La Biblioteca
Nacional, Juan Sasturain y la sombra de Borges en Necronomicón, film de
homenaje al maestro del género
Diego Velázquez acaricia un gato imaginario. "Soltalo
sin mirarlo. Necesito que le digas tranquilo, Bal", detalla Marcelo Schapces
en pleno rodaje de la película que tan profundamente deseaba hacer hace varios
años y por fin se concretó: Necronomicón, el libro del infierno. Una vez que se
lograron los gestos exactos para la escena, el spray da brillo al pelo con un
mechón canoso de Luis, el bibliotecario protagonista, que con su ropa oscura,
pesada y húmeda tiene en sus brazos, ahora sí, al gato real. Acción.
Antes entró y salió algunas veces de la Librería Aquilanti
Juan Sasturain, preguntando a un Luis de muy pocas palabras y aún menos
paciencia, por una Biblia de hace varios siglos. Motivado por la amistad que lo
une al director, aceptó la invitación antes de saber que tendría que hacer casi
de él mismo, al interpretar a un hombre que entra en una librería a comprar un
libro. "La ficha del Necronomicón merece esta película. Evidentemente, a
Borges lo que le interesaba de Lovecraft es la condición misteriosa del texto
del Necronomicón. Mucho más que estrictamente la escritura lovecraftiana. Le
interesó el misterio", dice.
Ese libro apócrifo fue escrito por el poeta árabe Abdul
Alhazred en el 730, con el título de Al-Azif, haciendo referencia al ruido
nocturno de los insectos que denotaba el murmullo de los demonios. En varios
relatos del llamado Ciclo de Cthulhú, Lovecraft, de quien se cumplen en 2018 80
años de la muerte, ubicó uno de los pocos ejemplares existentes del
Necronomicón, el libro infernal en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Y a
partir de ese dato nace la leyenda que cuenta que el libro fue protegido por
Jorge Luis Borges cuando fue director de la Biblioteca y hasta le habría
confeccionado una ficha. Ficha que buscó, y claro que nunca encontró, el mismo
Schapces cuando apenas tenía quince años. Luego, se dice que el libro maldito
fue mudado en secreto a los sótanos del edificio actual en la calle Agüero.
En una Buenos Aires de pasado mañana, con un clima dislocado
por tormentas cada vez más subtropicales, los celulares han colapsado, las
manchas solares hacen que el mundo digital casi no funcione. Todo está podrido,
lleno de hongos. "Quien guarda el Necronomicón es un personaje que tiene
más de 400 años. El libro no debe ser destruido, pero tampoco debe ser abierto.
Y esta es la tensión de la película", adelanta Schapces.
El librero que interpreta Daniel Fanego está detrás de ese
libro. Mientras que Judith, el personaje de María Laura Cali está poseída por
los demonios que invaden la ciudad y termina convirtiéndose en un monstruo.
"Me interesó que el guión no es solo terror. Que el terror está construido
con una idea un poco más literaria, más racional que me permite
comprenderlo", reflexiona Fanego en el motor home.
Para reconstruir el universo de Lovecraft, el libro de los
muertos que se verá en la película lo creó el artista Aldo Requena, que
investigó, eligió una letra gótica de 1500. "Como se utiliza para hacer
sacrificios, el libro también tiene manchas de sangre verdadera. Para los
conjuros y las frases que están todos en latín, utilicé libros de conjuros,
donde se escriben exorcismos cristianos."
El elenco de esta película producida por Barakacine está
compuesto por Velázquez, Cali, Victoria Maurette, Nico García, Claudio Ferraro,
Claudio Martínez Bel y Claudio Da Passano, y cuenta con las participaciones de
Cecilia Rossetto, Daniel Fanego y Luppi.
El dibujante Salvador Sanz, que ya había ilustrado el cuento
"La llamada de Cthulhú", dice que siempre me interesa trabajar la
estética del horror pero sin que pierdan la elegancia. "Puede ser algo
medio desagradable, horrible, pero tienen que ser misteriosos." Sus
diseños en papel se animarán a través de una computadora.
Dice el director: "En nuestra sensibilidad de fans
tenemos cuidado de que el mundo Lovecraft no esté sobrepasado ni por la técnica
ni por la parodia. Es una película de miedo donde el universo de Lovecraft es
muy respetado".
Fuente : La Nación
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