miércoles, 2 de junio de 2010
Borges en San Juan
Jorge Luis Borges visitó San Juan en sólo dos oportunidades, en noviembre de 1981 y en septiembre de 1984. La primera fue para una serie de conferencias de las cuales no quedó registro, salvo las publicaciones periodísticas y el recuerdo de los memoriosos. La segunda, mucho más difundida y prolongada (estuvo siete días), fue para el Congreso de Literatura Argentina que se realizó en la provincia.
Sobre la primera visita el profesor Juan Mariel Erostarbe recuerda que en la conferencia que vino a dar en el Teatro Sarmiento le consultó al público: "¿Sobre qué tema podemos hablar esta tarde?". "Le propusieron muchos, hasta que una señora le pidió hablar de la luna. A él le pareció fantástico, tanto que habló durante dos horas y media, fue increíble todo lo que dijo. Lástima que de eso no hay registro escrito".
El público quedó en ese momento impactado, no sólo por sus relatos sino por su humildad y calidez. "Borges hablaba como si pidiera permiso para decir cada palabra, con un gran respeto por el mundo intelectual del otro, sin imponer sus pensamientos, disculpándose por entrar al mundo del otro", dice Juan Mariel Erostarbe.
La segunda visita, más formal que la anterior, estuvo vinculada a su participación en la apertura del Congreso de Literatura Argentina donde recibió la distinción de "Doctor Honoris Causa", otorgado por la Universidad Nacional de San Juan (de esta oportunidad existen todos los registros de sus discursos en el Instituto de Expresión Visual de la UNSJ).
Las gestiones para que muchos de los escritores que participaron de aquel congreso llegaran a la provincia, estuvieron precisamente a cargo de Mariel. Fue el encargado de viajar a Buenos Aires y tomar contacto directo con algunos de ellos. Los resultados fueron los mejores, sobre todo con Borges.
Mariel cuenta que visitó a un primo suyo, que era el edecán del entonces presidente de la Nación, Raúl Alfonsín, en la Casa Rosada, donde se encontró casi por casualidad con el mandatario, y no sólo lo invitó a que viniera a entregarle a Borges el título Honoris Causa, sino que además le pidió que le hiciera algún contacto para llegar a él. Así, Alfonsín le entregó una tarjeta con la que fue a visitarlo al departamento donde vivía.
Primero lo llamó por teléfono para preguntarle si aceptaba recibir el título de la Universidad, un reconocimiento que sólo le fue otorgado en el país por las universidades de Tucumán, Mendoza y San Juan, según recuerda el profesor Erostarbe. "Se mostró fascinado con la idea y después me recibió en su departamento de calle Maipú. Recuerdo que estaba él con su gata y su empleada salteña. El ambiente era sencillo, modesto, conversamos hasta que llegó la noche, sin prender la luz. Hablamos de la cábala, los números, la vida y la muerte. Fueron tres horas inolvidables charlando".
En ese encuentro prometió que vendría a la provincia para sumarse a la troupe de escritores entre los que también estaba María Ester De Miguel, Ana María Barrenechea y otros tantos destacados. Además de su participación en el Congreso, Borges almorzó en la bodega Peñaflor, donde compartió junto al entonces rector de la UNSJ, Hugo Médici, el agasajo organizado por la familia de Mario Pulenta.
Otra de las personas con las que tuvo contacto directo fue Mónica Porroli, en ese momento titular del Instituto Güiraldes, a cargo de la comisión organizadora del congreso, y actualmente radicada en Mendoza. En una entrevista realizada por REVISTA OH! en 1999, evocando el centenario del nacimiento del escritor, recordó un momento en el que ella lo acompañó del brazo para ingresar a la apertura del congreso: "Mientras caminábamos él percibía los flashes de las cámaras a pesar de su ceguera, y me dijo «sonría porque seguramente esos aplausos son para usted». Borges tenía esa personalidad tan particular ante la cual sería pecado de insensibilidad no sentirse impactada, aún cuando pueda gustar o no su obra literaria".
Guillermo Quiroga Yanzi fue el encargado de protocolo del congreso, razón que le permitió compartir la intimidad del escritor. También recordaba por aquel entonces que Borges nunca pidió ningún tratamiento especial ni comidas costosas o complicadas. Quiroga compartió cada momento, desde el baño diario hasta las largas charlas, y fue sus ojos al momento de elegir la ropa del día. Según recordaba nunca se comportó como un académico, sino que se mostraba tímido y reservado, y no aceptaba con facilidad los elogios. El hecho más impactante para Quiroga Yanzi fue la despedida, cuando le dijo "Bueno, Quiroga, ahora ya somos amigos, ¿no?". Sin contar el poema inédito que le dictó y le dedicó personalmente (ver recuadro con poema).
Un almuerzo en la casa de Bertha de Abner fue la otra oportunidad que tuvo sólo un reducido número de personas para tomar contacto directo con el escritor. Una de las comensales fue la profesora Beatriz Mosert de Flores. "Eramos un grupo de viejos intelectuales los que nos reunimos allí, y lo primero que recuerdo es cuando Anita Barrenechea le dijo «¿usted a qué cree que fueron los alumnos de literatura inglesa al congreso?, sólo fueron a verlo a usted», y él le contestó «nunca lo había pensado de esa manera, yo creía que se decía algo importante». Una ironía espontánea, pero que conservaba la pureza de las almas que están más allá de las circunstancias o de la gloria del reconocimiento", recuerda la profesora Mosert.
"En aquel congreso pudimos reunir a tantos grandes, sentíamos que estábamos cumpliendo con la cultura y, encima, en la cuna de Sarmiento. Nos marcó para siempre a todos los que participamos, sobre todo el contacto con ese Borges maravilloso al que uno admira profundamente". Dos pasos por San Juan que dejaron huellas de un Borges cálido, sencillo, que no deja de sorprender más allá de la muerte.
Fuente : Diario de Cuyo
11 de junio de 2006
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