Aquel inolvidable
encuentro con Borges
Por Pablo Quirós
Desde su local a dos cuadras del Congreso, Mario Lozano
intenta ofrecerle a sus clientes no sólo un buen corte de pelo sino también
hacerles pasar un buen momento, entre buena música y un marco donde el arte es
una forma de comunicarse.
Hay profesiones que se transmiten entre generaciones, como
si la herencia genética también incluyera el desarrollo y el deseo por mantener
una actividad que vimos en nuestros padres y nos marcó desde chicos. Esta
historia es la que podría definir la huella que definió don Ernesto Lozano, y
que siguió su hijo Mario que, al igual que su hermano, continuaron con la saga
familiar, aunque con una impronta distintiva, en la cual el arte y la música
tienen mucho que ver.
"Toda la vida tiene música hoy", es el título de
una canción de Luis Alberto Spinetta de los años '70. Y Mario, que siempre se
sintió atraído por la obra de este artista fundamental de nuestro rock, siguió
ese postulado como esencial en cada aspecto de su actividad como especialista
"en corte de pelo", más allá de la sofisticación en el cuidado
estético.
Pero la original historia de Mario se inicia allá por fines
de los años '50 en San Juan: "vengo de tradición de peluqueros, mi padre,
Ernesto lo era, pero casualmente también le gustaba cantar tangos y boleros.
Como premio a un festival que ganó, en 1958 vino a Buenos Aires para cantar
música española en radio El Mundo, y de paso, a probar suerte en su profesión,
pese a que allá le iba muy bien".
El pequeño Mario recuerda cómo su padre se ubicó en un local
de avenida de Mayo, y "nos trajo a todos, incluida mi mamá, que era
modista. Poco tiempo después, por 1967, a mi viejo le fue mejor con el corte de
pelo que con el canto, y se estableció en un local llamado La Taba, donde
atendía en un segundo piso por escalera, y le iba muy bien. Era un español con
mucho humor, un Olmedo más inocente, y muy humilde, que atendía tanto a
inmigrantes como a figuras como alguno de los Cinco Latinos, o actores como
Jorge Salcedo o Raúl Rossi y hasta a Facundo Cabral cuando era "el Indio
Gasparino".
Poco tiempo más tarde su padre, creó su propio local, la
Tijera Loca, donde tanto Mario como su hermano fueron ayudantes.
Mario remarca que "ya eran los '70, y se imponían el
brushing y otras novedades, yo me convertí en un especialista en los pelos
largos, que eran moda en esos años" y relata que "mi papá llegó a
tener cinco locales de la Tijera Loca, pero de a poco nos fuimos
independizando, y yo luego de casarme, abrí el local donde estoy ahora, en
Sarandí 15, a pasos del Congreso, hace más de 30 años".
Si bien su padre enfermó en los años '90, y tiempo después
falleció, la herencia quedó marcada en sus hijos, especialmente en Mario, que
dotó a su local de una magia muy especial, y con una escenografía en mobiliario
y paredes en las que caben desde posters, retratos y frases de grandes del arte
hasta un rinconcito en el que el cliente puede tomarse un café o un té mientras
espera, leer el diario, escuchar música o ver internet. Pero no solo eso. Mario
tiene una biblioteca con un centenar de libros, producto de una iniciativa del
gobierno de la Ciudad llamada "Leyendo Espero".
Apenas uno entra, una guitarra acústica cuelga en una pared,
enmarcada por cuatro fotos de cada uno de The Beatles, que Mario atesora de
aquel increíble Album Blanco de la banda. Fotos de Spinetta, Pappo, Goyeneche,
Troilo, Cerati, y dibujos de su propia figura realizados en distintas épocas
por artistas o amigos delatan que se respira sentimiento por el arte.
Este "fígaro trovador", como alguien lo definió y
él adoptó como una simpática definición, asegura amar lo que hace, y acerca de
su tarea, cree que "cortar el pelo es como hacer una escultura, lo siento
así" y considera que "mi mayor éxito es que la gente vuelva".
Casettes y CD's con
poemas y canciones
Casi a la par de su tarea al frente de sus tijeras, Mario
Lozano le puso empeño y sacrificio a su amor por el arte. Y así, pudo editar en
forma independiente y en producciones a pulmón, desde 1987 hasta ahora, cinco
cassettes y CD's en los que le pone la voz y la guitarra a poemas y canciones
de su propia cosecha y de otros artistas admirados, como Spinetta, Víctor
Manuel, Serrat o Atahualpa y hace un "Homenaje a la Lengua Hispana"
con obras de Machado, Hernández o García Lorca.
Influenciado en su adolescencia por el rock, y por creadores
como Spinetta, Pappo y Fito Páez, y por artistas como Vangelis, Genesis o Pink
Floyd, Mario reconoce que aprendió a respetar y querer el tango de grande, y
descubrió la obra de Piazzolla luego de los 30.
En "Convergencias" fusiona ritmos del rock, el
folklore y el tango junto al músico Rubén Segovia, y hasta se anima con un
tributo en "A Quinquela". Y en su versión más "heavy", en
un par de discos se encarga de las guitarras eléctricas y la programación
Julián Barrett, músico de Adrián Barilari.
Aquel inolvidable
encuentro con Borges
No es inusual pasar algún jueves frente a la peluquería de
Mario Lozano, y toparse con una tertulia en la que haya amigos haciendo música
informalmente. Mario comenta que "tengo unos amigos que bailan tango, y yo
a veces me siento con la guitarra y ensayo afuera en la vereda. Por suerte, con
frecuencia encuentro buenos espacios para mostrar mi música en distintos
barrios" y detalla que "en mis canciones intentó hablar de amor,
sueños, expectativas y situaciones personales".
Lozano, separado, con dos hijos talentosos dedicados a la
música y al cómic, reconoce que ya el fútbol no lo entusiasma, pese a su
corazón riverplatense, y no duda al asegurar que The Beatles le cambiaron la
vida. También enumera con entusiasmo a algunos habitués famosos de su local,
como Dalmiro Sáenz, Pino Solanas, Rimoldi Fraga o el ya fallecido Emilio
Villanueva, de los Memphis.
Pero un
recuerdo imborrable lo constituye su casual encuentro con Jorge Luis Borges.
Según Mario, "yo estudiaba canto con una profesora del Colón, y al llegar
a su casa, mientras esperaba que me abran, se bajan de un coche Borges y un
ayudante. Me abrieron, y mientras compartíamos el ascensor, tímidamente le
dije: 'Maestro, ¿puedo darle la mano?, lo admiro mucho aunque reconozco no ser
un gran lector suyo'. Y Borges, con ese tono tan particular suyo, me responde:
'Será que yo todavía no aprendí a escribir para usted'. Me mató".
Fuente : Diario Popular
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