La Nación, 28 de agosto de 1982
El odio, el amor y la nostalgia de Dublín a través de Ulises
y Finnagan´s Awake constituyó el tema de Borges al hablar sobre Joyce en el Mes
de las Letras auspiciado por LA
NACIÓN y organizado por la Sociedad de
Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines. Introducido en el tema por Jorge
Cruz, quien recordó los 40 años de colaboraciones del escritor en el suplemento
literario del diario y la enseñanza de su obra, fundada en talento, trabajo y
años, Borges habló –reflexionó en voz alta- acerca del creador irlandés de cuyo
nacimiento se han cumplido y celebrado cien años.
Objetos verbales. El protagonismo de Ulises es el idioma
inglés, señaló Borges en sus primeras palabras acerca del autor. El tema de la
lengua –destacó- es uno de los tantos misterios de la literatura. Hay
escritores en los cuales no se siente el lenguaje. En Joyce sí. Tanto como en
Quevedo o en Shakespeare, porque son escritores barrocos. En el caso de
Cervantes se ve el fenómeno con claridad: importa más el sueño que cuenta que
las palabras que utiliza. En cambio en Joyce las cadencias, las connotaciones,
las palabras son más importantes que los triviales hechos de esas 24 horas que
relata en Ulises. De esta manera –agregó el escritor-, los libros de Joyce son
¨objetos verbales¨, que viven por su cuenta y pueden interponerse como objetos
casi independientes entre el autor y el lector. Explicó la trama de ese día
normal de un ser humano, que Joyce concibió como una obra épica pero que, según
él no le salió (sic!). No se siente la epopeya, insistió Borges al hablar de
esa característica. Explicó luego las simetrías- existen pero para el lector
común son imposibles de descubrir- para concluir en que esos esquemas
necesarios imprescindibles para comprenderlo, constituyen el gran defecto del
libro, su fracaso…
El tiempo circular. Borges explicó largamente la
imposibilidad de traducir a Joyce a las lenguas romance, porque son reacias a
la composición de palabras. Abundó en ejemplos de esta afirmación, para
terminar señalando que probablemente el libro no haya sido escrito para ser
leído, sino para ser analizado, estudiado, o para darle prestigio, o quizás
para que se convirtiera después de mucho tiempo en un libro para niños. El
ideal de un libro que fuera en realidad un laberinto –de allí Dedalus, uno de
los personajes- hijo que Joyce equivocara el camino y tentara una novela, su
mayor error. Quizás si Joyce hubiera escrito cuentos, o poemas, hubiera sido
más valioso y más inteligible. Joyce tenía un sentido muy intenso de las
palabras y con ellas jugaba, como por ejemplo con el mismo título de Finnagan´s
Awake, que en realidad contiene un juego de palabras que simboliza su idea
temática: el concepto del tiempo circular.
El máximo barroco. De todas maneras Joyce es el máximo
escritor barroco y en la época en que escribe, llena de ismos y de escuelas,
quizás la única justificación de toda esta literatura, sean sus dos libros.
Recordó las palabras de Virginia Woolf: Ulises es una derrota, pero ¡qué
derrota! Insistió en el libro como fracaso, lo comparó con el intraducible
barroquismo de Quevedo, recordó la ceguera de Joyce, la imposibilidad de
recordar a sus personajes con la familiaridad casi íntima con que uno recuerda
a Martín Fierro, o a Alonso Quijano, y finalizó exhortando a preguntar, porque él
también quería aprender algo… Y allí comenzó el agudo, irónico, benévolo,
chispeante, retozón y zumbón monólogo de Borges, mechado de innumerables
preguntas oportunas e inoportunas.
Fuente : De Fierro
No hay comentarios:
Publicar un comentario