Entre los muchos "otros" Borges que el autor se
encargó de desplegar en su notable obra, reencontrándose y volviéndose
extraviar en sueños y laberintos metafísicos, existió el poeta joven, vivaz,
rebelde y osado, atraído por la bohemia, la experimentación literaria de la
vanguardia europea y las ideas socializantes de la época.
Por Jorge Boccanera
No se trata sólo de un asunto escasamente frecuentado por la
crítica -con excepciones como la del escritor peruano Carlos Meneses, autor del
libro "El primer Borges"- sino que fue el propio Borges el encargado
de omitir esta etapa de su vida, corrigiendo o suprimiendo sus primeros ensayos
y libros de poesía, mucho de lo escrito en Europa y de algunos libros
publicados en los años '20, como "Fervor de Buenos Aires" y
"Luna de enfrente".
El tamiz del autor de "Cuaderno San Martín" no
sólo dejó por fuera de su obra pasajes que evaluaría luego dentro de un
"falso" color local y "mitología del arrabal" -una
escenografía de patios, calles, barrios, naipes, mate curado, el almacén rosado
y la guitarra- y sus poemas iniciales alineados con el movimiento Ultraísta
español, sino además sus convicciones, sus amigos y sus experiencias de vida.
Ese Borges adolescente, estudiante de bachillerato en
Europa, que viaja con su familia por Francia, Inglaterra y Alemania y queda
anclado en Suiza por el estallido de la Primera Guerra permanecerá en el Viejo
Continente hasta 1921, conmovido por la Revolución Rusa y las escuelas
innovadoras de poesía.
Cuando a fines de 1918 se desplace a España, donde vivirá
dos años intensos, ya está imbuido de una corriente estética poderosa, el
expresionismo alemán, y le falta poco para convertirse en un protagonista
entusiasta y vehemente del Ultraísmo.
Si Madrid es la capital de las expresiones innovadoras, será
esencial para Borges su paso por Sevilla y Mallorca; en Sevilla conoce al poeta
Pedro Garfias, su primer amigo español, quien lo introduce en los círculos
literarios, especialmente en el movimiento Ultra del que es fundador; y le
presenta a su líder, Rafael Cansinos-Asséns.
En Mallorca vivirá 6 meses y tendrá otro amigo cercano; el
poeta Alfredo Sureda, con quien mantendrá un vínculo fraterno durante una
década. En esa isla, señala Menéndez, ese "joven vivaz, juguetón,
sociable, entretenido, al que le gusta nadar, beber alcohol, visitar el
prostíbulo y el casino, se siente sin ninguna duda muy feliz". Por ese
tiempo se enamora de Elvira, hermana adolescente de Sureda, a quien le dedica
el poema "Distancia" publicado en un diario local; ya en Buenos Aires
le escribe a Sureda: "Ante Elvira, mis arrodillados saludos".
Pero será Sevilla donde Borges acusó los remezones del
Ultraísmo y trató entre otros poetas vanguardistas a Adriano del Valle y José
del Vando Villar, director de la revista "Grecia" en la que vería en
1919 su primer poema publicado, "Himno del mar": "Yo estoy
contigo mar/ Y mi cuerpo tendido como un arco/ lucha contra tus músculos
raudos...Constelado de imágenes rojas, lumínicas".
Ese mismo año, en un texto en prosa sobre el prostíbulo
mallorquín "Casa Elena", escribe: "Los carteles borrachos saltan
de los balcones...Otro sombrero, decapitado, se desangra en las perchas",
pasa luego a "las combas fáciles de una moza" que acepta "la
oxidada moneda de nuestros verbalismos... Después- la trabazón carnal".
El joven escritor ha conocido en Madrid la tertulia de los
ultraístas en el café Colonial con Cansinos-Asséns a la cabeza y en el Café
Pombo al inventor de las greguerías, Ramón Gómez de la Serna, y convertido en
"adalid de polémicas"; ahora está pronto a convertirse en un asiduo
colaborador en las revistas de avanzada: "Ultra", "Gran
Guignol", "Cervantes", "Tableros",
"Baleares", con textos críticos, traducciones y numerosos poemas.
Casi todos -salvo tres que rescatará para "Fervor de
Buenos Aires"- quedarán en el olvido a su regreso a la Argentina. Se cree
que Borges destruyó un libro de prosa y otro de poesía con osadía e imágenes de
vanguardia titulado "Salmos Rojos", que incluía los poemas
"Trinchera", "Gesta minimalista", "Rusia" y
"Guardia roja".
En Borges persiste el ideario político: en una carta de 1921
desde Buenos Aires le comenta a Sureda: "No sé si te hablé de un tal
Macedonio y de un muchacho Dabove con los cuales proyecto urdir una novela
fantástica...El argumento ideado por mí y todavía muy esquemático y
fragmentario trata de los medios empleados por los maximalistas para provocar
una neurastenia general en todos los habitantes de Buenos Aires y abrir camino
al bolcheviquismo".
Ya es un vanguardista probado: en 1920 responde en forma
individual a una nota que llama a los ultraístas "catálogo de
personalidades locas", con una réplica exaltada en un diario local:
"Los literatos nos brindan el deplorable espectáculo de una cuadrilla de
gimnastas ejecutando...la serie de trucos consagrados por el tiempo"
Un año después une su nombre a los de Sureda, Alomar y
Fortunio Bonanova para rubricar el "Manifiesto del Ultra", en el cual
se definen como "iconoclastas"; en tanto Vando-Villar aviva la
polémica con su texto "El triunfo del Ultraísmo", en el cual describe
al grupo como "los granaderos italianos que siguen a D'Annunzio".
Los textos de la polémica se suceden con virulencia; una de
las réplicas de los ultraístas va firmada con el seudónimo
"Dagesmar", formado con la última sílaba de sus apellidos y embiste
contra lo "carcomido, viejo y ruinoso"; un tono belicoso en el que
insiste Borges en carta a Sureda: "Conviene unificar fuerzas y aniquilar
al enemigo con artículo blindado".
Ya cerca del viaje de regreso el poeta argentino añora la
peña literaria de Mallorca, donde, dice: "Discutimos el retorno eterno de
Nietzsche, el dadaísmo, la revolución social e, inevitablemente el Ultra",
y le confiesa a Sureda estar escribiendo el poema "Judería" en la
cuerda del salmo bíblico, y un poema "ultraísta",
"Crucificción", que "no ha cristalizado aún, pero algunas
metáforas nadan en mi cabeza".
Con un pie en el barco un día de marzo de 1921, le habla de
su partida a Sureda hacia la tierra "de los poetas que no acogieron aún en
sus hangares el avión estrambótico del Ultra", como deslizando su misión
de difundir el ideario de los poetas de la revuelta literaria, llevando en alto
la antorcha de "la estética de los prismas".
Pero esa llama durará apenas dos años, tiempo en el que el
joven poeta junto a algunos de sus pares como Eduardo González Lanuza y
Francisco Piñero publican la hoja mural "Prisma", la revista
"Proa", con el mismo formato que "Ultra" y difunden en la
revista "Nosotros" los ejes programáticos del movimiento. En
especial, la "Reducción de la lírica a su elemento primordial, la
metáfora".
Cuando pisa de nuevo España, en 1923, el ultraísmo está en
franca declinación y Borges lejos de aquel joven beligerante; sobre esa
experiencia señalaría luego: "Escribí en esa época algunos de mis poemas
infectados de ultraísmo que ahora me parecen deplorables". ¿Pero qué fue
de los amigos de juventud unidos por la creación, las ideas y hondas vivencias?
El ocaso de las vanguardias innovadoras, las búsquedas políticas y estéticas
disímiles, la contingencia social -en especial la Guerra Civil Española-, quizá
hayan dispersado esos intereses.
Queda una estela de preguntas: ¿se habrá enterado que su
amigo el poeta Fortunio Bonanova se dedicó a la actuación iniciándose en el
cine mudo con "Don Juan tenorio" en los Estados Unidos y filmó
numerosas películas, algunas tan populares como "El Ciudadano Kane"?.
En "Borges, una vida" el biógrafo Edwin Williamson
señala que quedó "muy impresionado por la obra de García Lorca",
debido a cómo fundía motivos del folclore español con la vanguardia. ¿Pero
conoció en alguna de sus estadías en España al poeta que en 1921 ya había
publicado "Libro de poemas" y "Poema del Cante Jondo"?.
Y de los muchos escritores que trató, ¿se habrá preguntado
por la suerte de su primer amigo español, Garfias, quien lo introdujo en los
círculos literarios y firmó con él un poema automático para que Tristán Tzara
lo publicase en su revista? ¿Le habrá contado alguien que Garfias combatió en
la guerra civil española, fue Premio Nacional de Poesía, escribió uno de los
libros más notables del exilio, "Primavera en Eaton Hastings", y
murió desterrado en México?.
Para Carlos Meneses, el Borges que posteriormente rescataba
de las letras españolas los nombres de Quevedo, Pío Baroja, Cansinos Asséns y
Gómez de la Serna "se alejó pronto de esas ideas y esas emociones y llegó
a esconderlas en la maleta del olvido".
Fuente : Telam
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