decir: creo que el ejercicio estético es un ejercicio muy complejo y que nuestra conciencia quizá tenga poca parte en él. Es decir: cuando escribimos, lo hacemos no sólo con nuestras opiniones que suelen ser lo más superficial que hay en nosotros, sino con nuestra sangre, con el pasado de nuestros mayores y quizá con todo el pasado del mundo.

SR. SALDAÑA: Perdone que haga esta pregunta: En el consenso de algunos países de América Latina, prevalece la idea de que Argentina se valora muy superiormente a los otros pueblos latinoamericanos, de que el mismo argentino se considera en un estrato muy superior a toda Latinoamérica. ¿Podría ser cierto esto?

SR. BORGES: Yo creo que ello ocurrió en 1910, cuando hubo aquel fervor del primer centenario de la revolución. Creo que poemas como la Oda a la Argentina de Rubén Darío, o las Odas seculares de Lugones, no fueron menor brindis, creo que correspondían a una esperanza compartida.

Actualmente creo que nos sentimos muy perplejos y que no estamos muy seguros de lo que pueda ocurrir, aunque desde luego, cada uno de nosotros debe tratar de trabajar por la patria.

SR. SALDAÑA: ¿Podría usted definir su situación o sus inquietudes o posición política?

SR. BORGES: Sí, mi posición política es muy sencilla, me he afiliado al Partido Conservador. Yo había sido radical toda mi vida, pero por una razón que desde luego era absurda, el hecho de que un abuelo materno mío era íntimo amigo de Leandro Alem, y él me cuenta que los radicales estaban llevando al país a la desintegración. Y pensé que era absurdo seguir afiliado a un partido por razones de tipo genealógico, de suerte que fui a ver a Hardoy, jefe del partido demócrata, es decir de los conservadores y dije que quería afiliarme al partido. El Dr. Hardoy me miró asombrado y me dijo: usted está loco, vamos a perder las elecciones, entonces yo quise hacer una frase, y le dije: a un caballero sólo le interesan las causas perdidas, y él me dijo: si está buscando causas perdidas, no tiene que dar un paso más, aquí lo esperamos con los brazos abiertos y efectivamente, soy conservador ahora, lo cual de algún modo es una forma de escepticismo político, también porque es el partido equidistante, digamos, del nacionalismo y del comunismo, es un partido que tiene la virtud de no poder suscitar ningún entusiasmo, lo cual puede ser bueno también.

Ahora, al mismo tiempo yo he procurado que mis opiniones no intervengan en mi obra literaria; es decir durante la dictadura, nadie pudo creer que yo fuera peronista.

SR. SALDAÑA: ¿Pero usted no lo era?…

SR. BORGES: No, nunca, por eso digo, yo he sido perseguido por el peronismo, mi madre estuvo en la cárcel, mi hermana y un sobrino también.

SR. SALDAÑA: ¿Cree usted que haya peronismo actualmente en Argentina?

SR. BORGES: Yo no sé, pero ocurre algo muy raro. Durante la dictadura de Perón, ninguna persona medianamente culta se animaba a decir que fuera peronista, o si lo era, explicaba que lo hacía por razones digamos de provecho personales, pero no por la estupidez intelectual que hubiese significado ser peronista. En cambio ahora, el hecho de que Perón sea un prófugo, de que este lejos, le da una suerte de prestigio que no tuvo durante la dictadura.

SR. SALDAÑA: He visto por los puestos de periódicos de aquí, unos grandes desplegados y cuadernos sobre la vida de Eva Perón y elogios al régimen peronista, lo cual significa que está permitido que haya esa profusión de publicidad al peronismo.

SR. BORGES: Desde luego, la dictadura que tenemos aquí es una dictadura de la tolerancia, quizá de la excesiva tolerancia.

SR. SALDAÑA: ¿Cree usted que debería ser más estricta?

SR. BORGES: Me parece por ejemplo que aquellos carteles que usted acaba de mencionar, no deberían estar permitidos, la época de Perón fue, yo lo sé, una época espantosa, además de las prisiones que yo le he mencionado, bueno, yo sé de gente que fue torturada y asesinada, sin ir más lejos, Perón hizo matar delante de él por su guardaespaldas a su cuñado Juan Duarte.

SR. SALDAÑA: De todas maneras son épocas tristes de la historia no digamos de Argentina, sino de todos los países, todos las hemos pasado.

SR. BORGES: Desde luego y del siglo XIX aquí fue una época espantosa, este es un país donde todos son parientes. De modo que yo tengo algún parentesco con Rosas y creo que Rosas pudo haber sido más o menos igual a Perón, es decir la misma unión de crueldad y cobardía.

SR. SALDAÑA: En casi todos los países ha habido esos problemas, ¿verdad, señor Borges?

SR. BORGES: Sí y aquí muchos, desde luego, el mismo Urquiza que echó a Rosas, fue un hombre no menos cruel que Rosas. Ayer mi madre me contó un hecho que yo ignoraba de Urquiza, y es que él hizo decapitar a un enemigo y luego le mandó a la viuda en una bandeja de plata, la cabeza de su marido, lo cual muestra algo bastante horrible, ¿o no?

SR. SALDAÑA: Sr. Borges, ya no lo molestamos más. Le deseamos que tenga y goce de mucha salud, ojalá pronto vaya usted por nuestro país, verá cuántos amigos y cuántos admiradores tiene y cuántos lectores.

SR. BORGES: Es lo que más deseo y sobre todo, pienso en Don Alfonso Reyes, siempre que yo pienso en México.

La figura indecisa de Jorge Luis Borges se perdió en uno de los corredores para continuar en una mesa llena de libros, escuchando la lectura de su esposa y haciendo observaciones mientras fijaba su mirada muerta, en un punto que no existía a la distancia.

*Texto publicado el 10 de junio de 1970, en la revista Siempre !  - Número 885.


Fuente: Revista Siempre – México



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