Por Redacción LAVOZ
A fines del año pasado, la BBC distribuyó un artículo firmado por la escritora y periodista Jane Ciabattari que analizaba la posibilidad de que Jorge Luis Borges fuese el escritor más influyente del siglo 20. Cuando lo leí, me pareció una exageración. Y el primer argumento que se me ocurrió para refutar esa hipótesis fue otro escritor: Kafka. ¿Podría ser Borges más influyente que Kafka en la literatura del siglo 20?
En un artículo periodístico de 1937, Borges –que llegó a
traducir a Kafka– hizo esta afirmación: “La intensidad de Kafka es
indiscutible”. Y en un pequeño ensayo fechado en 1951 –“Kafka y sus
precursores”–, lo puso como ejemplo de esos autores que hacen posible, con una
obra innovadora, una nueva lectura de toda o gran parte de la literatura
previa: ahora que hemos leído a Kafka, decía Borges, podemos entender, por
ejemplo, que la obra de un filósofo griego del 400 antes de Cristo era
relativamente kafkiana.
Cuando le planteo la cuestión a Gusmán, me responde: “Como
le dije, la valija de Frankenstein. La diferencia notable es cómo Borges ha
pensado la literatura”. Y me propone comparar un texto de Kafka, La verdad
sobre Sancho Panza , con Pierre Menard, autor del Quijote , un cuento de
Borges.
Para Kafka, el Quijote podría ser una invención de Sancho:
“Sancho Panza –que por lo demás, nunca se jactó de ello– en el transcurso de
los años logró, componiendo una gran cantidad de novelas de caballería y de
bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar de tal manera de sí a
su demonio (al que después dio el nombre de Don Quijote) que entonces este,
incontenible, llevó a cabo las más grandes locuras”.
En el cuento de Borges, Pierre Menard es el novelista que se
propuso “producir unas páginas que coincidieran –palabra por palabra y línea
por línea– con las de Miguel de Cervantes”.
– ¿Por dónde empezamos el análisis comparativo?
–Para Kafka, obsesionado por el trabajo, escribir como
Sancho, al atardecer o la noche, es escribir después del trabajo; trabajo de
escudero, en el caso de Sancho. Pero a Kafka la historia de la literatura, la
tradición, le interesaba de otra manera. Era más local, más provinciana, como
afirma Franz Werfel cuando lee un texto de Kafka: no va a pasar la frontera de
Bohemia.
– En cambio, Borges…
–Borges interroga la literatura universal. Lo increíble de
Borges es cómo con un texto, El escritor argentino y la tradición , hablando de
su cuento La muerte y la brújula , inventa la extraterritorialidad: dice que
pensaba en una calle de Buenos Aires y la llamaba Rue de Toulon para escapar al
color local. Y en Kafka y sus precursores cambia la temporalidad lineal de la
literatura y produce la lectura retroactiva: Kafka está en Melville y no
Melville en Kafka. En el “Pierre Menard”, cambia la propiedad de la autoría,
las atribuciones erróneas, los anacronismos. En el texto sobre Paul Valéry,
dice que se podría hacer una historia de la literatura sin nombrar un solo
autor…
– ¿Y no tienen cosas en común?
–Es cierto, hay algo en común entre los dos. Ambos se han
ocupado largamente del sueño y la pesadilla. Pero hay otra cuestión
fundamental: teniendo en cuenta que El proceso y El castillo permanecieron
inéditas, hay en los dos escritores una sospecha de la novela extensa como algo
terminal, en crisis. Por lo tanto, optan por el relato breve, inconcluso o
fracturado. La fábula. Más tarde, con Raymond Carver se lo llamó minimalismo y
ahora con Internet, microrrelatos.
Fuente : La Voz
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