La literatura del escritor argentino es referencia
ineludible para autores del cómic británico como Neil Gaiman. Ahora, Grant
Morrison lo cruza con el Hombre Murciélago.
La historieta es un arte tan permisivo a la influencia de
Jorge Luis Borges como lo es el cine. El medio nacional provee ejemplos como
Perramus de Juan Sasturain y Alberto Breccia, donde Borges aparece como
personaje, o la adaptación de Historia del guerrero y la cautiva, realizada por
Norberto Buscaglia y Alfredo Flores. No debería sorprender que el cómic
norteamericano de masas también haya adaptado conceptos suyos, si se tiene en
cuenta la ascendencia de Borges por sobre una camada de guionistas surgidos
durante la década del ochenta.
Como en la mayoría de sus lectores anglosajones, la
fascinación de estos autores por Borges se centra en las especulaciones que su
imaginación elaboraba sobre sus tópicos favoritos. Quizás el primero en citar a
Borges haya sido el guionista y dibujante estadounidense Rick Veitch, quien en
el número 62 de Swamp Thing (1987), serie de terror de la DC Comics, aludió
directamente a “El Aleph” y su autor, “un genio ciego”. Sin embargo, el resto
de sus deudores son escritores provenientes de Gran Bretaña.
Después del éxito de Alan Moore con Swamp Thing (1984-1987)
y Watchmen (1986-1987), una generación de guionistas británicos comenzó a
escribir regularmente para editoriales norteamericanas, principalmente la DC Comics (y, eventualmente,
su sublínea Vertigo), aportando una óptica renovadora al género de superhéroes
y de fantasía, que por entonces comenzó a atraer a un público más adulto. Sus
estilos estaban moldeados por la conjunción entre los cómics leídos durante su
juventud, el cine de vanguardia, poetas del Romanticismo inglés, y prosistas de
ficción. No cuesta percibir que, tanto Moore como Neil Gaiman (Sandman) y Peter
Milligan (Skreemer, Shade) cuentan a Borges entre sus lecturas favoritas.
El escocés Grant Morrison es quien ha dejado más constancia
directa de su interés por Borges. Morrison se hizo notar en la escena
estadounidense con una serie para DC, Animal Man (1988-1990), donde reflotó a
un héroe de tercera línea y le otorgó una profundidad en su personalidad y en
sus historias que jamás había tenido. Pero lo que hace de los números 1 a 26 de Animal Man una obra
fundamental es su componente metatextual: Morrison aparece en el cómic, se
presenta ante Animal Man como la persona que escribe su vida mes a mes y le
hace comprender a éste que no es más que un personaje.
Morrison reciclaba una vieja idea de la llamada Edad de
Plata del cómic de superhéroes (segunda mitad de la década del ‘50 y la mayoría
de los ‘60): la del encuentro entre el guionista y el personaje. En esos casos
era un recurso más, sin objetivos metadiscursivos. En una entrevista de 1996
para la revista argentina Comiqueando, Morrison reconoció que buscó retomar
esas viejas historias desde una perspectiva borgeana.
En 1989 Morrison se hizo cargo de la serie Doom Patrol.
Enseguida rompió con la línea argumental previa, cercana a las historias
contemporáneas de los X-Men en la competencia Marvel, y la llevó a territorios
desconocidos para un grupo de superhéroes. El argumento de su primera saga,
desarrollada en los números 18 al 22, estaba basada en “Tlön, Uqbar, Orbis
Tertius”: la apócrifa ciudad de Orqwith, al igual que sucedía con el planeta
Tlön, comienza a irrumpir en la realidad y a reemplazarla.
En una entrevista de 1990 para la publicación Amazing Heroes,
Morrison dejó en claro su deuda: “Tuve un sueño donde estaba en un tren pasando
por una horrible estación con forma de hueso. El nombre de la plataforma decía
‘Orqwith’, entonces pensé que lo utilizaría. Además, parte de este sueño fue
que ese mundo ficticio estaba infiltrando partes suyas en nuestro mundo. Pero
tiene que ver un montón con robar el trabajo de un escritor ciego argentino.
(Borges) Es maravilloso. Esa es una de las cosas que quise introducir en la Doom Patrol. Todas
esas paradojas extrañas y curiosidades filosóficas”.
Otra idea de ese cuento fue referida por Morrison en la
miniserie Final Crisis: Superman Beyond (2008), donde, en otro trabajo
metatextual que retoma un concepto ya utilizado en Animal Man, el Hombre de
Acero viaja al limbo, el plano de la existencia donde se destinan todos los
personajes olvidados por los autores y los lectores de la DC Comics. Similar a lo
que pasa en el planeta Tlön, donde, escribió Borges, “Las cosas (...) propenden
a borrarse y a perder los detalles cuando los olvida la gente.” La biblioteca
del limbo de la DC
tiene un solo texto, “un libro con un infinito número de páginas, todas
ocupando el mismo espacio (...) Esto contiene cada libro posible”; básicamente
el mismo concepto –la simultaneidad y la infinita multiplicidad– de “El Aleph”.
El año pasado, en los números del 3 al 5 de la revista
Batman Incorporated –donde el Caballero Oscuro, cual titular de una franquicia,
recorre el mundo convocando a héroes de distintos países para conformar un
grupo internacional de encapotados–, Batman viajó a la Argentina para proponer
a El Gaucho ser el representante sudamericano de la escudería. El Gaucho es un
oscuro personaje que había aparecido en revistas de Batman en la década del
‘50. Morrison lo rescató del limbo.
La historia de Batman Incorporated le permite a Morrison
incluir varias referencias a nuestro país. La primera página es un flashback a
los días de la Guerra
de Malvinas, donde se oculta un arma secreta, con un grupo de héroes británicos
–la mayoría creados para la ocasión– buscando al villano Doctor Dedalus (un
guiño a Stephen Dedalus, el álter ego de James Joyce). La crisis de 2001 es
aludida por el playboy Santiago Vargas –identidad secreta de El Gaucho– cuando
le dice a Batman: “Argentina es un país que una vez tuvo cinco presidentes en
doce días. La ironía está en nuestra sangre”.
El dibujante Yanick Paquette ilustra con precisión realista
un móvil de la Policía
Federal, una ambulancia del SAME y la botellita de la más
conocida cerveza local. También hay un guiño a la historieta nacional con la
frase que aparece pintada en una pared de La Boca, “El odio cósmico”, mencionada por un Mano
en El Eternauta de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López. Los
diálogos del villano El Sombrero aparecen escritos con la tipografía mecánica
que utilizaban las míticas versiones mexicanas de la Editorial Novaro,
que formaron más de una generación de lectores de DC en Latinoamérica.
Pero sin dudas las citas más interesantes son las vinculadas
a Borges. Discutiendo un caso, El Gaucho le cuenta a Batman sobre Espartaco
Extraño, un escritor apócrifo –como aquel seudónimo H. Bustos Domecq– quien, en
su vida de ficción, fue ultimado por “tres asesinos ciegos”. “Su asesinato,
como su vida, como su obra, fue una compleja ficción... un elaborado
rompecabezas... una densa y alusiva broma literaria...”, lee El Gaucho.
“Extraño fue la creación del grupo de poetas vanguardistas
de Florida, que incluía a Jorge Luis Borges. ‘Oroboro’, un libro real escrito
por un autor imaginario, transformó a Extraño en Chatterton y Rowley en una
sola figura maldita”. Thomas Rowley era el seudónimo del escritor británico
Thomas Chatterton. La fascinación por los dobles le permite a Morrison unir los
temas de Borges con los misterios de Batman.
Cuando el supuesto villano es revelado como un anciano ciego
de cabello blanco y bastón, al parecer encontramos la última de una serie de
alusiones a Borges en el trabajo de Morrison, pero sin dudas no la última: su
futura miniserie Multiversity estará ambientada en distintos universos
paralelos pertenecientes al entramado ficcional de la DC; un tema ideal para
revisitar la obra de un genio ciego.
Fuente : Taringa
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