miércoles, 22 de junio de 2016

Cuando Borges vino a Cartagena




GUSTAVO TATIS GUERRA

El gran poeta, cuentista y ensayista argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) vino a Colombia en 1963, a recibir  el Título Honoris Causa, entregado por la Universidad de los Andes, cuyo rector era el cartagenero Ramón De Zubiría. Luego, regresó  en 1978. En  Bogotá escribió el poema Elegía, que alude su destino de viajero por los mares del mundo, el de “haber sido  una parte de Edimburgo, de Zúrich, de las dos Córdobas, de Colombia y de Texas” y haber regresado a las tierras remotas de su estirpe, Andalucía, Portugal, haber “errado por el rojo y tranquilo laberinto de Londres”.  Vino acompañado por su madre. Se hospedó en el Hotel Continental, en la Avenida Jiménez,  todas las tardes, a eso de las cinco, salía a una farmacia cercana,  a inyectarse vitaminas, cuenta Manuel Hernández.

Los dos viajes de Borges por Colombia quedaron perpetuados en un poema y en un cuento de amor. En Ulrica, considerado por Borges como su cuento preferido. Esta historia que forma parte de su libro de cuentos breve, El libro de arena, se le ocurrió en Islandia, y fue dedicado a María Kodama. Es el encuentro idílico de  un profesor de la Universidad de los Andes, de Bogotá, llamado Javier Otárola con la joven noruega Ulrica, en York, Inglaterra. La joven Ulrica le pregunta intrigada: “¿Qué es ser colombiano?”, y Javier Otálora le responde: “No sé. Es un acto de fe”.

La joven le prometió ser suya en la posada de Thorgate, y le pidió que mientras eso ocurriera, no intentara tocarla.  Ulrica prefirió llamar a Javier con el nombre mítico de Sigurd. Y Javier la llamó Brynhild, para completar la pareja de la saga de Los Nibelungos.

“En Ulrica  estaban el oro y la suavidad. Era ligera y alta, de rasgos afilados y de ojos grises. Menos que su rostro me impresionó su aire de tranquilo misterio. Le dije que era profesor en la Universidad de los Andes en Bogotá. Aclaré que era colombiano”.

Cuando Javier Otárola descubrió que estaba bajo el embrujo amoroso, pensó que “para un hombre célibe entrado en años, el ofrecido amor es un don que ya no se espera. El milagro tiene derecho a imponer sus condiciones. Pensé en mis mocedades en Popayán y en una muchacha de Texas, clara y esbelta, como Ulrica, que me había negado su amor”. La alusión a la ciudad colombiana de Popayán es otro sortilegio en el cuento de Borges. El apellido Otárola (pensé en el apellido Otálora  del Caribe),  figura  en el personaje Benjamín Otálora, en el cuento  El muerto. Rastreando el origen en las obras completas de Borges publicada por Emecé Editores S.A. en la edición crítica de Rolando Costa Picazo, tomo III, descubrí que la madre de Borges tenía un primo llamado Hamilton Otálora.

Borges en Cartagena

Borges regresó en 1978 a Bogotá e hizo escala en Cartagena y Medellín. Se hospedó en el Hotel Capilla del Mar, en compañía de María Kodama. Dictó una conferencia sobre Leopoldo Lugones en la Universidad de Cartagena, presentado por Roberto Burgos Ojeda, director del Departamento de Humanidades. Conservo durante muchos años una foto de Borges en la que aparece sentado en una poltrona de mimbre, y solo vine a saberlo hace poco que fue  captada en Medellín por Jairo Osorio Gómez, quien junto a Carlos Bueno Osorio acompañó a Borges en su travesía por el país. El historiador Eduardo Lemaitre conversó con Borges, quien le preguntó por García Márquez. Lemaitre le dijo que su familia vivía en Cartagena, pero comentó: “García Márquez es un comunista que le gustan los hoteles cinco estrellas”. Y Borges dijo: “No me gusta”. Lemaitre le preguntó: “¿García Márquez?”. “No”, aclaró Borges: “Los hoteles cinco estrellas”. Borges dijo con humor que había leído cincuenta años de soledad, y le había fascinado.

Visita de Borges

Félix Turbay, un poeta que había ganado el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, le entregó en Bogotá los pasajes a Borges y a María Kodama, para que vinieran a Cartagena, diciéndole: “Allá lo esperan. Tiene usted una familia de lectores en Cartagena. No se lo imagina”. La sorpresa de Borges en el Paraninfo de la Universidad de Cartagena, fue encontrar un grupo minúsculo que vino a escucharlo.

Borges se aferró al brazo de María Kodama y le preguntó qué color tenía el mar de Cartagena bajo la luz del atardecer. Kodama lo vio gris a través de sus gafas, y decidió mirarlo de frente en la playa de Bocagrande: “Es casi gris”.

Fuente : El Universal  -  Colombia

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