En su nota de homenaje póstumo al escritor, comentaba en
1986 el profesor Ezequiel de Olaso que en cierta ocasión había recibido el
llamado telefónico de una colega americana que tenía que presentar a Borges en
una conferencia en la universidad sobre sus "cuentos filosóficos" y
quería informarse precisamente sobre cuáles de los que escribió caerían en esa
calificación. Le urgía saberlo (se la notaba casi despavorida, decía Olaso)
porque era la encargada de iniciar el debate, se preveía "una enorme
concurrencia de público" y "sólo a Kissinger le hemos pagado
tanto". El la tranquilizó diciéndole que no se preocupara por las
preguntas, que el hombre iba a responder con lo que se le ocurriera y la
dejaría bien.
El tema de la filosofía en Borges nos conduce a un par de
cuestiones. La primera sería cuáles fueron los pensadores que más influyeron en
sus ideas. La segunda (mucho más complicada) consistiría en el grado en que sus
serios conocimientos en materia filosófica (una excepción notable en nuestro
mundo literario) determinaron ciertas cualidades diferenciales profundidad,
rigor, originalidad de sus talentos de escritor. Me parece que ambos temas
pero en especial el segundo de ellos tienen todavía espacio para la
exploración y que sería interesante verlos analizados competentemente por algún
especialista en estudios borgianos (algunos dicen "borgesianos").
Algo, entretanto, podríamos aventurar sobre el asunto de qué
pensadores gravitaron más en su formación intelectual. Entre ellos, tal como
está considerado en "La filosofía de Borges" del español-venezolano
Juan Nuño, debe incluirse al idealista inglés George Berkeley, la influencia de
cuya visión metafísica está comentada en el ensayo "Nueva refutación del
tiempo" del propio Borges(1). También en ese texto él cita a otro
pensador, Arthur Schopenhauer, que podemos distinguir como uno de sus maestros
y sobre el cual declaró en una entrevista publicada por "Die Welt" en
1975 que había estudiado el alemán para poder leerlo en su propia lengua. Escribió,
además, en "El Hacedor" que pocas cosas le habían ocurrido más dignas
de memoria que el pensamiento de ese filósofo y en "Otro poema de los
dones" anotó este elocuente agradecimiento al autor de "El mundo como
voluntad y representación": "Gracias quiero dar al divino Laberinto
de los efectos y de las causas, entre otras cosas, por Schopenhauer, que acaso
descifró el universo".
Tenemos pues, simplificando al máximo, los nombres de dos
filósofos que influyeron en nuestro compatriota. Pero hay un tercero al que le
consagró toda una conferencia que, releída después de tantos años, nos parece
una muestra notable del interés filosófico y la capacidad intelectual de un
hombre que ya no podía leer y, dueño de una memoria portentosa, hablaba sin
papeles.
Sobre Spinoza
La conferencia fue dada en abril de 1985 en la Sociedad Hebraica
Argentina y con el título "El más adorable de los filósofos". El
texto que tengo a la vista consta de páginas fotocopiadas de su publicación en
portugués con fecha 15 enero de 1989 en el "Folha de Sâo Paulo" que
lo titula "Borges confessa sua 'deslumbrada ignorância' sobre la obra de
Spinoza". Echémosle una mirada.
En su charla reconoce que había pasado la vida explorando a
Spinoza, que se había propuesto hacía mucho tiempo escribir un libro sobre él y
al fin no había podido hacerlo. Tenía en su casa varias ediciones de la
"Etica", en alemán, en francés, en inglés, y muchos estudios y
biografías. Pero al fin se dio cuenta de que había en ese hombre, que dedicó su
vida a imaginar a Dios con amor intelectual, algo sobre lo cual no podía sino
confesar su ignorancia, su deslumbrada ignorancia. Se dio cuenta de que no
podía explicar a otros lo que no podía explicarse a sí mismo.
Sobre el hombre Spinoza, refiere que su familia era de
origen judío-portugués, que fue admirado por los sabios de su tiempo vivió
entre 1632 y 1677 , que rehusó cátedras en Heidelberg y en París para dedicarse
a la meditación y a su trabajo de tallador de cristales para lentes y
microscopios que tuvo que ver con la tuberculosis causa de su muerte a los 46
años y una ocupación a la que él mismo, Borges, dedicó un verso que decía:
"Las traslúcidas manos del judío / Labran en la tiniebla los cristales / Y
la tarde que muere en miedo y frío / Las tardes, las tardes son iguales".
Estudió las Escrituras, el Talmud, la
Cábala, a Maimónides y todos los filósofos de su tiempo.
Manifestó que la idea de un Dios que escoge un pueblo y la de un Dios personal
le parecían extrañas. Rechazó ambas cosas y divulgó sus dudas entre su
comunidad. Pero no era ateo sino lo contrario: profesaba la idea de que todo es
Dios. Su panteísmo se manifestaba en la fórmula "Dios, o sea la Naturaleza".
Quisieron sobornarlo para que abandonara sus opiniones o las callara, pero como
persistió en ideas heréticas la
Sinagoga lo excomulgó y le impuso terribles anatemas
personales y sociales.
Es extensa, brillante y llena de perlas esta poco conocida
conferencia de Borges. Por ahí recuerda que Bertrand Russell consideró a
Spinoza "the most lovely", el más encantador de los filósofos(2) y
comenta que es más importante ser querido que ser admirado. Por ahí que aquel
hombre recomendó "no llorar, no esperar, no temer; intentar
comprender". Y en su párrafo de cierre: "No sé si conseguí darles una
idea de ese adorable ser humano que fue Baruch Spinoza. El no creía en la
inmortalidad personal pero escribió: 'Sentimos, experimentamos que somos
inmortales'. Pero con esto no se refería a su yo sino a esa sustancia que
somos. De algún modo, sentimos la inmortalidad de esa sustancia anterior en el
tiempo a nuestro nacimiento, posterior a nuestra muerte en el tiempo".
(1) Ese trabajo concluye con unas frases muy citadas:
"El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me
arrebata, pero yo soy el río, es un tigre que me destroza, pero yo soy el
tigre, es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo,
desgraciadamente, es real, yo, desgraciadamente, Borges".
(2) En la recensión de una revista norteamericana de dos
libros recientes sobre Spinoza se incluye un dato curioso: la admiración de un
Albert Einstein de veintiún años y puesto a poeta escribiendo un verso que
comienza: "Cuánto amo a ese hombre noble / más de lo que puedo expresar en
palabras".
HECTOR CIAPUSCIO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Filosofía. .
Fuente:http://gloriamundi.blogsome.com/
Fuente : Filosofando
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