domingo, 31 de agosto de 2014

“Hoy la tradicional confitería Richmond se convirtió en un monumento a la hipocresía”



 
El clásico de Florida reabrió como casa de deportes, pero mantiene una zona de bar con ocho mesas para evitar la clausura. Pablo Marchetti fue a tomar café y relata la experiencia.

Por Pablo Marchetti

Sólo. Marchetti toma café en la nueva Richmond, entre zapatillas y ropa deportiva. El viernes a las cinco de la tarde era el único cliente.

En la Richmond uno se puede sentar a tomar un rico café. Sí, el café es rico. Nespresso, para más datos. Esos de cápsula, con distintas variedades. Sí, el que toma George Clooney. También se puede tomar un rico té de la línea Pálpito. Que, por si no lo conocen, es un té premium con distintos blends. También se puede tomar una gaseosa o un agua mineral. Y nada más.

Para comer no hay nada. Bueno, sí, los cafés y tés vienen acompañados con un alfajorcito, cortesía de la casa, que puede ser negro o blanco. Y ya; la carta termina ahí. Es cierto, ha habido una profunda merma en la histórica carta de la Richmond, que tenía 454 ítems entre bebidas y comidas. Pero aún está el bar. Con sus mesas thonet con centro bordó, con sus sillas/sillones estilo Chesterfield de madera tallada, con apoyabrazos y tapizado de cuero bordó haciendo juego con las mesas, con sus arañas de bronce y opalina, holandesas, señoriales, en los techos, alumbrando el sector. Sí, el sector.

Sucede que la confitería Richmond es ahora un apartado que ocupa el 10 por ciento del local. El resto es territorio de Just for Sport, una casa de venta de artículos deportivos. A diferencia de la Richmond, Just for Sport está iluminado con lámparas de LED y sólo conserva de la antigua estructura las paredes y los techos con revestimiento de madera.

En Just for Sport hay bastante gente mirando ropa deportiva. La Richmond, en cambio, está vacía. Los encargados juran que suelen venir muchas personas, en especial ex parroquianos de la antigua Richmond. No quiero ser malpensado, pero me da la sensación de que no me están diciendo la verdad. Un viernes, entre las 5 y las 6 de la tarde, soy el único que está tomando un café, en la única mesa ocupada de las ocho que tiene ahora la confitería.

Por otra parte, parece algo improbable que algún ex parroquiano de la Richmond se sienta a gusto con el constante beat en negra de la música electrónica lounge que suena de manera machacosa y permanente en el local. La sensación es similar a estar en el patio de comidas de un shopping. Pero sin comidas y con poca bebida. Eso sí, con mucha historia.

La disposición de la Richmond (o Just for Sport, como prefieran) en la actualidad es la siguiente: 50% Nike, 30% Adidas, 5% Skechers, 5% Under Armour y 10% de confitería propiamente dicha. Hay algunos detalles curiosos, o más bien desconcertantes. El primero es la calidad del café y el té, como se dijo: a pesar de que el contexto llevaría a pensar en algo más parecido a la cafetería de una estación de servicio, el menú es limitadísimo pero de excelencia.

Es llamativa también la modalidad de pago: para tomar un café hay que pagarlo primero, como ocurre en una estación de servicio o en una casa de comidas rápidas. Y se paga en las mismas cajas donde se paga un par de zapatillas o un jogging. Lo primero que me preguntó la cajera fue “¿llevás estas Nike?”, señalando una caja que un encargado había llevado hasta allí. “No, quiero un café”, fue mi respuesta, ante su sorpresa.

El pago se efectúa antes, pero en la mesa te sirve una moza. Ella misma prepara el café tras la barra, frente a la boiserie de roble de Eslavonia, todo patrimonio de la Richmond original. Me siento a la mesa y abro la netbook. No, en la Richmond no hay wi-fi. Tal vez como un homenaje más a la antigua confitería, aquella donde en la década del 20 se reunían los escritores del Grupo Florida, entre otros Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Conrado Nalé Roxlo, Leopoldo Marechal y Macedonio Fernández. Si ellos hicieron la revista Martín Fierro sin conexión wi-fi, ¿por qué necesitaría yo wi-fi para escribir esta humilde crónica?

Trato de escribir algo, pero no, el lugar no es nada inspirador. Me encanta escribir en los bares, pero no. La Richmond actual no resulta estimulante ni para escribir una canción tipo El pollito Pío. Además, me estoy por quedar sin batería y no hay dónde enchufar. Voy al baño. El baño de la Richmond: cerámica lujosa, detalles dorados, amplio, limpio. Demasiado baño para una casa de deportes. Demasiado baño para una confitería minúscula. Tal vez sirva como anexo de los probadores, modernos, que están enfrente.

La Richmond es, en realidad, un monumento a la hipocresía. La “confitería” se mantiene porque en 2011 la Legislatura porteña la declaró Patrimonio Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. O sea, la Richmond tiene que existir. Pero nada dice esa resolución sobre el espacio que debe ocupar. De modo que no debería llamarnos la atención que el Café Tortoni pronto sea una concesionaria de autos, por ejemplo. Y que haya un par de mesas al costado. Pero no se trata de indignarnos porque sí. Si la Richmond no funciona, no funciona. Lo paradójico es otra cosa.

Desde la esquina de Corrientes y Florida hasta mitad de cuadra de la peatonal, en esos 50 metros, hay cinco casas de venta de artículos deportivos. No estamos hablando de pequeñas tiendas: se trata, en todos los casos, de locales enormes. Pero en ese mismo espacio no hay ni un solo café notable, exceptuando esa operación de taxidermia que hicieron con la Richmond.

Lo paradójico, pues, es la despersonalización de la ciudad. Es cómo asumimos una Buenos Aires que se repite, cómo es que dejamos que se diluya la identidad ciudadana (una identidad hecha de la convivencia de múltiples identidades) en más y más locales idénticos, donde venden ropa idéntica, con afiches idénticos y consignas idénticas.

Suena utópico, sí. Pero a veces no está mal intentar hacer posible esa utopía. Simplemente hay que hacerlo. O, como se lee en las paredes de la Richmond hoy, lejos de Borges, lejos del Grupo Florida: Impossible is nothing, just do it.




Fuente : Diario Perfil  -  31/08/2014



Ir a Confiteria Richmond antes del cambio :





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