Muchas veces la literatura favorece la profundización de
temáticas teóricas. En otras oportunidades son los conceptos teóricos los que
iluminan la apreciación de obras literarias. A continuación el ensayo final
para un ramo de Literatura y Psicoanálisis.
“Pedro Leandro Ipuche ha escrito que Funes era un precursor
de los superhombres, un Zarathustra cimarrón y vernáculo”, narra Borges en el
cuento “Funes, el memorioso”, publicado por primera vez en 1951. Ireneo Funes a
los 19 años habría sido arrojado por un caballo a medias domado, quedando
tullido sin remedio y, además, con una curiosa secuela: “Al caer perdió el
conocimiento; cuando lo recobró, el presente era su percepción exacta del
tiempo, su memoria casi intolerable de tan rico y tan nítido, y también las
memorias más antiguas y más triviales…Nosotros de un vistazo percibimos tres
copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende
una parra” [1]. De ahí en adelante el protagonista se atrevía a asegurar: “Mis
sueños son como la vigilia de ustedes…mi memoria, señor, es como un vaciadero
de basuras”. Incapaz de pensar, de concebir ideas abstractas, generales; Funes
“no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las
veces que la había percibido o imaginado…le molestaba que el perro de las tres
y catorce (visto de perfil), tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y
cuarto (visto de frente)”.Para Borges, Funes no generaba pensamientos ya que
“pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado
mundo de Funes no había sin detalles, casi inmediatos”.Un ser tal, fue imaginado
primero por Friedrich Nietzsche en “Sobre la Utilidad y los Perjuicios
de la Historia
para la Vida”,
desde quien (no me cabe ninguna duda) Borges ha extraído a su protagonista.
Cito ampliamente:
“Imaginemos el caso extremo de un hombre que careciera de la
facultad de olvido y estuviera condenado a ver en todo un devenir: un hombre
semejante no creería en su propia existencia, no creería en sí, vería todo
disolverse en una multitud de puntos móviles, perdería pie en ese fluir del
devenir; como el consecuente discípulo de Heráclito, apenas se atreverá a
levantar el dedo. Toda acción requiere olvido: como la vida de todo ser
orgánico requiere no solo luz sino también oscuridad. Un hombre que quisiera
constantemente sentir tan solo de modo histórico sería semejante al que se
viera obligado a prescindir del sueño o al animal que hubiera de vivir
solamente de rumiar y siempre repetido rumiar. Es, pues, posible vivir y aun
vivir felizmente, casi sin recordar, como vemos en el animal; pero es del todo
imposible poder vivir sin olvidar. O para expresarme sobre mi tema de un modo
más sencillo: hay un grado de insomnio, de rumiar, de sentido histórico, en el
que lo vivo se resiente y, finalmente, sucumbe, ya se trate de un individuo, de
un pueblo, o de una cultura”…“He aquí la tesis que el lector está invitado a
considerar: lo histórico y lo ahistórico son igualmente necesarios para la
salud de los individuos, de los pueblos y de las culturas” [2].
El pensar a Funes desde una mirada freudiana, nos permite
señalar un punto conflictivo en el pensamiento de Freud referente al rol de la
memoria, el recuerdo y el olvido en el aparato psíquico. Un punto de partida
que permite desarrollar (al menos) dos argumentos.
Freud escribe en su Proyecto de Psicología para Neurólogos (de
1895): “Cualquier teoría psicológica atendible tiene que brindar una
explicación de la memoria” [3]. Tempranamente en su obra, entonces, rescata el
rol de la memoria como elemento fundamental a incorporar a cualquier teoría
sobre lo psíquico.
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Una forma de leer el cuento desde lo freudiano es que Funes
y su capacidad no se inscriben en un ámbito extrapsicoanalítico, sino que más
bien en un terreno que se aproxima a su ideal y su objetivo en términos de
cura. Mucho del psicoanálisis resuena, desde cierta lectura de un Freud
investigador y arqueólogo, en esa posibilidad, esa aspiración por recordar; por
colmar eso que está vaciado y oculto por la desmemoria, la represión o por
recuerdos encubridores. Freud aspira en amplios momentos de su obra, a jugar al
detective y recolectar pieza por pieza las evidencias tangibles de la memoria,
de la reconstrucción arqueológica, histórica de sus casos, de la recreación del
pasado y traspaso en imágenes lúcidas y claras sobre la memoria histórica
subjetiva.
En “Recordar, Repetir y Reelaborar” [4], Freud indica sobre
su técnica:
“[Su meta] ha permanecido idéntica. En términos
descriptivos: llenar las lagunas del recuerdo; en términos dinámicos: vencer
las resistencias de represión…[El médico]Se dispone a librar una permanente
lucha con el paciente a fin de retener en un ámbito psíquico todos los impulsos
que él querría guiar hacia lo motor,- y si consigue tramitar mediante el
trabajo del recuerdo algo que el paciente preferiría descargar por medio de una
acción, lo celebra como un triunfo de la cura.”
Reitera en sus “Conferencias de Introducción al
Psicoanálisis”[5]:
“Dijimos que la tarea del tratamiento psicoanalítico puede
condensarse en esta fórmula: trasponer en conciente todo lo inconciente
patógeno. Ahora quizá les asombre enterarse de que esa fórmula puede
sustituirse también por esta otra: llenar todas las lagunas del recuerdo del
enfermo, cancelar sus amnesias. Es que vendría a significar lo mismo”. Funes
refleja una “desrepresión”, una clara elucidación. Al recordar todo, Funes se
convierte en el sujeto que habría cursado, por así decirlo, una “cura completa”,
ideal. Pero Freud fluctúa, abre sendas y permite lecturas y énfasis diferentes,
no del todo concordantes con lo que aquí se formula.
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En “La
Interpretación de los Sueños” [6], Freud plantea que no se
propone analizar el sueño, sino que “el relato del sueño”. Específicamente la
diferencia entre un relato del sueño y otro posterior entregado por el enfermo.
En la fisura del relato, el error, el olvido; ahí aparece el inconciente. En el
desmoronamiento de la memoria histórica surge el inconciente, el síntoma,
brindando su particularidad, su peculiaridad.
“Uno aprende que no todo cuanto considera olvidado lo está
en efecto [7]”. Para Freud, sólo se recuerda lo olvidado y sólo se olvida
aquello de lo cual fuimos concientes en algún momento, en algún punto recóndito
e impreciso de la historia, en algún punto ya irrecuperable de lo histórico y
sus evidencias positivas, evidentes y directas. Un personaje memorioso no
recuerda porque nada olvida. Es sólo conciencia absorta en sí misma.
Funes nada tiene que ver, en realidad, con el recuerdo ni el
pensamiento. De hecho Funes nada recuerda: sólo posee memoria histórica, es
memorioso. En Funes no existe síntoma posible, no hay cabida al lapsus, el
error, el sueño (sus sueños son como la vigilia de alguien normal), no hay
olvido, ni recuerdos encubridores, no hay repetición ya que todo es distinto a
todo, nada es igual a nada; no hay resquicio por donde pueda discurrir el
sujeto. Es un no-sujeto. El recuerda cada detalle de su infancia (en términos
neurológicos eso sería una hipermnesia retrógrada y anterógrada absoluta), no
existe aquello que constituye al sujeto, no existe represión primaria ni
cualquier otra. No hay inconciente, ya que todo el bagaje de su historia se
encuentra disponible con lujo de detalles sin alteración, sin condensación ni
desplazamiento. No solo olvida olvidar, sino que recuerda toda su vida como si
la estuviera sintiendo a cada momento, recreable a voluntad. Podría ser, sin
duda, un capítulo más en el “Libro de los Seres Imaginarios” [8] de Borges,
pero sujeto no podría ser.
El Freud de “Recordar, Repetir y Reelaborar” también
afirmaría [9]:
“El olvido de impresiones, escenas, vivencias, se reduce las
más de las veces a un «bloqueo» de ellas. Cuando el paciente se refiere a este
olvido, rara vez omite agregar: «En verdad lo he sabido siempre, sólo que no me
pasaba por la cabeza»”
Sólo lo olvidado puede ser recordado. Lo que no se puede
recordar jamás es aquello de lo cual nunca fuimos concientes, lo reprimido primariamente.
En conclusión, se confirma desde el Psicoanálisis la tesis
Nietzscheana. Sólo olvidar habilita el recuerdo; la memoria por sí sola tiende
a su propio exceso, a una saturación indeseable de lo histórico. Sin embargo,
la memoria histórica se hace imprescindible: para el Psicoanálisis también es
relevante la búsqueda detectivesca, arqueológica de restos, despojos,
evidencias de lo psíquico anterior, con las cuales rastrear y elaborar, cual
trabajo arqueológico y que Freud mismo planteara como tal desde Die
Traumdeutung, de 1900 [10] .
En “Construcciones en el Análisis” Freud zanja los límites
de su célebre metáfora arqueológica:
“El objeto psíquico es incomparablemente más complicado que
el objeto material del exhumador, y que nuestro conocimiento no está preparado
en medida suficiente para lo que ha de hallarse, pues su estructura íntima
esconde todavía muchos secretos. Y en este punto termina nuestra comparación
entre ambos trabajos [Arqueología y Psicoanálisis], pues la principal
diferencia entre los dos reside en que para la arqueología la reconstrucción es
la meta y el término del empeño, mientras que para el análisis la construcción
es sólo una labor preliminar”.
El analista da cima a una pieza de construcción y la
comunica al analizado para que ejerza efecto sobre él; luego construye otra
pieza a partir del nuevo material que afluye, procede con ella de la misma
manera, y en esta alternancia sigue hasta el final” [11]. Sólo la continuación
del análisis puede decidir si nuestra construcción es correcta o inviable: “Y a
cada construcción la consideramos apenas una conjetura, que aguarda ser
examinada, confirmada o desestimada. No reclamamos para ella ninguna autoridad,
no demandamos del paciente un asentimiento inmediato, no discutimos con él cuando
al comienzo la contradice. En el curso de los acontecimientos todo habrá de
aclararse” [12]. Se aleja del análisis de la “verdad histórico-vivencial”
directa para dar curso a la asociación, para validarla como indicador de peso,
liberándose de la necesidad de recolección del dato “arqueológico”, giro
homólogo al que propondría al percatarse de que sus histéricas le mentían,
misma desilusión a sus intenciones de rescatar la presencia de lo que debió
siempre reelaborar, construir, recrear a partir de evidencia inicialmente
dudosa e inconexa; nunca llegando a la tangibilidad de lo histórico.
Para Borges pensar es olvidar, olvidar diferencias,
generalizar, abstraer; Igualar lo no-igual (según Nietzsche), otorgarle a la
perpetua ruptura y fragmentariedad de todo, continuidad y permanencia. Funes al
caer del caballo deja de ser sujeto, contemplando eternamente crin por crin,
hoja por hoja, la sucesión eterna de lo esencialmente singular, la diferencia
perpetua y radical, el funesto caos.
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BIBLIOGRAFÍA
Borges, J. L. 1999a. El Libro de los Seres Imaginarios.
Alianza Editorial. Madrid
Borges, J. L. 1999b. Funes el Memorioso, contenido en La Muerte y la Brújula. Emecé Editores. Buenos Aires.
Kuspit,
Donald. 1993. A
Mighty Metaphor: The Analogy of Archaeology and Psychoanalysis, contenido en
Sigmund Freud and Art. HNA Books. EEUU.
Freud. S, 1895. Proyecto de Psicología para Neurólogos.
Obras Completas de Sigmund Freud (Standard Edition, ordenamiento de James
Strachey) Extraído de versión electrónica Infobase.
Freud. S, 1900. La Interpretación de los Sueños. Obras Completas de
Sigmund Freud (Standard Edition, ordenamiento de James Strachey) Extraído de
versión electrónica Infobase.
Freud. S, 1901. Psicopatología de la Vida Cotidiana.
Obras Completas de Sigmund Freud (Standard Edition, ordenamiento de James
Strachey) Extraído de versión electrónica Infobase.
Freud. S, 1914. Recordar, Repetir, Reelaborar. Obras
Completas de Sigmund Freud (Standard Edition, ordenamiento de James Strachey)
Extraído de versión electrónica Infobase.
Freud. S, 1916-17. Conferencias de Introducción al
Psicoanálisis. Obras Completas de Sigmund Freud (Standard Edition, ordenamiento
de James Strachey) Extraído de versión electrónica Infobase.
Freud. S, 1937. Construcciones en el Análisis. Obras
Completas de Sigmund Freud (Standard Edition, ordenamiento de James Strachey)
Extraído de versión electrónica Infobase.
Nietzsche, F. 1874. Sobre la Utilidad y los Perjuicios
de la Historia
para la Vida.
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Citas
[1] Borges, J. L. 1999b
[2] Nietzsche, F. 1874. Capítulo 1, párrafo 3 y 4 (negrita
es del original)
[3] Freud, S. 1895
[4] Freud, S. 1914.
[5] Freud, S. 1916-17
[6] Freud,
S. 1900.
[7] Freud,
S. 1901
[8] Borges,
J. L. 1999a
[9] Freud, S. 1914
[10] Y rescatado explícitamente como tal, posteriormente. Por ejemplo: Kuspit, Donald. “A
Mighty Metaphor: The Analogy of Archaeology and Psychoanalysis”.
[11] Freud, S. 1937.
[12] Op. Cit.
Fuente : El ombligo del sueño
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