Fernando Báez
Universidad de los
Andes
"Yo soy un lector, simplemente. A mí no se me ha
ocurrido nada.
Se me han ocurrido fábulas con temas filosóficos,
pero no ideas filosóficas..."
(J. L.B.)
Cada año hago la promesa de evitar escribir conmemoraciones
o necrologías sobre autores o amigos queridos. Es, por supuesto, una promesa
retórica, porque siempre encuentro oportunidades para contradecirme, y este
año, que es el centenario de Jorge Luis Borges (1899-1986) siento que tengo una
excusa perfecta para ser infiel a mis propósitos y rendir un pequeño homenaje a
este argentino, pero un homenaje particular, porque es un replanteamiento de
unas de sus lecturas favoritas. Hablo de Fritz Mauthner, cuyo Diccionario de la Filosofía confesó Borges,
en una reseña aparecida en el número 73 de 1940 de la revista Sur, que era uno
de los cinco libros más anotados y releídos por él.
En El idioma de los argentinos (1928) citó por vez primera a
Mauthner en estos términos: "No hay que pensar en la ordenación de ideas
afines. Son demasiadas las ordenaciones posibles para que alguna de ellas sea
única. Todas las ideas son afines o pueden serlo. Los contrarios lógicos pueden
ser palabras sinónimas para el arte: su clima, su temperatura emocional suele
ser común. De esta no posibilidad de una clasificación psicológica no diré más:
es desengaño que la organización (desorganización) alfabética de los
diccionarios pone de manifiesto. Fritz Mauthner (Wörterbuch der Philosophie,
volumen primero, páginas 379-401) lo prueba con lindísima sorna". El 30 de
abril de 1937, en la revista "El Hogar", reiteró que junto con
Schopenhauer y Lidell Hart, la obra de Mauthner le causaba un goce ejemplar.
Una nota del ensayo "La biblioteca total", aparecido en el número 59
de Sur de agosto de 1939, expone: "Deussen y Mauthner hablan de una bolsa
de letras y no dicen que éstas son de oro...". Se refería a un pasaje de
Cicerón, en el que este autor señalaba que no sabía si arrojándose en un bulto
innumerables caracteres de oro con las 21 letras del alfabeto podría la
causalidad hacer que se armasen los Anales de Ennio.
Hay más todavía. En la reseña ya citada de 1940, Borges
calificó de admirable la obra de Mauthner y tradujo una frase del tercer
volumen: «Parece que los animales no tienen sino oscuros presentimientos de la
sucesión temporal y de la duración. En cambio, el hombre, cuando es además un
psicólogo de la nueva escuela, puede diferenciar en el tiempo dos impresiones
que sólo estén separadas por 1/500 de segundo...» Entre los libros consultados
para escribir su ensayo "La doctrina de los ciclos" (ver Historia de
la eternidad) destacó el Wörterbuch der Philosophie", en una edición de
Leipzig de 1923, y hay en el mismo ensayo una explicación interesante: "Escribió
Nietzsche: «No anhelar distantes venturas y favoires y bendiciones, sino vivir
de modo que queramos volver a vivir, y así por toda la eternidad. Mauthner
objeta que atribuir la menor influencia moral, vale decir práctica, a la tesis
del eterno retorno, es negar la tesis --pues equivale a imaginar que algo puede
acontecer de otro modo. Nietzsche respondería que la formulación del regreso
eterno y su dilatada influencia moral (vale decir práctica) y las cavilaciones
de Mauthner y su refutación de las cavilaciones de Mauthner, son otros tantos
necesarios momentos de la historia mundial, obra de las agitaciones
atómicas..." En la primera postdata de "Las kenningar" (ver
Historia de la eternidad) volvió a citar a Mauthner: "Mauthner observa que
los árabes suelen derivar sus figuras de la relación padre-hijo. Así: padre de
la mañana, el gallo; padre del merodeo, el lobo; hijo del arco, la flecha;
padre e los pasos, la montaña...". En una reseña de una historia de la
literatura alemana en 1943, sentenció: "La tradicional exclusión de
Schopenhauer y de Fritz Mauthner me indigna, pero no me sorprende ya: el horror
de la palabra filosofía impide que los críticos reconozcan, en el Woerterbuch
de uno y en los Parerga und Paralipomena de otro, los más inagotables y
agradables libros de ensayos de la literatura alemana".
En el prólogo de Artificios, fechado en 1944, Borges
comparó, como uno de sus autores predilectos, a Mauthner con De Quincey,
Stevenson, Chesterton, Shaw y León Bloy. La admiración no desapareció con el
tiempo, hecho nada raro en un relector como lo era él, y en "El idioma
analítico de John Wilkins" (ver Otras inquisiciones) escribió que Mauthner
le fue imprescindible para elaborar la nota, con una variación: esta vez la
edición o el tomo utilizado fue de 1924. En el mismo ensayo expuso: "Las
palabras del idioma analítico de John Wilkins no son torpes símbolos
arbitrarios; cada una de las letras que las integran es significativa, como lo
fueron las de la
Sagrada Escritura para los cabalistas. Mauthner observa que
los niños podrían aprender ese idioma sin saber que es artificioso; después en
el colegio, descubrirían que es también una clave universal y una enciclopedia
secreta". En "Historia de los ecos de un nombre" (también
incluido en Otras inquisiciones) escribió: "...no toleramos que al sonido
de nuestro nombre se vinculen ciertas palabras. Mauthner ha analizado y ha
fustigado este hábito mental". La Revista Sur, en sus número 209-210, marzo-abril
de 1952, transcribió las palabras de Borges ante la bóveda de Macedonio Fernández
y hay una frase que no puede pasar ignorada en este ensayo: "Yo pasaba los
días leyendo a Mauthner o elaborando áridos y avaros poemas de la secta, de la
equivocación ultraísta". Esa confesión es casi un ars vitae.
En una estupenda charla que sostuvo con James E. Irby
definió a Mauthner: "Es un judío, de origen checo, que vivió a fines del
último siglo. Publicó algunas novelas muy malas, pero sus textos filosóficos
son excelentes. Es un escritor espléndido, muy irónico, cuyo estilo recuerda al
siglo XVIII. Creía que el lenguaje sólo sirve para ocultar a la realidad o para
una expresión estética. Su diccionario de la filosofía, uno de los libros que
he consultado con placer, es en verdad una colección de ensayos sobre temas
diferentes, como el alma, el mundo, el espíritu, la conciencia, etc. La parte
histórica también es buena: Mauthner era un erudito. Hace algunos chistes muy
buenos. Habla, por ejemplo, del verbo alemán stehen (en inglés to stand) que no
tiene equivalente preciso en francés o en español, donde hay que decir etre
debout o estar de pie, que no son la misma cosa. Pero entonces observa qye
tanto en francés como en español deberían conocer el concepto de stehen, porque
de lo contraría se caerán al suelo" (Entrevista con Borges, Revista de la Universidad de México,
vol. 16, nro. 10, México, junio de 1962, pg. 9). Otro comentario sobre Mauthner
está en una conversación con Jean De Milleret: "Mauthner dice que en ese
libro (habla de la Crítica
de la Razón Pura)
Kant escribe con una asombrosa sequedad, pero encontré más sequedad que
asombro; las frases son demasiado largas" (Entretiens avec Jorge Luis
Borges, París, Belfond, 1967, p. 27). En Atlas (1984) hay un texto titulado
"Ars Magna", donde Borges recordó por última vez a su autor querido:
"Mauthner observa que un diccionario de la rima es también una máquina de
pensar", frase que casi textualmente repite una empleada en un artículo
sobre Raimundo Lulio y su máquina de pensar, publicado en "El Hogar"
el 15 de octubre de 1937: "Agudamente anota Fritz Mauthner --Wörterbuch
der philosophie, volumen primero, página 284-- que un diccionario de la rima es
una especie de máquina de pensar...".
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"No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente
inútil.
Una doctrina filosófica es al principio una descripción
verosímil del universo; giran los años y es un mero capítulo
—cuando no un párrafo o un nombre— de la historia de la
filosofía"
(J.L.B.)
La pasión de Borges por Mauthner ha sido completamente
desestimada, como lo advirtió con audacia Enrique Anderson Imbert en "El
éxito de Borges" (texto inserto en su libro El realismo mágico y otros
ensayos): "Se buscan coincidencias entre Borges y Lévi-Strauss, Foucault,
Todorov, Barthes o Steiner en vez de señalar que la fuente filosófica de Borges
fue el viejo Wörterbuch der Philosophie de Fritz Mauthner". No imagino las
causas de tal elusión, pero sí sé que una obra tan feliz como La filosofía de
Borges de Juan Nuño llega al escamoteo de una cita a pie de página. La única
biografía que hace mención de Mauthner es la de Emír Rodríguez Monegal (Borges.
Una biografía literaria), que es la más cuestionable de todas. En el caso de
las entrevistas, sólo hay comentarios en las que le hicieron J. Irby y
Milleret. Hasta la fecha, el único aporte que resguarda, analiza e historia la
influencia de Mauthner sobre el argentino es un estupendo ensayo de Silvia G.
Dapía, aún sin versión castellana. Su libro, Die rezeption der Sprachkritik
Fritz Mauthner im Werk von Jorge Luis Borges (Böhlau, 1993), austero, erudito,
magníficamente dispuesto, rescata el enorme tejido de relaciones existente
entre Mauthner y Borges. Restituir el trasfondo de esa obra en este breve
ensayo, aun cuando sólo sea en forma breve, creo, permitirá abrir un camino
que, entre nosotros, constituiría una aproximación indispensable e inusual.
Fritz Mauthner no fue, y creo justa la aclaración, un autor
menor. Cuando Borges lo leyó ya disfrutaba de gran fama. Había nacido el 22 de
noviembre de 1849 en Horice, Bohemia, hijo de Emmanuel y Amalia Mauthner. Novelista,
poeta satírico, dramaturgo, crítico teatral y filósofo, durante 1876 y 1905
escribió críticas memorables para Berliner Tageblatt, que le ganaron renombre
por su agudeza y estudio de las estructuras verbales de las piezas montadas en
los teatros alemanes. Su concepción como dramaturgo fue pobre y se redujo a
Anna (1874), una obra sobre el universo de la intimidad. Como novelista, quiso
ofrecer retratos del lenguaje y costumbres de su época y aprovechó situaciones
históricas para simbolizar el caos dilatado de su país. Fue autor de Die
Sonntage der Baronin (1881), Der neue Ahasver (1882), Der letzte Deutsche von
Blatna (1887), Die Fanfare (1886), Schmock (1888), Geisterseher (1894). Una de
sus novelas fue un policial, Kraft (1894), cuyo misterio envolvía un acertijo
lingüístico. Otra fue una novela histórica, Xantippe (1884), visión de Sócrates
a través de su histérica mujer. Al comenzar el siglo XX, dejó, sin mayores
explicaciones, de escribir relatos y se entregó a la pasión de la filosofía. No
dió excusas para su cambio de marcha; bajo el signo de Kant, Nietzsche y
Schopenhauer, en 1901 publicó Beitraege zu einer Kritik der Sprache; en 1910,
Wörterbuch der Philosophie en dos tomos; en 1920, Der Atheismus und seine
Geschichte im Abendlande, enciclopedia sobre la historia del ateísmo en
occidente en cuatro volúmenes que apareció hasta 1923.
W.M.Urban ha escrito ya que "el lenguaje es el último y
el más profundo problema del pensamiento filosófico". J.M. Briceño
Guerrero, en El origen del lenguaje, apoya esta tesis señalando que "la
estructura del conocimiento es lingüística". Mauthner, escéptico, lo
sabía: pionero con voluminosos estudios, puso de manifiesto que la realidad de
la filosofía es, esencialmente, lingúística. Su definición de la filosofía era
bastante clara: "Philosophie ist kritische Aufmerksamkeit auf die
Sprache". De ahí que Silvia G. Dapía prefiera en su texto ignorar
cualquier otra vertiente de influencia de Mauthner sobre Borges que no sea la
demostración, en 8 relatos fundamentales, del uso de una interpretación crítica
del lenguaje como tema. En "Pierre Menard, autor del Quijote",
encontraríamos la interpretación temporal del lenguaje; en "Tlön, Uqbar,
Orbis Tertius" estaría presente la Sprachkritik de Mauthner, por la discrepancia
entre lenguaje y realidad; en "Emma Zunz" se expondría la Wortaberglaube o
superstición de la palabra, creencia que respaldaría la existencia de una
palabra por la existencia de un objeto; en "Tema del traidor y del
héroe" se impondría el mismo aspecto; en "Tigres azules" estaría
la tesis mauthneriana de la insuficiencia lógica del lenguaje; en "El
otro", se vindicaría la naturaleza metafórica de todo lenguaje; en
"El inmortal" se defendería el poder arquetipal sobre los procesos
mentales individuales y en "El Congreso", el relato más ambicioso de
Borges, se probaría la arbitrariedad de los sistemas de clasificación
lingüística.
Alguna vez Borges admitió que no era filósofo ni metafísico,
sino un explorador de las posibilidades literarias de la filosofía. En algún
punto, esa exploración incluyó los prodigios de Plotino, Berkeley,
Schopenhauer, Hume, Spinoza, Russell: gracias a Dapía, sabemos que tal vez
Fritz Mauthner fue el centro de todas sus búsquedas.
1996
Postdata de 1999. Como dato curioso, debo mencionar que una
de las primeras ediciones en lengua europea de la obra de Mauthner fue en
español. La edición en cuestión tuvo por título Frederico Mauthner.
Contribuciones a una crítica del lenguaje; salió en Madrid en 1911 y la
versión, un tanto distraída, fue de José Moreno Villa. Ignoro si Borges conoció
esta versión.
(*) Conferencia dictada en la Facultad de Humanidades y
Educación en noviembre de 1999.
Fernando Báez. Asesor de Medios del Rector de la Universidad de Los
Andes. Autor de "Alejado" y "El Tractatus Coislinianus".
Fuente : Espéculo. Revista de estudios literarios.
Universidad Complutense de Madrid
El URL de este documento es
http://www.ucm.es/info/especulo/numero19/borg_mau.html
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