ALFREDO C. VILLEDA
Norman Thomas di Giovanni es uno de los más célebres
traductores de Jorge Luis Borges al inglés y ha contado a V. S. Naipaul una
anécdota extraordinaria. En algún momento de los cuatro años que llevaba
entonces con esa labor, en 1969, llega a “Las ruinas circulares”, ese relato
sobre una persona que sueña que solo existe en los sueños de otra, que busca a
su vez al hombre perfecto, y comienza así: “Nadie lo vio desembarcar en la
unánime noche”.
Puede imaginarse cuánto se ha escrito sobre ese “unánime”,
expone Di Giovanni, quien propuso a Borges dos traducciones, “circundante” y
“envolvente”, antes de preguntarle: “¿Qué quiere decir realmente con noche
unánime, Borges?”. La respuesta lo dejó pasmado: “Di Giovanni, es solo un
ejemplo de la irresponsabilidad con la que escribía antes”.
A diferencia de casi todo experto en el argentino y de su
legión de lectores, Naipaul aventura polémicos juicios sobre la obra de aquél.
Dice por ejemplo en uno de los capítulos de El escritor y el mundo (Debate
2018), volumen de ensayos: “Lo irónico es que lo mejor de Borges no es ni
misterioso ni difícil. Su poesía es accesible; una gran parte, incluso
romántica”. Según el trinitario, “tiene alrededor de una docena de relatos
memorables”. Y reincide: “Los rompecabezas y bromas de Borges pueden crear
adicción, pero hay que reconocer lo que son; no siempre pueden resistir las
interpretaciones metafísicas a las que se los somete. No obstante, hay mucho en
ellos que atrae a la crítica erudita”.
Finalmente Di Giovanni usó para la traducción al inglés la
palabra “envolvente”, pero a muchos eruditos, dice el exigente y quisquilloso
Naipaul, Nobel de Literatura 2001, no les hizo ninguna gracia perder su noche
unánime.
En otra dimensión cultural, ha pasado medio siglo desde que
Robby Krieger escribió la canción “Touch Me”, primera de los Doors que, contra
su voluntad, fue orquestada a propuesta del productor Paul A. Rotchild. Y
aunque ya hizo las paces con los metales y cuerdas de aquel momento, hoy
prefiere escucharla con la adaptación reciente, con un nuevo solo del propio
guitarrista.
Cuenta a Rolling Stone que esa fue la única rola a la que
Jim Morrison le puso peros, al título, pues originalmente venía como “Hit Me”,
con la idea del juego del blackjack, y el Rey Lagarto temía que se le tomara
literal, como dispárame o golpéame, por lo que ambos acordaron titularla “Touch
me”. Encima de este disenso resuelto, sin embargo, Krieger se ríe de una
estrofa de esa canción, “¿No ves que no tengo miedo?”, y se pregunta: “¿Miedo
de qué? Ni siquiera sé lo que significa”. Y confiesa haber tomado de Joan Baez
otra parte, que nadie conoce bien a bien a qué pieza pertenece, ni la propia
cantante: “Ahora te amaré hasta que el cielo detenga la lluvia”.
Como es notorio con Borges y Krieger, hay juegos de palabras
en sus expresiones culturales que acaso no tengan mayores pretensiones. “Cosas
que escribe uno”, comentó alguna vez José Emilio Pacheco al fusilero a
propósito de uno de sus versos mayores.
Fuente: Milenio
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