La obra del escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-
1986) despierta una gran fascinación en China. Una fama que logró extenderse en
el país desde que su obra completa fuera traducida al chino en los años 80. En
su producción literaria se encuentran abundantes referencias a China y sus
narraciones breves, con un lenguaje conciso y un estilo escueto, contienen todo
lo típico de los cuentos populares que son muy aceptados en China, país
acostumbrado a los relatos fabulosos desde tiempo inmemorial.
Liao Yanping
廖燕平
El gran literato argentino Jorge Luis Borges lidera el
ranking de escritores del actual auge que vive la literatura latinoamericana en
este país. Sus obras arribaron como un fuerte viento primaveral que fecundó a
la prolífica camada de novelistas de la llamada generación vanguardista a
finales de la década de los años 70 del siglo pasado. Diez años más tarde, la
publicación en la lengua de Confucio de su obra completa dio otro empujón definitivo
a la fama del escritor argentino, que empezó a expandirse firme y rápidamente
hacia todos los rincones del extenso país hasta tal punto que, hoy en día, leer
a Borges se ha convertido en una moda literaria. Una moda que cautiva a
millones de lectores del continente más poblado del planeta que leen
entusiasmados todas las obras borgianas transcritas ya en ideogramas.
Si pensamos en esta sorprendente pasión oriental por el
eminente autor argentino resulta también destacable las abundantes referencias
a China en su producción literaria. A los libros de fuentes occidentales que
leía el joven Borges en la primera etapa de su formación literaria, se debe
agregar la proliferación de obras orientales como el Libro de las mutaciones,
Zhuangzi, Sueño en el pabellón rojo o las Selecciones de extraños cuentos del
estudio Liaozhai. La conjunción de las dos tradiciones le brindó una
extraordinaria erudición y le dio alas a la desbordante imaginación con la que
edificó una nueva china en su creación literaria. Así, en La muralla y los
libros vincula, de manera orgánica, la construcción de la Gran Muralla y la
destrucción de los libros, dos proyectos consumados por el primer emperador
Qin, para entender el motivo de las hazañas imperiales desde el punto de vista del
tiempo y el espacio. Por otro lado, siguiendo la idea oriental de las
mutaciones, Borges compone el relato El bastón de laca donde un emperador de la
dinastía Liang posee un bastón mágico transformado por Zhangzi. Finalmente, en
su cuento El Aleph, el autor plantea el problema de la limitación del lenguaje
para tratar la divinidad ilimitada proyectada en un punto concreto, el Aleph,
lo que nos hace recordar la frase del Libro de Tao: “Cuando Tao es pronunciado,
dejará de serlo”.
Sin embargo, si profundizamos más sobre el influjo de China
en Borges hallamos un género literario aplicado en las obras borgianas: los
cuentos cortos. Mientras que los críticos literarios lo clasifican con
etiquetas como surrealista místico, mágico o posmoderno, los lectores chinos
prefieren saborear de forma directa e intuitiva sus fantásticos cuentos. Para
el público oriental, es un gran escritor de pequeños relatos por excelencia. Su
breve narración, su lenguaje conciso o el estilo escueto, contienen todo lo
típico de los cuentos populares y que son muy aceptados en China, país
acostumbrado a los relatos fabulosos desde tiempo inmemorial. Los chengyu, una
especie de modismos o frases hechas por ejemplo, pertenecen precisamente al
género de cuentos que, al transmitirse de generación en generación, se han
convertido actualmente en un símbolo cultural. Esos relatos poseen gran
popularidad y una vitalidad que arraiga en lo más profundo de sus lectores
chinos. Aquí reside el origen del gusto natural por leer todos los cuentos cortos
que el gran maestro argentino escribió sobre temas históricos, teológicos,
filosóficos o artísticos.
Por otro lado, sus libros rezuman una especial erudición si
atendemos a su profundo contenido filosófico. Sus ideas metafísicas fascinan a
la imaginación literaria china que está más acostumbrada a las parábolas o
fábulas contenidas en sus propios modismos. En la ficción, Borges transmite
rigurosos conceptos filosóficos a través de fantásticos personajes y confusas
tramas. La metáfora y el simbolismo son dos herramientas que maneja
magistralmente para jugar entre argumentos ambiguos o ficticios, y fenómenos
reales de la vida cotidiana. Es esta mezcla, típicamente borgiana, entre la
realidad y la ficción, la que más cautiva al lector chino que la suele calificar,
a falta de una mayor precisión, como el toque de fantasía.
El jardín de
senderos que se bifurcan de Borges es un cuento muy valorado desde una visión
oriental. En dicha obra, el protagonista chino se ve envuelto en un juego
adivinatorio que se desarrolla en dos cuentos superpuestos.
Referencia fundamental de ese toque es, sin duda, El jardín
de senderos que se bifurcan, un cuento muy valorado desde una visión oriental.
En dicha obra, el protagonista chino se ve envuelto en un juego adivinatorio
que se desarrolla en dos cuentos superpuestos. En el primero, la enorme
adivinanza, se da como pista una supuesta novela china, El jardín de senderos
que se bifurcan, escrita por un astrónomo de la dinastía Qing. Dicha novela
resulta inacabada y su contenido no son sino numerosos fragmentos desordenados
e incomprensibles que causan confusión. Pero Borges nos revela que el tema de
la adivinanza es el tiempo. Su concepción en la antigua china, según este
autor, es relativa y forma una sola unidad con el espacio. Los fragmentos de la
novela, en este sentido, representan todas las posibles historias sucedidas en
el mismo tiempo pero en lugares diferentes. Parecen tortuosos senderos de un
jardín que se multiplican a medida que acontecen las diferentes posibilidades.
Pero su caos es solo una apariencia ya que en el fondo las historias comparten
y se relacionan con un mismo origen.
Construye el escritor aquí un jardín de tiempo ficticio para
revelar el misterio de la longevidad de la cultura china: la continuidad
circular que se transmite de padres a hijos y, por eso, los escritores antiguos
siempre preferían añadir nuevos capítulos a los clásicos, en vez de crear
diferentes libros. En el contexto de este concepto de tiempo ancestral, Borges
se plantea la visión moderna en Occidente, por lo que introduce el segundo
cuento cuyo protagonista es el biznieto del astrónomo anterior. Este
descendiente se encuentra ahora en la Europa de la Primera Guerra Mundial donde
lo convierten en un espía de Alemania acosado por un agente inglés de origen
irlandés. Para informar a su superior de la existencia de una nueva instalación
militar inglesa en Francia, el espía se ve obligado a cometer un asesinato. Al
concluir su misión, sin embargo, es llevado a la horca. En ese segundo cuento,
Borges urde una trama con los diversos lugares que ocupan países como Gran
Bretaña, Francia, Alemania, Irlanda y China, así como con el tiempo único de la
guerra, y teje una enorme red espacio-temporal. Arrojados del jardín de tiempo
protector, los individuos contemporáneos, supuestamente más libres, son
atrapados por esta impersonal y cruel red y se convierten en víctimas de un
destino caracterizado por la inestabilidad.
Con una pluma llena de profunda agudeza filosófica el
escritor traza, sobre el fondo de las letras occidentales, los motivos
orientales que confunden a la audiencia china. Al esforzarse por distinguir la
realidad de la fantasía, la luna de su reflejo en el agua o la flor de su
sombra en el espejo, el lector es invitado a caer en el laberinto borgiano en
donde pensar o adivinar deviene un lúdico juego y, al mismo tiempo, se
convierte en una manifestación espiritual. Una espiritualidad llena de
sabiduría con la que Borges deslumbra, a pesar de la ceguera que le causó la
enfermedad, al mundo entero como un faro a través de su luminosa creación
literaria. Un ingenio que interviene en la realidad no por la vía de la
objetividad sino mediante un juego entre la ilusión y lo real, lo que nos lleva
de nuevo al concepto anterior, el toque de fantasía.
Fuente: Instituto Confucio
- Universitat de València -Facultat de Filología
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