viernes, 11 de junio de 2010
Zapatero, un socialista Borgeano
La profunda equivocación de Zapatero ha sido la de crear una impresión pesimista a un sector no minoritario del espectro ideológico de la izquierda, en orden a una renuncia del Gobierno socialista por buscar puentes entre la igualdad de las personas. Y digo que es una impresión creada, no por una percepción de los ciudadanos, sino por una muy errónea política en materia territorial, donde las consecuencias a medio plazo se visualizarán de manera sencilla: las órdenes del Estado central no podrán aplicarse plenamente, dibujándose con trazo firme una NUEVA GEOMETRÍA DE PODER: LA CONFEDERACIÓN. En este sentido, hay que destacar “la mutación constitucional” que en palabras de Gregorio Peces-Barba representa la reforma del estatuto de Andalucía y de Cataluña. Una opinión expuesta aquí en tres artículos (Estado gaseoso) tomada de la lectura del libro El Estado fragmentado escrito por Sosa Wagner y Sosa Mayor.
Pero estos asuntos negativos no deben hacer olvidar aspectos muy brillantes y creo innovadores en la política de Zapatero. Por exponer un marco teórico previo, hay que decir que la conformación en España de una gran clase social media, con cierto nivel cultural, que aboga por pagar pocos impuestos y tener las máximas prestaciones sociales, convierten en naftalina el mensaje clásico de los socialistas de posguerra, que basaban su estrategia en el mejoramiento de las clases inferiores, generalmente sin recursos económicos y de escasa formación, y que cristalizaron en el Estado del Bienestar. Para el caso español la situación aún es más acusada habida cuenta de que no ha existido más que durante 30 años, es decir, durante muy poco tiempo, una cultura impositiva de carácter redistributiva. En España no ha habido IRPF en 40 años de dictadura, y sólo a partir del antiguo ministro de UCD, luego socialista, Fernández Ordoñez, se empezó a tributar por la rentas de las personas físicas. Sin embargo, el discurso de modernización y de impuesto entendido como inversión para el salario social que debían representar estas mejoras, no se ha podido traducir en unos modos responsables de tributación individual. Sólo desde este punto de vista se explica la política del Presidente en esta materia.
Obviamente Zapatero no es socialdemócrata, pero tampoco estimo que haya seguido la carretera trazada por el sociólogo de cabecera de Blair llamada Tercera Vía. La política de Zapatero no se ha situado como una forma de superación de las viejas formas de hacer política, esto es, el modelo liberal-conservador y el socialdemócrata, por más que muchas medidas como las ayudas a la maternidad tengan ideológicamente un alma Giddeniana muy evidente: El objetivo final de esas ayudas no conduce hacia una igualdad de resultados sino de oportunidades. En realidad esto introduce la desigualdad final. El Estado guía pero no rema.
Pero el PSOE de Zapatero no ha tirado la toalla en el combate social ante los crecientes gastos de mantenimiento del sistema social de solidaridad y con una población cada vez más envejecida. Lo que ocurre es que ha cambiado el modo y el ritmo de esas políticas. Zapatero, otrora conocido como el “socialista de los ciudadanos”, pienso que en realidad, como buen lector, conocedor y admirador de la obra del escritor argentino Jorge Luís Borges, sabe lo que representa el valor del tiempo político. De manera que, ni Bambi de acero, ni Socialismo de los ciudadanos, ni Tercera Vía, ni republicanismo, ni democracia deliberativa son conceptos que engloben los tiempos y la acción en su política.
Zapatero es un socialista Borgeano. Como Paul Menard autor del Quijote, como La Biblioteca de Babel, como Funes el memorioso, el Presidente sabe que el éxito de su política social y de cualquier otro tipo, no está tanto en publicitarla sino en hacer ver que la acción modernizadora de su gobierno sería impensable con el Partido Popular. Es la lógica de saber que unos usos y costumbres más propios de la época de Fraga (cuando éste construía paradores y se bañaba en Palomares), son totalmente impensables, a pesar de la ayuda de dios, o de la COPE, a día de hoy. Y lo son también para sus propios votantes, que no entienden los comportamientos de lo que Santos Juliá denomina Santísima Trinidad y yo califico como unidad de quemados (Acebes, Zaplana, Rajoy).
Este ha sido políticamente el principal acierto de Zapatero. El socialismo borgenano tiene su praxis en una nueva generalización de derechos estratégicos, como en el s. XIX, hicieron los socialistas europeos al abrir las constituciones liberales, sólo que esta vez de tipo interclasista. La clave es que ideológicamente el Partido Popular, que económicamente podría igualar lo obtenido por el PSOE, como ya demostró con Rodrigo Rato, es un partido de 9 millones de votantes, de los que la inmensa mayoría no comparte aspectos de conductas morales y cívicas, más propias de la época del búnker en el inicio de la Transición. Santos Juliá me hizo reflexionar esta idea cuando leí su columna dominical (la primera de este curso político), en EL PAÍS. Dice Juliá: "¿Cómo va a ser que esa clase media mire hacia atrás con ira, como pretende el PP, si en esta legislatura le ha ido de perlas, si sus viviendas -su bien más pre-ciado- han triplicado su valor y alcanzado por fin la altura de los países de nuestro entorno? Con estos dirigentes del PP no se trata de credibilidad, sino de fatiga, de cansancio: han invertido todo su capital en el 11-M, en ETA, en España-se-rompe, y han asistido atónitos al desplome en bolsa de esos valores. Nada tiene de extraño que el anciano de la tribu aconseje preparar las sucesiones, dicho así, en plural, porque, en efecto, son sucesiones lo que habrán de preparar".
Los hechos siempre nos remiten a Borges: Leyes contra violencia de género, en favor de la igualdad, sobre la dependencia, la agilidad en la tramitación del divorcio, el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo género, la defensa de escuela y Estado laicos, generalización de mecanismos de integración para inmigrantes, fomento de nuevas formas la investigación científica como las células madre, e incluso reformas en la ley de financiación de partidos políticos o leyes electorales que beneficien a grupos más minoritarios.
Con esta carta de presentación de la oposición y con un impulso modernizador evidente, por más que fuera deseable que Izquierda Unida pudiera aplicar la misma medicina borgeana a Zapatero, marcando claramente lo que representan las líneas de la socialdemocracia, parece poco probable que no se cumpla políticamente aquella reflexión de Borges según la cual “la tarea del arte es transformar todo lo que nos rodea en símbolos, en algo que pueda perdurar en la memoria de los hombres, es nuestro deber, tenemos que cumplir con él, si no, nos sentimos muy desdichados”. No obstante el Presidente debe tener presente que Borges fue un escritor magníficamente cínico y que todos sus libros están llenos de citas a ciegas
Fuente : Daniel Molina - La Voz de Salamanca
Miércoles, 05 de Septiembre de 2007
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