10 Dic 2018
María Elvira Ardila -
Colombia
El “Jardín de los senderos que se bifurcan” es la exposición
del artista Luis Luna que actualmente se presenta en Cero Galería.
El artista toma como referente el cuento de Jorge Luis
Borges para conducirnos por sus universos paralelos. Al igual que en el texto,
su muestra nos lleva a descubrir caminos que se ramifican, donde alternan
varias posibilidades para recorrerlos. Cualquier ruta que tomemos se conectará
con la otra. Es decir que sin importar el trayecto que elijamos, hallaremos la
intertextualidad y el sentido de las obras, y a lo mejor podamos descubrir el
laberinto que plantea Luna. De manera simultánea, este Jardín nos abre varias
puertas para entrar en las derivaciones conceptuales y técnicas por medio del
dibujo, la pintura, el collage y la fotografía, pues el artista se pasea por
ellas sin problema alguno y las combina a su gusto.
El Jardín nos invita a emprender un viaje, el cual es una
constante en su vida y en su obra. Nos estimula a entablar desplazamientos
físicos, espirituales, mágicos y mentales que son generadores de correlaciones
entre los distintos niveles que estructuran sus universos. Mediante un proceso
de pensamiento convergente conecta imágenes, conceptos, relatos, viajes y su
propia vida que se despliega en su trabajo. Nos invita a participar en una
serie de constelaciones, a modo de un rizoma infinito, en el que el tiempo no
existe y el espacio se expande. Nos habla de un pensamiento conectado por
siglos y es cercano al pensamiento de Paolo Bianchi, con su teoría del
multiculturalismo y nomadismo cultural. Como parte de las narrativas en las que
discurren sus obras, Luna afirma: “Mi trabajo ha sido basado en procesos
continuos ininterrumpidos donde los temas se entrelazan. La Caridad del Cobre,
los viajeros de la Nueva Granada, el Apocalipsis de San Juan ilustrado por
Durero, creando una red de imágenes que saco al azar y entrelazo en distintos
momentos. Hay un gusto por el bricolaje de entrecruzar contenidos, por ejemplo,
símbolos precolombinos y alquímicos, temas goyescos e ilustraciones de la época
de la Independencia, imágenes cabalísticas y nombres de ciudades, que se
vuelven un disparador de ideas, asociaciones”.
En su exposición actual, Luna nos presenta una serie de
confluencias en el espacio y en el tiempo, como por ejemplo una escena de una
plaza de mercado que se hibrida con una representación de un cielo de secuencia
del génesis del médico alquimista del Renacimiento. En la fascinante pintura
titulada Brana fusiona el concepto de la creación del universo que toma de la
teoría de cuerdas de la física Lisa Randall, especializada en partículas y
cosmología, para tratar de hallar el funcionamiento íntimo del universo, con
las fotografías del universo que ha tomado el telescopio Hubble.
Luego Luna las combina con textos herméticos de Hermes
Trismegisto que discuten si esta teoría es un acercamiento a las escritas en la
antigüedad. La existencia de esos textos se estima antes de la época de los
faraones en Egipto y en ellos se encuentran los siete principios descritos en
uno de sus libros, el Kybalión, que pueden anteceder miles de años a la física
cuántica actual. El resultado de este diálogo es una imagen de ensoñación donde
se une el pasado con el presente, en un entramado complejo de pensamiento y de
tiempos. La muestra invoca un pensamiento que requiere que el espectador se
detenga más allá de una lectura rápida de las obras.
En la muestra de Luna, las bifurcaciones están conectadas
por medio de los hallazgos y pistas que encontramos en los caminos. Imágenes de
la historia del arte y frases de la física cuántica convergen en una obra que
se encuentra en el camino de la derecha, donde aparece la imagen de la
Aguadora, del pintor colombiano José Manuel Groot, un animal mitológico y un
fragmento de un poema de Federico García Lorca.
Si tomamos a la izquierda, en la ruta se halla una pintura
que contiene una referencia al libro El mundo de los muertos o existen otras
posibilidades donde la palabra, las frases, los materiales empleados pueden
conducirnos a una lectura que el artista ha tejido con filigrana. En la
exposición también descubrimos unas láminas simulando un libro, donde se leen
palabras luna marfil / orbe / saeta /, es como si estas palabras aleatorias nos
invitaran a cruzar el espejo y descifrar el enigma. Lo importante es encontrar
las intersecciones que muchas veces nos dejan en la incertidumbre, así sigue
abierta la posibilidad de que otra vía nos dará respuestas o realizará una
interferencia en nuestras vidas. En otras alternativas podemos enriquecer la
obra con nuevas miradas y lecturas.
Luna está inmerso en el estudio de los planteamientos de la
física cuántica, teoría en la que es posible que podamos viajar a través del
tiempo, atravesar paredes, estar en el mismo sitio en el mismo instante, en que
nuestra comunicación puede ser telepática. Desde su aproximación a estos
planteamientos el artista se acerca al jardín de Borges: “Creía en infinitas
series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes,
convergentes y paralelos”. En uno de esos tiempos tal vez podemos encontrar y
sentir ese Aleph que buscan los artistas y alquimistas. El artista explora
redes que cuestionan las casualidades y dan paso a las sincronías que revelan
los cientos de conexiones que pueden ocurrir en un segundo en el universo.
Con todo el bagaje intelectual, la sabiduría e
interdisciplinariedad, la expansión del arte, y con una trayectoria en la que
Luna ha trabajado por más tres décadas ininterrumpidamente, podemos afirmar que
el viaje está implícito en su ADN, lo que hace que su obra se vuelque hacia lo
ambivalente, lo desconocido, lo por llegar. Luna nos lleva por trayectos, no
solo hacia lugares físicos, sino también hacia un conocimiento intangible. Su
práctica deviene en el viaje, logra crear poéticas y metáforas de diversos
acontecimientos en donde se encuentran de manera tácita unos recorridos
imaginarios, reales, de cruce de tiempos, de mezcla de técnicas. En sus viajes
se comprueba que el Sol y las estrellas están hechos de la misma materia que la
Tierra. Por medio de la conexión del arte con otras disciplinas, ¿el espectador
transita la obra y se adentra en las teorías del origen y la interconexión de
las partículas? El universo que deja de ser esa gran máquina con un
funcionamiento específico, como lo plantearon algunos científicos, para pasar a
algo indeterminado en los tiempos de lo cuántico.
Luna está ligado a una tradición artística diversa, como él
mismo lo manifiesta. Entre los artistas que lo han marcado se encuentran el
Bosco, Francisco de Goya y Kurt Schwitters. Con este último ligó su práctica
para realizar la Catedral, donde cada día él y otros artistas hacían una intervención
en la instalación. Entre los filósofos más influyentes en su obra está
Wittgenstein, de quien admira la incertidumbre como paradoja que surgió después
de terminar su Tractatus logico-philosophicus, libro en el que pretende
explicar el funcionamiento de la lógica y que lo llevó a cuestionarlo, pues las
estructuras no siempre se rigen a partir de esta. Además le apasiona la lectura
de libros herméticos y la espiritualidad persa. De la mano de escritores que lo
han acompañado en su trayectoria, como Borges, Luna atraviesa estas fuentes,
las combina, las interpreta, las manipula, crea sus propias versiones con la
libertad y erudición con las que juega. Sus vivencias en los viajes, su
familia, el taller en Villa de Leyva, la filosofía y la literatura tejen su
obra. Sus mundos son impredecibles, profundos, sorprendentes y con su trabajo
comparte y nos invita a vivir en cada uno de ellos, en los físicos, virtuales o
en realidades aumentadas, como lo viene trabajando en una de sus series.
El artista abre los cerrojos, cruza el tiempo, su
imaginación se desborda con los relatos, diagramas alquímicos, mapas de rutas,
teorías del universo. Su afinidad con los planteamientos de la física cuántica
lo lleva a explorar universos donde todo es posible, todo puede convivir y todo
se conecta. En su Jardín congrega, multiplica la imagen, la invierte, la
agranda o la disminuye como si estuviera en un espejo, modula diversas
prácticas artísticas para trascender lo particular y hacer habitables los
espacios circundantes, incluso por un instante.
Fuente: El Espectador - Colombia
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