Por Mónica Quintero Restrepo
Publicado el 14 de junio de 2016
La primera vez que Jorge Luis Borges vino a Medellín era
julio de 1965. Aunque ya se había ganado el Premio Internacional de Literatura,
que compartió con Samuel Beckett, era apenas un escritor que empezaba a ser
reconocido. No muchos sabían de él o lo habían leído para entonces.
La invitación fue del secretario de educación Rómulo
Naranjo. El escritor Darío Ruiz recuerda que lo llamó el alcalde Óscar Uribe y
le dijo que venía un intelectual argentino, “un tipo que escribe más enredado
que vos”. Darío estaba al tanto, lo había encontrado ya en los libros.
Borges vino a Medellín, recuerda el escritor Elkin Restrepo,
después de un viaje a Bogotá, invitado por la Universidad de los Andes, para
celebrar la edición de la revista Mito, que había dedicado un número al
argentino.
“De ahí pasó a Medellín –sigue Elkin– y cómo estaría ávido
de nuevas experiencias, que aceptó venir a esta ciudad que no aparecía en
ningún mapa”.
De Medellín, comenta Darío Ruíz, Borges exclamó, al ver
tantas montañas, “¡qué hermoso lugar”.
Fue una reunión de pocas personas, en el Hotel Nutibara. En
los recuerdos de la poeta Olga Elena Mattei no hay más de quince sillas en
fila, más tres al lado de Borges. Al lado de él, si no le falla la memoria,
estaba Manuel Mejía Vallejo. Para ella era un lugar no apto para recibir al
escritor. Se acuerda de un espacio muy pequeño, de más o menos dos metros de
ancho por tres de largo, con una ventana que quedó detrás del poeta y lo hacía
quedar en contraluz. No se veía bien. “Así de estrecho y de poco importante y
distinguido el lugar para recibir a semejante personaje”.
Darío, mientras tanto, había preparado un discurso para
presentarlo y cuando empezó a decirles a los asistentes, “con nosotros, Jorge
Luis Borges”, el autor del Aleph lo tomó del brazo, le dijo muchas gracias, que
se sentara, y empezó a hablar.
La charla fue de responder preguntas del público y no duró
mucho tiempo. Elkin hace memoria y señala que Olga Elena le preguntó por los
procesos creativos –si bien ella no se acuerda ya– y que un señor intentó
acorralarlo con una pregunta sobre si Jesucristo se había suicidado. Borges,
precisa Elkin, era muy gentil y le contestó que si él había aceptado morir,
pues era un suicidio. Estaba acostumbrado a ese tipo de preguntas.
En la segunda visita a la ciudad, en 1978, otro le preguntó
por si el universo tiene sentido y el autor soltó una respuesta genial: No sé
si el universo tiene sentido. Lo que sí se que tiene sentido es mi vida. A
Elkin le parece que eso era muestra de un público que aún estaba en la
generalidad de las cosas.
La primera vez, Borges también dictó una conferencia en el
Paraninfo de la Universidad de Antioquia. Darío dice que fue “sobre matones,
esos seres que tanto le gustaban”. Además conversó sobre el escritor argentino
Evaristo Carriego y la poesía popular.
El recuerdo de muchos es como el de Elkin: “Yo acudí como el
que va a ver a una criatura fantástica”.
La segunda visita fue por invitación del entonces alcalde
Jorge Valencia Jaramillo. También venía de Bogotá y siguió a Cartagena. A las
11:00 a.m., de un día de noviembre –otros recuerdan diciembre– estuvo en la
Biblioteca Pública Piloto, donde se sentó a responder preguntas, “una vaina muy
socrática”, lo describe Elkin Restrepo. El almuerzo fue en un restaurante
italiano que ya no existe, del barrio Brasilia. “Borges pidió pastas y se tomó
una copa de vino –sigue el autor local–. Comió muy poco. La copa la guardó
Manuel Mejía Vallejo como un fetiche”. Después lo llevaron a la sala del
Concejo, donde el alcalde le entregó las llaves de la ciudad. Borges se levantó
y habló corto: “...Desde que yo era chico me fue mal con las llaves. Pensar que
un trozo de metal podía franquear la entrada de un gran edificio... Yo diría
que estas llaves, el hecho mismo de una llave, es algo que nos hace sentir lo
misterioso del mundo (...)”. No pudo hablar más, estaba conmovido. “Nos
quedamos sorprendidos por el hecho, advertir su sensibilidad. Para él no era un
simple acto protocolario, tenía un sentido particular”.
Fuente : El Colombiano
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