Carlos Meneses
Cuando le dijeron a Borges en su apartamento del Centro de
Buenos Aires que en Mallorca se publicarían sus poemas de juventud, el maestro
perdió el compás. Muy alterado pidió inmediatamente que llamaran a su abogado.
Impuso que había que impedir tal
publicación, que él no la autorizaba. Ninguna explicación, a quienes lo
rodeaban y procuraban sosegarlo sin conseguir su objetivo. Corría 1978 y su
obra hacía muchos años que había alcanzado altas cumbres en todo el mundo. Se
podría haber pensado que la recuperación de sus versos escritos y publicados
entre 1919 y 1922 en España le podría
resultar noticia grata y sin embargo fue todo lo contrario.
Pero don Jorge Luís no era hombre de mal carácter. Tampoco
rencoroso, salvo excepciones como su mal recuerdo de la etapa peronista en la
que se ensañaron con él. Pasado el primer impulso de ese intento de llamada a
su abogado, que por supuesto no se realizó, se fue calmando y olvidando la
noticia mallorquina. Debió haberle servido también para que volviese a su
memoria el recuerdo de una Mallorca dulce y tranquila en la que discurrieron
sus veinte años. Posiblemente como un desfile de apresuradas imágenes volvió a
ver a sus amigos de aquellos tiempos, Jacobo Sureda, Joan Alomar, Miguel Angel
Colomar, Tom Moll, más conocido por Bonanova. Luego su abundante trabajo diario
lo fue absorbiendo hasta hacerlo olvidar por completo sus poemas juveniles, la
isla balear y todo lo referente a esa publicación que según le dijeron era inminente.
[inset image="images/stories/pacarina/0035.jpg"
imgwidth="300" side="left" title=""
width="300"][/inset]El libro conteniendo los poemas a los que Borges
negaba su permiso, y con el título de
Poesía juvenil de J.L. Borges [nota]1[/nota] apareció ese año de 1978 en
Barcelona. Circuló por varias librerías catalanas y mallorquinas pero no contó
con una buena distribución, de haber sido así habrían llegado ejemplares a la Argentina y sin duda a
las manos del maestro. Aparecieron varias críticas y comentarios en la prensa
hispana, y se recordó en ellas buena parte de lo que ya había ido saliendo a la luz con respecto a
las estancias de los Borges en Mallorca. La primera de esas estancias abarcó
tres meses de 1919. La segunda desde principios de mayo de 1920 hasta la
primera semana de marzo de 1921. La incógnita quedó flotando en el breve ámbito
del departamento de la calle Suipacha. ¿Por qué le molestaba tanto a Borges la
recuperación sus poemas tan celebrados
en aquellos tiempos?
Don Jorge Luís no quería que se recordara su etapa
ultraísta. No sólo parecía avergonzarse de haberla vivido, la rechazaba y
condenaba rotundamente. El Ultraísmo que en los años veinte había despertado su euforia cincuenta años
más tarde le representaba algo así como un baldón. ¿Pero esa actitud de rechazo
era sólo debida a que la etapa ultraísta le parecía inferior y hasta ridícula al punto de
causarle vergüenza? Nadie indagó en el pensamiento de ese pasado. Sólo podemos
llegar en base a deducciones, a determinar que
no eran las excesivas metáforas, ni el carnaval que representó ese ismo
y que tuvo poca duración, lo que conducía al maestro a esa actitud más que de
rechazo de repudio. Los versos
anteriores a los forjados entre Mallorca y Madrid, los que tuvieron cuna
en Ginebra, obedecían a una estética contraria a su pensamiento posterior.
Podrían haber absorbido algo de los movimientos ya en boga Futurismo y
Dadaísmo, pero en mínima dosis.
En Ginebra y también en Lugano, donde la familia pasó una
temporada de unos ocho meses, Jorge Luís se entusiasmó con las ideas marxistas.
Le emocionó la revolución bolchevique. No sólo conversó de esto con su gran
amigo Abramowicz, que estudiaba en el mismo colegio que él, también escribió a
Buenos Aires, a otro compañero de colegio pero éste argentino, Godel,
hablándole de la revolución rusa, aunque simultáneamente expresaba rasgos
anarquistas, y llegó a recomendar los libros del libertario hispano-británico,
Rafael Barrett (1976- 1910), algo que procuraría silenciar totalmente pocos
años después.
No se trataba solamente de una estética determinada, que
podía haber sido ultraísta, el temor o más bien el rubor surgía como
consecuencia a una vagas loas a la revolución de 1917. Los dieciocho años de
Borges se habían nutrido de ideologías de izquierda. Dos años más tarde, ya en
España, y sobre todo cuando se instala con su familia en Mallorca los atisbos
revolucionarios se han atenuado bastante. Y de vuelta a la Argentina, y a medida
que transcurren los años va
distanciándose de sus actitudes y pensamientos juveniles y situándose
casi en las antípodas de lo que había sido. Poemas como “Gesta maximalista”,
Rusia” o “Guardia roja”, representaban
una afrenta para el Borges de 1978. Esa obra juvenil con tantos deslices era
necesario tenerla a buen recaudo.
Poemas como “Rusia”; “Guardia roja” y otros similares tenían
pésima evocación para un Borges asentado confortablemente en un ambiente
bonaerense muy burgués. Digamos en
descargo de quienes lo rodeaban: tan burgués como culto. Tan conservador como
inteligente. Cómo un hombre de pensamiento y vida como la suya claramente
apolítico, como la persona que no dirige sus ojos ciegos a las peripecias
que ocurren a su alrededor, iba a querer
que resurgiesen aquellos poemas más emocionales que cerebrales. Más apasionados
que reflexivos. Imposible aceptar la vuelta de una juventud libre de consejas y
controles. Pero los versos ultraístas o no circularon sin que a nadie le
causara molestias. Se publicó más de una mención a ellos no en tono de reproche
sino como quien descubre que el señor de hoy que vestía de negro, tuvo
vestimenta de colorines a los veinte años.
A algunos críticos que repararon en los poemas juveniles de
Borges, les debió parecer que los versos acusaban una enorme puerilidad. Que
hubiese sido mejor no reflotarlos. Otros, muy pocos, en cambio los tomaron de
base para un enfoque tanto de la obra como de la personalidad del autor. Uno de
ellos fue el chileno Volodia Teiltelboim, en cuya biografía borgeana titulada:
“Los dos Borges” [nota]2[/nota], utiliza esos versos primerizos. El político e
intelectual chileno pretende hallar el momento o las razones por las que Borges
cambia de atento y emocionado con la revolución rusa a severo caballero de la
burguesía argentina. Eso al margen de que como todos Teiltelboim le rinde
pleitesía a su obra tanto poética como narrativa.
Son los versos del poema “Rusia” los que más llaman la
atención al escritor chileno, y por supuesto se fija en el gran contraste que
hay entre esos versos:”La trinchera avanzada es en la estepa un barco al
abordaje / con gallardetes de hurras /
mediodías estallan en los ojos / Bajo estandartes de silencio pasan las
muchedumbres” y los impolutos, libres de tono político pero casi siempre
magníficos, que vinieron años después. El poema mencionado no es un simple
conjunto de metáforas y epítetos del acervo ultraísta, hay referencias muy claras a la revolución, como: “y el sol crucificado
en los ponientes se pluraliza en la
vocinglería / de las torres del Kremlin”. Está muy nítido el encanto que en el joven argentino, que estudia en un
colegio calvinista de Ginebra, le producen las noticias que llegan de Moscú.
Sin duda alguna la oposición muy firme mostrada inicialmente
por Borges para que no se vuelvan a
conocer sus versos escritos entre Ginebra, Palma de Mallorca y Madrid, tenía su
base en esa efervescencia izquierdista que mostraba en varios poemas. En un
tono mucho menor, también el gran maestro porteño, pretendía ocultar otros
poemas exentos de matices ideológicos
pero recubiertos de los excesos del ultra que él se encargó de transportar
de España a la Argentina en 1921 y que
practicó con los jóvenes poetas que lo rodearon hasta poco antes de la
aparición de Fervor de Buenos Aires, libro en el que la influencia de los ismos europeos aun se mantiene aunque de forma muy moderada.
Hay poemas como “La noche de San Juan” o “Arrabal” (dedicado a su cuñado Guillermo de Torre) que contienen versos que
parecen escritos en 1920. Los versos iniciales de cada uno de esos dos poemas
son demostrativos de la herencia
ultraísta tan recargada de metáforas.
“El arrabal es el reflejo de nuestro tedio.
Mis pasos claudicaron
cuando iban a pisar el horizonte y
quedé entre las casas,
cuadriculadas en manzanas”
(“Arrabal”)
“ El poniente implacable de esplendores
quebró a filo de espada las distancias.
Suave como un sauzal
está la noche.”
(“La noche de San Juan”)
Si un Borges frenético se negó a autorizar la reedición de
algunos de sus poemas de juventud, otro Borges pacífico, distante de rencores
como casi siempre fue – excepción de su permanente cólera contra Perón, muy
justificada -, olvidó la rabieta inicial y sus amenazas de juicio contra
quienes osaran una reedición de sus
comprometidos versos, y se ocupó de otros asuntos lejanos de ese libro que le
anunciaron.
Resulta sumamente difícil determinar cuántos poemas publicó
Borges en aquellos años. Se sabe que el primero que vio la luz fue “Himno del
mar”, que posiblemente lo escribiera entre Mallorca y Sevilla, y que apareció
en la revista Grecia que tenía su redacción en esa ciudad andaluza, aunque poco
tiempo más tarde emigró a Madrid y cambió de ruta. Se despojó de sus tendencias
helénicas, como lo señala el nombre, y pasó a integrarse en las filas
ultraístas, manteniéndose como director el también poeta del Vando Villar.
Borges no sólo publicó en esa revista, su colaboración fue solicitada por
varias publicaciones de aquellos tiempos, y su nombre alcanzó repercusión en los ambientes literarios de la época. Pero
ya entonces hubo dispersión en su obra.
Poemas publicados en Madrid, Oviedo, Málaga, Sevilla y otras ciudades hispanas.
La contabilización de su obra juvenil resulta prácticamente imposible.
Se suma a esa dificultad para cuantificar la poesía
borgeana, el hecho de que ya con un libro
en condiciones de ser llevado a la imprenta madrileña, el autor
retrocedió y optó por eliminar su propio trabajo. Nunca se pudo saber qué
poemas contenía ese libro que quedó no sólo inédito si no desconocido para
siempre. Se ha intentado reconstruir lo que se supone fue “Ritmos rojos”, pero
no hay seguridad de acierto. Lo más apropiado resultó reunir poemas de la
juventud borgeana que se habían publicado en revistas de diferentes ciudades y
dar con ello la visión de los inicios de un gran poeta. En Francia el
profesor Jean Pierre Bernés reunió 23 de
esos poemas dispersos y los publicó traducidos a su idioma en libro que señalaba
que eran poemas aparecidos en España entre 1919 y 1922. [nota]3[/nota]
Las intenciones de Jorge Luís de procurar que no se
conociera su pasado no sólo se circunscribían a los poemas de 1920. Y por supuesto a que se levantara un telón
que permitiera ver cómo había sido ese maestro a los veinte años. También
abarcaba otros momentos juveniles, pero ya no en Mallorca o en Ginebra, sino en
plena capital argentina. y ya en vísperas de que apareciera su primer gran
libro de poemas, Fervor de Buenos Aires. En 1923 se produjo un enfrentamiento
entre dos grupos de jóvenes escritores. El Florida en el cuál uno de sus
miembros era Borges, y el Boedo. Solamente considerando que los nombres
pertenecían a barrios o zonas de la ciudad, se puede deducir diferencia social.
Y si se conocen los pensamientos de los integrantes de un grupo y otro, se
tendrá claro que las divergencias
surgidas eran de orden ideológico.
Borges y los demás miembros del Florida se enfrascaban
exclusivamente en la literatura. Los del grupo Boedo admiraban la revolución
bolchevique y el desarrollo que estaba teniendo en ese país. Justamente lo que
tanto había atraído al Borges de Ginebra. En su libro “Cronicón de las peñas de
Buenos Aires” [nota]4[/nota], el poeta y periodista argentino Antonio
Requeni dice refiriéndose a este hecho:
“Mientras los escritores de Florida abogaban por una renovación estética, los
de Boedo – admiradores todos de la revolución rusa – propugnaban un cambio
social.(…) Leonidas Barletta (…) acierta
a sintetizar las motivaciones de esa
suerte de guerrilla literaria afirmando que Florida quería la revolución para
el arte y Boedo el arte para la revolución”.
Más adelante Requeni señala que los integrantes de Florida
prefieren no recordar aquellas fricciones literario-políticas de 1923. “Algunos
sobrevivientes – Borges entre ellos – restan hoy importancia a aquella
hostilidad y hasta niegan que haya existido. Eduardo González Lanuza (…)
expresa `que la realidad de esta
división es bastante discutible desde cualquier punto de vista Jorge Luís,
quiere mantener muy escondido todo lo realizado por él hasta el momento de
aparición de Fervor de Buenos Aires. Su decisión que no comunica a nadie pero
se deduce por esas negativas citadas, es evidentemente la de conseguir que se conozca
su vida literaria sólo a partir de 1923. Todo lo ocurrido antes debe quedar
encerrado en una oscura y hermética bohardilla. En ese fragmento de su vida que
se empecinó en ocultar quedaba aprisionado su primer gran amor. Que escasamente
llegaría a cumplir un año. La novia también argentina respondía al nombre de
Concepción Guerrero.
Todo un lustro, por lo menos, era lo que Borges eliminaba de
su historia personal. Y lo venía consiguiendo, aunque había rumores, sospechas
e insinuaciones de sus agitados días ultraístas, tanto en Madrid como en
Mallorca. De su mirada de beneplácito hacia la revolución de 1917. Y de esos
amores “clandestinos”, porque procuraba que sus padres no los conocieran.
Después de la publicación de “Fervor de Buenos Aires” y un segundo viaje que
los Borges hicieron a Europa, siempre debido a la mala vista del padre Jorge
Guillermo Borges Haaslam, Jorge Luís que le había dedicado más de un poema a su
novia Concepción renunció a ella, más bien la colocó fuera de su memoria.
Cuando Jean de Millaret le hace una extensa entrevista que se convierte en un
libro [nota]5[/nota], y al referirse a ese temprano idilio que el novio llegó a
desear desembocara en matrimonio, como le comunica por carta a su amigo
mallorquín Jacobo Sureda. [nota]6[/nota], responde: “No, creo que yo estaba
enamorado de una imagen que había creado. Como era una persona sin gran cultura, no existía la posibilidad
de diálogo con ella. Y siempre se necesita un poco de diálogo ¿no es
cierto?”.Una respuesta extremadamente fría.
Concepción Guerrero
la novia que deja de interesarle a la vuelta de su segundo viaje a
Europa, fue merecedora de varios poemas. El más destacado por que llevaba
dedicatoria se titula “Sábados”. Esa dedicatoria original en la que figuraba el
nombre completo de la novia se redujo tiempo después a sólo iniciales. Y tras
la muerte del poeta desaparecieron esas elementales señas y el poema quedó
libre de dedicatoria. En “Sábados” se descubre sin esfuerzo el paso del autor
por la etapa ultraísta, y unos versos revelan el enamoramiento de Georgie: “A
despecho de tu desamor / tu hermosura /
prodiga su milagro por el tiempo”·. En “Despedida”, también integrado en Fervor
de Buenos Aires, la emoción de la despedida descubre el fervor por Concepción.
“Entre mi amor y yo han de levantarse
Trescientas noches como trescientas paredes
Y el mar será una magia entre nosotros”
En esos versos se resume la tristeza del enamorado que parte
hacia Ginebra con su familia y debe dejar a la amada. El cambio después de casi
un año de ausencia resulta radical. Concepción ha perdido importancia, ha
dejado de interesar. ¿Otra novia? No.
Tal vez influencias familiares, o descubrimiento de que en su vida ante
todo la literatura es lo principal.
En el caso de los enfrentamientos entre los dos grupos
juveniles, Florida, en el centro de Buenos Aires, y Boedo, no muy alejado del
Centro pero no es un barrio residencial, el ocultamiento de lo ocurrido, con
nombres, hechos, y otras identificaciones, resultaba muy difícil de conseguir.
Cómo negar algo que estaba publicado en diarios de la época, que muchos de la
misma edad que Borges y los demás poetas conocían muy bien, y que los
historiadores de la literatura argentina escribieron procurando no olvidar nada
de aquella aventura. Lo que sí quedaba difuso, envuelto en densa capa de
olvido, era su etapa ultraísta, aunque algo se venía mencionando pero sin los
elementos necesarios que confirmaran los hechos. En su libro Ultraísmo
[nota]7[/nota], la profesora mendocina, Gloria Videla ofrece la historia de esa
breve etapa en la que reinó una estética influida por los ismos que empezaban a surgir en Europa. Futurismo,
Dadaísmo y los primeros pasos del surrealismo francés.
Sin embargo hay dentro de ese período ultra un episodio
menor, con cambio de escenario y de muchos actores. El Ultraísmo había surgido
en Madrid de la mano de Cansinos Asséns, rompió límites madrileños y hubo
ultraísmo en Asturias, Galicia, Andalucía,
posiblemente uno de esos retazos ultras de provincias ocurrió en Mallorca,
y ese es el eslabón juvenil de Borges que quedaba en la penumbra y él, ya
entrando a la ancianidad deseaba que nadie lo conociera. Por eso cuando le
anuncian que en España se va a publicar un libro que recoja sus poemas
juveniles, etapa anterior a “Fervor de Buenos Aires”, sufre un gran disgusto
que, afortunadamente para él mismo, desaparece pronto.
Bastantes años después, concretamente en 1980, el diario
Ultima Hora [nota]8[/nota] de Palma de Mallorca, invitó a Borges para que
recordara sus estancias anteriores en esa isla mediterránea. Jorge Luís llegó
en compañía de María Kodama, que en se tiempo era su secretaria. Acompañado de
periodistas del mencionado diario recorrió Palma y hasta llegó a Valldemossa,
localidad en la que toda la familia Borges pasaba breves temporadas y a donde
Jorge Luís iba continuamente porque ahí
vivía su mejor amigo mallorquín, Jacobo Sureda. La visita que duró una semana
le permitió a Georgie recorrer los lugares de Palma que había conocido entre
1919 y 1921. Ya no los podía ver, estaba ciego,
pero contaba con las explicaciones de las personas que el diario había
designado para que estuvieran continuamente a su lado.
Los acompañantes de Borges, dos damas y un caballero, lo
llevaron a los sitios que a él más le habían impresionado en su juventud. El
castillo de Bellver, la
Catedral a la que le dedicó un hermoso poema, el teatro
Principal y algunos otros sitios con magia arquitectónica. Visitados esos
lugares decidieron conducirlo hacia una librería de gran exquisitez llamada
“Cavall verd”. No era enorme, al contrario muy pequeña, pero estaba dedicada
íntegramente a la poesía. Libros de versos de medio mundo y en diferentes
lenguas llenaban las estanterías. El dueño, un poeta isleño, Rafel Jaume, lo
recibió alborozado. Consideraba un honor
la visita de tan distinguido personaje y para hacer halagüeño el recibimiento
le obsequió un ejemplar del libro Poesía juvenil de J.L.Borges, que había sido
causa de gran disgusto pasajero en Buenos Aires.
El poeta mallorquín sabedor de que Borges era invidente hizo
una breve explicación sobre el obsequio
“Maestro, este libro recoge todos los poemas que usted escribió en su
juventud, desde Ginebra a Madrid y de Madrid a Mallorca”. El continente de
Jorge Luís cambó radicalmente y dirigiéndose a María Kodama que estaba a su
lado le dijo:”Rompa ese libro”, a lo que ella respondió: “Borges, en la portada
hay una foto suya muy linda”. Borges no necesitó meditar otra orden. “Conserve
la portada y rompa el resto”, insistió muy autoritario. Jaume nervioso y
temeroso a la vez, prefirió guardar el libro y esperar que las aguas se
remansaran.
María Kodama se encargó de recavar el ejemplar obsequiado
por Jaume y guardarlo cuidadosamente en su bolso. Borges tras esa decisión
frenética de querer que se rompa el libro, volvió a ser la persona agradable y
sencilla de siempre. Las preguntas que circularon en Mallorca al conocerse esta
anécdota publicada por el diario que invitaba al poeta, fueron muchas, pero
destacaban sólo algunas: ¿por qué Borges se opone a ese libro de palabra y no
de hecho? ¿Qué pretende negando su obra juvenil, ocultar que había pertenecido
a las filas ultraístas? En realidad en 1980 se conocía muy bien su paso por
aquel carnaval poético que no duró más de un lustro y que dejó escasa huella.
Eso sí, fue una especie de trampolín para elevar, tiempo después, a muchos de
los poetas de ese ismo bastantes
peldaños hacia arriba.
Sin ninguna duda Borges era consciente de que la poesía que
había publicado en diarios y revistas españoles de aquellos tiempos, eran muy
menores en confrontación con la poesía que practicara tiempo después. El Ultraísmo
que él absorbió en Madrid y llevó primero a Mallorca y después a Buenos Aires,
donde fundó la revista Proa de bases ultraicas, no era suficiente como para
avergonzarlo, había algo más que no gustaba al Maestro. Posiblemente, esos
poemas ya comentados en los que manifestaba su
aprobación y hasta entusiasmo por la revolución rusa.
El lustro que Borges se empecinaba en eliminar de su vida, y
que va de 1918 a
1923, terminó por escapar de la negrura
de la cárcel a la que había sido sometido, y reunirse con los otros años y
conformar con ellos un conjunto que de ninguna manera resta valor a su obra
total. El anecdotario de un hombre de su importancia es muy rico y alcanza
mayor riqueza con esos agregados de juventud. A los veinte años de edad Borges
llamó la atención en Madrid por su impresionante bagaje cultural. Cansinos
Asséns que era el líder y guía de esa
juventud madrileña fue quien más alabó la erudición del joven argentino.
No se discute que la obra de Borges, la de verdadera
calidad, empieza con Fervor de Buenos Aires y se afianza con los poemarios que continuaron, Luna de
enfrente y Cuaderno San Martín. A esos atisbos poéticos, narrativos y
ensayísticos escritos en España y Suiza se les acepta pero como si
pertenecieran a otro Borges, a un joven, a un hermano menor, no al que empieza
a “construirse” en 1923 y alcanza cumbres pocos años más adelante.
[notar]1[/notar] Poesía juvenil de J.L. Borges. José J. de
Olañeta editor, Barcelona 1978. Contiene 18 poemas y estudio previo y
explicación de la consecución de esos versos, por Carlos Meneses.
[notar]2[/notar] Volodia Teitelboim: Los dos Borges,
Editorial Sudamericana, Santiago de Chile 1996.
[notar]3[/notar] Jean Pierre Bernés: Rythmes rouges, con 23
o mas traducidos del castellano al francés. No se anota procedencia de ninguno
de los poemas, y se supone que fueron los que conformaron el libro destruido
por el propio Borges. No se señala ni fecha ni ciudad.
[notar]4[/notar] Antonio Requeni: Cronicón de las peñas de
Buenos Aires, págs. 83,84. Buenos Aires 1984.
[notar]5[/notar] Jean de Milleret: Entrevistas con Jorge
Luís Borges, Monte Ávila Editores, Caracas 1970.
[notar]6[/notar] Jacobo Sureda, escritor, poeta y pintor
mallorquín (l900-l935) fue el gran amigo de Borges durante su estancia en
Mallorca, y mantuvo correspondencia muy fluida con él hasta aproximadamente
1926.
[notar]7[/notar] Gloria Videla: Ultraísmo. Editorial Gredos,
Madrid 1963.
[notar]8[/notar] Ultima Hora diario mallorquín fundado en la
última década del siglo XIX. Fuente: Pacarina del Sur -
http://www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/51-lo-que-borges-no-queria -
Fuente : Revista Pacarina del Sur - México
14 de noviembre de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario