Borges dirigió una colección de literatura fantástica para
el editor italiano Franco Maria Ricci. Aquélla se llamó "La Biblioteca de
Babel" y conoció su versión castellana en la editorial Siruela. Uno de los
títulos se consagró al escritor inglés Rudyard Kipling. Borges afirma en el
prólogo a la antología La Casa
de los Deseos que decidió incluir "The Gardener" ("El
jardinero") porque es uno de los relatos cuya lectura más le ha conmovido.
Afirma que hay un milagro en sus páginas y que el lector puede advertirlo, no
así su protagonista. Sin embargo, Borges se cuida mucho de determinar cuál es
el milagro en cuestión y apela a nuestro criterio. Muy elegante, pero inútil
para nuestras pesquisas. Escribo esto por lo siguiente:
Acerca de la figura del jardinero del relato de Kipling se
han escrito muchas páginas. La crítica lo ha asociado con Cristo, aunque es una
afirmación demasiado atrevida que no pasa de lo puramente conjetural. Desde
hace poco sostengo la teoría de que a Kipling hay que leerlo en su idioma natal.
En este caso fueron dos: el inglés y el que conoció antes en su India natal, a
saber, el hindi, la lengua oficial de la nación más extensa de Asia después de
Rusia y China, y de la que alguien afirmó paradójicamente que "es más
grande que el mundo entero". Si leemos el texto en inglés, dice así al final: “and she went away,
supposing him to be the gardener.” ¿Qué nos hace suponer que el
jardinero es Cristo? Simplemente Kipling nos dice que la mujer se marcha del
cementerio y que, al volver la vista atrás, ve al hombre con el que ha hablado
antes y que ahora sigue trabajando con sus plantas. De lo que obviamente supone
que se tratará del jardinero. ¿Por qué no dejarlo ahí? Porque todos conocemos
las aficiones de Kipling y sus textos. Además, si en inglés quedara tan claro
que simplemente la mujer supone que se trata del jardinero, ¿a cuento de qué
vendrían los estudios que han publicado los críticos ingleses? ¿Quién es el
jardinero? Nadie lo sabrá nunca.
El propio autor escribe, unas pocas líneas antes de concluir
el relato, que se trata evidentemente de un jardinero. Eso me hace recordar que
Kipling perdió a su hijo en la
I Guerra Mundial. También, que Kipling sirvió de cerebro en
la formulación de la "Imperial War Graves Commission". Todo el
argumento del relato -que escribió en un par de días y de cuya elaboración fue
dando cuenta en sus diarios- le tocaban muy de cerca. Yo sostengo que la figura
del jardinero es la de un buen hombre conmovido por el dolor de todos aquellos
que se acercan a él preguntando por la tumba de su familiar. Tal vez éste
sirvió, en el propósito de Kipling, de figura consoladora. Me imagino la
terrible tragedia de esas madres y pienso que muchas de ellas podrían leer ese
relato. ¿No sería bueno pensar que un hombre anónimo puede lamentar la pérdida
de nuestro hijo y que, mostrándose tan compasivo, nos acompañe, nos aliente y
nos reste parte del dolor? ¿Me equivoco si pienso que una persona así podría
hacernos mucho bien en una circunstancia como ésa? La literatura y el cine están
llenos de personajes como éste: el buen sacerdote que acompaña a los olvidados,
el abogado honrado que defiende la causa perdida, el médico infatigable que
investiga la cura para una enfermedad terrible, etc. Tal vez identifiquemos a
ese buen hombre, a ese anónimo jardinero con la parte más noble y merecedora de
nuestra naturaleza humana. Introducir personajes como éste es afirmar que aún
existe la bondad y que persiste después de la tragedia. Su compañía, aunque
breve, aunque humilde, nos da eso que necesitamos para parar un instante,
respirar hondo y seguir nuestro camino. Esas personas, reales o ficticias, son
las enfermeras del alma y gracias a ellas recobramos el ánimo. No me extraña,
entonces, que los críticos y los lectores crean que el jardinero es Cristo.
Fuente : El Blog Ilustrado
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