Por Neftalí Coria
Mucho se ha escrito sobre Borges, y se pensaría que poco hay
qué decir sobre él. Nunca he estado de acuerdo con aquellos que dicen que no
escriben porque "ya todo está escrito" y tampoco hablan de un autor
porque creen todo ya se ha dicho. Veo dos razones: una modestia innecesaria, o
una presunción con la que a nadie ha de convencer el que la expone. Decir que
"ya se dijo todo" y que "ya se escribió todo", es un gran
disparate. Y al menos personalmente yo no lo creo, por eso escribo y por eso
hablo y exploro sobre Cervantes, Flaubert y Borges, que serían tres casos de
autores que pueden ubicarse en esa
categoría de los que se cree que "ya se ha dicho todo", pero si uno
destaca esos prejuicios que pueden llegar hasta la mediocridad, corre el riesgo
de convencerse fielmente que todo llega al final, que todo se ha agotado y no
habrá nada nuevo que encontrar en el arte ni en la vida. Yo no creo que a eso
debemos condenar nuestra mirada a la vida y en este caso, a la literatura, que
es lo que más me importa.
Yo nunca he dejado de escribir, porque tenga ante mi siglos
de obras maestras insuperables que ya dijeron lo que yo quería decir. No, lo
que yo quiero decir, no lo dijo nadie del modo que yo -particularmente- he de
decirlo. Y sí no dejo de escribir es porque creo en mi trabajo y he
disciplinado mis capacidades a la escritura, como un campo de acción y un
oficio del que depende mi vida y del que nunca me voy a retractar por haber
decidido entregarme a este oficio que he defendido con la vida misma. Y si
otros escribieron su obra, yo estoy en ello, y ninguno de los otros la escribió
por mí, y ya no práctico la falsa modestia, muy común entre mi generación y la
precedente. Lo mismo puedo decir de la relectura y la reflexión sobre autores
que me apasionan como los que menciono. Siempre hay nuevos hallazgos porque el
tiempo de la lectura no es lo mismo. Nunca fue igual para mí, haber leído
"La divina Comedia" a los diecinueve años que a los treinta y tres, y
mucho menos a los cuarenta y dos. Siempre hallé novedades y mi visión de tal
obra se redimensionó en cada una de las lecturas que hice. Y eso me enseñó que
la revolución existe, esa revolución íntima y fabulosa que nos da la
literatura, y en esa es en la que creo, en esa revolución humana que gira la
rueda en la profundidad del pensamiento íntimo y particular de cada hombre que
quiere cambiar su mundo.
He pensado en Jorge Luís Borges, que tiene un estigma antirrevolucionario
y un bien ganado lugar entre los que sin restricciones, puedo decir que es un
escritor con absoluta vocación para convertirse en un clásico irrefutable. A
Borges no le dieron el Premio Nóbel, pero pienso que hay obras que no necesitan
premios para enseñar a diestra y siniestra su altísimo valor que va más lejos
que otras obras, que gracias al Nóbel, lograron valorarse. La de Borges, fue de
las que de verdad no necesitaron ningún premio para viajar en el tiempo, las
lenguas y el espacio de la historia. Por el contrario, muchos autores hay que
ni con el Nóbel fueron a ninguna parte, como Le Clezio o Paul Simón, por citar
sólo dos nombres. Hay autores a los que ni el Nóbel los hubo salvado de ir a su
respectivo lugar oscuro en la historia. No es el caso ni de Borges ni de
Sábato, quienes nunca lo recibieron.
Borges ha sido un autor multicitado y uno de los más leídos
en otras lenguas que no son en la que fue escrita su obra. Su poesía
indudablemente sabia, sus ensayos que sin lugar a dudas, son los textos más
exquisitos e implacables de los ensayistas del Siglo XX. Es impensable la
literatura en español, sin sus cuentos perfectos. Quizás Borges fue de esos
hombres a los que todo les salió bien y previó el resultado de todo cuanto
vivió. Su vida fue la literatura, sus sueños fueron la literatura, su única
patria fue la literatura con la que se le dio encontrase en el mundo. Quiso
morir en Ginebra y que su tumba estuviera a la sombra de un árbol llamado Fi,
que florea sólo en años impares y como sabemos, su muerte ocurrió en Ginebra.
Hoy le acompaña la tumba de Grisélidis Réal, quien yace muy cerca de la tumba
del autor de "El Aleph" y donde se puede leer en placa metálica que
sintetiza su historia: “Ecrivain-Peintre-Prostituée, 1929-2005". Un
personaje maravilloso, digno de compartir cementerio con el autor de "La
intrusa". Muy cerca de la tumba de Borges, yace esta mujer que fuera la
estrella del burdel Schwabing, y quién se convirtiera en una de las prostitutas
favoritas de Zurich, cuando esta ciudad -durante la guerra fría- estuvo
convertida en el lugar indispensable para los espías. Escribió dos libros de
narrativa -"El polvo imaginario" y "El negro es un color"-
y su pintura ha sido olvidada
Y me pregunto si Borges, bajo las leyes del azar, no estaría
contento invitándole sombra del mismo árbol a una mujer que vivió en
Alejandría, en Atenas, estudió arte en Zurich y antes de morir, exigió como
reconocimiento, ser enterrada en Plainpalais, allí donde además de Borges,
duermen Robert Musil, Denis Rougemont, Jean Calvino el reformador del
cristianismo y el psicólogo Jean Piaget. Como dije, siempre hay novedades en la
vida, en la muerte y en la obra de los muchos autores "visitados y revisitados".
Esta vez también quiero recordar que sobre la tumba de
Borges hay una frase que proviene de un poema sajón que se ha traducido como:
"y que no temiera", quizás un mensaje para Grisélidis. ¿Quién puede
saberlo?
Fuente : Sexenio.com
27 de julio de 2014
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