CARLOS GOEDDER
El escritor colombiano Juan Camilo Rincón acaba de publicar
un trabajo grato, con una investigación minuciosa, seria y amable, sobre la
relación entre Jorge Luis Borges (1899-1986) y Colombia. El trabajo repasa las
tres visitas del escritor a suelo colombiano, los trabajos de intelectuales
colombianos sobre Borges y tres entrevistas con destacados colombianos que
trataron con el escritor.
Un libro reciente de Juan Camilo Rincón, “Ser Colombiano es
un acto de fe”, repasa la relación entre Jorge Luis Borges y los lectores
colombianos
El escritor colombiano Juan Camilo Rincón acaba de publicar
un trabajo grato, con una investigación minuciosa, seria y amable, sobre la relación entre Jorge Luis Borges
(1899-1986) y Colombia. El trabajo repasa las tres visitas del escritor a suelo
colombiano, los trabajos de intelectuales colombianos sobre Borges y tres
entrevistas con destacados colombianos que trataron con el escritor: Manuel
Hernández Benavides, Juan Gustavo Cobo Borda y Mauricio Botero. El trabajo no
sólo da un sabor colombiano a la obra de Borges, sino que ensancha la dimensión
literaria y personal de este titán de las letras. La referencia es: RINCÓN B.,
Juan C. Ser colombiano es un acto de fe. Fundación Cultural Libros y Letras,
abril de 2014.
El título del libro proviene de uno de los cuentos que
Borges escribió hacia el final de su vida, publicado en 1977, titulado Ulrica.
El protagonista es un profesor colombiano de la Universidad de los
Andes, quien responde a la respuesta sobre qué es ser colombiano de este modo,
“No lo sé. Es un acto de fe.” (p. 13). Efectivamente, todo nacionalismo y toda
noción de patria entraña algo de misticismo y creencia superior a la razón,
incluso cuando se trata de un sano apego al suelo y la cultura natal.
Mencionar la
Universidad de los Andes corresponde a que la primera visita
de Borges a Colombia fue para recibir un doctorado honoris causa de esta
prestigiosa casa de estudios. El
entrevistado Cobo Borda enumera de modo afortunado y sucinto las tres visitas:
“… En diciembre de 1963, cuando le es otorgado el Honoris Causa en los Andes,
en Junio de 1965, durante el mes colombo-argentino,
y en noviembre de 1978, cuando se le otorgó la Orden Civil del Mérito
en Bogotá.” (p. 109). Si bien el punto
inicial de las visitas fue Bogotá, Borges visitó otras ciudades colombianas. El
mismo Cobo Borda señala: “Un hito que debemos recordar, porque existe un libro,
es sobre una visita que él hizo a Medellín. Es un texto que registra toda su
visita a la capital antioqueña. Lo recibieron, entre otros, Jorge Valencia
Jaramillo, Darío Ruiz Gómez y Elkin Restrepo, y estuvieron paseando por Medellín,
y por toda esa atmósfera del tango de Gardel.” (p. 109)
Manuel Hernández comenta en su entrevista sobre la visita
final de 1978: “A Borges, como siempre, le fascinaba venir a Colombia;
realmente le gustaba la manera de ser de nosotros, algo encontraba de raro en
el colombiano, una cierta concavidad para entender la vida; él pensaba que, en
ese sentido, éramos más maduros que los argentinos.” (p. 88) La fina ironía
bogotana le encantaba a Borges, mencionándose un par de veces en la obra este
magnífico ejemplo: cuando el invidente escritor visitó acompañado de un
contertulio colombiano, Víctor Paz, el
bogotano Parque de la
Independencia; al ser interrogado por Borges sobre los
monumentos, Paz le respondió: “Aquí tenemos muchos próceres y pocos héroes.”
(p. 131)
Rincón repasa exhaustivamente la cobertura de periódicos y
la radio (especialmente la fundamental emisora HJCK) en las visitas de Borges.
El escritor dejó consignada esta frase al ser entrevistado por el periódico
colombiano El Tiempo el 15 de diciembre de 1963: “Una de las cosas que más
admiro de Colombia es que la literatura se toma en serio.” (p. 17-8) En otra entrevista, concedida al diario El
Espectador el 8 de agosto de 1965, Borges persistía en esta visión: “Colombia
es un país literario por excelencia. Aquí se tiene mucho cuidado con la
pulcritud del idioma, y el escritor forma parte de la sociedad. El escritor
colombiano es una persona considerada y apreciada.” (p. 21)
Como amena curiosidad del libro, se señala que Borges
gustaba mucho de un poema colombiano que la madre del escritor, Da. Leonor
Acevedo Suárez - fallecida en 1975
a los 99 años y una presencia determinante en su vida – declamaba. Se trata de Nocturno de
José Asunción Silva (1865-1896) (p. 18)– Uno de los best seller colombianos
actuales trata precisamente sobre el asesinato del poeta colombiano, que se ha
hecho pasar por suicidio: El libro de la Envidia, de Ricardo Silva.- La literatura daba a Borges una visión
universal. Hernández Benavides señala: “era un hombre muy cosmopolita, en el
sentido que en los lugares a donde iba se sentía cómodo porque sabía algo del
país a través de la literatura.” (p. 113)
El libro de Rincón repasa los ensayos de varios escritores
colombianos en la mítica revista literaria colombiana Mito, publicados en 1961
en sus números 39 y 40, en un especial titulado Homenaje a Borges. Las
opiniones de estos escritores revelan cómo entendían el legado de Borges y sus
posibilidades para las letras hispanas.
Sugiero repasar algunas de esas reseñas.
Marcos Ricardo Barnatán, hispano-argentino, señala que
“ninguno los escritores que ha dado su país, antes y después de Borges, han
conseguido vencer a su manera los límites estrictos del mundo hispánico.” (p.
28) Esta visión enlaza con la del
entrevistado Mauricio Botero, quien afirma estos dos como los mayores aportes
de Borges: “Logra crear una especie de sintaxis nueva que le da una gran fuerza,
de modo que al escribir no es más lento que al hablar. Antes de los textos de
Borges el idioma era un poco más lento, decimonónico, lleno de adjetivos y
peripecias y ese es el aporte de Borges. Gracias a su herencia anglosajona
incluye ese aprendizaje en sus escritos.” (p. 127) Y agrega: “Otro aporte de Borges es el uso de conceptos
futuristas o cuentos hacia el futuro; son conceptos vistos en Asimov o Verne,
pero no era común en el castellano.” (p. 127)
El carácter profundamente latinoamericano de Borges,
seguramente el más universal de los escritores contemporáneos en castellano,
también es señalado por varios de los ensayistas en Mito. Rafael Gutiérrez
Girardot consigna: “Borges pone presente
que la literatura hispanoamericana puede disponer de otras posibilidades de
expresión y de otros supuestos intelectuales que la diferencian esencialmente
de la española.” (p. 29) De algún modo,
Borges es ciertamente un fruto del crisol cultural y el mestizaje de América
Latina, siendo decisiva la influencia europea en su educación bonaerense, su
aprecio del barrio porteño y su respeto patriótico por la
Guerra de Independencia
(Un abuelo suyo fue comandante de caballería en la batalla de Junín).
Marta Mosquera elabora: “Lo «mágico» de su escritura nace de su ser
latinoamericano.” (p. 30) y agrega: “Borges es latinoamericanamente universal.”
(p. 31) Rincón resume esta valoración
comentando: “Desde Gutiérrez Girardot hasta William Ospina, los escritores y
críticos colombianos han reconocido a Borges como el eslabón indispensable para
la evolución de las letras latinoamericanas hacia una posición universal. Su
literatura sacó a nuestro continente de su terco provincialismo, de su excesivo
y a veces ridículo patriotismo, al ubicarlo como pilar central de la cultura
occidental.” (p. 76)
Sobre las motivaciones temáticas de Borges, la catedrática
colombiana Piedad Bonnet establece: “No creo equivocarme al afirmar que el gran
tema de la obra de Borges es la imposibilidad del hombre de comprender qué
lugar ocupa en el universo.” (p. 66)
Rincón, en su erudición borgiana, incorpora la afirmación de un crítico
literario francés, Paul Bénichou, quien escribió que la obra de Borges “se
organiza en torno a dos temas básicos:
el mundo como maquinación o falsificación, cuyo sentido se nos niega, y
el mundo como laberinto y ramificación infinita de posibilidades, cuyo cálculo
nos sobrepasa.” (p. 31)
La dimensión poética de Borges también está presente en este
ensayo formidable de Rincón: “Borges había manifestado que, si existiera la
posibilidad de ser recordado, le gustaría que fuera por su poesía.” (p.
46) Una de las más bellas evaluaciones
sobre Borges la hace Gilberto Bello, de quien Rincón señala: “Bello reconoce
que Borges había creído «que las metáforas existen desde siempre (el tiempo y
el río, el vivir y el soñar, la muerte y el dormir, las estrellas y los ojos,
las flores y las mujeres); la función del poeta es reinventarlas, descubrirlas
de nuevo. La belleza nos está acechando por todas partes.»” (p. 51). Tan grata
imagen es oportuna para resaltar esta deliciosa frase de Borges, señalada en la
obra: “Los sueños son una obra estética, quizá la expresión estética más
antigua.” (p. 77)
Julio César Londoño aborda el aporte de Borges como crítico
literario: “Los principales detalles que hacen de su crítica la cumbre del
género: erudición, brevedad, imaginación y su capacidad para urdir teorías,
cazar paradojas, establecer asociaciones y describir claves (…) En la crítica
de Borges, su creatividad asumió dos formas: una académica, caracterizada por
asociaciones rigurosas y a veces sorpresivas, y otra fantástica, compuesta por
especulaciones abiertamente poéticas.” (p. 79)
El libro repasa con detalle las crónicas de las visitas de
Borges a Colombia y las de los entrevistados colombianos que fueron a visitar
al escritor a Buenos Aires. En tal sentido, este libro de Rincón nos acerca a
Borges persona y lo transforma también a él en un universo humanamente
fantástico.
El tema político es ineludible en todo escritor de estas
sufridas tierras. Cuando Rincón entrevista a Mauricio Botero sobre la
actualidad de Borges y su popularidad entre escritores jóvenes, este señala:
“Hace unos veinte o treinta años el gran héroe era Pablo Neruda, no sólo por su
literatura, sino por la cuestión izquierdista, y el Che Guevara, porque esa
generación creía que era el socialismo lo que se iba a imponer. Hoy el gusto
literario por opciones políticas no es lo primordial; ahora cuando se sabe
quién es Stalin el Canto de amor a Stalingrado de Neruda queda herido de
muerte.” (p. 128) Cobo Borda señala que
Borges procuraba mantenerse al margen de la política y la imprudencia en esta
materia le habría costado el nobel, al aceptar entrevistarse con Pinochet. El
entrevistado describe el episodio: “… Él fue invitado por la Universidad de Chile,
y Pinochet lo invitó ese mismo día y no lo vio de mala forma y para él era
descortés negarse a una invitación del presidente de un país estando en ese
territorio. Además, en ese momento él creía que la política y la literatura
estaban separadas.” (p. 114)
Su relación con el peronismo sí fue de enemistad. Borges
declaró en Colombia: “Soy demócrata integral y por patriotismo, antiperonista.”
(p. 35) Tenía sobrados motivos para
detestar a Perón, como nos recuerda Rincón: “La continua resistencia del
escritor a las ideas de Perón lo habían hecho objeto de una dura persecución.
El despótico acoso por parte del régimen peronista llegó a límites
insospechados, como fue la detención de su madre e inmediatamente la de su
hermana, hasta su grosero nombramiento como «Inspector de Aves», cuya única
finalidad fue avergonzarlo…” (p. 24)
Uno de los más grotescos relatos sobre la relación de los peronistas con
Borges es cuando Manuel Hernández recuerda de su visita al apartamento de
Borges que el ascensor del edificio estaba dañado y ya se lo habían advertido:
“se rumorea que el portero [conserje] es peronista y odia a Borges; por eso le
daña el ascensor, para que tenga que esforzarse más.” (p. 98) Uno de los terribles misterios de Argentina,
donde tuve el gusto de vivir por dos años y de donde es mi amada esposa, es que
ha sido capaz de producir a Borges, Cortázar, Sábato, Quino y al mismo tiempo a
Perón, Videla y los Kirchner, siendo que los electores olvidan aquellas alturas
del pensamiento literario argentino cuando hunden a su país en cada elección
política, aceptando las grotescas simplificaciones demagógicas y populistas de
la realidad.
No obstante, no queda sino compartir esta idea del propio
Borges: “La responsabilidad del pueblo argentino es tener esperanza.” (p.
122) No menos afortunada es esta frase
de Cobo Borda: “Eso es lo que hace encantador a Borges, que cuando lo lees lo
que te da es libertad.” (p. 117)
Epílogo: en el libro se menciona la notoria obra de mi
compatriota venezolano Guillermo Sucre sobre Borges, que es una referencia
necesaria. Es oportuno comentar que en 1982 Borges visitó Venezuela y fue
gracias a la gestión de un profesor mío, Manuel Jacobo Cartea, ya fallecido,
quien ocupó el cargo de Ministro de Cultura. Borges probó las arepas
venezolanas y presenció los “toros coleados”. Sería afortunado que alguien
rescate los detalles de esa visita y entiendo ha avanzado algo en esa dirección
Ricardo Portillo. No obstante, es difícil emular lo que ha hecho Rincón con
Borges y Colombia.
Como recuerdo personal, cuando tuve la oportunidad de visitar el domicilio del gran escritor
venezolano Arturo Uslar Pietri (1906-2001), hacia 1998 y gracias a las
organizaciones CEDICE y LIDERAZGO Y VISIÓN, el titán tenía en lugar destacado
su premio Príncipe de Asturias y, al lado, una foto con Borges.
Fuente : Fundación Atlas
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