Lilian Fernández Hall
En homenaje a quien no siempre en vida fue estimado y
valorado por sus contemporáneos, deseamos reproducir una entrevista que quien
escribe estas líneas tuvo la oportunidad de realizarle al autor de El Aleph en
Buenos Aires. Fue en el otoño de 1985 —un año antes de la muerte del escritor—
que, con la osadía que da la juventud, llamamos por teléfono a su casa con el
fin de pedirle una entrevista para una poco conocida revista uruguaya. Muchos
de los “grandes” de entonces se habían negado (entrevistadora inexperta y
publicación casi desconocida). En el caso de Borges (a quien nunca se le llamó
otra cosa que “Borges”, no “Don Jorge” o “Señor Borges” o algo así, sino
simplemente “Borges”) fue distinto. Fue la voz de un anciano cortés, afable,
muy cansado pero completamente lúcido la que contestó al teléfono y dijo
sentirse “muy honrado” por ser objeto de nuestro interés. Nos invitó a su casa
a visitarlo y el resultado de esa charla tan entrañable se publicó en la
revista Jaque de Montevideo el viernes 12 de julio de 1985. A ya más de veinte
años del fallecimiento del escritor, perdura el recuerdo de esa breve
conversación y vaya como homenaje a quien sigue encontrando adeptos en los más
lejanos rincones del planeta.
Jorge Luis Borges y Lilian Fernández Hall (1985)
Foto: Patricio Salinas
Jaque encontró en Buenos Aires un Borges melancólico,
desencantado, sin esperanzas, para quien ser argentino es “un acto de fe”.
Confiesa no saber nada del tango, de Gardel, de la literatura contemporánea, ni
de política y, en otro juego de espejos, afirma ignorar si tiene o no realmente
vida personal. Es Jorge Luis Borges.
—Borges, usted que ha viajado tanto, ha estado en tantas
ciudades...
—No se crea, no tanto. Hay dos países que me gustaría mucho
conocer: China e India. Pero imagínese que no me puedo costear esos viajes. No
es como ir a Bolivia o a Chile.
—No, claro, pero usted que ha viajado tanto, decía ¿cómo se
siente en Buenos Aires?
—Como todo el mundo, melancólico. Porque no mejoran las
cosas. Hace un año y medio que están los radicales y no han hecho nada ¿puede
ser? Quizás ahora hagan algo. Recuerdo que, cuando fue electo, el Presidente me
invitó a un acto oficial. Yo sólo conocía a Bioy Casares, a los demás
escritores no los conocía. Era gente más bien de radio, de teatro, actores.
Pero a los escritores no los conocía. Yo dije algunas palabras. Pero ahora
estoy muy desencantado, sin esperanzas...
—Usted dice en sus poemas: “Ser esa cosa que nadie puede
definir: argentino”. ¿Tampoco ahora podría definirlo?
—No, no podría. Yo creo que algo así sucede con todos los
países ¿qué es ser irlandés? ¿qué es ser sueco? Un acto de fe. Ser argentino es
un acto de fe. Es muy raro. Este país, no sé, algunos dicen que va a salvarse
con las nuevas medidas, pero hace muchos años que tenemos problemas.
—Borges, hablando ahora de su obra, los temas que en ella se
repiten son el tiempo, los laberintos, los espejos, los compadritos...
—Sí, los compadritos. Pero los compadritos se acabaron con
las armas de fuego: los verdaderos compadritos eran cuchilleros. Yo conocí
cuchilleros. El cuchillo era un arma de guapos, ellos llevaban siempre, los de
ciudad, el cuchillo en la sisa del chaleco, se sacaba así (hace el gesto de
sacar el puñal) en cambio en el campo lo usaban en el lado izquierdo del cinto,
y lo sacaban así (hace otro gesto).
—“Hacia arriba y con el filo para adentro”, como enseña
usted en el cuento “El Sur”.
—Claro, pero fíjese qué raro, nunca se hablaba del cuchillo,
por pudor. Si se lo sacaba era para usarlo, pero no se lo mostraba nunca.
Además, se usaba cuchillo corto. Ya el hecho de sacar un puñal corto era una
prueba de que uno sabía usarlo. Pero ahora el cuchillo ya no tiene sentido.
—¿Qué opina del tango, Borges?
—Yo no sé nada del tango.
—Usted dice que no tuvo orígenes populares.
—No, el pueblo lo rechazó. En los conventillos no se
bailaba. En realidad, yo he leído algo sobre el tango. Surge en la misma época
que el jazz, en el mismo ambiente: en los prostíbulos. Pero puede probarse que
no fue popular por los instrumentos. La milonga, por ejemplo, se acompañaba con
la guitarra. ¿Sabe cuál es la etimología de la palabra “guitarra”?
—No.
—Viene de cítara, del griego: cítara-guitarra ¿qué lindo,
no? Bien, el tango surge hacia 1880, no se sabe si originario de Montevideo o
de Buenos Aires, en el mejor de los casos se comprueba que no es popular por
los instrumentos: piano, flauta y violín, y luego se agrega un instrumento
alemán: el bandoneón. Así que no es popular, porque los instrumentos son muy
caros. La flauta no, pero el violín y el bandoneón, sí. En cambio, la guitarra
es popular. Cuando yo era chico se tocaba en todas las esquinas de Buenos
Aires, ahora no.
—¿Qué opina de este homenaje un tanto desmesurado que se le
está brindando a Gardel?
—Yo no sé nada de Gardel. Sé que no quiso ser ciudadano
uruguayo. Se llamaba Charles Gardel, era descendiente de franceses. Él la
compró a la madre.
—¿Cómo?
—La madre de él trabajaba en un prostíbulo en Toulouse,
entonces él la compró. El precio de las prostitutas variaba según la edad y las
nacionalidades. Aquí las más baratas eran las criollas, luego venían las
polacas y finalmente, las más caras eran las francesas.
—Otro de sus temas preferidos son los espejos ¿qué le
sugieren?
—Cuando yo era chico había muebles hamburgueses en casa.
Había un espejo de tres cuerpos donde yo me miraba siempre. Desde mi cama,
inmóvil. Y un día se me ocurrió que una de las imágenes reflejadas podía tomar
vida propia, podía empezar a obrar por su cuenta. Ese es el origen de mi
interés por los espejos, y por eso aparecen en mis cuentos.
—¿Por qué nunca escribió una novela?
—Porque no soy lector de novelas. Bueno, leí el Quijote, y
un novelista que para mí es el novelista: Joseph Conrad. He leído a Dickens
mucho, leí Crimen y castigo, lo leí con mucho entusiasmo, más que Los hermanos
Karamazov, Tolstoi sí que me gusta mucho. Pero otras novelas... En cambio leí
Las mil y una noches en una versión, creo que la mejor versión occidental, la
de Rafael Cansinos Assens. Él se jactaba, no sé por qué razón, de poder saludar
a las estrellas en catorce idiomas clásicos distintos ¿qué exageración, no? Era
una andaluzada. Pero la novela es un género que no conozco.
—¿Y de literatura contemporánea?
—Yo no sé nada de literatura contemporánea, creo que hay
mucha pornografía...
—Quiero hacerle una pregunta...
—Si es una pregunta política, no sé nada (sonríe). No estoy
afiliado a ningún partido político. En fin...
—No, no es una pregunta política. Se refiere al debate que
existe acerca de la cuestión del Premio Nobel...
—No, no, pero yo voy a defender a los Académicos. En un
tiempo, ellos confirmaban prestigios. Cuando un autor recibía su premio, ya
estaba consagrado. Cuando Bertrand Russell lo recibió, cuando André Guide lo
recibió, ya eran famosos. Pero creo que ahora quieren dar el premio de
estímulo, a quienes no son tan conocidos. Yo creo que es una política distinta,
yo la respeto. Además, yo no tengo méritos, mi obra no existe. Acá no tengo
ningún ejemplar de mi obra. Yo no soy Borges, soy el otro... (sonríe).
—Parece que en Suecia se estima más su poesía que su
prosa...
—¿Ah, sí? qué notable. Bueno, la poesía es un género más
antiguo, más noble.
—Pero en otros países, en Europa y en América Latina, se
valora más su prosa.
—Bueno, cuando yo pienso en la prosa, me gusta más la
poesía; y cuando pienso en la poesía, me gusta más la prosa.
—Cuando el Premio se le concedió a García Márquez...
—Muy merecido, sí.
—...él mismo consideró que se lo merecía más usted.
—Bueno, es una generosidad de su parte.
—Unas últimas preguntas, Borges: de acuerdo a sus
declaraciones, parece ser que usted está en un proceso de evaluación de su vida
personal.
—No sé si tengo vida personal. De mi biografía poco tengo
que decir: nací en Buenos Aires, viví en Suiza, después me empezaron a
interesar los idiomas, no sé, un poco de vida literaria, enamorarse...
(sonríe).
—Usted dice que no cree en la inmortalidad ¿eso no le
produce angustia?
—No, no. Recuerdo que mi padre decía que una vez que uno se
moría, era mejor morirse del todo. Él se dejó morir. Se negó a comer y a tomar
remedios. Ahora, la transmigración sería interesante, no?
—Claro. Bueno, Borges, no lo molestamos más, muchas gracias.
—No, no, no me molestan. Gracias a ustedes que han llenado
esta mañana que parecía vacía. (En la puerta, pensativo) ¿Así que me
recomiendan la poesía?
Buenos Aires, julio de 1985
Notas
Thente, Jonas.
“Oraklet från Buenos Aires”. En: Dagens Nyheter, Kultur, sábado 31 de marzo de
2007, pp. 6-7. La traducción es mía.
Fuente : Letralia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario