La Nacion / Es cierto que las vanguardias pretendieron, como
se dijo más de una vez, destruir la institución arte. Podría agregarse que una
de las vías privilegiadas para lograrlo fue la disolución de los límites entre
un arte y otro. Si se parte de esa presunción, hay que concluir que la
vanguardia, en cuanto tal, no puede pensarse de manera tabicada, como si se
dijera: la literatura por acá, la pintura por allá, la música por otro lado.
No: la vanguardia es transversal. Trae consigo una incisición que divide y, a
la vez, une.
Las viñetas de Xul nunca se vieron con tanta belleza. La
vanguardia literaria rioplatense de la década de 1920 tenía sus raíces y su
justificación en el ultraísmo y, en ese sentido, le competen las generales de
la misma ley. Por eso, aunque sus materiales fueran diferentes, Jorge Luis
Borges y Xul Solar participaron durante un tiempo de un proyecto estético
idéntico. De ahí que el segundo se prestara a "ilustrar" con viñetas
los libros de ensayos iniciales del primero, y que el primero respirara
poéticamente en la obra visual del segundo.
Hasta que María Kodama decidió volver a publicarlo en 1994,
el libro de ensayos El idioma de los argentinos -lo mismo que Inquisiciones y
El tamaño de mi esperanza - era inhallables, pasto de fotocopias de los
estudiantes de Letras.
La historia fue la siguiente. La primera edición de El
idioma de los argentinos apareció con el sello Gleizer en 1928 y, más adelante,
Borges excluyó ese título, igual que los otros dos, de las Obras completas que
Emecé publicó en 1974. Pero la inclusión de algunos de esos textos, autorizada
por Borges, en la edición francesa de la Bibliothèque de la Pléiade permitió
una nueva vida también en español.
A esa edición de El idioma de los argentinos de los años 90
se suma ahora otra nueva, recién publicada por el Museo Nacional de Bellas
Artes, la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y la Fundación Pan Klub: la
reproducción facsimilar de un ejemplar de la primera edición del libro, parte
de la biblioteca personal de Xul Solar, intervenido por el propio artista, con
una nueva cubierta, lomo y contratapa pintada al óleo, e interiores a la
acuarela. El ejemplar original forma parte de la muestra Xul Solar.
Panactivista , que puede visitarse hasta el 18 de junio en el Bellas Artes.
Tiempo de prefiguraciones En El idioma de los argentinos
aparecen tópicos que Borges devanará más adelante, en las dos décadas
siguientes, y todos ellos se concentran acaso en el capítulo "Dos
esquinas". Los escritos que lo integran, "Sentirse en muerte"
(hay que ver la calavera y el reloj de arena que incrusta Xul arriba del
título) y "Hombres pelearon", revelan dos líneas del trabajo de
Borges: la metafísica deudora de Schopenhauer del que muere para sí mismo y se
convierte en sujeto puro de conocimiento, y la del coraje orillero del
cuchillo.
Cuando Borges escribió su breve presentación de Xul Solar
(recogida ahora en Textos recobrados ), se habían extinguido ya los fulgores
vanguardistas. Fue en 1949, mucho después de las viñetas de los años 20. Sin
embargo, un pasaje de ese escrito encierra todavía la definición más exacta de
su poética. "Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los
arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías, huésped
de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo, perfecto en la
indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los
acontecimientos más singulares de nuestra época". Lo que unía a Borges y a
Xul era la invención, entonces, de una vanguardia de inflexión local: la línea
que une el "criollismo" borgeano con el "neocriollo" y la
"panlengua" de Xul. "Vivimos una hora de promisión -dice Borges
en la conferencia "El idioma de los argentinos"-. Que alguien se afirme
venturoso en lengua española, que el pavor metafísico de gran estilo se piense
en español tiene su algo y también su mucho de atrevimiento". Después de
todo, el problema entero de la vanguardia pertenece al orden del lenguaje.
El coleccionista se emociona cuando revisa este facsímil
impecable de El idioma de los argentinos . Ya el sólo ejemplar publicado por
Gleizer, sin las intervenciones ulteriores de Xul, bastaría para provocar un
temblor. ¿Por qué volvemos a las vanguardias? Porque, como observa Beatriz
Sarlo, vamos hacia un pasado cuyo interés todavía conecta con nosotros, y si
conecta con nosotros es porque esas tentativas de principios de siglo tuvieron
una supervivencia en el arte contemporáneo. Buscamos todavía esa conmoción que
sobrevive como temblor: un temblor que no es del coleccionista ni de lo
coleccionado, sino de lo que ambos quisieran mantener con vida.
Fuente : Entorno Inteligente
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