martes, 29 de julio de 2014

El don de la palabra...


Es curioso como el mundo está lleno de palabras... nos invaden incesante y caóticamente... nos venden, nos compran, nos instruyen, nos distraen, nos entretienen, nos anulan, nos recuerdan y nos olvidan con palabras. Los trabajos tienen palabras, los hechos multimediales tienen palabras, las imágenes “valen” palabras... ¡Ja, ja, ja, ja!... hasta la risa puede ser una palabra.

Es demasiado.

Por eso valoro íntima y profundamente este libro. Es un mundo fantástico e inabarcable construido con tres herramientas: puñaditos de palabras, dos talentosas imaginaciones, y la complicidad de la imaginería de los lectores. Somos nosotros quienes elegimos compartir la maravilla, abandonarnos a la curiosidad y quizás, creer el gambito mentiroso escondido en algunas de las citas, decidiendo que el mundo que nos cuentan, existe cada vez que abrimos el libro.

Me refiero a “Cuentos breves y extraordinarios”, firmado por un par de amigos, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Un delicioso muestrario, una especie de “Manual del Ilusionista” y a la vez, una cátedra del relato breve.
Inicien el ritual: siéntense cómodamente, olvídense la fecha y el clima, abran el libro, y piénsense por un momento espectadores de la historia. Permítanse la libertad de imaginar un fumadero de opio, el desierto norafricano, o el palacio del emperador amarillo; déjense sentir el peso de la armadura de un arquero chino, o los aromas ácidos y las imágenes impecables de la Inglaterra victoriana. Miren sus personajes. Busquen, como hice yo, en los recuerdos que junté a lo largo de esa parte de la vida en la que la aventura pasa “detrás de mis frontales” (como dice Silvio). Y los “Cuentos breves y extraordinarios” serán una fabulosa hoja de ruta... una hoja de ruta erudita y a la vez provocadora, una muestra de lo que hay por leer y de lo que se puede escribir. Una biblioteca mínima y mágica.

Y digo esto porque este libro, aparte de brindar el delicioso placer de la lectura, plantea también el desafío del “¿Por qué no?”. Y es tan lindo contar historias...
Y debo ser breve... ¡¡¡Búsquenlo!!!.


Fuente : El Caminante


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