Un 24 de agosto de 1899 nació Jorge Luis Borges. En
conmemoración al gran escritor argentino, se declaró esta fecha como "Día
del Lector". Un repaso por las góndolas repletas de libros nacionales y
extranjeros que recorría a mediados del siglo XX con el entusiasmo y la
voracidad lectora que tanto lo caracterizaron
Por Gonzalo León
Hace poco se reeditó Borges, libros y lecturas (Ediciones
Biblioteca Nacional), la exhaustiva investigación que llevaron a cabo durante
varios años Laura Rosato y Germán Álvarez, y que dejó al descubierto los
setecientos títulos que el autor del Aleph anotó o simplemente dedicó,
entregando de este modo una valiosa colección que ahora se encuentra catalogada
en la Sala del Tesoro de la institución que preside el escritor Alberto
Manguel. Borges fue director de la Biblioteca Nacional desde 1955 hasta 1973 y
durante su gestión, mientras su ceguera fue aumentando, su reconocimiento
nacional y mundial lo hizo en igual medida. En 1961 recibió junto a Samuel
Beckett lo que en esos años iba a ser el Premio Nobel alternativo de
Literatura, el Formentor, que entregaban los editores. En esa década también se
le tradujo al francés y fue leído con rigurosidad por intelectuales y escritores
franceses; del otro lado del Océano Atlántico los académicos estadounidenses ya
venían haciendo lo suyo. Como precisan Álvarez y Rosato, por esos años Borges
era mejor leído por esas tradiciones que por la argentina. Y en la década
siguiente no le fue mucho mejor, ya que le llegó la fama. De este modo, como
observa Laura Rosato, se saltó una etapa, la de ser leído. Una etapa que aún no
se completa. Es estudiado, sobre todo por la academia, y también explicado e
interpretado, pero le faltan buenos lectores. Y aunque en 1971 un empleado de
la Biblioteca lo acusó de "sustraer libros" de ahí, esta
investigación —propiciada durante la dirección de Horacio González— vino a
demostrar lo contrario: era Borges quien compraba libros para la Biblioteca.
Un destacado lector
políglota
Si algo hay que salta a la vista en estas anotaciones es que
estamos ante un lector que, como dijo Ricardo Piglia, cambió la manera de leer
no solamente en Argentina. Esta colección de títulos es singular y, para los
que conocen su obra, no es extraño encontrar una mayoría de libros en inglés,
alemán y francés, y muy pocos en castellano, de ellos unas cuantas
traducciones. Tampoco se trata de títulos contemporáneos ni libros únicamente
de ficción, hay de filosofía, budismo y de todos sus intereses: desde los
escritores Stephen Crane, Joseph Conrad, James Boswell, Dante Alighieri y John
Donne, hasta filósofos como Schopenhauer. Esta colección viene a completar los
mil quinientos libros que, según el testimonio de Félix della Paolera que lo
visitó durante cuarenta años, estaban entre su dormitorio y su living. Es decir
que pese a ser un gran lector conservaba una acotada biblioteca. La ceguera y
el hecho de trabajar casi veinte años en la Biblioteca pudieron haber influido
en eso.
Pero si bien no era fetichista, los investigadores Rosato y
Álvarez revelan que eso "no se contrapone con el modo hedónico en la
elección de ejemplares". Borges prefería las ediciones antiguas o primeras
ediciones en idioma original, tipografía gótica, estudios, traducciones o
introducciones realizadas por intelectuales de renombre, de ahí por ejemplo que
tuviera ediciones comentadas de La Divina Comedia y en italiano, por supuesto.
Hay algo notable en estas anotaciones y es que en general están hechas en el
idioma en que las leyó. Pese a que desde 1955 su médico le había prohibido la
lectura, fue su madre, Leonor Acevedo, quien la ejerció para él. "Por eso
las notas manuscritas por Borges en los libros de este catálogo", escriben
los autores, "cesan abruptamente en el año de 1954", y más tarde con
puño tembloroso las continúa la madre.
Además de la peripecia de haber encontrado estos libros y
haber establecido la biblioteca de Borges, dentro y fuera de su casa, esta
investigación señala los lugares donde fue adquiriendo los ejemplares, que
básicamente estaban también en un circuito acotado, entre su casa y la misma
Biblioteca. Un circuito que ya no existe y en el que estaban librerías como
Mackern's, fundada en 1849 por los hermanos de ese apellido, que primero estuvo
en San Martín 66 y luego en Sarmiento 525; Mitchell's Book Store, fundada por
Edward Mitchell en 1907, hasta la que acudían personalidades como Joaquín V.
González, Julio A. Roca y Enrique Larreta, y que quedaba en Cangallo (hoy
Perón) 570; la librería Goethe, la única que subsiste en la actualidad, en
Avenida Corrientes 360; Barna, ubicada en Maipú 441; Beutelspacher, en
Sarmiento 815; Messerer, en Cangallo 338; Herder, en Carlos Pellegrini 1179;
Viau y Cía., tradicional librería ubicada en Florida 530, dedicada a ediciones
de lujo y libros de arte, "que fue uno de los primeros sellos editoriales
de Borges"; la de Eusebio Rodríguez, que para la época de Borges se había
trasladado a Galerías Pacífico; Verbum, ubicada frente a la antigua sede de
Filosofía y Letras de calle Viamonte 411, donde se reunía la intelectualidad
antiperonista cercana a Borges y donde funcionaba el sello Brújula de Eduardo
Stilman; y Pigmalión, en Corrientes 515, en la que trabajó un joven Alberto
Manguel, actual director de la Biblioteca Nacional.
Caminando entre
libreros
Manguel escribió parte de su experiencia en Pigmalión en los
libros Una historia de la lectura y Con Borges. En ellos relata cómo era la
actitud de Borges como comprador y cómo fue que de la librería un día terminó
siendo uno de sus lectores en el departamento de la calle Maipú. Manguel en
1964 era un adolescente, por lo que leerle a Borges lo impresionó bastante. Hoy
recuerda su experiencia como vendedor de la siguiente manera: "Borges
venía a Pigmalión acompañado de su madre. Era la época en la que estaba
estudiando anglosajón, así que venía a pedirnos manuales y diccionarios de esa
lengua. También se detenía ante las estanterías, y pasaba la mano derecha sobre
los lomos y a veces sacaba un libro y preguntaba: '¿Esto es la correspondencia
de Stevenson?' o '¿Éste es el Portrait of a Lady de James?'. Rara vez se
equivocaba. Yo no sé si su piel recordaba la superficie específica de los
libros que había leído, era como uno de esos faquires hindúes que ven por medio
de las yemas de los dedos. Era milagroso".
Cincuenta años después, Alberto Manguel encuentra que su
experiencia como librero en Pigmalión no sólo propició su trato con Borges,
sino que además hizo que de una manera imprevista fuera parte de este trabajo
de investigación que deja al descubierto su biblioteca y el modo de leer que
tenía. Para él, es imposible saber si le vendió uno de estos ejemplares, pero
"me siento un poco como uno de esos extras anónimos cuyas caras aparecen
entre las grandes multitudes de películas célebres. En el admirable libro de
Álvarez y Rosato estoy quizás presente sólo en ese sentido: que tal vez fui yo
quien, adolescente, le habré vendido a Borges alguno de esos libros que luego
fueron anotados. Algunas veces, recorriendo las librerías de viejos de Buenos
Aires, encuentro en un libro la etiqueta azul con el nombre de Pigmalión pegada
en la página de guarda y me pregunto si ese ejemplar no habrá pasado por mis
manos".
Al circuito de librerías que habituaba Borges habría que
agregar La Ciudad, de propiedad de Luis Alfonso, inaugurada en 1969, y que
frecuentó a diario en los locales de la Galería del Este. De aquella librería
Borges escribió una carta que los hijos del librero atesoran, y que dice:
"No olvidaré su alegría discreta y su gran generosidad. No me dejaba
comprar un libro, me los regalaba diciendo: obsequio de La Ciudad, para que así
el don fuera impersonal. Era harto menos un librero que un bibliófilo".
Sin embargo, una de las últimas fotos de Borges en Argentina, unos días antes
de irse a Suiza en noviembre de 1985, corresponde a la librería Casares, que en
ese entonces quedaba en Arenales 1723 (hoy está en Suipacha 521), propiedad de
Alberto Casares; ahí precisamente aparece saliendo del brazo de su dueño.
Más allá del Río de
la Plata
El trabajo que hicieron Rosato y Álvarez sobre las librerías
se explica porque, como dice este último, "nosotros teníamos que
individualizar los ejemplares de Borges, esos ejemplares tenían cierta
característica dentro del fondo de un millón de libros de la Biblioteca
Nacional, y eso era que estaba comprado en librerías. La etiqueta de cada una
de ellas indicaba que podía haber pertenecido a Borges. Dentro de esas
librerías en inglés las principales eran Mitchell's y Pigmalión; luego en alemán
estaban Goethe y Beutelspacher; Verbum proveyó más libros en francés aunque
también algunos en inglés". No fue fácil identificar los libros que Borges
donó a la Biblioteca, pero esas simples etiquetas daban un indicio.
Por otro parte, el rico mundo de librerías en otras lenguas,
al que Borges tuvo acceso ya no existe más, y eso, según Laura Rosato, "es
el gran diferencial del que hablamos siempre: el acceso a otras literaturas a
través de otros idiomas". Y desde luego también el aprendizaje de idiomas
le abrió la puerta a estas literaturas. Germán Álvarez recuerda que el alemán
que le enseñaron tempranamente en Suiza le dio la "llave a textos raros de
encontrar en el Río de la Plata y que no todos manejaban, como leer a Schopenhauer
o a Kant en su idioma original", a lo que se le sumó toda la literatura
orientalista que llegó a ella a través de los mismos alemanes. De este modo, y
gracias a las virtudes de Borges pero también a la oferta libresca de la Buenos
Aires de esos años, hicieron que Borges fuera mucho más allá del lector
promedio del Río de la Plata. A ambos investigadores les llama la atención que
hoy, habiendo más lectores que puedan acceder a textos en inglés, francés y
alemán, este circuito de librerías ya no esté. "El libro digital está muy
pauteado por el mercado", agrega Rosato, "entonces me parece que la
idea de los libros y las librerías era más democrática, porque llegaba más
variedad, ahora la oferta está más controlada. Hay un tipo de literatura y te
encontrás al final con menos oferta que antes".
El hecho de que Manguel hubiera sido librero de Borges y
esté hoy como director de la Biblioteca Nacional no es algo que puedan pasar
por alto. "Es cerrar todo un ciclo", dice Álvarez. En esta reedición
tuvieron la oportunidad de enmendar y acrecentar "lo que uno puede
llevarle al lector, que es el dossier de imágenes que ahora se le hizo justicia
con el tipo de material y la ambición crítico-genética que nosotros tuvimos.
Antes las reproducciones de las notas eran muy pobres, cosa que se había
criticado en ciertos ambientes, y con razón". Pero además de lo material
hay un aspecto simbólico, y es que "un lector de Borges como Manguel, que
probablemente tuvo entre sus manos uno de estos libros que hoy conforman esta
colección, que lo visitó y que le leyó en esa sala que queremos iniciar este
Centro Borges, la verdad es que opera como un cierre con broche de oro".
Rosato aclara que la nota donde se hace referencia a Una historia de la lectura
de Manguel ya estaba en la anterior edición, porque "cuando uno trata de
reconstruir cómo lee alguien busca todos los que leyeron con ese alguien y
Manguel era un lugar obligado".
Si bien en la introducción el espacio dedicado a las
librerías es breve, resultó importantísimo para que la investigación avanzara.
Si la mayoría de las librerías no hubieran cerrado quizá Rosato y Álvarez
hubieran avanzado más rápido. Y si otros escritores se hubieran dedicado en
esos años al digno oficio de librero también, como fue el caso de Luis Gusmán,
que pese a haberlo tratado (hay una antigua foto de Borges, Germán García y él
que lo atestigua), no le tocó atenderlo como librero. Más allá de esto la
oferta y la variedad de librerías que había hasta hace unos años permitieron no
sólo la construcción de la biblioteca de Borges, sino la construcción de un
lector privilegiado.
El carro de compras
de Borges
– Edición inglesa del volumen cuatro de la correspondencia
de Robert Louis Stevenson la compró en Mitchell's Book Store.
– Edición inglesa de "Hamlet", de Shakespeare,
comprado en Mitchell's y anotó en la cara exterior de la contratapa lo
siguiente: "Amleth, || Amlodi, || last || Skjöl- || dunga Saga. || Saxo,
|| libros || III y IV".
– Edición inglesa de "Kalevala: the land of the
heroes", de Franz Kafka, en Mackern's.
– "Human Knowledge: Its Scope and Limits, de Bertrand
Russell, en Pigmalión.
– "India e Buddhismo antico, de Giuseppe de Lorenzo, en
librería Sarmiento (Libertad 1214).
– "Die Abenteuer der Sylvesternacht, de E.T.A.
Hoffmann, en Beutelspacher.
– "Die Morgenlandfahrt", de Hermann Hesse, en
Barna.
– La edición inglesa de "Gargantúa y Pantagruel",
de Rabelais, en Viau & Cía.
– Edición inglesa de "Los cantos", de Ezra Pound,
en Pigmalión.
– Edición inglesa de los ensayos de Plutarco, en librería
Norteamericana (Corrientes 455).
– Edición inglesa de los ensayos de Montaigne, en
Mitchell's.
– "Steps: Stories, Talks, Essays, Poems, Studies in
History", de Robert Graves, en Pigmalión.
Fuente: Infobae
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