miércoles, 15 de abril de 2015

EL JARDINERO, DE KIPLING



Borges dirigió una colección de literatura fantástica para el editor italiano Franco Maria Ricci. Aquélla se llamó "La Biblioteca de Babel" y conoció su versión castellana en la editorial Siruela. Uno de los títulos se consagró al escritor inglés Rudyard Kipling. Borges afirma en el prólogo a la antología La Casa de los Deseos que decidió incluir "The Gardener" ("El jardinero") porque es uno de los relatos cuya lectura más le ha conmovido. Afirma que hay un milagro en sus páginas y que el lector puede advertirlo, no así su protagonista. Sin embargo, Borges se cuida mucho de determinar cuál es el milagro en cuestión y apela a nuestro criterio. Muy elegante, pero inútil para nuestras pesquisas. Escribo esto por lo siguiente:

Acerca de la figura del jardinero del relato de Kipling se han escrito muchas páginas. La crítica lo ha asociado con Cristo, aunque es una afirmación demasiado atrevida que no pasa de lo puramente conjetural. Desde hace poco sostengo la teoría de que a Kipling hay que leerlo en su idioma natal. En este caso fueron dos: el inglés y el que conoció antes en su India natal, a saber, el hindi, la lengua oficial de la nación más extensa de Asia después de Rusia y China, y de la que alguien afirmó paradójicamente que "es más grande que el mundo entero". Si leemos el texto en inglés, dice así al final: “and she went away, supposing him to be the gardener.” ¿Qué nos hace suponer que el jardinero es Cristo? Simplemente Kipling nos dice que la mujer se marcha del cementerio y que, al volver la vista atrás, ve al hombre con el que ha hablado antes y que ahora sigue trabajando con sus plantas. De lo que obviamente supone que se tratará del jardinero. ¿Por qué no dejarlo ahí? Porque todos conocemos las aficiones de Kipling y sus textos. Además, si en inglés quedara tan claro que simplemente la mujer supone que se trata del jardinero, ¿a cuento de qué vendrían los estudios que han publicado los críticos ingleses? ¿Quién es el jardinero? Nadie lo sabrá nunca.

El propio autor escribe, unas pocas líneas antes de concluir el relato, que se trata evidentemente de un jardinero. Eso me hace recordar que Kipling perdió a su hijo en la I Guerra Mundial. También, que Kipling sirvió de cerebro en la formulación de la "Imperial War Graves Commission". Todo el argumento del relato -que escribió en un par de días y de cuya elaboración fue dando cuenta en sus diarios- le tocaban muy de cerca. Yo sostengo que la figura del jardinero es la de un buen hombre conmovido por el dolor de todos aquellos que se acercan a él preguntando por la tumba de su familiar. Tal vez éste sirvió, en el propósito de Kipling, de figura consoladora. Me imagino la terrible tragedia de esas madres y pienso que muchas de ellas podrían leer ese relato. ¿No sería bueno pensar que un hombre anónimo puede lamentar la pérdida de nuestro hijo y que, mostrándose tan compasivo, nos acompañe, nos aliente y nos reste parte del dolor? ¿Me equivoco si pienso que una persona así podría hacernos mucho bien en una circunstancia como ésa? La literatura y el cine están llenos de personajes como éste: el buen sacerdote que acompaña a los olvidados, el abogado honrado que defiende la causa perdida, el médico infatigable que investiga la cura para una enfermedad terrible, etc. Tal vez identifiquemos a ese buen hombre, a ese anónimo jardinero con la parte más noble y merecedora de nuestra naturaleza humana. Introducir personajes como éste es afirmar que aún existe la bondad y que persiste después de la tragedia. Su compañía, aunque breve, aunque humilde, nos da eso que necesitamos para parar un instante, respirar hondo y seguir nuestro camino. Esas personas, reales o ficticias, son las enfermeras del alma y gracias a ellas recobramos el ánimo. No me extraña, entonces, que los críticos y los lectores crean que el jardinero es Cristo.

Fuente : El Blog Ilustrado

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