La trama
Borges, a la vez autor, narrador y protagonista del cuento,
se presenta como un escritor enamorado platónicamente de Beatriz, una joven ya
fallecida que nunca le correspondió.
Una vez al año, en un ritual casi sagrado, el protagonista
visita la casa de la difunta, donde vive Carlos Argentino Daneri, primo hermano
de Beatriz, un aspirante a escritor famoso, mediocre, irritante, presuntuoso y
recargado en sus formas, que rivaliza con Borges tanto en el terreno literario
como en el sentimental.
Un buen día, una desesperada llamada telefónica
de Daneri sorprende a Borges; la casa iba a ser demolida. La preocupación
de Daneri no era tanto por la desaparición de la vivienda como por la pérdida
de un increíble objeto que se encontraba en el sótano, un Aleph que había
descubierto de niño.
Es así como el genio de Borges enfrenta al lector con la
imposible visión del infinito, materializada en un minúsculo Big Bang, una
diminuta esfera donde confluyen todos los espacios, todos los tiempos, todas
las cosas, todas las posibilidades y todos los puntos de vista de todo lo
habido y por haber. Una idea tan compleja que no puede ser abarcada por la
razón, porque sobrepasa sus límites. Lo interminable, el infinito, el universo,
la eternidad... conceptos que chocan con las limitaciones del hombre
mortal. Casi al final del libro, Borges define al Aleph:
« […] la primera letra del alfabeto de la lengua sagrada. Su
aplicación al disco de mi historia no parece casual. Para la Cábala, esa letra
significa el En Soph, la ilimitada y pura divinidad; también se dijo que tiene
la forma de un hombre que señala el cielo y la tierra, para indicar que el
mundo inferior es el espejo y es el mapa del superior; para la Mengenlehre, es
el símbolo de los números transfinitos, en los que el todo no es mayor que
alguna de las partes» (2001:70).
Las cuestiones
filosóficas de La Divina Comedia en El Aleph
Para entender la nada azarosa composición de la estructura
de El Aleph y de sus personajes, es menester saber que, en 1937, Borges tendría
su primer contacto con La Divina Comedia de Dante Alighieri. Sería a bordo del
tranvía que lo llevaría a su trabajo de bibliotecario en el barrio bonaerense
de Almagro. Borges confesaría en su Siete noches:
«El azar (salvo que no hay azar, salvo que lo que llamamos
azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad) me hizo
encontrar tres pequeños volúmenes en la Librería Mitchell, hoy desaparecida,
que me trae tantos recuerdos. Esos tres volúmenes (yo debería haber traído uno
como talismán, ahora) eran los tomos del Infierno, del Purgatorio y del
Paraíso, vertidos al inglés por Carlyle» (1989:208).
El escritor quedaría tan fascinado ante el genio de Dante
Alighieri, que este último se convertiría en su maestro y musa. Su escritura a
partir de entonces, al igual que lo hiciera aquella del poeta medieval
setecientos años antes, trataría cuestiones de tintes tan filosóficos como la
comunicación, la belleza y el existencialismo. Borges admiraría los versos
dantianos porque, entre otras cosas, su significado iría mucho más allá de la
mera literalidad. Las copiosas metáforas dantianas empleadas para relatar
sucesos cotidianos y resaltar las limitaciones del hombre despertarían su
fascinación. Dichas falencias humanas serían plasmadas en El Aleph: «La verdad
no penetra en un entendimiento rebelde» (2001:63), explica Borges. En el caso
de Dante, este hace siempre referencia a la geometría euclídea con el fin de poner
de manifiesto la incapacidad de la mente humana para comprender cuestiones
metafísicas y teoremas demostrables tan simples como el de que todo triángulo
es rectángulo si está inscrito en una semicircunferencia:
«Non ò parlato sì che tu non pòsse / Ben vedér ch’ei fu re,
che chièse senno / Acciò che re sufficiènte fosse; / Non per sapér lo numero in
che ènno / Li motor’ di quassù, o se necèsse / Con contingènte mai necèsse
fenno; / Non, si èst dare primum mòtum èsse, / O se del mèzzo cerchio far si puòte
/ Triangol si ch’un rètto non avesse» (1896:319).
Sería la impecable arquitectura poético-narrativa de Dante
la que cambiaría el curso de la obra de un joven Borges que hasta ese momento
habría despreciado el género narrativo. Nacería así, un autor reflexivo,
intimista, de lectura más alegórico-moral que literal. Y sería en El Aleph
donde se haría evidente que esa pérdida de ingenuidad se debería al hecho de
haber quedado atrapado en las reflexiones filosóficas dantianas. Descubriría,
de la mano del autor florentino, la narrativa de múltiples interpretaciones,
caja de pandora susceptible de ser disfrutada de manera distinta con cada nueva
lectura, desde la superficial y cristalina, pero no menos bella, hasta la más
profunda y enrevesada; adecuada tanto para neófitos literarios como para
eruditos. A partir de ese momento y hasta el fin de sus días, Borges se
debatiría entre la necesidad de la lectura ingenua por el placer de leer y la
necesidad de escudriñar hasta el último recoveco literario:
«Quiero solamente insistir sobre el hecho de que nadie tiene
derecho a privarse de esa felicidad, la Commedia, de leerla de un modo ingenuo.
Después vendrán los comentarios, el deseo de saber qué significa cada alusión
mitológica, ver cómo Dante tomó un gran verso de Virgilio y acaso lo mejoró
traduciéndolo. Al principio debemos leer el libro con fe de niño, abandonarnos
a él; después nos acompañara hasta el fin. A mí me ha acompaöado durante tantos
años, y sé que apenas lo abra mañana encontraré cosas que no he encontrado
hasta ahora. Sé que ese libro irá más allá de mi vigilia y de nuestras
vigilias» (1989:220).
Ambas facetas, la de lector ingenuo y la de lector
estudioso, se reflejarían a todas luces en cada uno de sus libros posteriores,
pero sería El Aleph el que se convertiría en paradigma universal de la
interpretación de múltiples lecturas.
Los conceptos de visión y sueño, reiterados a lo largo de
toda La Divina Comedia, dejarían en Borges una huella perenne que señalaría su
obra venidera: «Tanto èra pièn di sonno in su quel punto / Che la verace via
abbandonai» (1896:1). «Ce sont, chez Dante, des formes de son rêve naissant, à
peine détachées de celui qui les rêve» (1987:89). En la representación de los
sueños descubriría, gracias a Dante, tres lecturas posibles: una psicológica,
una literaria y una filosófica. Borges suscribiría así la concepción onírica
dantiana, sosteniendo que los sueños tienen parte de vigilia pero, sobre todo,
que toda vigilia es un sueño. En cuanto al arte de hacer verosímil lo imposible
si, en su periplo por el infierno, el purgatorio y el paraíso, Dante habla con
lo muertos, Borges también sabría narrar lo fantástico con maestría, emulando
al escritor florentino en el empleo de imágenes oníricas y visiones.
Borges descubriría en La Divina Comedia el recurso de
autor-protagonista y transportaría dicho patrón a su El Aleph; solo que él
escogería únicamente un narrador en primera persona, mientras que el italiano
lo haría en primera y también en tercera persona a través de la figura de
Virgilio. La tríada Dante-autor, Dante-narrador y Dante-personaje permitiría al
florentino desdoblarse o aunarse a conveniencia del flujo narrativo para poder
indagar más profundamente en el alma humana, estrategia que retomaría Borges en
su El Aleph: «Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges». Gracias a la
combinación de esta mise en abyme con la alusión a personajes históricos como
Homero, Hesíodo, Paul Fort, Carlo Goldoni y Michael Drayton, Borges consigue
difuminar el límite entre lo real y lo ficticio, al igual que lo hiciera Dante
escogiendo, como personajes de Comedia, a ilustres personajes coetáneos. El
marco espacio-temporal escogido por Borges para su El Aleph también se
corresponde a la época en que está escrito. Concretamente, transcurre en el
Buenos Aires que va de 1929 a 1943.
En cuanto a los rasgos de La Divina Comedia con los que
Borges no comulgó, se encuentran dos elementos clave: la renuncia a la belleza
visual -aunque sí manteniendo la belleza de los versos- en favor de imágenes
grotescas por el mero afán de la alegorización: «Le désir ardent de créer des
allégories amène Dante à des inventions d'une beauté contestable» (1987:97); y
el problema de la doctrina teológica que redime o condena al ser humano según
este sea creyente o no. Borges no cree en Dios, a diferencia de la concepción
dantiana: «La notion panthéiste d'un Dieu qui est aussi l'univers, d'un Dieu
qui est chacune de ses créatures, est peut-être une hérésie et une erreur si
ous l'apliquons à la realité» (1987:31).
Los personajes de La
Divina Comedia en El Aleph
En el Canto Cuarto de La Divina Comedia, Dante se encuentra
con las almas de ilustres pensadores de la antigüedad: «Mi fur mostrati gli
spiriti magni» (1896:16) que están en el infierno porque las olvida Beatriz
-«Elles sont en Enfer car Béatrice les oublie» (1987:89).- Beatriz Portinari y Beatriz
Elena Viterbo comparten muchos más rasgos, aparte de su nombre de pila. Cada
una es descrita en las obras por sendos protagonistas como: hermosa, fría,
orgullosa, generosa, instructora, de carácter, de origen italiano, musa y amor
platónico del protagonista, la una casada y la otra que «siempre se había
distraído con Álvaro» (2001:60), poeta primo segundo de Borges en la vida real
-«[…] vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas
obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino»
(2001:68)-.
Ambas fallecidas a causa de una terrible enfermedad en la
flor de la juventud, la una por la peste negra y la otra por un cáncer en el
pecho: «Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía […] vi un cáncer
en el pecho» (2001:51,67).
Las dos se presentan como redentoras de los protagonistas, a
quienes nunca amaron con un amor romántico, pero sí con un amor caritativo. Al
ver que, tras sus defunciones, los protagonistas vagan sin rumbo, la una hace
descender a Dante a los infiernos para enseñarle el mundo de los muertos «Io son Beatrice che ti faccio andare»
(1896:6), mientras que la otra hace bajar a Borges al sótano de su casa para
mostrarle la eternidad: «Baja; muy en breve podrás entablar un diálogo con
todas las imágenes de Beatriz» (2001:64). Hasta el momento de la revelación,
los dos protagonistas se muestran escépticos por naturaleza. Además de
exhortarlos a una redención individual, ambas los guían hacia una posibilidad
de redención colectiva, incitándolos a un proyecto de sociedad en armonía.
Dante descubre, mirando en los ojos de su Beatriz, las
mismas respuestas que Borges encuentra en su Aleph con forma de globo ocular.
Al principio de El Paraíso, Beatriz está mirando de frente al muy cercano y
flamante sol: «Quando Beatrice in sul sinistro fianco / Vidi rivòlta, a
riguardar nel sole […] Beatrice tutta nell’etèrne ruòte / Fissa con gli occhi
stava” (1896:270), imagen visual que retomaría Borges al describir el fulgor
enceguecedor de su Aleph:
« […] el lugar donde están, sin confundirse, todos los
lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos […] una
pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor, [de tan sólo dos o tres
centímetros de diámetro, que encerraba todo el espacio cósmico, todas las
cosas, vistas desde todos los puntos, de forma simultánea pero sin
interponerse, [...] ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los
hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo» (2001:62).
Ambos submundos ponen de manifiesto que, solo quien haya
sido capaz de zanjar las limitaciones humanas de percepción encontrará
respuestas. En ambas obras se consigue que el lector reflexione sobre «l'état
des âmes apreès la mort et, allégoriquement, l'homme qui, par ses merites ou
ses demerites, s'attire les peines ou les recompenses divines» (1987:29).
Suspiros de duelo convierten tanto al noble castillo dantiano como a la casa de
la calle Garay borgiana en lugares espantosos. Clara imagen acústica de la
desesperanza de los finados pensadores de la antigüedad «A Dio spiacènti ed a’
nemici sui» (1896:10) y del desconsolado Borges:
«[…] comprendí que el incesante y vasto universo ya se
apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.
Cambiará el universo pero no yo, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo
sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta, yo podía consagrarme a su
memoria, sin esperanza pero también sin humillación» (2001:51-52).
Beatriz Viterbo es prima del antagonista de Borges, Carlos
Argentino Daneri, apellido compuesto por una apócope de Dante y una aféresis de
Alighieri. Al igual que Dante, Daneri también es de origen italiano: «A dos
generaciones de distancia, la ese italiana y la copiosa gesticulación italiana
sobreviven en él» (2001:53). Daneri representa a un poeta mediocre al que
Borges observa desde la soberbia y el desdén:
«Otras muchas estrofas me leyó […] Nada memorable había en
ellas; ni siquiera las juzgué mucho peores que la anterior. En su escritura
habían colaborado la aplicación, la resignación y el azar […] La dicción oral
de Daneri era extravagante; su torpeza métrica le vedó, salvo contadas veces
transmitir esa extravagancia al poema. Una sola vez en mi vida he tenido
ocasión de examinar los quince mil dodecasilabos del Polyolbion, esa epopeya
topográfica en la que Michael Drayton registró la fauna, la flora, la
hidrografía, la orografia, la historia militar y monástica de Inglaterra; estoy
seguro de que ese producto considerable pero limitado es enos tedioso que la
vasta empresa congénere de Carlos Argentino […] Y qué me dices de ese hallazgo,
blanquiceleste? El pintoresco neologismo sugiere el cielo, que es un factor
importantísimo del paisaje australiano. Sin esa evocación resultarían demasiado
sombríos los tintes del boceto y el lector se vería compelido a cerrar el
volumen, herida en lo más íntimo del alma de incurable y negra melancolía»
(2001:56-58).
El extravagante escritor consigue dejar al descubierto la
vulnerabilidad de Borges cuando le muestra el Aleph que ha tenido escondido en
el sótano durante toda su vida. La posdata deja entrever el resentimiento del
autor por habérsele negado el Nobel de Literatura en varias ocasiones:
«Posdata del primero de marzo de 1943. A los seis meses de
la demolición del inmueble de la calle Garay, la Editorial Procusto no se dejó
arredrar por la longitud del considerable poema y lanzó al mercado una
selección de «trozos argentinos»». Huelga repetir lo ocurrido; Carlos Argentino
Daneri recibió el Segundo Premio Nacional de Literatura. El primero fue
otorgado al doctor Aita; el tercero, al doctor Mario Bonfanti; increíblemente,
mi obra Los naipes del tahúr no logró un solo voto. ¡Una vez más, triunfaron la
incomprensión y la envidia! Hace ya mucho tiempo que no consigo ver a Daneri;
los diarios dicen que pronto nos dará otro volumen. Su afortunada pluma (no
entorpecida ya por el Aleph) se ha consagrado a versificar los epítomes del
doctor Acevedo Díaz» (2001:69-70).
Borges elogia en Siete noches la concisa definición de los
personajes de Dante y la capacidad de recoger sus vidas en un segundo, en un
sueño:
«Una novela contemporánea requiere quinientas o seiscientas
páginas para hacernos conocer a alguien, si es que lo conocemos. A Dante le
basta un solo momento. En ese momento el personaje está definido para siempre.
Dante busca ese momento central inconscientemente. Yo he querido hacer lo mismo
en muchos cuentos y he sido admirado por ese hallazgo, que es el hallazgo de
Dante en la Edad Media, el de presentar un momento como cifra de una vida»
(1989:213).
Analizando los personajes de El Aleph, se puede inferir que
Beatriz, Daneri y el Aleph son el algodón de tres hilos narrativos
entretejidos: la veneración que Borges siente por la recién fallecida, su amor
platónico, Beatriz Viterbo; la rivalidad amorosa y literaria que siente Borges
por Carlos Argentino Daneri; y el Aleph, como lugar que lo abarca todo,
enfrentamiento metafísico-filosófico del ser humano con la eternidad.
Vigencia de El Aleph
en el sXXI
Si pensamos en los avances tecnológicos que hemos disfrutado
y padecido durante las últimas décadas, nos damos cuenta de que nos estamos
volviendo más temerarios, que hemos superado el miedo a bajar al sótano,
escondrijo del fantástico Aleph de Borges. Ya no lo vemos. ¿Dónde ha ido? El
Aleph de la era de internet está en la pantalla táctil del móvil de última
generación, de la Tablet y del ordenador. Hoy el punto donde confluyen todos
los puntos de vista de todas las cosas habidas y por haber se llama internet.
Está en cada uno de nosotros luchar para que la infoxicación de nuestros días
no nos robe la capacidad de asombro a nosotros ni a nuestros hijos.
Si apelamos a la física nuclear, sus teorías también
describen mundos de múltiples dimensiones que unifican todas las fuerzas de la
naturaleza y que no pueden ser demostradas. Desde la primera teoría de campo
unificado de 1831, muchas más han sido propuestas hasta nuestros días,
incluyendo la de Einstein. Tampoco es difícil relacionar el Aleph con las
teorías de supercuerdas. Partiendo del bosón de Higgs, partícula elemental
propuesta en 1964, hoy podemos ver reflejado el Aleph incluso en los
aceleradores de partículas del CERN.
Conclusión
Fuentes
Alighieri, Dante. La Divina Commèdia, Editore-Libraio della
Real Casa, Milano, 1896.
Borges, Jorge Luis. El Aleph. Buenos Aires: Emecé, 1998.
Borges, Jorge Luis. Neuf essais sur Dante. Mayenne: Éditions
Gallimard 1987.
Borges, Jorge Luis. Obras completas. Tomo III. Siete Noches:
La Divina Comedia (207-220). Barcelona:
Emecé, 1989.
Borges, Jorge Luis. Siete Noches. Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica, 1980.
Borges, Jorge Luis. Otras inquisiciones. Buenos Aires:
Emecé, 1960.
Borges, Jorge Luis; Silvina Ocampo; Adolfo Bioy Casares.
Antología de la literatura fantástica. Barcelona: Edhasa, 1981.
Ortega, Julio; del Río Parra, Elena. El Aleph de Jorge Luis
Borges. México, D.F.: El Colegio de México, Centro de Estudios Lingüísticos y
Literarios, 2001.
Palacios Asín, Miguel. La escatología musulmana en La Divina
Comedia. Madrid: Hiperión, 1984
Televisión Española. A Fondo: "Entrevista a Jorge Luis
Borges (1976)". [en línea]
https://www.youtube.com/watch?v=2gu9l_TqS8I
[Consultado 11/8/2016].
Villarrubia, Marisol. «Jorge Luis Borges, ¿lector ingenuo o
estudioso de la Commedia?» [en línea] Centro Virtual Cervantes, Universidad de
Alcalá, Actas XXXVIII (AEPE).
https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/aepe/pdf/congreso_38/congreso_38_14.pdf
[Consultado 12/1/2017].
Fuente: Corina Cescato
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