lunes, 29 de septiembre de 2014

Borges harto de Borges



Xavier Rubert *

En 1952, el autor de esta nota Xavier Rubert viajó a Buenos Aires para encontrarse con Jorge Luis Borges en la casa de la madre del escritor. Este artículo reproduce un fragmento con los pormenores y el diálogo que mantuvieron ambos  personajes. Todo comienza cuando la celosa empleada de la familia Borges le abre la puerta, hasta la llegada de la hermana Norah Borges para la cena. La nota fue difundida por Gacemail  Nro 561 (5.09.14).


Éste es un fragmento del diálogo que mantuve con Borges en su casa de Buenos Aires, el verano de 1982, desde que me abrió la puerta su vieja criada hasta que vino a cenar con nosotros su hermana Norah, viuda de Guillermo de Torre. Pese a ser "analfabeta" (como precisaba Borges con cierto orgullo), la criada no carecía de reflejos ágiles ni de una admirable capacidad de utilizar en su provecho los acontecimientos imprevistos. En menos de 10 minutos pasó así de dialogar suspicazmente desde el resquicio de la puerta y cerrármela en las narices a entregarme a su amo, explicarme que debía parar la lavadora al sonar un pitido y a escapar de la casa para no volver hasta tres horas más tarde (luego Vargas Llosa me ha contado que a él le pasó algo parecido). En este tiempo tuve yo que abrir la puerta, contestar al teléfono, acompañarle a que me enseñara sus cuadros de tigres y el vestido rosa de su madre desplegado sobre la cama... Al día siguiente me pidió que le acompañara al cementerio donde iban a enterrarle, y allí nos recogió María Kodama, que venía de la Universidad.

-Dice usted que nació en un suburbio de calles aventuradas y ocasos invisibles, y añade: "Pero lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y con una biblioteca ilimitada de libros ingleses".-Sí, era la biblioteca de mi padre y de mi abuelo... Sí, de mi padre, de mi abuela y de mi bisabuelo.

-¿No será eso su personal experiencia de un destino general de América? Mario Faustino dijo que lo propio de América fue "nacer adulta", con una jurisprudencia ya desarrollada, una joya arabista, una prosa ya barroca... Aun hoy mismo, en la República Dominicana le insultan a uno en la calle llamándole "hereje" o "sin concepto".

-No había pensado en eso. Pero creo que, de algún modo, todos somos europeos. Europeos en el exilio, en el destierro, ¿no? Creo que los americanos somos europeos desterrados. Y eso nos hace heredar toda la cultura occidental. No sé si lo hemos aprovechado hasta ahora... quizá Estados Unidos lo hizo mejor que esta América. En todo caso, yo creo que no tengo nada en común, bueno, digamos con los aborígenes. Tengo una gota de sangre guaraní por ahí, pero eso no cuenta mayormente. Y creo que somos, sí, occidentales. Salvo que eso de occidentales también es falso, ya que en la cultura occidental Israel no es menos importante que Grecia. Entendida Roma como extensión de Grecia, desde luego. Pero creo que sentimos eso y debemos tratar de merecerlo.

-Para usted Buenos Aires es "un viejo hábito"...

-Sí, yo no conozco bien la ciudad. Como casi todo el mundo, conozco lo que se llama el centro, que topográficamente es un extremo de la ciudad.

-A mí me sorprendió que Keyserling hablara de la esencia o del carácter de Buenos Aires como el "no te metás", que se correspondería con el catalán "no t'hi emboliquis".

-Sí, pero hay también el otro adagio, "primero tira tu lanza", que sería lo contrario.

-¿Coexisten ambos en su país? ¿Coexisten como en la plaza de Mayo, donde según usted se mezclan "la clara guerra contra los españoles y la oscura guerra contra el gaucho"?

-Exactamente. Aunque no sé; yo no puedo hablar con ninguna autoridad sobre Buenos Aires. Es una ciudad que dejé de ver hacia 1950 y tantos.

-Pero sobre la que no ha dejado de escribir.

-No, he seguido escribiendo, pero siempre he pensado en aquel Buenos Aires pretérito, un Buenos Aires que ha desaparecido. Sin embargo, ocurre una cosa curiosa, y es ésta: yo puedo estar en Lucerna, puedo estar en Tokio; pero eso es durante la vigilia. Cuando sueño, sin embargo, siempre sigo estando en Buenos Aires. Y sobre todo en la Biblioteca Nacional, en la calle de México, o, si no, en aquel Buenos Aires de casas bajas de mi niñez. Es decir, algo mío se queda en Buenos Aires aun cuando viajo. Yo he viajado por buena parte del mundo, pero nunca sueño en estos lugares. ¿Cómo le diría yo?; estoy en Japón, estoy en Egipto, estoy en Irlanda, estoy en Tejas, pero eso durante la vigilia. Cuando sueño, estoy en Buenos Aires, en un Buenos Aires que, desde luego, sólo existe en la memoria de hombres viejos como yo...

-Entonces usted sólo creería en la nacionalidad que se sueña.

-Sí, en una nacionalidad onírica...

-Y por tanto muy épica...

-¡Pero, desde luego! Yo creo que el nacionalismo ha traído muchos males. Ante todo, va contra la pareja distribución de los bienes espirituales y materiales; eso es una. Y la otra es que nacionalismo da a creer que cada país es el único; que el idioma que cada uno habla es evidentemente el mejor... Mañana va a salir un poema mío, en el que hablo de eso. Hablo de lo que me parece eso de estar parcelado en países, cada uno con su mitología peculiar, con antiguas o recientes tradiciones, con un pasado sin duda heroico, con agravios, con litigios...

-Usted es muy pacífico, pero se enfrentó valientemente a los peronistas...

-Sí, tengo valor cívico, que no valor físico. Mi cirujano y mi dentista lo saben muy bien. Una vez, a mi madre la amenazaron de muerte por el teléfono, a las tres o a las cuatro de la mañana. Una voz grosera le dijo: "Yo los voy a matar, a vos y a tu hijo". "¿Por qué, señor?", dijo mi madre. "Porque soy peronista". Ella le contestó: "Bueno, en el caso de mi hijo es muy fácil, está ciego; sale todas las mañanas a las diez de esta casa. En cuanto a mí, les aconsejo que se apuren, que no pierdan tiempo telefoneando, porque he cumplido 80 y tantos años, y a lo mejor me les muero antes".
"Me les muero". Eso no puede decirse en otros idiomas. Sí, quizá en inglés: "I die on you". Pero no tiene tanta fuerza, ¿no? Sí, "me les muero antes"... Entonces el otro cortó la comunicación. Le pregunté: "¿Qué pasó, madre? ¿Sonó el teléfono?". "Sí", me dijo, "un sonso..." Y me repitió la conversación. Luego, claro, no pasó nada. A veces hay un placer de la amenaza. Después quedan desahogados. Uno ha cumplido con su deber y no tiene por qué pasar a mayores.

-Usted decía también que el dolor más terrible es el previsto, el anticipado.

-Sí, claro. La mejor muerte para el moribundo sería un paro cardiaco, ¿no? Ser fulminado sería lo mejor. Pero para los que quedan, no. Mejor prepararse el día de la muerte.

-¿Por qué me ha pedido que nos acercáramos a su tumba, a su bóveda?

-La verdad es que la palabra es un poco triste, ¿no? Pero es mi bóveda...

-... Y la bóveda de sus antepasados.

-Sí. Pero curiosamente yo siento que no están aquí. Si yo pienso en mi madre, yo pienso que ella está en mi casa, y que el hecho de que sus restos estén aquí es... bueno, es verdadero, pero yo no puedo sentirlo. Y sé que está aquí mi abuela y mis abuelos... Están los parientes míos, tantos amigos... Yo sé que eso es un hecho real, pero para mí no es un hecho, digamos, emocional. Siento que realmente ellos están en otra parte; ciertamente no encerrados aquí...murió hace seis años, está allí, en mi casa. En cambio, aquí sé que están sus restos, pero me parece que eso, emocionalmente, no es cierto. ¿No es mejor pensarlo así? Sería muy triste pensar que está aquí...

-Pero a usted le he oído ironizar también sobre la muerte en una milonga que dice: "No hay cosa como la muerte...".

-Sí. "... para mejorar la gente". Y luego tengo otra de un condenado a muerte, que es: "Manuel Flores va a morir. / Eso es moneda corriente. / Morir es una costumbre, / que suele tener la gente". Respecto a la "otra vida", no sé qué decirle: ambas cosas son igualmente increíbles. La inmortalidad personal es increíble, pero la muerte personal también lo es.

-Aparte de creíble o no, ¿resulta para usted querible? Se lo pregunto porque en algunos textos parece que usted no sólo no crea, sino que tampoco quiera esta inmortalidad.

-Ah no; en mi caso personal, no. Ahora, si yo pudiera ser inmortal en otra situación, y con el olvido total de haber sido Borges, pues bien, entonces acepto la inmortalidad. Pero no sé si tengo derecho a decir "acepto". Creo que en el budismo se niega la existencia del alma. Se supone que cada individuo, durante su vida, construye una suerte de organismo mental, que es el karma, y que ése es heredado por otros, no por él, ya que si no creemos en el yo no podemos creer en la muerte personal, ¿no? Buena parte del libro Las cuestiones del rey Milinda (Milinda es una evolución sánscrita del Menandro, que es un catecismo budista), buena parte de este libro está dedicada a la negación del yo. El yo como el que han negado Hume, Fernández y Schopenhauer.

-En este sentido, es usted muy poco unamuniano...

-Ah, desde luego. Unamuno estaba loco. Yo no sé cómo no estaba cansado de ser Unamuno. Y eso que no vivió tanto como yo. Yo estoy harto de Borges. Cada mañana, al despertar y encontrarme con él, me digo...

-¿"A ése le tengo ya muy conocido..."?

-Eso, una tristeza, sí. Ya estoy harto de ese... un interlocutor permanente.

-Una actitud no tan distinta, sin embargo, de la de Kierkegaard, que deseaba lo absolutamente Otro. Esta posición radicalmente religiosa, ¿no conecta de algún modo con una posición radicalmente nihilista como la suya?

-Sí, claro. Esto "otro" sería Dios, ¿no?

-No sé; Dios o la Nada. En todo caso, la no-continuidad de lo humano más allá de este mundo.

-Hay ya un exceso de lo humano aquí.

-Y no desearía usted, en ningún caso, su continuación.

-No, yo no. Tengo la esperanza -mi padre tenía la misma- de morir enteramente, de morir en cuerpo y alma, si es que el alma existe.

-¿Y cómo comprende usted que para mucha gente eso no constituya una esperanza, sino un desasosiego?

-Yo conozco a mucha gente religiosa, y están un poco aterrados. Porque o esperan el paraíso -lo cual, como dijo Bernard Shaw, es un soborno- o se temen el infierno. En cambio, una persona que no cree en ninguna de las dos posibilidades, una persona como yo, que no se cree digna de castigos o de recompensas eternas, puede estar tranquila. Pero todo es tan raro, la verdad, que a lo mejor perseguimos este diálogo en otro mundo...

-Usted escribió: "Descreo de la democracia, ese curioso abuso de la estadística". Y en otro lugar habló de la dictadura diciendo que favorece la opresión, favorece el servilismo y, lo que es peor, favorece la idiotez.

-Curiosamente, aunque yo haya dicho estas últimas palabras, estoy de acuerdo con ellas. En cuanto a la democracia, creo que por ahora (y ahora puede significar cien años) en este país somos indignos de ella. En cuanto a la dictadura, ya conocemos sus efectos devastadores. Pero yo, realmente, no entiendo de política. Soy un tranquilo e inofensivo anarquista spenceriano. Y de anarquismo saben ustedes, los catalanes.

-¿Conoció usted a nuestros modernistas y noucentistas: Rusiñol, Maragall, Bertrana, Ors...?

-Ah, sí, a Ors sí. ¿Vive todavía este muchacho?

-Murió hace ya algunos años. ¿Le conoció usted personalmente?

-No, me interesaron muchísimo algunos ensayos suyos. Muy finos, muy finos... Hasta que leí una especie de novela suya, no recuerdo ahora el nombre, que me pareció intolerable. No leí nada más de él.

-¿Se refiere a La bien plantada?

-Eso, La bien plantada. Inaceptable. Las medidas del torso, la cintura y los tobillos de la protagonista eran absolutamente intolerables. Decidí no volver a abrir un libro suyo.
-Lo que sí ha continuado manejando fue el Diccionario etimológico de Corominas. (Cojo de la estantería una primera edición desgastada por el uso, y con el Corominas en las manos, hablamos del Cratilo platónico, del carácter representativo o arbitrario de las palabras, de su historia y transformación).
-Vea cómo el término sajón bleich, que significa sin color, derivó de un modo contrapuesto: en castellano a blanco y en inglés a black (negro).

-¿Será por algo parecido por lo que los chistes procaces son en castellano chistes verdes y en inglés chistes azules?

-La verdad, no entiendo esta inversión por la que el verde, que debería sugerir algo natural, vino a significar en castellano todo lo contrario. Pero encontraré la solución. En cuanto la halle, le escribo enseguida. (Borges habla siempre de temas retóricos, etimológicos o incluso poéticos en términos de verdad, de solución, de exactitud).
-¿Pero tiene usted aún el Corominas en las manos?

-Sí.

-Pues busque el término jazz... Mire, en el inglés criollo de Nueva Orleans to jazz quería decir fornicar. O, más precisamente, fornicar de un modo breve, espasmódico, violento, como sugiere el sonido mismo de la palabra. Es como tango, que no viene, como creía Lugones, del tangere latino, sino de la etimología africana que veíamos antes en el Corominas. Nolli me tangere-just jazz it... Aunque tampoco estoy seguro. Si yo pudiera consultar... pero hace ya años que no veo.
-Tres cosas se pierden al perder de vista "el mundo de la representación" -como llamaría usted al mundo físico-, el mundo de los libros y el mundo de la propia escritura. Son tres pérdidas distintas.

-Cierto. -¿Cuál ha ido más dolorosa para usted?

-No. A mí me gustaría sobre todo leer, leer por ejemplo un verso erótico de Eduardo Marquina donde todo es un juego de reflejos en espejos. Y me gustaría también ver las caras de las personas que quiero... las caras de mis amigos. Y también los lugares donde estuve con amigos: la librería Salvat-Papasseit en Barcelona. Pero venga usted y acompáñeme a la otra habitación, donde le enseñaré los cuadros de tigres y el último vestido de mi madre.



  • Xavier Rubert de Ventós (Barcelona, 1939) es un filósofo, profesor universitario, escritor y político de Cataluña, España. Es catedrático de Estética de la Universidad Politécnica de Cataluña. Sus obras han sido reconocidas internacionalmente, habiendo sido traducido desde el catalán al castellano, inglés, italiano y alemán . La nota que reproducimos fue tomada de la publicación www.gacemail.com.ar

Fuente : El Arca Digital

domingo, 28 de septiembre de 2014

EL PARADIGMA DEL LECTOR POLICIAL EN BORGES

Daria Moreno Davis

En Borges oral, el autor homónimo adelanta la idea de que para posibilitar el hecho estético es necesaria la participación activa del lector para dar vida a los ‘’símbolos muertos’’. Por lo tanto, el encuentro entre texto y lector da existencia a la obra literaria en una relación virtual de doble producción creadora. El texto entonces no sería una instancia  inmóvil, al contrario, se volvería un diálogo con un lector que se re-significa en cada lectura. Este planteamiento puede ser ilustrado con uno de los cuentos de dicho autor, ‘’La muerte y la brújula’’, cuento fantástico-policial publicado en 1942.

El género policial y su nacimiento implican, de forma paralela, el florecer de un lector distinto relacionado con un modo nuevo de atraer al lector. En sus ensayos en Borges oral, el autor subraya el relato policial bajo su cualidad intelectual, apelando a principalmente a una operación mental en el lector.  Por lo tanto, la figura del lector se vuelve preponderante en el relato policial, su presencia aparece constantemente y determina el discurso.

A raíz del modelo clásico, el narrador policial busca ubicar al lector en un espacio misterioso, omitiendo información sobre descubrimientos e inducciones hasta la revelación final. Al mismo tiempo deja pistas reveladoras, a pesar de que muchas resulten falsas, cuestionando la capacidad del lector para distinguirlas. Éste, crédulo, se resignará entonces al intelecto del detective que guíe la investigación.

Sin embargo, el lector de cuentos policiales cuenta ya de varias evoluciones, y los de Borges no son principiantes, y es esencial considerarlos como lectores educados, habituados a decodificar cada vez más rápido el código narrativo y anticipar las trampas del narrador. Dentro de la continuación del género, el ejemplo de Borges es pertinente gracias al juego que establece en la relación con su lector, así como por varias transgresiones que efectúa hacia la tradición. En el cuento, el cambio radical que propone el autor, es la exigencia de otra forma de lectura. Última que insistía en la forma del acercamiento al escrito y al lenguaje. Para Borges, “una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída”, por lo tanto, la movilidad del texto es dada por la lectura.

El lector entrenado interpela al texto con vehemencia y arrogancia, descifrando los códigos y secretos encriptados en las palabras. Pero entonces la actitud se vuelve en su contra; y podría llevar a  comparar al lector del cuento policial con una lectura que ponga en cuestión la interpretación misma. Muchas veces el error mayor es el de sobreanalizar. ¿Hasta dónde es pertinente la búsqueda de verdad en el diálogo con el texto?

El personaje principal, el detective Erik Lönrot es un personaje que se define por su valentía y su perspicacia. Está convencido de sus capacidades, como lo está el lector educado. Seguro de sus decisiones y su instinto se vuelve “indiferente a la investigación policial” predominando un análisis alterno. Éste razonador puro convence al lector de la verdad de su hipótesis, seguro de sus deducciones derivadas de un análisis matemático de indicios minuciosamente recuperados: “Reflexionó que la explicación de los crímenes estaba en un triángulo anónimo y en una polvorienta palabra griega. El misterio casi le pareció cristalino; se abochornó de haberle dedicado cien días’’.[1]

Sin embargo, este es el error fatal del detective, quien falla al percibir la totalidad del juego que se llevaba a cabo en torno a él. Todas las especulaciones que realiza Lönrot terminan por ser previstas por su contrincante, quien, más astuto que él, teje un sutil laberinto para el detective. Así, Red Scharlach (el criminal) adquiere su poder sobre Lönrot a partir de este mismo; entonces, el juego del cazador y el cazado, se vuelve real hasta sus mayores consecuencias.

En el relato policial, la información que se permite ver -o no- constituye un discurso altamente selectivo en la emisión de su mensaje. De igual forma, hay una intervención en lo que cada personaje ve, pues el juego de miradas es central. La información, muchas veces, se encuentra como la carta en el cuento ‘’La carta robada’’ de Edgar Allan Poe: a plena vista en varias ocasiones, no escondida, pero sí disfrazada, constantemente revelada pero oculta para el ojo descuidado. Igualmente, el secreto del crimen que persigue Lönrot está en la paradoja de la sencillez. Sin embargo, al iniciar el juego, no siempre es el detective el que juega la mejor baraja.

¿Quién es entonces, se pregunta el lector, el jugador y quién es el jugado?  Crédulo lector, pues él mismo es el que ha entrado en juego en la maquinación del texto. En Poe, cada personaje se cree poseedor de la carta, sin embargo, cada uno se vuelve objeto de ella, la carta se torna poseedora de cada uno. El que mira se vuelve mirado, el que lee es leído, y entonces, la lettre nous possède -la carta nos posee-.

Cambiemos carta por su versión francesa o inglesa, Lettre y letter (letra), el eco de la metáfora es evidente. El hombre existe en una constante relación de traducción de signos y significados con el mundo que lo rodea- codificado, etiquetado, organizado y a veces generalizado-. El lenguaje está construido sobre una estructura estable que permite la comunicación y la razón de ser de ésta y el motor de producción de significados, es el lenguaje mismo. Finalmente, una de las herramientas de traducción de la realidad es, según Umberto Eco, el principio de analogía: ‘’cada uno de nosotros ha introyectado un principio indiscutible, a saber, que, desde cierto punto de vista, cualquier cosa tiene relaciones de analogía, contigüidad y semejanza con todo lo demás. ’’ Por lo tanto, parte del desciframiento es por semejanza, y el hombre avanza con las manos  frente a sí, asiendo y relacionando para darse camino: ‘’Cada vez que uno crea haber descubierto una semejanza, ésta señalará hacia otra en una progresión interminable. En un universo dominado por la lógica de la semejanza (y la simpatía cósmica), el intérprete tiene el derecho y el deber de sospechar que lo considerado como significado de un signo es en realidad signo de un significado adicional’’. Esto es lo que hacen los detectives del discurso policiaco, es lo que realiza Dupin (detective del cuento de Poe) y lo que exige Lönrot. Pero éste último es su error: su exigencia como lector en el acto de traducción:

‘’-Posible, pero no interesante-respondió Lönrot’’.[2]  

Los crímenes empiezan con un acto de aparente casualidad con fatales consecuencias. No satisfecho, Lönrot se deja distraer por la sobreinterpretación, busca información para la investigación dentro de un indicio meramente circunstancial, exigiendo de este, que haga honor a su tinte místico y le revele la verdad del caso.

Por otro lado, no es sólo el detective quien ha entrado a la trampa del lenguaje, el lector avanza con él. Traduciendo los signos que le propone el texto, ha cometido el mismo error que el detective. El desarrollo de los crímenes y de la narración desarraiga paulatinamente al lector y al personaje de una realidad objetiva donde una lectura libre podría ser posible.

Los crímenes se vuelven precisos, cuidadosos en su montaje y su escenificación. ¿Qué tanto de lo que se ve es real, y qué tanto es creado? Para Eco, ‘’en la vida cotidiana, sabemos generalmente cómo distinguir entre las semejanzas relevantes y significativas, por un lado, y las semejanzas ilusorias y fortuitas, por otro’’, pero cuando un lector busca insistentemente un marco específico de significados en el texto, invariablemente terminará por encontrarlo. Y entonces, se volverá un lector paranoico, un detective en busca del secreto de un crimen sencillo y un lector que sospeche de todos los signos. La interpretación se impregna de necesidades ajenas a la comunicación del mensaje, el lector impone lo que desea encontrar, Lönrot exige lo que desea revelar con indicios visibles que hablen de relaciones ocultas[3].

Así, los asesinatos se transfiguran, introduciendo elementos de extrañeza y proponiendo alteraciones carnavalescas. Ciertos elementos son incluso dispuestos, tanto por el criminal como por el narrador, con la mayor intención de tentar al lector con una lectura paranoica.

¿Cuál es la intención del texto al hacer esto?  La intención no aparece más que de forma velada, como la carta robada, ‘’hay que decidir «verla»’’[4]

De igual modo que el detective, el lector se enfrenta a un texto de distintas formas, la problemática sobre los grados adecuados de interpretación es amplia y abarca temas muy distintos (desde la imposición de una visión, la pérdida de la sensualidad de un texto o el deseo de revelar un significado trascendente y oculto que el autor hubiera preparado para ciertos elegidos). Sin embargo, considerando el género policiaco como uno del intelecto, resulta poético el acercamiento con el acto de lectura. Borges insiste en entender la literatura como un diálogo: “un libro es más que una estructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es el diálogo que entabla con su lector y la entonación que impone a su voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria”; lo cual plantea que a pesar de rescatar las características del género, Borges las encamina hacia un terreno simbólico donde, finalmente, transgrede ciertas reglas del modelo tradicional a través de un lector metatextual que se cuestione sobre su investigación con el texto y sobre el texto.

La última pista de Lönrot lo convierte inevitablemente en la cuarta víctima. Asimismo, el lector al buscar estructuras, ha caído como el detective, en la trampa de su propio artificio. Entonces, se revela la doble cara del carnaval y el equívoco de la lectura. Red Scharlach resulta ser el titiritero, el detective real, (la letra que posee al lector). Incluso revela finalmente su astuta estrategia y su elaboración para vencer a su enemigo -cual Sherlock Holmes- conociendo y controlando el esquema mental del detective: “Comprendí que usted conjeturaba que los Hasidim habían sacrificado al rabino; me dedique a justificar esa conjetura”.

El truco final radica en un paradigma de identidad: el criminal y el detective se conjugan en una misma figura, cual Hermes, atrapados en la casa del último crimen, rodeados de ‘‘inútiles simetrías y repeticiones maniáticas’’.  La entrada a la casa es un rompimiento en el discurso y en la realidad, es el punto central del laberinto de la ciudad, la trampa de Lönrot y la del lector: ‘’la casa no es tan grande (…) La agrandan la penumbra, la simetría, los espejos, los muchos años, mi desconocimiento, la soledad. ’’. El quiebre se da en la relación entre ambos personajes y en sus posturas como sujeto-objeto. Scharlach es inicialmente el objeto desconocido y que debe ser revelado por el sujeto Lönrot, pero a continuación, el detective se vuelve el objeto del sujeto Scharlach. Ambas miradas son las del cazador, y ambas se mueven recíprocamente; Lönrot avanza por la búsqueda de Scharlach (aunque no sepa que es él) y este último se traza por la búsqueda misma de Lönrot:

 “-Scharlach ¿usted busca el Nombre Secreto? -No. Busco algo más efímero y deleznable, busco a Erik Lönnrot.”

El juego de miradas hace de ambos el cazador, en una relación dialéctica donde cada uno toma la posición de sujeto y de objeto, observando y siendo observados. La lectura se desarrolla de la misma manera, dentro del constante diálogo sobre en el insiste Borges, aunque las miradas cazadoras no sean iguales. Scharlach permanece siempre oculto ante su cazador, quien por su parte es visible (el texto nos ve, pero no siempre vemos la totalidad del texto). Hay un sujeto observador y uno ciego, uno revelado y otro velado. Así, el sujeto, al enfrentarse con la mirada de su objeto, se encuentra a sí mismo mirado. Tanto Lönrot como el lector, se perciben siendo vistos.

En la búsqueda de su objeto, el detective entra en una perturbadora multiplicación de ángulos de visión, puntos de interpretación, espejos y penumbras donde se esconden los significados: “Subió por escaleras polvorientas a antecámaras circulares; infinitamente se multiplicó en espejos opuestos; se cansó de abrir o entreabrir ventanas que le revelaban, afuera, el mismo desolado jardín desde varias alturas y varios ángulos.” Al acompañarlo dentro de la casa, el lector ha entrado al laberinto del cuento mismo.

Así, quien tenga la capacidad de leer será quien lleve el punto de vista; Lönrot, el detective y razonador, es el paradigma mismo del lector. Empero, el que escribe la historia tendrá más poder dentro del juego que el que lea. Red Scharlach, se vuelve el escritor, quien, tejiendo el laberinto, palabra tras palabras y letras tras letra, plasma el recorrido de Lönrot y del lector. “Todo lo he premeditado, Erik Lönnrot, para traerlo a usted a las soledades de Triste-le-Roy’’.

Las figuras se desdibujan entre sí, cual Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Quizá la lectura requiera exactamente de esa dualidad que mantiene el equilibrio, un lector Watson y Sherlock al mismo tiempo. Que se atreva a lanzar interesantes hipótesis que superen la sencillez del texto, al mismo tiempo que una visión cruda y modesta de la lectura. Por otro lado, el lector debe ser tanto el detective como el criminal, de su propia lectura y del texto. El diálogo se vuelve ambivalente, perdido en repeticiones infinitas y especulares. Entonces el lector se encuentra a sí mismo en el texto que, cual espejo, lo encara a sí mismo. Ambos cuentos se asemejan a  metáforas de la lectura misma: el lector afanado busca en cada recoveco un indicio, pistas meticulosamente escondidas y difuminadas sobre el fondo del tapiz. No sabe qué contiene la carta, pero no importa, lo esencial es cómo llega a ella. Sin embargo, la carta está a plena vista, escondida en la confianza de la ávida investigación del lector.

Pero es importante mantener el juego del lenguaje en movimiento. El cuento de Borges propone un último artificio gracias al laberinto lineal que ofrece Lönrot.[5] En ese espacio fantástico, las reglas de la física desaparecen bajo otro truco del autor. En este laberinto lineal donde tantos filósofos se han perdido y donde hasta un detective podría hacerlo, el lector no necesita saber el resultado del disparo final de Scharlach hacia Lönrot. La suspensión es el último laberinto. El juego perdura y la lectura se relanza, el dado se vuelve a tirar, y pivota sobre su propio eje. Según Jacques Derrida, lo que queda suspendido en lo indecible al interpretar es lo que entra en crisis y hace entrar en jaque cada estructura. Es decir, lo que posibilita la movilidad de los conceptos y que posiciona, como ya hemos comentado antes, al sujeto como efecto y no como organizador del lenguaje (poseído por la lettre). El lector, sujeto del y al lenguaje, participa de la deconstrucción de este último en cada una de sus revoluciones. Lo cual lo hace ser leído por el texto al leerlo, caer en la trampa al seguirla y afectarse mutuamente en el diálogo.

Considerando la problemática planteada por Eco sobre la relación entre el autor y el lector, entre pensar que el texto es un objeto que la interpretación construye y que por otro lado, el texto es una máquina concebida para provocar interpretaciones… lo más sensato sería una postura aristotélica donde se abogue por encontrar un justo medio dentro de dicho juego dialéctico entre ambas figuras. Por lo tanto, el juego se mantiene y se renueva gracias al espacio de tensión que se crea dentro del texto y a la movilidad adquirida por conceptos aparentemente inmóviles. Tras la batalla que ha experimentado el lector durante el cuento, al final, todo vuelve a ser velado, y el erotismo del arte [6]se recupera.

Ahora bien, ¿acaso lo que pretende el estudio actual no podría caer dentro de la sobre interpretación misma? En ese caso, plantearía una postura cercana a la que defiende Jonathan Culler en su texto En defensa de la sobreinterpretación. Culler sostiene que la sobreinterpretación podría ser considerada como una práctica de realización de preguntas que no son necesarias para la comunicación normal, pero que permiten reflexionar sobre su funcionamiento. Sobre lo que el texto hace y cómo lo hace, explorando así los mecanismos como una forma de aprendizaje  sobre él (parafraseando a Culler). Por lo tanto, el objetivo no sería extraer información con pretensiones de Verdad, si no comprender y cuestionar, sin afán de obtener respuestas conclusivas, el funcionamiento y los mecanismos. Así, la sobreinterpretación se volvería la superación de la cual habla Culler, que se lleva a cabo en los intersticios de tensión en mi relación con el texto. Relación sensual y astuta, violenta y erótica, poniendo al desnudo tanto al texto como al lector.

La mejor tensión se da entonces donde ambos jugadores se encuentran expuestos y velados uno frente al otro.



[1] Borges, Jorge Luis. ‘‘La muerte y la brújula’’,Cuentos completos. Ed Lumen, 2011.

[2] Subrayado es mío.

[3] ’La sobreestimación de la importancia de los indicios nace con frecuencia de una propensión a considerar como significativos los elementos más inmediatamente aparentes, cuando el hecho mismo de que son aparentes nos permitiría reconocer que son explicables en términos mucho más económicos. ’’

[4] Eco, Umberto. ‘’La sobreinterpretación de textos’’, Interpretación y sobreinterpretación, 2002.

[5] Lönrot hace referencia al laberinto lineal planteado en la paradoja del movimiento por Zenón de Elea, también conocido como la paradoja de Aquiles.

[6] Hago referencia aquí a la crítica que enuncia Susan Sontag en su texto Contra la interpretación (1984), donde acusa a la lectura hermenéutica de sustraer el erotismo del texto.

BIBLIOGRAFÍA

Borges, Jorge Luis. Borges oral. Ed.Alianza, 1998.

Borges, Jorge Luis. ‘‘La muerte y la brújula’’, Cuentos completos.Ed. Lumen, 2011.

Culler, Jonthan. ‘’En defensa de la sobreinterpretación’’, Interpretación y sobreinterpretación. tradcción de Juan Gabriel López Guix, España,Cambridge University Press, 2002.

Derrida, Jacques. ‘’La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas’’(1966), La escritura y la diferencia, traducción de Patricio Peñalver, Barcelona, Anthropos, 1989.

Derrida, Jacques. ‘’Carta a un amigo japonés’’(1997), El tiempo de una tesis: Deconstrucción e implicaciones conceptuales, traducción de Cristina de Peretti, Barcelona, Proyecto A Ediciones, 1997.

Eco, Umberto. ‘’La sobreinterpretación de textos’’, Interpretación y sobreinterpretación, tradcción de Juan Gabriel López Guix, España,Cambridge University Press, 2002.

Poe, Edgar Allan. ‘’La carta robada’’ (1844), Obras Completas, traducción de Julio Cortázar, Barcelona, Edhasa, 2009.

Fuente : El Paradigma

Daria Moreno Davis
Estudiante de la licenciatura de Lengua y Literatura Modernas Francesas en la UNAM. Interesada en la gestión cultural y los estudios interdisciplinarios. Fanática de los laberintos,del cine y de la literatura. Forma parte de la compañía teatral Rodar la Casa Producciones siguiendo su gran pasión por el teatro.



Las virtudes de la leche cuajada




Martin Hadis

JORGE LUIS BORGES y Adolfo Bioy Casares se conocieron hacia 1932, durante una reunión en casa de Victoria Ocampo. "La reunión era en honor de un extranjero ilustre", recordaría Bioy años más tarde. "Me puse a conversar con Borges; Victoria nos increpó: había que atender al huésped. Algo ofuscado y muy corto de vista, Borges volteó una lámpara. Debió de parecernos que esta pequeña catástrofe le probaría a Victoria que no debería interrumpirnos, y proseguimos nuestra conversación". La conversación no sólo no se interrumpió sino que marcó, de hecho, el inicio de una pródiga tarea en conjunto.

Entre las obras más conocidas que Borges y Bioy escribieron en colaboración (muchas de ellas bajo el seudónimo H. Bustos Domecq) se encuentran sus cuentos policiales. Pero más allá de estas obras ya publicadas, existía -en bibliotecas, archivos y colecciones privadas- una cantidad significativa de material que permanecía inédito. Este libro, titulado Museo (Emecé. Buenos Aires, 2002) es el resultado de la búsqueda y recopilación que Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Zocchi han realizado de esos textos hasta ahora dispersos.

La pieza más importante de este Museo es, sin duda, el folleto sobre las virtudes de la leche cuajada. Se trata de la primera colaboración entre Borges y Bioy, encargada por una conocida marca de productos lácteos que pertenecía a la familia Casares. Este texto, buscado infructuosamente durante años por coleccionistas y bibliófilos, ve la luz por primera vez en este volumen. Se trata de un rescate fundamental: al leerlo, resulta evidente que Borges y Bioy se divirtieron a lo grande escribiéndolo. El texto entero es una gran broma lúcida: enumera las virtudes del yogur, pero lo hace en un tono que recuerda más a la Historia Natural de Plinio que a una publicación comercial. Se trata de un estilo tan característico que resulta difícil pensar a qué otros autores podría ocurrírseles perpetrar una broma literaria de este calibre. Entre elogios a la leche balcánica y ponderaciones de las bondades de distintas variedades de bacilos y otros microbios, el lector distinguirá la semilla de lo que sería después el estilo inconfundible de H. Bustos Domecq: las referencias absurdas, las afirmaciones descabelladas y un humor a la vez sutil y mordaz.

A comienzos del folleto, Borges y Bioy citan un supuesto dicho árabe -"quien tiene salud tiene esperanza"-, para luego aclarar que detrás de la esperanza, los árabes, "esos musculosos halcones del desierto", tienen algo más que lucha por su salud: "La leche cuajada". Páginas más tarde nos enteramos de que el yogur acerca al hombre a la inmortalidad: en Bulgaria, donde ésta es alimento esencial, abundan los centenarios. "Es clásico el ejemplo de los once hermanos Petkof", rematan los autores, "que rebasaron todos los 100 años, excepción hecha de María Petkof, que murió a los 91". Las demás secciones se ocupan de los méritos del yogur entre los bretones, los franceses, los tártaros y los kalmuks; las páginas finales ofrecen una serie de recetas para preparar bollos de maíz o pasteles. Al terminar de leer este texto, no queda demasiado claro si el blanco de todas estas bromas literarias habrán sido los potenciales consumidores de yogur o los mismos empresarios que encargaron su redacción.

El título que da nombre al libro es una recopilación de textos escritos por terceros. Se trata de fragmentos publicados originariamente en las revistas Destiempo y Los Anales de Buenos Aires. A éstos les siguen las sinopsis de dos guiones de cine (Invasión y Los otros) y varias traducciones publicadas en la revista Sur, entre las que sobresale una versión castellana de la Hydrotaphia de sir Thomas Browne.

Dos testimonios -el primero de Bioy Casares, el segundo de Borges- enmarcan a esta antología diversa. Borges afirma que Bioy es su maestro; Bioy, que colaborar con Borges equivale a años de trabajo. Lo cierto es que en estos textos brillan el goce y la destreza de un juego compartido que duró décadas y que dio lugar a una de las colaboraciones más célebres de las letras latinoamericanas del siglo XX. "Las obras de Bustos Domecq", afirmó una vez Borges, "no se parecen ni a lo que Bioy escribe por su cuenta ni a lo que yo escribo por mi cuenta. Ese personaje existe de algún modo, pero sólo existe cuando estamos los dos conversando". La magia de este libro consiste, tal vez, en permitir a los lectores disfrutar, por vez primera, de momentos clave y hasta hoy perdidos de esa grata y duradera conversación literaria.

Fuente : El País – Madrid
4 ENE 2003


Las recetas de cocina de Borges y Bioy Casares






El primer trabajo que realizaron juntos no fue un cuento magistral. Se trató de un escrito que hablaba de tanto de la putrefacción de los alimentos dentro del estómago, como de los bacilos de la Leche Cuajada y el yogurt. Un estudio científico – biológico de dos de los literatos más destacados del siglo XX en nuestro continente. Además, ese primer trabajo contiene cuatro recetas de cocina.

Matías Rótulo

Es que  para hablar de Borges hay que tener en cuenta quién es Borges y quién es Bioy Casares. Ambos argentinos, ambos amigos. “Creo que mi amistad con Borges procede de una primera conversación, ocurrida en 1931” explica Bioy Casares en Museo (Emecé – 2002).
Es que en el libro que lleva como sugestivo subtitulo “Textos inéditos”, se recogen piezas que son dignas de un museo literario. Entre otras cosas porque son rarezas, relatos inéditos, poemas en inglés de otros autores y sus traducciones a mano de la dupla literaria argentina.
Uno sospecha a priori (lo sospeché yo cuando lo compré), que Museo iba a contener una serie de maravillas desconocidas de dos de mis autores favoritos (es más favorito Bioy que Borges, considero a Borges superior a Bioy).
La página 24 de la edición del año 2002, el papel amarillo (no por los años sino que es originalmente de ese color, tal como lo dispuso Emecé), encierra en un recuadro, tal vez facsímil del original, el título “La leche cuajada de La Martona. Estudio dietético sobre las leches ácidas”. Se trata de un folleto con el logo de la Industria Láctea “La Matrona” que fue fundada en 1889 (pág. 24).
Tal vez Borges y Bioy se estaban adelantando desde la publicidad, ya que el folleto era con fines de promoción del producto, a algo tan común para nosotros: las ventajas del yogurt, en particular para la salud intestinal. ”La leche cuajada limpia el organismo del hombre adentro de él, ensancha su vida” (pág. 27).
Si hoy se menciona la necesidad de una vida libre de hinchazones, en un mundo particularmente femenino, pues todas las publicidades están dirigidas a las mujeres como si los hombres no tuvieran “tránsito lento”, en “Leche Cuajada” se argumenta que es “el elixir de la larga vida”.

Una búsqueda intensa

Según El País de Madrid (casi única referencia al folleto que existe en Internet), fue “un texto buscado infructuosamente durante años por coleccionistas y bibliófilos” (El País – 2003).
Una profesora del Instituto de Profesores Artigas (IPA), me dijo al mostrarle el libro. “Es como que no queremos saber de esto, aquellos que amamos la obra de Borges”. El texto estuvo escondido durante décadas. El folleto habría sido escrito – según el propio Bioy Casares en una entrevista-, en el año 1937 (fecha aproximada). Borges y Bioy se habían conocido en 1931 o 1932, según lo cuenta Bioy en Museo.
Quien tiene alguna aproximación profunda a la obra de Borges, debe saber que fue un teórico, pensador, escritor, crítico, y traductor todo envuelto en una ciega humildad que en cada conferencia construía con mil pedidos de disculpas, entre atolondradas palabras, hermosas palabras.
Borges y Bioy siempre legitimaron sus opiniones con una intensa base académica. Ellos mismos dialogaron con Sócrates, Voltaire, y Dante. En “Leche Cuajada” no dudan legitimar los beneficios del producto con lo que decía el propio Dios. “Dios mismo incluye entre los alimentos concedidos al pueblo de Israel, la LECHE CUAJADA” (mayúsculas del original) y justifican esto citando “Deuteronomio, capítulo 32, versículo 14” (Pág.27).
Borges y Bioy explican qué es la Leche Cuajada y en primer lugar la ubican geográficamente, dándole un corpus científico al folleto, además de la consideración divina antes mencionada. “En Rusia, existen dos variedades: la prostekvasha, leche cruda espontáneamente cuajada y agriada, y el varenetz, leche hervida, preparada con levadura” (Pág. 28).
La historia del producto transita por Egipto, y Argelia mostrándose la diferencia de la preparación de este beneficio elixir.
Los autores avanzan en la página 29 en el corpus científico explicando los beneficios fisiológicos: “El bubeurre [sic] es un suero de manteca y que sufre, si antes no la esterilizaron, la fermentación láctica natural…” y más adelante sostiene: “Con harina y azúcar sirve para preparar la sopa de babuerre” (subrayados y acotaciones del texto original). Este producto “obra favorablemente en las afecciones gastrointestinales. Restaura la flora fisiológica y hace menguar y desaparecer los trastornos” (pág. 29).
Posteriormente, Leche Cuajada agrega información sobre las mezclas estomacales, y cómo el hombre puede gobernar sus propios microbios. “Ya hemos indicado al principio que las putrefacciones intestinales son perpetuos enemigos de nuestras vidas” (…) “Los microbios lácticos impiden esas putrefacciones” (pág. 32).


El mercado manda

El folleto era contratado por la empresa Metchnikoff, por lo tanto había que destacar el procedimiento de elaboración del producto. “La superioridad de la LECHE CUAJADA por el procedimiento de METCHNIKOFF sobre las otras” (mayúsculas del original, pág. 33). De esta forma El folleto indicaba una superioridad de la empresa contratante, vaya a saber uno de qué manera comprobada por los autores.
Para completar la promoción, casi al final del folleto se destaca que las comunidades que tenían la leche cuajada como alimento vivían más que otros hombres.
El nombre “Leche Cuajada” como producto, aunque no es sonoramente muy agradable era el lácteo a mencionar en el folleto. Se nombra en muy pocas oportunidades al hoy reconocido “yoghurt” y se lo ubica en la Península Balcánica, aunque se deja claro que es “otro alimento” (pág. 31). Posteriormente, se aclara que el “Yoghurt” posee un bacilo búlgaro que “se caracteriza por su gran poder acidificante (hasta 25 y 30 gramos por litro de leche” que “ofrece el peligro de producir ácido butírico” que “se anula mediante el bacilo paraláctico o estreptobacilo, que no se encuentra en el Yoghurt y sí en la LA LECHE CUAJADA METCHNIKOFF” (sic).
El folleto se completa con una advertencia: que si bien los griegos tomaban la leche cuajada con miel “conviene  tomarla con sustancias azucaradas pues el azúcar, en el aparato digestivo, se convierte en ácido láctico” (pág. 35).
Posteriormente se recomiendan dosis. “Puede empezar por tomarse 3 cuajadas por día; así se logrará infectar el organismo con los bacilos búlgaros y paraláctico, que es lo que se busca”… “En los casos de intolerancia, muy raros por otra parte, habrá que seguir el método inverso: tomar una cuajada, o media si fuera necesario” (pág. 35).


Recetas

Para finalizar, el folleto deja cuatro recetas para preparar con Leche Cuajada. El Pan de Maíz, Pan Moreno, Bollitos de Harina de Maíz, y Pasteles de Arroz, todas contienen como elemento común este producto. Transcribimos una:

PAN MORENO

1 taza de leche cuajada
1 taza de leche fresca
2 tazas de harina integral
½ taza de harina blanca
½ taza de harina de maíz
½ taza de miel

Tamizar los ingredientes secos, mezclarlos con la leche. Cocer el todo en una cacerola untada con manteca, en horno de calor moderado (pág. 36).

Bibliografía.
- Borges, Jorge., y Bioy Casares, Luis. Museo. Textos inéditos”  Buenos Aires: Emecé, 2002. Impreso.

Internet
-Hadis, Martín. “Las virtudes de la Leche Cuajada”. 2003. Internet. 2 abr. 2012. http://elpais.com/diario/2003/01/04/babelia/1041640757_850215.html

Fuente : Humbral

sábado, 27 de septiembre de 2014

Se confirmó que el cerebro nunca duerme



Un estudio reveló que la mente humana es capaz de realizar operaciones complejas durante el sueño
¿Qué sucede en nuestras mentes mientras dormimos?

La preocupación por un trabajo pendiente, en muchas ocasiones, impide que se logre un descanso profundo durante las horas de sueño; incluso algunas personas dicen haber sentido la sensación al levantarse de no haber "apagado" su cabeza; otras han ido un poco más allá y señalan que han logrado resolver, durante el sueño, problemas que los inquietaban. Un reciente estudio viene a demostrar lo que parecían ser "sensaciones": el cerebro no solo permanece activo cuando se duerme, sino que es capaz de realizar operaciones complejas de forma inconsciente, como sucede con otras que se realizan durante la vigilia, por ejemplo, conducir un auto.

La investigación cuyos resultados fueron publicados en Current Biology, radicó en la experimentación con un grupo de colaboradores que se dispusieron a ser observados mientras dormían. El experimento tuvo dos fases. La primera se realizó en un estado de vigilia, es decir de absoluta conciencia. En esta etapa, los participantes debieron clasificar mediante un botón distintos tipos de palabras que iban escuchando. En la segunda parte, se los invitó a conciliar el sueño mientras continuaban escuchando la serie de palabras. Si bien no podían hacer el mismo trabajo de clasificación por estar dormidos, el monitoreo de sus cerebros indicó que todavía seguía funcionando -la parte encargada de la motricidad - tal como lo hacía en estado de vigilia. En este sentido, lo que más asombró a los investigadores, no fue que el cerebro fuera capaz de procesar información compleja, sino que lo hiciera de manera inconsciente tal como ocurre en la vigilia, puesto que las personas al despertarse no tenían el más mínimo registro de las palabras que habían escuchado cuando dormían, pero sí de aquellas que clasificaron estando despiertos.

Para los expertos, este un principio de respuesta a una larga serie de interrogantes que vienen planteando la medicina en general -neurólogos y psicoanalistas - desde hace larga data: ¿qué sucede en nuestra mente mientras dormimos? ¿Qué lugar ocupan las representaciones oníricas en el proceso de descanso? Es tan importante el acto de dormir para las personas que, de no hacerlo durante un lapso de entre dos a cuatro semanas, se produce la muerte. También las teorías del aprendizaje han visto la relevancia de un buen descanso para la incorporación de conocimiento nuevo. Y, claro, la literatura y el cine no podían quedar afuera de esta gran incógnita. Jorge Luis Borges imaginó en "Las ruinas circulares" a un hombre soñado que sueña, Matrix mostró a sus espectadores que la realidad no es más que un sueño, algo que ya Platón había comentado en su alegoría de la caverna y que Calderón de la Barca resumió: "que toda la vida es sueño/ y los sueños, sueños son".

Fuente :Blasting news



“La Casa de Astaire” de Cevladé




Cuando parecía que todo estaba establecido en los tratados de límites para el hip hop latinoamericano, aparece Wladimir Espinosa, Cevladé, artista del rap chileno con casi 15 años de una fecunda carrera que le permite ostentar  más de una decena de discos editados en Chile y México, con su  laberinto musical llamado “La Casa de Astaire” para demolerlo todo.

El mito del rap como música poco seria queda destruido ante la contundencia de este trabajo. La elegancia de los arreglos y la incorporación de la banda de jazz Ladenegro4, integrada por destacados músicos chilenos como Cristóbal Massis (batería), Daniel Miranda (guitarra), Felipe González (teclado), Dj Matz (scratches) y Franz Mesko (saxo),  son los encargados de generar  la atmósfera necesaria para emprender un viaje mítico a través de 13 tracks que componen el disco inspirado en el cuento clásico de Jorge Luis Borges, “La casa de Asterión”, que narra la historia del minotauro desde su encierro en un laberinto a la espera de un redentor que lo libere de su cárcel.

A partir de la combinación de dos seres  legendarios como el actor y bailarín Fred Astaire y el Minotauro de Creta, Cevladé nos habla de la soledad y aislamiento que padecen algunos artistas, el desencuentro con otros de su especie, el dolor de la separación y el concepto del eterno retorno. Si en sus trabajos anteriores Cevladé construyó inimaginables puentes entre la literatura y el público subvalorado del hip hop, esta vez nos entrega una nueva experiencia al fusionar a la perfección las líricas, los sampleos del soul y el slow jam, con la sutileza de un sonido más ligado a los años 60 y 70, sumando la voz Leo Quinteros en los coros de La casa de Astaire, la trompeta de Sebastián Jordán en Entre Horizonte y Verticalde, y la manufactura de Bronze Nazareth, productor y MC de Wu-Tang Clan, una de las agrupaciones más importantes en la historia del rap mundial, en Mantentelibre!.

Fuente : El Mostrador



Cevlade - La casa de Astaire (ft. Leo Quinteros) (Video oficial)





"La Casa de Astaire",está inspirado en el cuento de Borges "La casa de Asterión". Aquí se fusiona la imagen perturbadora del minotauro con la soledad y el aislamiento que padecen algunos artistas, encarnados en esta obra por Fred Astaire. Además del profundo viaje literario que propone, plantea una nueva dimensión musical al rescatar un sonido más ligado a los 60/70 incorporando a los músicos de jazz de Ladenegro4.


Fuente : You Tube

http://www.youtube.com/watch?v=Xry1jPrKL_k

viernes, 19 de septiembre de 2014

El vínculo entre Borges y San Juan


Por Sebastián Saharrea

El vínculo entre Borges y San Juan: poco, pero bueno

Hubo dos instantes en la vida de Jorge Luis Borges que tuvieron telón de fondo sanjuanino. Solo dos, suficientes para cataratas de recuerdos de quienes tuvieron la fortuna de verlo pasar camino al congreso de literatura o, mejor aún, lo disfrutaron en privado en aquellas tertulias durante la semana del evento en que se paseó de reunión en reunión. También hubo un poema suyo dictado en esos días y en este suelo. Otro sobre un pariente lejano suyo y prócer además no sólo sanjuanino sino nacional, al que le dedicó uno de sus poemas ilustres. Y una compañera, María Kodama, que también pasó por San Juan y que ahora espera regresar.

El gran escritor sin Nobel recaló por estos valles por primera vez en 1981, cuando ya su notable pluma había abierto un surco en todo el mundo y su apellido era una marca. Era un mundo y un país distinto aquel, tal vez sea esa la razón por la que no quedaron registros escritos de ese paso y sólo permanece en la memoria de los románticos de época. Se presentó en el teatro Sarmiento a libro abierto, y recogió el guante de la platea que le puso por delante a la luna cuando el escritor preguntó "¿de qué podemos hablar  hoy?”. Quienes tuvieron la puntería de no perdérselo recuerdan más de dos horas de referencias al satélite, y a una platea en estado de gracia.

Distinto fue su paso por San Juan en 1984, a la sazón el último. Estuvo una semana completa en el Congreso de Literatura que se hizo en la provincia y convocó a muchos de los mejores escritores de la época: entre ellos, el gran Borges, quien aprovechó para recorrer la provincia, juntarse con gente en casas particulares, protagonizar pasajes memorables.

Lo recordó Juan Mariel Erostarbe en una nota que hizo la periodista Myriam Pérez en Diario de Cuyo. Erostarbe fue el factótum de la presencia de Borges: fue a Buenos Aires y llegó hasta el presidente Alfonsín para que le abriera la puerta del departamento porteño de Borges. Y así fue, un consagrado Borges aterrizó en San Juan durante toda la semana del Congreso: hoy, 30 años después, no es difícil encontrarse con quienes aún mantienen vivo ese recuerdo.

Beatriz Mosert de Flores recordó a Tiempo de San Juan una de esas cenas sanjuaninas con Borges. "Me parecía que estaba más allá de este mundo. Siempre tenía una frase irónica, ocurrente. Y siempre con una gran humildad, se reía cuando le hablaban de su obra. Tenía una mirada como la de quien recupera al niño interior”. En el anecdotario guarda las preguntas de Ana María Barrenechea sobre su etapa de profesor de literatura inglesa y la gran cantidad de gente que lo iban a ver: "yo pensé que sabía algo de literatura”, ironizó aquella vez.

Hay recuerdos de Borges en varias empresas, también en la universidad. Como un asado en la bodega Peñaflor ofrecido por la familia de Mario Pulenta a la que concurrió el actor y llevó hasta allí su magia y su convocatoria. O el doctorado Honoris Causa que recibió como distinción de la UNSJ y que el escritor recibió en su paso por el Congreso. Sólo tres universidades nacionales entregaron a Borges esa distinción, entre ellas la sanjuanina por gestión del propio Erostarbe.

Uno de los recuerdos más potentes de aquella larga permanencia en San Juan en 1984 lo dejó en Revista OH Mónica Porroli, quien fue encargada de llevar del brazo a Borges al ingreso del congreso. Era tal la cantidad de gente que había ido a verlo, la cantidad de flashes, que él sonreía y en un momento le dijo al oído: "Sonría porque seguramente esos aplausos son para usted”. "Él percibía los flashes a pesar de su ceguera”, cuenta. De esos flashes sanjuaninos, muchas fotos habrá dentro de los cajones, pocos que se hayan desempolvado.

Otra anécdota potente es la que le tocó atravesar a Guillermo Quiroga Yanzi, encargado de protocolo del congreso. Estuvo tanto tiempo con él que finalmente el autor le cantó una melodía: "Bueno, Quiroga, supongo que ahora somos amigos, ¿no?”. A tal punto que le dictó un bello poema que dejó como legado no para él sino como testimonio de su presencia en San Juan: una obra exquisita que reflexiona sobre la humildad ("¡cuántos dones me depara el azar!).

Habría sido esa su última presencia en la provincia porque falleció dos años después. Pero no la última vez presente en la memoria: más allá de su eterna presencia en los libros de las bibliotecas sanjuaninas, su viuda María Kodama aterrizó en la provincia en el año 1991 para hablar sobre Jorge Luis. Fue el 22 de agosto de ese año, pocos días antes de las elecciones del 30 de ese mes en que el bloquismo iba a dejar en manos de Jorge Escobar el gobierno provincial como recordó el periodista y escritor Carlos Quinteros.

Escribió Quinteros una memoria de su encuentro de entonces con Kodama (quien había llegado junto a la escritora Marta Mercader), en un Teatro Sarmiento casi desierto después de una presentación que había sido a sala repleta. Una vez desalojada la sala, ya Kodama pudo hamacarse entre los recuerdos de Ulrica, el único cuento de amor de Borges que cuenta el romance del escritor colombiano Javiel Otárola y la mujer llamada de esa manera, y que inspiró a Kodama a despedirlo de esa manera en su tumba: "De Ulrica a Javier Otárola”.

El último paso a modo de sobrevuelo de Borges sobre sus vínculos con San Juan fue el poema que le dedicó a Francisco Narciso Laprida, de quien sostenía que era pariente lejano porque nunca se explicó por qué. Es el poema conjetural, que con el permiso de la interpretación de una obra de semejante porte interpreta "conjeturalmente” lo que habría pensado el prócer sanjuanino, en tanto él uno de los padres de la independencia, en el momento de ser asesinado salvajemente en un cruce fratricida del país entre unitarios y federales en Mendoza.

Fuente : Tiempo de San Juan  -  17 de septiembre de 2014


Ver tambien : Borges en San Juan

Borges en el Tercer Congreso Nacional de Literatura Argentina - San Juan - 1984





Fuente : You Tube

sábado, 13 de septiembre de 2014

El Congreso del mundo





Empresas que se proponen los hombres hay muchas. Pero algunas aparte de ciclópeas pueden llegar a parecer absurdas cuando la mano de un narrador desvela el intrincado juego de argumentos finalmente vacuos que al servicio de un interés mueven el tablero. Libro de arena presenta los libros predilectos de los infatigables lectores que contagian incesantemente el entusiasmo por leer.

Por Lisandro Quiroga

Mi cuento favorito es uno de Borges. Lleva por título “El Congreso” y en su desarrollo se encuentra una crítica a la idea de representación en política, piedra basal del sistema democrático. Esto me impactó cuando por primera vez me topé hace mucho tiempo con este relato; y lo pensé así porque en un momento los personajes que son el congreso del mundo deben juntarse para sentar cuáles serán las bases de su organización y es en ese momento en que se destruye el sustento del liberalismo político al demostrar que la representación no es sino un ilusión. Es el resultado de un juego en el que las cosas se estipulan y se convienen. La pregunta central que se eleva es a quién representa determinado sujeto. El delirio estalla cuando uno de los personajes llamado Twirl observó que "el Congreso presuponía un problema de índole filosófica. Planear una asamblea que representara a todos los hombres era como fijar el número exacto des arquetipos platónicos, enigma que ha atareado durante siglos la perplejidad de los pensadores. Sugirió que, sin ir más lejos, don Alejandro Glencoe podía representar a los hacendados, pero también a los orientales y también a los grandes precursores y también a los hombres de barba roja y a los que están sentados en un sillón. Nora Ejford era noruega. ¿Representaría a las secretarias, a las noruegas o simplemente a todas las mujeres hermosas?¿Bastaba un ingeniero para representar a todos los ingenieros, incluso los de Nueva Zelanda?”

El cuento es espectacular, esa fue mi primera sensación, porque logra dar forma a esta idea tan compleja de transmitir y lo hace desde mi punto de vista muy exitosamente. Una de las cuestiones más interesantes, que llamó más mi atención es cómo el narrador consigue la descripción de la esencia de la dominación, y es que: no importa si la dominación es efectiva o no. El congreso del mundo se dispone a dominar un mundo que nunca se va a dar por enterado de la dominación a la que está sometido. La necesidad del hombre es dominar, y estos personajes que bien vistos aparecen como un grupo de perfectos lunáticos, tienen asumido su papel, casi como si se hubieran asumido rectores del destino de la humanidad. Ni hablar de la financiación que tal emprendimiento se propone. La estancia llamada “La Caledonia” será la fuente de sustento material del Congreso; ahí lo que salta a la vista es el concepto de democracia tutelada, es decir, que el sueño democrático depende de un buen financista, de un privado, difícilmente desprovisto de interés. Sospecho con la lectura de este cuento que Borges entendía mucho más acerca del funcionamiento de la política de lo que sus detractores se encargaron pérfidamente de difundir.


Fuente : Bibliotecas para armar


Borges y la democracia





 Luis Xavier López Farjeat

Éste es el siglo de la democracia, del debate político, el consenso y la tolerancia. Muchos han pensado que política y literatura son inseparables. Otros más, los menos entendidos en la literatura, piensan que política y literatura son totalmente opuestos. La política versa sobre lo real: las condiciones sociales, jurídicas, económicas de una nación. Los tiempos de la democracia son los tiempos de la política y de una intensa actividad participativa en aras al bien común y la estabilidad social. Líderes políticos, críticos y economistas, comunicadores y más de un joven animoso que tarde o temprano se afilia a la izquierda, a la derecha o al partido oficial; todos, absolutamente todos, se insertan de alguna manera en el dinamismo cívico y la sonada democracia participativa. Esto es lo más real en una nación: problemas reales, debates reales, prácticas legislativas reales, economías muy reales. ¿Será?

La literatura es totalmente contraria a la política: ficciones, personajes que sufren y ríen nada más en una página, debates ficticios, legislaciones que jamás suceden y economías tan irreales como las nuestras. Sostengo que hay un binomio política/literatura: hoy por hoy una es tan ficticia como la otra. Las economías jamás serán reales y mucho menos los debates engendrados por la democracia. Ir a la mesa del diálogo es viajar a la eternidad. La Cámara de Diputados o la Asamblea Legislativa son un espectáculo que versa sobre nada, un diálogo sin fin, una disputatio enviciada, dramática pero divertida.

Las relaciones entre política y literatura no dependen únicamente de la notable ficción que las rige. Hay otra manera de entender esta relación. Hay varios escritores que han usado sus trabajos literarios para exaltar alguna creencia o simpatía política o, tal vez, alguna crítica y discrepancia. Jorge Luis Borges, por ejemplo, era un conservador. El joven recién iniciado en la literatura o el político obsesionado por impulsar la rancia democracia, no dejarían de asombrarse ante el espíritu antidemocrático del escritor argentino.

Este año se cumple el centenario natalicio de Jorge Luis Borges. Como un homenaje que pudiera insertarse en el discurso demócrata contemporáneo, quiero mostrar el confuso intercambio entre lo real y lo ficticio en un breve cuento del «príncipe de las letras». Se trata de un pequeño texto que aparece en El libro de arena y que se titula El Congreso. Ahí, el lector se encontrará confundido y descubrirá la dimensión ficticia de la democracia. Borges es un escritor impredecible, impresionante, maravilloso y polémico. Una de sus tesis más escandalosas es ésta: la democracia es una superstición.

¿UN CUENTO SOBRE POLÍTICA?

Uno de los fenómenos más comunes en la literatura borgeana es el del narrador y sus condiciones. Hay una ambigüedad constante en torno a la personalidad de quien narra los cuentos. Tal vez es Borges, quizá es otro individuo con un nombre distinto que, en esencia, sigue siendo Borges o algún tipo de escritor muy semejante a él. También son imprecisas las condiciones del que narra, puesto que frecuentemente omite datos en la narración o confiesa no recordar si el contenido del relato es real o ficticio.

En El Congreso, el narrador es un tal Alejandro Ferri, profesor de inglés de setenta y tantos años, afiliado al partido conservador y a un club de ajedrez, autor de un Breve examen del idioma analítico de John Wilkins y habitante en Buenos Aires desde 1899. Mi texto no festeja solamente los cien años de Borges, sino también, y sobre todo, la llegada de Ferri a Buenos Aires. ¿Por qué pienso que Ferri es mucho más importante que Borges? Sencillamente porque el respetable señor Alejandro Ferri era el último portador de un secreto revelado en este cuento. Él es el guardián de un gran acontecimiento que nadie puede compartir: el Congreso. Ferri es el último congresal.

El 7 de febrero de 1904 los miembros del Congreso juraron no revelar la historia del Congreso. Ferri, miembro del Congreso del Mundo y periodista en el diario Última Hora ¾ escritor para el olvido, pero anhelando escribir para el tiempo y la memoria¾ cuenta su ingreso como congresal. La tarde en que recibe su primer sueldo invita a su amigo, el poeta José Fernández Irala a comer. Éste se niega pretextando que no puede faltar al Congreso. El Congreso no es un edificio, una vieja cúpula perdida en alguna avenida o un recinto poco respetado ubicado en el centro de alguna ciudad; el Congreso no es una reunión obsoleta para perder las horas y discutir de modo irreverente y soez cualquier propuesta que persiga una mejora cívica. El Congreso es el Congreso del Mundo.

Un sábado, a eso de las nueve o diez de la noche, Ferri asiste al Congreso invitado, obviamente, por su amigo Irala. Ahí, casi sin hablar, preside un grupillo de quince o veinte congresales, un hombre alto y robusto con barba roja y canosa, un tal Alejandro Glencoe. Hay un muchacho de cara larga, una mujer, un niño de diez años, un pastor protestante, dos inequívocos judíos, un negro con pañuelo de seda. Ferri no habla, no entiende, como tampoco nosotros. Transcurren dos meses para Ferri y un párrafo para el lector. Entonces podemos enterarnos de que Glencoe es el presidente del Congreso, un estanciero oriental, dueño de un establecimiento de campo que linda con el Brasil. Su padre, oriundo de Aberdeen llevó consigo cien libros, los únicos que Glencoe leyó durante toda su vida.

Alejandro Glencoe quiso ser diputado en el Congreso de Uruguay, pero los jefes políticos le cerraron las puertas. Desde entonces su idea fue fundar un Congreso de vastos alcances y, recordando a Carlyle y su personaje Anacharsis Cloots, quien se declara «orador del género humano» en una asamblea en París, decide seguir su ejemplo. Así nació el Congreso del Mundo, representando a todos los hombres y a todas las naciones.

UN PROBLEMA FILOSOÓFICO

El Congreso del Mundo se reúne en la Confitería del Gas. En una reunión, Twirl, una de las mentes más brillantes del grupo, observa que el Congreso presupone un problema filosófico. Tal vez sea el mismo problema que la democracia será incapaz de resolver. El Congreso del Mundo constituye una asamblea que representará a todos y cada uno de los hombres que habitan este planeta. Pero éste es un problema de índole filosófica: representar a todos los hombres es tanto como fijar el número exacto de arquetipos platónicos, enigma que ha dejado perplejos a todos los pensadores.

Existe un arquetipo que contiene todas las cualidades y características de Jorge Luis Borges, hay un arquetipo que contiene las mías y un arquetipo que contiene las de cada lector de este documento y las de cada una de las personas que nos rodean. ¿Cuántas personas habitan el mundo? A cada una de ellas corresponderá un arquetipo y cuando aparezca un nuevo individuo, habrá un nuevo arquetipo. ¿Cómo detener la eterna generación de arquetipos y realidades? Glencoe busca una alternativa cuando se promueve como el representante oficial de aquellos que tengan sus propias cualidades: hacendados, orientales, precursores, hombres de barba roja sentados en un sillón. Quienes reúnan estas cualidades en estos fragmentos de temporalidad ya tienen un representante: Alejandro Glencoe.

No sólo existirá un representante para las naciones, para los sindicatos de maestros y obreros; no solamente habrá un presidente para la cámara de diputados o un representante de los ingenieros. Existirá un representante para cada ingeniero que esté sentado, que tenga bigote, que juegue tenis o golf. Cada quien tendrá su arquetipo. Se trata de una multiplicación siniestra. Nora Erjford, otra miembro del Congreso, puede representar a todas las secretarias, a todas las noruegas y a todas las mujeres hermosas. ¿Podrá bastar un ingeniero para representar a todos los ingenieros, incluidos los de Nueva Zelanda? ¿No será más bien que cada ingeniero reclama un arquetipo que pueda reunir cada una de sus cualidades? No sabemos a ciencia cierta si se trata de un fenómeno de multiplicación o, más bien, de una reducción a una unidad representativa.

Éste es el tipo de discusiones que se encuentran en el Congreso del Mundo. Muy similares a las que hay en nuestros Congresos locales. El Congreso de la Rectoría en una universidad, ¿discute qué será lo mejor para cada alumno o para todos los alumnos? El Congreso de una nación, ¿qué cosa discute: qué será lo mejor para todos, para algunos o para uno solo? Cuando el Congreso del Mundo terminó de discutir, Eguren promovió una visita a la calle Junín. Ahí hubo un incidente con un hombre armado. Según Ferri, aquí empieza en verdad la historia; las anteriores han sido solamente condiciones del azar o del destino.

LA AMPLIACIÓN DE LA BIBLIOTECA

La historia empieza cuando Glencoe declara que el Congreso no puede prescindir de una buena biblioteca de libros de consulta. Así, alguno comenzó por conseguir los atlas de Justus Perthes, algunas enciclopedias, la Historia Naturalis de Plinio y el Speculum, los enciclopedistas franceses, la Brittanica, Pierre Larousse, etcétera. Luego, Glencoe invitó a Irala y a Ferri a La Calcedonia, una especie de estancia para acampar en donde se encontraban los libros originales de Carlyle. Ferri aprovechó para echar un vistazo a las páginas dedicadas al «orador del género humano».

Una vez reanudadas las sesiones del Congreso, Twirl pide la palabra. Explica en su discurso que la biblioteca del Congreso no puede reducirse a libros de consulta y que deben reunirse las obras clásicas de todas las naciones y lenguas. Para compilar libros Ferri es enviado a Inglaterra a principios de 1902. Se instala cerca de la biblioteca del Museo Británico. Se trataba de reunir libros pero también de encontrar un idioma entendible por todos en el Congreso y, por supuesto, por todo el mundo. Tal vez el latín, el inglés o incluso el esperanto. El asunto era claro: homologar el lenguaje. Pero antes de concluir, Ferri se enamoró. ¡Cuántas veces dejamos las tareas inconclusas porque una mujer se cruza en nuestro camino! La accidental historia de amor que se cruza en la vida de Ferri es predecible: Beatriz, la enamorada, no quiso amarrarse a nadie y prefirió vivir su vida.

Ferri llenó un informe sobre las actividades que llevó a cabo en Londres ¾ omitiendo, claro, su aventura amorosa¾ y se presenta en casa de Glencoe. Ahí están los congresales. Sucede algo extraño: los libros juntados que se guardaban en el sótano se amontonan en el patio para ser quemados. Twirl se queja: «el Congreso del mundo no puede prescindir de esos auxiliares preciosos que he seleccionado con tanto amor». ¿El Congreso del mundo?, pregunta Alejandro Glencoe. Y enseguida experimenta ese extraño placer que ocasiona la destrucción: los libros arden. Itala comenta: «cada tantos siglos hay que quemar la biblioteca de Alejandría».

Ferri no dice nada. Pero cuatro años más tarde comprende que la empresa que había acometido el Congreso era la más vasta, abarcaba el mundo entero. No era una simple reunión de charlatanes como suele suceder en la política. El Congreso del Mundo comenzó con el primer instante del mundo y proseguirá hasta que sea puro polvo. No hay un solo lugar en la tierra en donde no esté el Congreso. En los libros quemados estaba el Congreso de los caledonios que derrotaron las legiones de los Césares, el Congreso de Job en el muladar y Cristo en la Cruz. El Congreso es también un muchacho inútil que malgasta la hacienda con rameras.

Ferri rompe el silencio. Anuncia que él traía un informe. Pero don Alejandro repite «el Congreso eran mis toros y La Calcedonia». El Congreso es todo. Todo también había terminado. Ferri concluye: nuestro plan existió real y secretamente en nosotros y en el universo: «sin mayor esperanza, he buscado a lo largo de los años el sabor de esa noche; alguna vez creí recuperarla en la música, en el amor, en la incierta memoria, pero no ha vuelto, salvo una sola madrugada, en un sueño. Cuando juramos no decir nada a nadie ya era la madrugada del sábado».

Tal vez todo era un sueño. El sueño de la humanidad. Ferri no volvió a ver a nadie más, salvo al poeta Irala con quien nunca comentó nada. Quizá todo era una superstición, un mito, un sueño, algo que no había pasado. Quizá si alguien hubiese mencionado algo de esta historia todos se hubiesen preguntado qué buscaba el Congreso. Pero todo fue silencio. Glencoe murió en 1914; Irala el año anterior. Con Nierenstein, otro de los miembros, cuenta Ferri que se cruzó en la calle de Lima, pero ambos fingieron no haberse visto.

¿Acaso fracasó el Congreso del Mundo? ¿Fracasó la democracia? Todo, incluida la democracia, es una superstición. ¿Qué habrá pasado en realidad? ¿Qué pasa en realidad? Sólo el lector puede continuar con esta historia y, más aún, con la metáfora de esta historia. Cada quien tendrá que descubrirla y, sobre todo, cada quien deberá descubrirse como un miembro más del Congreso del Mundo.

Fuente : Istmo  - Edicion 243