FERNANDO ESTRADA
Expresar que en economía los modelos son “simplificaciones”,
dice poco. Los problemas metodológicos ofrecen una complejidad significativa.
Pero se trata de un aspecto esencial para comprender la percepción que se tiene
sobre lo que hacen los economistas.
En un relato excepcional, llamado “Del rigor de la ciencia”,
Jorge Luis Borges describe un mítico imperio del pasado en el que los
cartógrafos se tomaban su labor muy en serio y deseaban ante todo alcanzar la
perfección. En su cruzada por el rigor de los detalles, comenzaron a diseñar
mapas cada vez más grandes: el mapa de una provincia se expandía hasta alcanzar
el tamaño de una ciudad, y el mapa del imperio ocupó el tamaño de una provincia
entera. Con el tiempo, este nivel de detalle se volvió insuficiente, y el
gremio de cartógrafos acabó creando un mapa del imperio a escala 1:1, es decir,
del tamaño del imperio entero. Sin embargo, las generaciones futuras, menos
enamoradas del arte de la cartografía y más interesadas en la ayuda práctica de
la navegación, no encontraron utilidad alguna en estos mapas, por lo que
finalmente decidieron descartarlos y dejarlos pudrirse poco a poco en el
desierto.
(Jorge Luis Borges, “Del rigor de la ciencia”, en Historia
universal de la infamia, 13ª ed., Alianza Editorial, 1966.)
Este relato puede ser ilustrativo para comunicar a los no
economistas lo que hacen los economistas. Como los cartógrafos, los economistas
construyen mapas. Pero antes debo aclarar algunos detalles relacionados con
entradas anteriores. En Modelos y metáforas en economía discutía en un nivel
abstracto lo que hacen los economistas, o más exactamente, lo que se supone que
hacen sus modelos (omitiendo esa parte del trabajo de los economistas que he
llamado “la minería de los datos”); en La economía experimental o aplicada
relacioné los alcances y límites de los experimentos del aula en economía.
Posteriormente discutiré algunas premisas absurdas que se hacen en
macroeconomía y que pueden aclarar prejuicios que tienen quienes no son
economistas sobre lo que hacen los economistas.
Es frecuente formarse una opinión sobre lo que hacen los
economistas desde los medios de opinión. Y lo regular, es ver por televisión o
en canales digitales al experto haciendo afirmaciones como “pronosticamos que
la economía durante el año 2018 crecerá entre 1,5 o 2%” (otra cosa es creer
como economistas, asesores de bolsa o administradores financieros, que buscan
sacar provecho de algún negocio particular). En realidad, sin embargo, la
previsión es tan solo una parte reducida del objetivo a la caja de herramientas
con las que cuenta el economista. La macroeconomía, desde John Maynard Keynes,
no es solo economía, es historia, sociología, filosofía, literatura, y tantas
otras disciplinas que debe estudiar el economista.
Los economistas analizan información y datos para saber cómo
se toman decisiones, porque esto determina cómo responde la gente a políticas
de gobierno y cómo interactúan entre ellos. Al economista se le puede preguntar
por los impuestos, la movilidad social, la desigualdad, el crimen, la reducción
de la pobreza, los fondos pensionales, la infraestructura vial, la ecología, la
seguridad social y, naturalmente, los precios del petróleo, las energías
renovables y el contrabando.
Otro prejuicio, quizás más extendido entre los críticos,
incluyendo analistas de medios, consiste en creer que los economistas se
dedican a construir realidades imaginarias, y para ello se ingenian modelos
ilegibles. Agregan un vocabulario matemático a sus trabajos y luego sacan
conclusiones de una caja negra para recomendar diseños de política pública. Hay
algo de verdad en esta crítica. No obstante, para evaluar adecuadamente qué
supuestos son absurdos y en qué contexto, es necesario saber lo que suponen los
modelos económicos. Y la respuesta a esta pregunta queda ilustrada por el
relato de Borges sobre la exactitud en la ciencia.
Expresar que en economía los modelos son “simplificaciones”,
dice poco. Los problemas metodológicos ofrecen una complejidad significativa.
Pero se trata de un aspecto esencial para comprender la percepción que se tiene
sobre lo que hacen los economistas. Lo que sigue es observar las dificultades,
concesiones y cambios que hacen los economistas al elegir los supuestos de sus
modelos en un determinado contexto. Las decisiones que toman al escoger un mapa
en lugar de otro. La analogía con el relato es oportuna, en economía se usan
diferentes mapas en distintos contextos. Así, los mapas políticos no muestran
características topográficas como las cordilleras, pero nos enseñan las
fronteras territoriales entre regiones y países. Los mapas del IDEAM muestran
información sobre las condiciones climáticas de un área, mientras los mapas de
carreteras nos enseñan el estado de las vías. Las resoluciones de los mapas
cambian dependiendo de su utilidad.
Decidir qué características son relevantes y, lo que es más
importante, que mapa usar y con qué propósito, es el asunto. Constituye, casi a
la perfección, la definición dada por John Maynard Keynes a la economía: “la
ciencia del pensamiento en términos de modelos, unida al arte de elegir entre
modelos cuáles son relevantes para el mundo contemporáneo”. La economía
contiene pues filosofía en estado puro, pero se contamina como ciencia porque
tiene que ver con el mundo concreto.
En síntesis, el relato borgiano y la evocación a Keynes
tenía como objetivo enseñar que con los modelos matemáticos los economistas se
acercan —como los cartógrafos— a la realidad (para crear tipos específicos de
mapas) sin confundir la complejidad que caracteriza el mundo que nos rodea y,
menos, las interacciones humanas en particular. Borges y Keynes se hallan en
una misma línea de aproximación a la economía, justamente porque ambos pensaron
la economía y algo más.
Fuente : Palmiguia
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