Inventó lenguas, creó otro ajedrez. Ahora su museo le da
mayor lugar al aspecto astrológico y espiritual.
“Señoras, señores: en el curso
de una larga vida –he cumplido 81 años-, conocí a mucha gente famosa”,
comentaba Jorge Luis Borges. “Conocí y olvidé a muchas. Pero algunos persisten
y me acompañan (…) Son el gran poeta judeo-andaluz Rafael Cansinos Assens,
Macedonio Fernández y, quizás más que ningún otro, Alejandro Xul Solar. Me
parece estar viendo a ese hombre alto, rubio y evidentemente feliz. Creo que
uno puede simular muchas cosas, pero nadie puede simular la felicidad. En Xul
Solar se sentía la felicidad: la felicidad del trabajo y, sobre todo, de la
continua invención.” Así presentaba el escritor a su amigo, ese artista y
místico tan especial que fue Xul Solar (Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari),
nacido en San Fernando en 1887 y fallecido en Tigre, en 1963.
Utópico, ocultista y religioso a su manera (es decir,
panreligioso, ejercitaba todas las religiones posibles, o al menos todas
aquellas que le interesaban), vuelve a ser recordado ahora de una manera
especial. El Museo Xul Solar presenta de manera oficial el nuevo guión
curatorial, es decir, la forma en que las obras de Xul están dispuestas en el
espacio de exhibición, una nueva selección de su vasto trabajo.
Es la primera vez que la curaduría en el museo cambia… ¡en
25 años! La decisión de la directora, Elena Montero Lacasa de Povarché echa
nueva luz sobre la colección.
Xul fue un personaje singular. Además de llevar una forma de
vida distintiva -cercana al mundo de los escritores y de los seres religiosos-,
era astrólogo y también dibujante, escritor, traductor (hablaba francés,
inglés, alemán, italiano, portugués, ruso y guaraní, y conocía además el latín,
el griego, el chino y el sánscrito), al igual que inventor de nuevas lenguas.
Ellas son el “neocriollo” -un lenguaje que creó para Hispanoamérica- y la “panlengua”,
basada en números y signos astrológicos . Esta se proponía como una neolengua
universal y más tarde inspiraría el cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, de
Borges.
Xul inventó, además, “grafías plastiútiles”, una escritura
que puede observarse en muchos de sus trabajos, dentro del nuevo guión.
Modificó las cartas del Tarot, el I-Ching, el ajedrez (a la nueva versión la
llamó “panajedrez”), transformó la notación musical y también instrumentos
musicales (como el piano) e imaginó ciudades del futuro.
Como un anticipo de la presentación del nuevo museo, Clarín
dialogó con Cecilia Rabossi - curadora encargada de la reforma del guión- y con
María Teresa Tedín -una histórica del staff del museo-.
“Desde muy joven estuvo atribulado por imágenes que veía y
que no podía explicar”, comenta Rabossi. “El viaje que hizo a Europa, no fue el
viaje ‘tradicional’ de los artistas argentinos que iban a ver obras de arte y
estudiar con maestros europeos. En realidad, el de Xul fue un viaje iniciático
en todos los campos del saber: él sabía de música, hablaba un montón de
idiomas, conocía muchísimo de literatura…” Por eso fue, quizás, que forjó esa
amistad tan especial con Jorge Luis Borges.
En el “nuevo museo” las obras están dispuestas en núcleos
temáticos: el primero –que es también el mayor- está dedicado a lo astrológico
y lo espiritual. Muestra las obras de Xul profundamente cambiadas, luego de
conocer en París, en 1924, al ocultista inglés Aleister Crowley: él le
transmite un método para transcribir sus visiones y le enseña a llevar un
diario meticuloso: de aquí surge San Signos, el libro que desarrolla Xul.
El uso de los hexagramas del I-Ching será, para el artista,
“el medio de acceso y de contacto con los seres que pueblan los mundos
superiores” describió la investigadora Patricia Artundo. “Dioses, ángeles y
demonios capaces de introducirnos a verdades no reveladas”. Derivado de las
prácticas de la hermética orden de Golden Dawn, Xul utilizó una técnica que
“empleaba signos y símbolos como medios de obtener visiones astrales
controladas”. Artundo sostiene que, por sorprendente que parezca, estas
prácticas místicas no eran infrecuentes entre los artistas de la vanguardia
europea.
Otro de los núcleos de la nueva exposición se conforma
alrededor de obras que muestran “espacios para vivir”: entre 1959 y 1960 Xul
teorizó sobre una ciudad del futuro, algo que ya había adelantado cuando el
Zeppelin cruzó Buenos Aires en 1934 (puede observarse en sus acuarelas).
También puede percibirse en esta parte las ciudades que imaginaba Xul: “Una
villa que flote, derive o navegue por los aires, una villa volante”, tal como
él mismo describió.
El área de la exposición dedicada a las búsquedas musicales
lo define como un “músico visual”. Según la musicóloga Cintia Cristiá, el
artista se dedicó a la transformación de las notaciones musicales y a
introducir ritmos en sus pinturas. A partir de los años 40, produjo obras que
podían “leerse”, decodificándolas, como “grafías musicales”.
Pero el corazón de la exposición se encuentra dentro de una
vitrina, en medio de la sala principal: allí donde se ubica su juego de cartas
del Tarot, creado en 1954, con variantes respecto al Tarot tradicional. En
algunas de las cartas agregó signos zodiacales, palabras en neocriollo,
símbolos y numeraciones; en otras se refleja la influencia del Tarot de
Marsella y de los dibujos medievales. La otra apuesta fuerte dentro de la
vitrina es el Pan ajedrez ,de 1945. Cada ficha del ajedrez se identifica con
una consonante y cada casilla del tablero, con una vocal. En cada jugada los
participantes pueden, al mismo tiempo, “componer un verso, formas palabras con
la panlengua, fijar un horóscopo y hasta determinar la ubicación de los
astros”, comenta Rabossi.
Al costado, uno de los libros de apuntes de Xul, escrito y
dibujado a mano alzada y con lápiz: son bocetos de las figuras del Zodíaco y de
las cartas de su particular Tarot.
“Hay
mentes que profesan la probidad; otras, la indiscriminada abundancia; la
invención caudalosa de Xul Solar no excluye el honesto rigor”, escribió Borges
sobre su amigo en 1949. “Sus pinturas son documentos del mundo ultraterreno,
del mundo metafísico en que los dioses toman las formas de la imaginación que
los sueña. La apasionada arquitectura, los colores felices, los muchos
pormenores circunstanciales, los laberintos, los homúnculos y los ángeles
inolvidablemente definen este arte delicado y monumental. El gusto de nuestro
tiempo vacila entre el mero agrado lineal, la transcripción emotiva y el
realismo con brocha gorda; Xul Solar renueva, a su modo ambicioso que quiere
ser modesto, la mística pintura de los que no ven con los ojos físicos en el
ámbito sagrado de Blake, de Swedenborg, de yoguis y de bardos.”
La mujer de Xul, Lita, comentó en algún momento que al leer
estas líneas de Borges, Xul se emocionó y dijo: “No merito, no merito, no
merezco, no merezco, San gracias Borges”. “Conocedor de todas las disciplinas, curioso de todos los
arcanos, padre de escrituras, de lenguajes, de utopías, de mitologías, huésped
de infiernos y de cielos, autor, panajedrecista y astrólogo, perfecto en la
indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los
acontecimientos más singulares de nuestra época”: palabras de Borges.
Un esqueleto en el
medio del living
Una cosa es el Museo Xul Solar, un espacio público abierto a
todo el mundo; y otra es la casa del artista, situada sobre el museo, en el
primer piso: esta sección no es abierta al público y es conservada con celo por
sus guardianes, especialmente por Martha Caprotti, íntima amiga del artista
pero amiga, especialmente, de Lita (Micaela Cadenas) la mujer de Xul.
Se accede a la casa por una especie de puerta semisecreta.
Se sube una empinada y angosta escalera de mármol usado y blanco, “por la que
tantas veces subió y bajó Borges, cuando venía a visitar a su amigo Xul para
conversar sobre lenguas, religiones y libros”, detalla Teresa Tedín, parte del
staff del museo Xul Solar.
Se entra a un hallcito e inmediatamente una abertura
comunica hacia la nutrida biblioteca del artista, espacio donde también se
ubica el rincón en el que él y Borges se sentaban a charlar. Allí está el ajado
terciopelo rosadito del sillón. A su costado, la mesita sobre la que se
recostaba Xul (era muy alto), construida por él mismo. Y cerca, la presencia
más intrigante: el Títere de la muerte inventado por el artista, un esqueleto
de 2,17 metros de altura, creado con fragmentos de palos de escobas, piolines,
alambres y resortes, testigo mudo y único de los encuentros entre estos dos talentosos
amigos.
“Recuerdo, de cuando vivía acá, que Borges llamaba por
teléfono a Xul sin horarios”, comentaba Martha a esta cronista, hace dos años,
en una larga entrevista que quedó en el grabador. “Si Xul estaba solo, entonces
venía, se reunían y tomaban el té. Pero lo hacían sin testigos.”
-¿Por qué se reunían a solas?
-Era una forma que tenían de comunicarse. Vi muchas veces a
Borges buscar en la biblioteca de Xul y saber, a pesar de su ceguera, la
ubicación de cada libro. Porque recordá que Borges ya frecuentaba la casa desde
antes de quedar completamente ciego.
La habitación contigua a la biblioteca era donde se hacían
desde las clases de astrología hasta las reuniones de iniciados, de discípulos,
los estudios grupales y las discusiones sobre filosofía y religión, a las que
acudían desde reconocidos sacerdotes hasta prestigiosos profesionales e
intelectuales, contaba Martha Caprotti.
Todavía pueden leerse en el pizarrón los últimos textos y
grafismos que dibujó Xul: explicaciones grabadas en tiza.
Ficha
Lugar: Laprida 1212.
Horarios: martes a viernes, de 12 a 20. Sábados, de 12 a 19.
Entrada: General: $ 60. Estudiantes universitarios,
jubilados y menores: $ 30.
Fuente: Clarín - Foto
Ariel Grinberg
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