María Gabriela Caminos
Jorge Luis Borges en Paris, Francia, 1978. Foto: Daniel
Simon//Getty Images
Recuerdo que en un
Seminario de Estudios Culturales, hace muchos años, el doctor Arturo
Firpo expresó que el siglo XX era el siglo de Kafka, que nos ha dejado varias
de las imágenes, de las metáforas más contundentes de este tiempo; si bien,
Kafka no agota absolutamente el siglo, sino que le da la mano a otro importante
escritor, que toma la influencia de Kafka y la trasciende, enriqueciendo con su
obra este nuevo siglo: Jorge Luis Borges.
De acuerdo con mi profesor, Borges inaugura otra visión del
hombre y del mundo, mucho menos trágica que la de Kafka, una noción de la de la
verdad y de la historia que nos coloca en la perspectiva de una cultura futura,
de una cultura que quizá aparece mucho más propensa, mucho más proclive a ir asimilando lentamente la obra de este
escritor.
Desde aquel entonces, no he dejado de preguntarme si estamos
preparados para el desenmascaramiento a que nos obliga la literatura de Borges.
14 de Junio de 1986
Hoy murió Borges
Dijeron las letras de los diarios
Que el viento capturó e hizo sonatas
Los ojos de los tigres centellearon
Con la irreverente claridad
Que acecha en el vacío
Algunos lloraron en sueños
Otros soñaron sueños como el mío
Y lo saludaron al pasar
Adiós maestro adiós
Hasta otro sueño el mismo
Mil espadas hirieron las estrellas
Y todos los espejos de la tierra
Le devolvieron al amor
La identidad perdida
Y se izaron banderas en galaxias lejanas
Pero aquí prosiguieron las protestas de los simios
Hoy murió Borges
Pero la eternidad tal vez es cierta
Como el final del laberinto. (MGC)
Curiosamente, no han sido pocos los críticos que lo han
acusado de gratuidad y falta de compromiso, entre otras cosas, quizás por ser
un autor de literatura fantástica.
Permítanme refutar esta postura diciendo que el arte moderno y la literatura de nuestro
tiempo que, en relación directa con las vanguardias, no apelan al realismo sino
que encuentran en la construcción de lo fantástico su modo de representación,
no constituyen, en modo alguno, un modelo de negación de la experiencia real
sino que aluden a la realidad de un modo distinto.
Así, mediante procedimientos de exasperación, alegorías,
escándalos lógicos, absurdo, aportan una visión crítica de lo social, por lo
cual, lejos de constituir una huida de lo humano, el arte y las letras modernos
representan el lugar de la denuncia, de la advertencia sobre lo que nos está
deshumanizando.
En su obra Borges, un escritor de las orillas, Beatriz Sarlo
escribe que los temas fantásticos de este escritor-crítico y
cuentista-filosófico, a la vez cosmopolita y profundamente nacional, son la
arquitectura con la que organiza dilemas filosóficos e ideológicos, utilizando
como recursos la parodia, la ironía, las formas matrices de los laberintos, las
imágenes en abismo, las duplicaciones, los reflejos y los falsos reflejos, la
paradoja, la cita, la versión, la repetición con variaciones de historias que
no le pertenecen, la combinatoria gobernada por la idea de que la literatura es
un solo texto infinitamente variable.
En una conferencia que Borges pronunció en Montevideo en
1949, delineó los fundamentos de la literatura fantástica, expresando que la
aserción popular presenta a la literatura fantástica como una especie de
“capricho contemporáneo” y sostiene que la verdadera literatura es la de las
obras realistas; para Borges, lo contrario es históricamente cierto.
Utilizando la paradoja, los escándalos lógicos y los
dilemas, produce sus narraciones a partir de una estructura en abismo, como El
Aleph, un punto que incluye todos los tiempos y todos los espacios, desafiando
a la percepción.
“El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero
el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna
del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde
todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde(…), vi
el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos
los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el
Aleph la tierra…”
Cajas chinas, muñecas rusas, un universo que se pliega sobre
sí mismo, paranoico, como una pesadilla racional, interminable.
No hay lugares seguros, estáticos, incluso la memoria es
presa de la incertidumbre o peor aún, de la totalidad; la vida es una serie de
múltiples reflejos de la vida, la identidad es una nota que alguien
inserta al pie de página.
En “La lotería de Babilonia”, la función del estado es la de
inventar y construir una memoria incierta y una experiencia impersonal:
“También hay sorteos impersonales, de propósito indefinido:
uno decreta que se arroje a las aguas del Éufrates un zafirote Taprobana; otro,
que desde el techo de una torre se suelte un pájaro; otro, que cada siglo se
retire (o se añada) un grano de arena de los innumerables que hay en la playa.
Las consecuencias son, a veces, terribles.”
(…)“El ebrio que improvisa un mandato absurdo, el soñador
que se despierta de golpe y ahoga con las manos a la mujer que duerme a su lado
¿no ejecutan, acaso, una secreta decisión de la compañía?
Borges supone que, incluso, el tiempo puede ser una falacia,
y que ningún hombre sabe realmente quién es.
“…Ya en las memorias un pasado ficticio ocupa el sitio de
otro, del que nada sabemos con certidumbre, ni siquiera que es falso.”
Los relatos borgianos permiten ver una fisura en la
realidad, en la rutina cuya “falsa” seguridad se desmorona.
En este sentido,
Borges produce una literatura fantástica que se vale de ficciones, no
para evadirse sino para expresar una visión más honda y compleja de la
realidad. Así, a través de las metáforas, el escritor quiere trascender las
observaciones superficiales del realismo. Pero no existe algo así como un
territorio gratuito, por el contrario, la literatura fantástica requiere “más
lucidez y rigor”, “más auténtica exigencia de estilo”, que la copia de la
realidad.
Para el escritor
alemán, W.G.Sebald, “Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius, “va trazando un melancólico
paseo entre las ruinas muy reales de los imperios económicos y culturales de
Occidente”. Y cita a Borges como una referencia ineludible para una literatura
donde “el refinamiento acompaña el catálogo de horrores perpetrados en nombre
del progreso, de la justicia, de la libertad…”
De acuerdo con Borillo, “Casa Tomada” de Cortázar, y
“Ragnarok” de Borges, difícilmente podrían ser calificados de textos políticos,
aún cuando admitan una lectura política, en tanto estos autores nos muestran
solamente “los efectos de algo que no se describe: el que lee debe suponerlo, y
en ese supuesto está lo político, casi siempre como amenaza, como oscura
Némesis, como poder ciego, como Terror, como violación. Lo histórico- en estos
casos- está eludido; no sus efectos.”
También Beatriz Sarlo sostiene que los cuentos fantásticos
de Borges pueden ser leídos desde varias perspectivas, una de ellas es lo que
en un sentido amplio llamamos historia contemporánea, y la otra es la
perspectiva filosófica.
“Aunque Borges siempre trató de preservar su literatura como
espacio libre de pasiones inmediatamente políticas, excepto en el caso de dos o
tres relatos suscitados por el peronismo, sus cuentos de los años treinta y
cuarenta pueden ser leídos como una respuesta hiperliteraria no sólo a procesos
europeos, donde el surgimiento del fascismo y la consolidación de un régimen
comunista en URSS preocupaba a todos los intelectuales liberales, sino también
a las desventuras de la democracia en Argentina, escindida por golpes
militares, y a la masificación de la cultura en una sociedad donde la
modernización parecía no haber dejado nada en pie.”
¿La refutación de
la realidad, la negación del tiempo, son
elementos que no sirven a la hora de pensar la acción política?
Ya lo creo que sirven. Igualmente, las alegorías nos ayudan
a interrogarnos sobre nuestra propia identidad o, mejor dicho, nuestra
incompletud, nuestra multiplicidad irredenta; las paradojas borgianas nos revelan
lo que está cambiando y nos está desgarrando por dentro y, por último,
la igualdad metafísica entre los hombres nos insta a ejercer la reflexión crítica sobre las condiciones de
nuestra propia existencia.
Finalmente, lejos de ser un juego de artificios, gratuito y
banal, la literatura fantástica de Borges apela a un compromiso tan hondo que
sólo se revela en el desenmascaramiento tanto de su escritura como de nuestra
manera de leerlo.
María Gabriela
Caminos es una escritora argentina, Licenciada en Lenguas Modernas y
Literatura.
Bibliografía:
Sarlo, Beatriz. Borges, un escritor en las orillas. Compañía
Editora Espasa Calpe Argentina. Buenos Aires, 1995.
Borges, Jorge Luis.
Obras Completas. Emecé. Buenos Aires, 1974.
Borges, Jorge Luis. Arte Poética. Crítica. Barcelona, 2001.
Borello, Rodolfo. El Peronismo (1943-1955) en la Narrativa
Argentina. Ottawa Hispanic Studies. Canadá, 1991.
Fuente : La Gran Época 14/06/2016
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