jueves, 1 de julio de 2010

Café Tortoni



Es el café en funcionamiento más antiguo de la ciudad. Las mesas de mármol y madera, las fotos viejas de las paredes, su menú tradicional, los mozos y la clientela porteña lo convierten en el arquetipo del bar de Buenos Aires.



Desde principios del siglo XX, el Tortoni recibe artistas, políticos y oficinistas del Centro. Entre otros, lo frecuentaron Jorge Luis Borges, Luigi Pirandello, García Lorca, Julio Cortázar, Arturo Rubinstein, Carlos Gardel. En el interior, cuadros, poemas y bustos cuentan la historia del bar.





En su fachada lucen placas: conmemorativas, de agradecimientos y nombramientos. Una marquesina de hierro forjado con gruesos cristales resguarda las puertas de acceso; un letrero con el fondo rojo hace resaltar la tipografía original del anunciado. En su interior, mantiene orgulloso, los antiguos decorados de la época. Las viejas mesas, preferidas por los escritores, como distingue una placa de metal: ¡si las mesas hablasen! Mientras degustaba un sorbo de café, una pregunta cruzó por mi mente ¿Quién se sentó en esta mesa? Jugando con la imaginación, elegí una mesa al azar para que me comentara la visión de una hipotética escena, un día cualquiera.



“Al fondo, está Borges deambulando pensativo entre las mesas, de una tertulia a otra. En su mano un vaso con su bebida preferida: una “Indian Tonic Cunnington”, recuerda:”Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de Biblioteca”. El rasgueo de una guitarra acompaña a García Lorca, que recita aquello de “Córdoba, lejana y sola…”. Más allá, contrariado, Ortega y Gasset piensa:“El que no pueda lo que quiera, que quiera lo que pueda”. Solitario, entre penumbras, Pirandello recuerda las palabras que le dirigió Borges:“Famoso escritor italiano, tal vez único, que ha sabido encender, en la página y en la escena contemporáneas, la perplejidad metafísica de gran estilo”.

En una mesa cercana, Valle Inclán le cita a su interlocutor: ” La ética es lo fundamental de la estética”, y Unamuno le responde: “Hay que buscar la verdad, y no la razón de las cosas, y la verdad se busca con humildad”




El origen

Se sabe que fue inaugurado en 1858, pero existen dos versiones respecto al porqué de su nombre: una de ellas dice que un inmigrante francés de apellido Touan lo había establecido en la esquina de Rivadavia y Esmeralda, nombrándolo Tortoni dado que así se llamaba un establecimiento del Boulevard des Italiens donde se reunía la elite de la cultura parisina del siglo XIX. Es llamativo que el escritor francés Stendhal (Henri M.Beyle) en su novela Rojo y Negro, de 1830, menciona la existencia de un café Tortoni en París.La otra versión, afirma que fue un tal Oreste Tortoni quien habría establecido el café sobre la calle Defensa al 200. Uno de los últimos dueños del Tortoni, el señor Fanego, está a favor de la primera versión y afirma que la segunda nació de un error de un articulista de un folleto publicitario de uno de los proveedores, que inventó al tal Oreste Tortoni. Sin embargo Enrique Puccia, historiador de Buenos Aires, descubrió que efectivamente existió una guía de la ciudad donde aparece el Café Tortoni en Defensa al 200. No obstante, el Gran Mapa Mercantil de la Ciudad de Buenos Aires, editado en 1870, por Rodolfo Kratzenstein lo ubica en Rivadavia y Esmeralda con Monsieur Touan como propietario.



Lo cierto es que en 1880 fue trasladado a su lugar actual, donde anteriormente se encontraba el denominado Templo Escocés de Buenos Aires, pero su entrada era por la calle Rivadavia. A partir de 1898 tuvo su entrada principal por Avenida de Mayo, (que había sido inaugurada en 1894), y la fachada fue realizada por el arquitecto Alejandro Christophersen. A finales del siglo XIX el café es comprado por otro francés, Celestino Curutchet, que habitaba en los altos del café.



En el café funcionó La Peña, inaugurada en 1926, que fomentó la protección de las artes y las letras hasta su desaparición, en 1943, y que era capitaneada por Benito Quinquela Martín. Esta peña había nacido en el café La Cosechera (calle Perú y Avenida de Mayo), trasladándose luego a las mesas del Tortoni. Como con el tiempo el lugar quedó chico, Curutchet ofreció la bodega de vinos para que se pudieran reunir con más comodidad, trasladando la vinería a otro lugar. Así la sede de la peña, a la que autodenominaban Agrupación Gente de Artes y Letras, se inauguró el 24 de mayo de 1926, y realizó tareas de difusión cultural mediante conciertos, recitales, conferencias, debates, etc. Entre los asistentes se encontraban Alfonsina Storni, Baldomero Fernández Moreno, Juana de Ibarbourou, Arthur Rubinstein, Conrado Nalé Roxlo, Ricardo Viñes, Roberto Arlt, José Ortega y Gasset, Jorge Luis Borges, y Molina Campos entre otros. Las mesas vieron pasar figuras de la política como Lisandro de la Torre, Ernesto Palacio y Marcelo Torcuato de Alvear; figuras populares como Carlos Gardel (quien cantó una vez un tango en homenaje al autor italiano Luigi Pirandello, que acababa de dar una conferencia en La Bodega) y Juan Manuel Fangio; prestigiosas figuras internacionales como Albert Einstein y Federico García Lorca; y jefes de Estado como Juan Carlos de Borbón.[2]

Cuando la agrupación cerró en 1943, se aprovechó lo recaudado por la venta de los muebles (entre ellos un piano Steinway en el que tocaron Arthur Rubinstein, Alejandro Brailowsky, Lía Cimaglia Espinosa y Héctor Panizza) para obtener el granito con el cual Luis Perlotti creo el monumento a Alfonsina Storni en Mar del Plata, comprar amoblamiento para el recreo en el Tigre donde muriera Leopoldo Lugones y eregir un monumento a la memoria de Fernando Fader, en Mendoza.


Galeria Fotografica







































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