GUSTAVO TATIS GUERRA
El gran poeta, cuentista y ensayista argentino Jorge Luis
Borges (1899-1986) vino a Colombia en 1963, a recibir el Título Honoris Causa, entregado por la
Universidad de los Andes, cuyo rector era el cartagenero Ramón De Zubiría.
Luego, regresó en 1978. En Bogotá escribió el poema Elegía, que alude su
destino de viajero por los mares del mundo, el de “haber sido una parte de Edimburgo, de Zúrich, de las dos
Córdobas, de Colombia y de Texas” y haber regresado a las tierras remotas de su
estirpe, Andalucía, Portugal, haber “errado por el rojo y tranquilo laberinto
de Londres”. Vino acompañado por su
madre. Se hospedó en el Hotel Continental, en la Avenida Jiménez, todas las tardes, a eso de las cinco, salía a
una farmacia cercana, a inyectarse
vitaminas, cuenta Manuel Hernández.
Los dos viajes de Borges por Colombia quedaron perpetuados
en un poema y en un cuento de amor. En Ulrica, considerado por Borges como su
cuento preferido. Esta historia que forma parte de su libro de cuentos breve,
El libro de arena, se le ocurrió en Islandia, y fue dedicado a María Kodama. Es
el encuentro idílico de un profesor de
la Universidad de los Andes, de Bogotá, llamado Javier Otárola con la joven
noruega Ulrica, en York, Inglaterra. La joven Ulrica le pregunta intrigada:
“¿Qué es ser colombiano?”, y Javier Otálora le responde: “No sé. Es un acto de
fe”.
La joven le prometió ser suya en la posada de Thorgate, y le
pidió que mientras eso ocurriera, no intentara tocarla. Ulrica prefirió llamar a Javier con el nombre
mítico de Sigurd. Y Javier la llamó Brynhild, para completar la pareja de la
saga de Los Nibelungos.
“En Ulrica estaban el
oro y la suavidad. Era ligera y alta, de rasgos afilados y de ojos grises.
Menos que su rostro me impresionó su aire de tranquilo misterio. Le dije que
era profesor en la Universidad de los Andes en Bogotá. Aclaré que era
colombiano”.
Cuando Javier Otárola descubrió que estaba bajo el embrujo
amoroso, pensó que “para un hombre célibe entrado en años, el ofrecido amor es
un don que ya no se espera. El milagro tiene derecho a imponer sus condiciones.
Pensé en mis mocedades en Popayán y en una muchacha de Texas, clara y esbelta,
como Ulrica, que me había negado su amor”. La alusión a la ciudad colombiana de
Popayán es otro sortilegio en el cuento de Borges. El apellido Otárola (pensé
en el apellido Otálora del Caribe), figura
en el personaje Benjamín Otálora, en el cuento El muerto. Rastreando el origen en las obras
completas de Borges publicada por Emecé Editores S.A. en la edición crítica de
Rolando Costa Picazo, tomo III, descubrí que la madre de Borges tenía un primo
llamado Hamilton Otálora.
Borges en Cartagena
Borges regresó en 1978 a Bogotá e hizo escala en Cartagena y
Medellín. Se hospedó en el Hotel Capilla del Mar, en compañía de María Kodama.
Dictó una conferencia sobre Leopoldo Lugones en la Universidad de Cartagena,
presentado por Roberto Burgos Ojeda, director del Departamento de Humanidades.
Conservo durante muchos años una foto de Borges en la que aparece sentado en
una poltrona de mimbre, y solo vine a saberlo hace poco que fue captada en Medellín por Jairo Osorio Gómez,
quien junto a Carlos Bueno Osorio acompañó a Borges en su travesía por el país.
El historiador Eduardo Lemaitre conversó con Borges, quien le preguntó por García
Márquez. Lemaitre le dijo que su familia vivía en Cartagena, pero comentó:
“García Márquez es un comunista que le gustan los hoteles cinco estrellas”. Y
Borges dijo: “No me gusta”. Lemaitre le preguntó: “¿García Márquez?”. “No”,
aclaró Borges: “Los hoteles cinco estrellas”. Borges dijo con humor que había
leído cincuenta años de soledad, y le había fascinado.
Visita de Borges
Félix Turbay, un poeta que había ganado el Premio Nacional
de Poesía Eduardo Cote Lamus, le entregó en Bogotá los pasajes a Borges y a
María Kodama, para que vinieran a Cartagena, diciéndole: “Allá lo esperan.
Tiene usted una familia de lectores en Cartagena. No se lo imagina”. La
sorpresa de Borges en el Paraninfo de la Universidad de Cartagena, fue
encontrar un grupo minúsculo que vino a escucharlo.
Borges se aferró al brazo de María Kodama y le preguntó qué
color tenía el mar de Cartagena bajo la luz del atardecer. Kodama lo vio gris a
través de sus gafas, y decidió mirarlo de frente en la playa de Bocagrande: “Es
casi gris”.
Fuente : El Universal
- Colombia
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