domingo, 25 de noviembre de 2018

Las duras críticas de Jorge Luis Borges al fútbol: "Despierta las peores pasiones"




"Usted debe de ser muy famoso". La afirmación cruzó el aire y se instaló en la cara de César Luis Menotti transmutada en gesto de sorpresa. Que sí, que no, que tal vez, que en una de esas por ser campeón del mundo… El Flaco balbuceó una posible respuesta y antes de que pudiera ensayarla, Jorge Luis Borges remató la faena: "Porque mi empleada me pidió un autógrafo suyo".

Corría septiembre de 1978, el entrenador de la Selección Argentina, que venía de ganar el Mundial, estaba cumpliendo el sueño de conocer a uno de sus admirados personajes, y esa desopilante presentación fue el puntapié inicial de una entrevista que el propio Menotti le hizo a Borges para una revista literaria.

La charla no volvió a ahondar en cuestiones futbolísticas, pero esa primera reacción del escritor desnudó la incredulidad que le generaba ese fenómeno que jamás se empeñó demasiado en comprender, pero al que siempre criticó con obstinada crudeza.

"El fútbol es popular porque la estupidez es popular –decía–. Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos".

A Borges le molestaban las representaciones masivas y no era demasiado adepto a ningún deporte, aunque el chauvinismo de cotillón era el rasgo que, entendía, vaciaba de legitimidad cada partido: "El fútbol despierta las peores pasiones. Despierta sobre todo lo que es peor en estos tiempos, que es el nacionalismo referido al deporte, porque la gente cree que va a ver un deporte, pero no es así. La idea de que haya uno que gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible".

Tampoco las hinchadas quedaban a resguardo de su disgusto: "El fútbol en sí no le interesa a nadie. Nunca la gente dice 'qué linda tarde pasé, qué lindo partido vi aunque haya perdido mi equipo'. No lo dice porquelo único que interesa es el resultado final. La gente no disfruta del juego".

En la víspera de la Copa del Mundo de 1978 hizo algunas declaraciones que luego le costarían caro: "Mientras dure el campeonato iré a cualquier parte donde no se hable de fútbol. El Mundial será una calamidad que por suerte pasará".

Los detractores del torneo, que basaban su rechazo en que estaba organizado por un gobierno de facto, con todas las implicancias que eso conllevaba en la época, se hicieron eco de sus palabras para afirmar que hasta Borges, abiertamente conservador y antiperonista, cuestionaba el accionar militar. Y los defensores del gobierno mostraban aquellas famosas fotos en las que el escritor estrecha la mano del dictador chileno Augusto Pinochet y de Jorge Rafael Videla. Durante mucho tiempo, Borges quedó en el medio de esa guerra sin cuartel por la ambigüedad de sus dichos.

Mucho más sutil que en sus declaraciones fue en su accionar. Como muestra de repudio al Mundial organizó, el día del debut de Argentina contra Hungría y a la misma hora del comienzo del partido, una conferencia sobre la inmortalidad, una de sus obsesiones. La cancha se llenó, pero su biblioteca también.

"Jamás he visto un partido en mi vida –aclaró en una oportunidad-. Primero porque soy casi ciego, segundo porque es parte del tedio, y además porque la gente que asiste a esos partidos no va por el juego en sí mismo, como deporte, sino exclusivamente para ver ganar a su equipo".

No obstante, en otra entrevista con el diario La Razón contó una pintoresca historia sobre el partido –o, mejor dicho, medio partido– que presenció: "A la cancha fui una vez, y fue suficiente. Me bastó para siempre. Fuimos con Enrique Amorim (novelista y director uruguayo). Jugaban Uruguay y Argentina. Bueno, entramos a la cancha, Amorim tampoco se interesaba por el fútbol y como yo tampoco tenía la menor idea, nos sentamos; empezó el partido y nosotros hablamos de otra cosa, seguramente de literatura. Luego pensábamos que se había terminado, nos levantamos y nos fuimos. Cuando estábamos saliendo alguien me dijo que no, que no había terminado todo el partido, sino el primer tiempo, pero nosotros igual nos fuimos. Ya en la calle yo le dije a Amorim: 'Bueno, le voy a hacer una confidencia. Yo esperaba que ganara Uruguay para quedar bien con usted, para que usted se sintiera feliz'. Y Amorim me dijo: 'Bueno, yo esperaba que ganara Argentina para quedar, también, bien con usted'. De manera que nunca nos enteramos del resultado de aquello, y los dos nos revelamos como excelentes caballeros. La amistad y el respeto que ambos nos profesábamos estaba por encima de esa pobre circunstancia que era un partido de fútbol".
“Jamás he visto un partido en mi vida –aclaró en una oportunidad-. Primero porque soy casi ciego, segundo porque es parte del tedio”, decía Jorge Luis Borges “Jamás he visto un partido en mi vida –aclaró en una oportunidad-. Primero porque soy casi ciego, segundo porque es parte del tedio”, decía Jorge Luis Borges

Borges, que inicio su obra literaria traduciendo a los británicos James Joyce, Oscar Wilde y G. K. Chesterton, incluyó a Inglaterra en la volteada: "Qué raro que nunca se les haya echado en cara a los ingleses, injustamente odiados, haber llenado el mundo de juegos estúpidos, deportes puramente físicos como el fútbol, que es uno de sus mayores crímenes".

Sin embargo, como todos los Borges caben en Borges, junto a su amigo Adolfo Bioy Casares escribió un cuento, titulado Esse est percipi, en el que el fútbol es protagonista junto a toda su parafernalia. El texto tiene como personaje principal a un tal Honorio Bustos Domecq, que no es otro que el escritor ficticio que ambos inventaron para darle personalidad a la fusión de sus plumas. La elección del nombre no es azarosa: Bustos era el apellido del bisabuelo materno de Borges, y Domecq el de la abuela paterna de Bioy.

En el cuento, Bustos Domecq es informado por un dirigente de una alarmante realidad: "El último partido de fútbol –le dice– se jugó en esta Capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman". Después de un par de aclaraciones, Bustos Domecq pregunta con temor: "¿Debo deducir que el score se digita?". Ahí le comunican que no hay score, ni partidos, ni estadios. Que todo lo que pasa y vale precisamente vale y pasa porque sale en la televisión y en la radio. Que la conquista espacial es una coproducción yanqui-soviética y que en el mundo nunca sucede nada que no esté prestidigitado.

Esse est percipi, ser es ser percibido, es una crítica a la mediatización de la realidad, y a la legitimación de las acciones cotidianas solo a través de la mirada de un tercero. En esto, Borges también fue un visionario como cuando en El Aleph, cincuenta años antes de la aparición de internet, se animó a pensar un rudimentario punto ciego desde el que era posible ver, al mismo tiempo y desde una única posición, cualquier rincón del universo.

Bioy Casares fue, también, uno de los pocos que intentó acercarlo al deporte desde la práctica, cuando él, eximio jugador de tenis, se ofreció a enseñarle a Borges los secretos de su revés, aunque la respuesta fue terminantemente negativa. Lo que sí cultivó como ejercicio fue el ajedrez, que jugó esporádicamente pero por el que se dejó seducir. "Es uno de los grandes medios que tenemos para salvar la cultura –decía–. El ajedrez es como el latín, el estudio de las humanidades, la lectura de los clásicos, las leyes de la versificación y la ética. El ajedrez es hoy reemplazado por el fútbol, el boxeo o el tenis, que son juegos insensatos, no de intelectuales".

En el ajedrez mezcla otra de sus obsesiones, la religión, que él abordó desde su posición de agnóstico inclaudicable. En 1960 escribió un poema, titulado Ajedrez, cuyos últimos versos rezan: "Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios, detrás de Dios la trama empieza el polvo y tiempo y sueño y agonías?".

En los metros finales de su vida, ya sumido en la profunda ceguera, Borges se radicalizó en sus convicciones, y siguió siendo crítico del deporte en general y del fútbol en particular.
Borges y María Kodama, el escritor pasó sus últimos días en Ginebra, Suiza, donde murió el 14 de junio de 1986 Borges y María Kodama, el escritor pasó sus últimos días en Ginebra, Suiza, donde murió el 14 de junio de 1986

Pasó sus últimos días en Ginebra, Suiza, y falleció el 14 de junio de 1986, en plena disputa del Mundial de México. En sus últimas entrevistas, fastidioso tal vez por la consulta recurrente por su condición de argentino, dejó entrever que no sabía quién era Maradona. Ocho días después de su muerte, el 22 de junio, Diego le dio forma a su obra cumbre, el Gol del Siglo contra Inglaterra en el Estadio Azteca, uno de los hechos futbolísticos de los que más se escribió en cualquier parte del planeta. Esa paradoja borgeana terminó de darle forma a la díscola relación del escritor con el fútbol, y también fue cuna para el surgimiento de algunas "teorías conspirativas" entre sus seguidores.

"Sobre la tormentosa relación entre Borges y el fútbol –asegura una de estas teorías–, una especie de mito urbano señala, sin más, que el fútbol dejó ciego a Borges. En una supuesta biografía no autorizada de Borges, escrita por un supuesto amigo del escritor, se afirma que en algún momento de 1930 Borges y otros intelectuales decidieron jugar un partido de fútbol, deporte por el que Borges, según esta historia, era un apasionado. En la insólita alineación también estaban Adolfo Bioy Casares, Roberto Arlt, Ricardo Güiraldes, Horacio Quiroga, Xul Solar y Julio Cortázar. Bueno, hasta el seudónimo de Borges, Bustos Domecq, estaba jugando. Y entonces, sucedió algo que cambiaría la vida de Borges. En un tiro de esquina Borges saltó para rematar con la cabeza, pero perdió el equilibrio al ser empujado y antes de caer al suelo su frente se topó con la rodilla de un jugador contrario. Borges cayó al césped, fulminado y minutos después, ya en el hospital, un neurólogo daba el terrible diagnóstico: se le habían desprendido ambas retinas, producto del golpe, y con el tiempo quedaría ciego. Por ello no le quedó otra opción que aprender a escribir".

Claramente la historia tiene mucho de homenaje borgeano y poco de realidad, aunque bien podría haber sucedido en ese mundo de Ficciones plagado de laberintos, espejos y cuchilleros que dirimen su destino a suerte y verdad en duelos caballerescos.

Borges no se habría sorprendido, o al menos no tanto como en aquella entrevista con Menotti, que duró unos cuantos minutos y que tuvo un final tan memorable como el comienzo. "Qué raro, ¿no? –dijo el escritor. Un hombre inteligente y se empeña en hablar de fútbol todo el tiempo".

(Esta nota del periodista Matías Rodríguez fue publicada en la edición de junio de 2016 de la revista El Gráfico)

Fuente: msn deportes.com


sábado, 24 de noviembre de 2018

FREUD, BORGES Y EL SECRETO





 Carme García Gomila

En este artículo, como ya se apunta en el título, se hablará del Secreto. Recomiendo a quienes no hayan leído el relato de Borges (1992) La Secta del Fénix o habiéndolo leído desconozcan el enigma que contiene, que tienen la opción de leerlo o releerlo ahora mismo disfrutando de la intriga y el desconcierto que produce el encuentro con este texto, ya que advierto que a partir del siguiente párrafo desvelaré la clave que permite una segunda lectura más interesante, rica y divertida del relato, pues a fin de cuentas todos ustedes, como yo misma, somos Hombres del Secreto.
En el prólogo de Artificios (1944), donde está recogido el relato del que tratamos, Borges declara: “En la alegoría del Fénix me impuse el problema de sugerir un hecho común -el Secreto- de una manera vacilante y gradual que resultara, al fin, inequívoca; no sé hasta dónde la fortuna me ha acompañado.” Realmente es tal el talento en ocultar el Secreto que esa manera que él llamaba inequívoca resultó equívoca o al menos esquiva para todos, aunque quizá la poca fortuna que le acompañó para que fuera inequívoca constituye, a mi parecer, uno de los valores del relato, al dotarlo de un enigma que crea cierta inquietud y despierta la curiosidad. En mi caso, en la primera lectura me pasó casi desapercibido el cuento entre las soberbias propuestas de los otros relatos contenidos en Artificios y por la voracidad lectora de la juventud, y atribuí a mi ignorancia no saber desvelar entre las pistas propuestas la clave para dar sentido al texto. Muchos años después, mi profesor de taller literario, Gustavo Crespo, argentino como Borges, me hizo partícipe de la clave para entender, y desde luego para disfrutar de nuevo, La Secta del Fénix. Pero no me pregunté cómo era que él la sabía, cómo era que estaba en el Secreto. Sencillamente le creí y con la relectura del texto vi que encajaba perfectamente con el enigma que se proponía el autor. Sin más dilación, desvelo la clave: el Secreto a que alude Borges no es ni más ni menos que la sexualidad humana.

Hace poco, tuve la ocasión de asistir a una excelente clase magistral de Mariela Michelena, en la que divulgaba con gran claridad, amenidad y pedagogía su trabajo publicado en el libro Saber y no saber. Curiosidad Sexual Infantil (2006), cuya lectura recomiendo no sólo a aquellos que nos dedicamos al noble arte de reparar la salud mental, sino a todos aquellos a quienes les interesa la vida humana.  Pues bien, en el descanso de la conferencia hablé con ella, y le comenté que me había hecho pensar en el relato de Borges La Secta del Fénix. A lo cual respondió entusiasmada: “¡hablo de él en el libro!”. Y así, al leerlo me enteré de que la manera inequívoca a la que aludía Borges no era inequívoca, sino totalmente hermética, ya que no se había podido dilucidar el Secreto a partir del texto. Dice Michelena: “Los estudiosos de la obra de Borges se preguntaron durante años sobre la misteriosa Secta del Fénix y su Secreto. Proliferaron diferentes versiones. La más difundida supone que La Secta del Fénix es una metáfora de la ‘literatura misma que a pesar de los muchos pronósticos sobre su muerte, se niega a desaparecer’ (De Costa, 1999). Sin embargo, un periodista curioso y deseoso de descubrir la verdad de El Secreto, se atrevió a preguntar directamente a Borges en qué consistía el rito de la secta y éste le respondió, al oído, que se trataba de ‘lo que el marido sabe, gracias al acto de engendrar’”. Es cierto que Borges había dado en el texto alguna pista para dilucidarlo: “Los materiales son el corcho, la cera o la goma arábiga”, en clara referencia a antiguos métodos anticonceptivos, pero ello debió pasar desapercibido a los estudiosos que quizá como los niños querían a la vez saber y no saber.

Vamos a suponer que un hombre de tan vasta cultura como Borges conocía la obra de Freud. Vamos a suponer que de forma consciente o inconsciente tomara como punto de partida algunos de los conocimientos psicoanalíticos para inspirarse en la escritura del relato que nos ocupa. Pero también podemos suponer que por ser un Hombre del Secreto podía saber de qué iba la cosa. Pero cuando acaba el relato concluyendo con la frase: “Alguien no ha vacilado en afirmar que ya es instintivo”. ¿Se refería con ese “alguien” quizá a Freud? A mí me gusta pensar que sí, aunque también pudiera ser que no, y que la imaginación juguetona de Borges junto con su erudición inmensa le hubieran permitido un acercamiento tan acertado al tema de la sexualidad humana. Lo que sí sabemos es que Freud no pudo leer a Borges, pero me gusta imaginar que, juntos, hubieran pasado buenos ratos hablando del Secreto. Pero, ¿y Freud? Su actitud frente a la sexualidad humana fue totalmente contraria a la de Borges. Freud no quiso ser sugerente, vacilante y gradual, ni usar alegorías ni subterfugios; por contra, se dedicó al estudio de la sexualidad humana y a su divulgación, con prudencia y valentía a la vez, intentando que el Secreto dejara de serlo, en tiempos donde precisamente esta tarea no era fácil. Esa es sencillamente la diferencia entre este literato y este científico.

En los Tres ensayos de teoría sexual (Freud, 1905), sobre todo en el segundo, cuando habla de la sexualidad infantil podemos entrever el origen del Secreto. Cada uno descubre a través de las sensaciones en el propio cuerpo la sexualidad y cada uno la inventa en su mente, es decir da significado a esta experiencia y la guarda como un secreto. Más adelante, a pesar de, o gracias a la amnesia infantil, los conocimientos que pueda adquirir con posterioridad el sujeto sobre el tema, el secreto descubrimiento a la vez que invento de cada uno, matizará o determinará la expresión de su sexualidad adulta. Borges dice, “… se transmite de generación en generación, pero el uso no quiere que las madres lo enseñen a los hijos, ni tampoco los sacerdotes; la iniciación en el misterio es tarea de los individuos más bajos. Un esclavo, un leproso o un pordiosero hacen de mistagogos. También un niño puede instruir a otro niño”. Aquí bien pudiera decirse que Borges conocía los descubrimientos de Freud sobre sexualidad infantil.  Freud, en su Prólogo a la cuarta edición de Los tres ensayos de teoría sexual  nos dice: “Si los hombres supieran aprender de la observación directa de los niños, estos tres ensayos podrían no haberse escrito”. Dice Freud más adelante en el mismo prólogo: “…una parte del contenido de este trabajo, a saber, su insistencia en la importancia de la vida sexual para todas las actividades humanas y su intento de ampliar el concepto de sexualidad, constituyó desde siempre el motivo más fuerte de resistencia al psicoanálisis.” Lo curioso es el acierto de Borges sobre la transmisión del Secreto, ya que a pesar de que tanto Freud como pionero, y muchos otros científicos después siguen divulgando seriamente detalles cada vez más finos del Secreto, la enseñanza y divulgación sigue en manos de niños, esclavos, leprosos o pordioseros. Al decir de Borges, “es tarea de los individuos más bajos”. La divulgación del Secreto no admite expertos. Me explicaré. En mi opinión, a pesar de los esfuerzos en llevar a las aulas la formación sentimental y sexual, a pesar de la mayor confianza en las familias en hablar del tema, hoy internet con sus redes sociales y sus webs y las televisiones con sus supuestos programas de divulgación y entretenimiento son los auténticos mistagogos de la educación emocional y sexual de las nuevas generaciones.  ¿No será que esas formas vulgares conectan mejor con los descubrimientos de los pequeños perversos polimorfos de los que nos hablaba Freud? Pienso que sí. Freud hablaría hoy de las mismas resistencias al psicoanálisis. Michelena lo describe bien ya en el título de su libro: saber y no saber. Y no podemos negar que las formas más vulgares, casi obscenas de formación son más adecuadas para confirmar las teorías sexuales infantiles, para poder permanecer en las propias fantasías sexuales de cada uno, en la propia invención. La diferencia fundamental entre otras épocas de la historia y la actual es, a mi parecer, que esta situación crea una paradoja. Con la divulgación masiva, casi diría que obligatoria de temas sexuales, parece que ha desaparecido la sensación de secreto, incluso la necesidad de privacidad, pero en realidad sencillamente se ha banalizado, por no decir que se ha profanado perdiendo la sensación de misterio y ocultando, de tanto hablar de él, la posibilidad de explorar de verdad la complejidad de la sexualidad humana y establecer un diálogo con los propios sentimientos. Ahora parece que ya todo se sabe y que además lo sabe todo el mundo, y que debe proclamarse la práctica del Secreto, siendo esta proclamación un nuevo dogma que oculta en vez de mostrar.

Freud pensaba que la liberación de la intensa represión sexual de la era victoriana contribuiría a una mejora en la salud mental de los individuos. Pero el ser humano es complejo y esquivo, y ahora nos hemos ido al otro extremo. La sexualidad ha pasado de estar prohibida a ser casi obligatoria, lo que genera otro tipo de malestares que a menudo contemplamos en nuestras consultas. Y si bien antes era el lascivo o el concupiscente el que estaba mal visto, ahora lo es el cauto, austero o selectivo en cuanto a la calidad de la práctica del Rito el que se ve ridiculizado o criticado. ¿Y cómo puede ser de otra manera? Borges y Freud lo dicen: la sexualidad humana está mechada de amor y de odio, de generosidad y violencia y de esto no nos libramos. Cambian las formas pero la esencia permanece. Y quizá así debe ser, pues sin el placer que proporciona la práctica del Rito la especie se habría extinguido y una de las cosas más placenteras que hay es sentirse partícipe de un Secreto y a la vez sentirse inventor del mismo, hasta el punto de negar que ya había sido inventado antes de nuestro nacimiento, hasta el punto de negar incluso que este nacimiento es precisamente una prueba irrefutable de que la invención del Secreto nos precedió. Por ello, larga vida a La Secta del Fénix, que con sus múltiples formas y maneras asegura nuestra permanencia en la Tierra.


Referencias bibliográficas

 Borges, J.L. (1944), La Secta del Fénix, en Artificios, Obras completas,  II, Barcelona, Círculo de Lectores, 1992, pp. 114-116.

Freud, S. (1905), Tres ensayos de teoría sexual, en Obras completas, VII, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1996.

Michelena, M. (2006), Saber y no saber. Curiosidad Sexual Infantil, Madrid, Editorial Síntesis.


Fuente: Temas de Psicoanálisis


miércoles, 21 de noviembre de 2018

En San Pablo: "El Inmortal", Gisele Fróes visita la eternidad de Jorge Luis Borges


Inspirado en el cuento de Borges, persigue el sueño de dejar como herencia gestos y palabras

Em 'Imortal', Gisele Fróes visita a eternidade de Jorge Luis Borges

 Em 'Imortal', Gisele Fróes visita a eternidade de Jorge Luis Borges Foto: ISMAEL MONTICELLI


Inspirado no conto do argentino, persegue o sonho de deixar como herança gestos e palavras

Leandro Nunes, O Estado de S.Paulo

Para Gisele Fróes, Jorge Luis Borges é como água fresca no meio do deserto. Essa foi a sensação que ela teve ao ler O Imortal, conto que abre O Aleph, do escritor argentino. O texto ganhou versão para os palcos, já passou por Brasília e Rio, e chega a São Paulo nesta sexta, 26, no Sesc Avenida Paulista.

Na época em que leu o conto, Gisele conta que estava afetada pela personagem que interpretava na montagem carioca de Você Precisa Saber de Mim (2011), dirigida por Jefferson Miranda. “Era uma mulher com dificuldades de se expressar por palavras.” A escassez verbal que abundava a vida da personagem conduziu a atriz ao oásis literário de Borges. “As palavras do conto provocaram minhas emoções e eu precisava estar perto delas. O jeito era transportar a história para o palco”, explica a atriz sobre o monólogo.


Mesmo assim, a trilha que levou Gisele ao texto não garantia destino certo. Os labirintos de palavras criados por Borges também estão presentes em O Imortal, conta o diretor Adriano Guimarães, ao lado do irmão Fernando. “É difícil enquadrar o texto em um gênero”, diz. “Há uma espécie de jornada do herói em busca de algo. No meio existe um tratado de filosofia e até um momento de crítica literária.”

De fato. No texto, uma mulher recebe seis exemplares da tradução inglesa de Ilíada e enquanto folheia os volumes daquele antigo poema épico de Homero, descobre um manuscrito escondido. Nele, revela-se o relato autobiográfico de um tribuno militar, um oficial do Império Romano chamado Marco Flamínio Rufo. Na história, ele conta para a leitora, e agora para a plateia, o seu percurso em busca da Cidade dos Imortais, local que abriga um rio capaz de purificar da morte qualquer um que beba de suas águas. “É uma narrativa fluida”, aponta Adriano. “O que permite encarar diversos caminhos, desde a vida da mulher, desse herói e do autor.”

Além do texto, a dramaturgia de Adriano e Patrick Pessoa se apoiou em uma palestra de Borges sobre o tema da imortalidade e eternidade, muitos anos após a escritura de O Imortal. “Lá ele acaba por iluminar o sentido desta perseguição à imortalidade, que nesse caso, não segue a ideia obsessiva da manutenção do corpo físico através do tempo, mas da eternidade que pode haver nas palavras e no gestos”, conta Adriano.

No palco, uma profusão de caixas de papelão e livros ao redor de Gisele. A estreia da peça em uma galeria de Brasília deu tom de instalação ao espetáculo, conta o diretor. “É um gatilho para a imaginação, criando um local em comum em contato com os outros elementos, como o texto e a atriz.”

Para Gisele, o cenário “a transporta para o infinito”, diz. “Em certo momento, o autor coloca em dúvida o que o guerreiro está nos contando. É um texto cheio de labirintos e me permito percorrer esse questionamento ao lado da plateia. E para se justificar, Borges recorre ao autor de Ilíada: são as mentiras que os poetas contam.”

Fuente: O Estado de S.Paulo

"Existe un Jorge Luis Borges criminólogo en su obra literaria"




 
Lo afirma el penalista Alejandro Poquet, que defendió su tesis doctoral explorando la relación entre la literatura borgeana y el derecho y las piezas de nuestra sociedad que allí subyacen


Por  José Luis Verderico


Una larga y minuciosa pesquisa permite al abogado Alejandro Poquet afirmar la existencia de un Jorge Luis Borges criminólogo que trasciende las facetas metafísicas y filosóficas universalmente identificables en su infinita obra literaria. Indicios criminológicos en la obra de Jorge Luis Borges. El cuestionamiento literario al positivismo de la criminología lleva por título la defensa final de su tesis doctoral, presentada en la Facultad de Derecho de la UNCuyo frente a especialistas en leyes, académicos, docentes y profesionales.-¿Qué vínculos encontró entre literatura y derecho en Borges?-Una de las principales metas de este trabajo de investigación fue mostrar la posibilidad de un Borges criminólogo. Es una posibilidad nueva. Se ha hablado de distintos Borges: crítico, polemista, filósofo, científico, medievalista. Su pensamiento y su literatura han sido tan ricos y tan complejos que permiten explorar diversos perfiles. Sin embargo, advertimos que no se había estudiado la posibilidad de un Borges criminólogo. Entonces, trabajamos toda la obra de Borges desde ese ángulo, para ver si había indicios criminológicos, es decir los temas que hacen a un saber criminológico, que en realidad tienen que ver con la seguridad pública y preocupan a toda la sociedad. Desde una alta literatura Borges, sin dudas, logra aportar al saber jurídico y criminológico. Existe un Jorge Luis Borges criminólogo en su obra literaria.-¿Cuáles son esos elementos?-El primer hallazgo fue descubrir que efectivamente podemos hablar de modo legítimo de un Borges criminólogo porque habla de la ciudad, que tiene que ver con la criminología. Uno debe tener una idea de ciudad pero, lamentablemente, los criminólogos y los pensadores no piensan la ciudad. Por eso sostengo que es muy difícil pensar en una ciudad segura sin pensar en el diseño de una ciudad. Y Borges, sabemos, saben todos los que han frecuentado su obra, da vuelta en torno de Fervor de Buenos Aires (su primer libro de poesía, publicado en 1923) y un determinado tipo de ciudad. Otro elemento es el tema del orden: Borges es un obsesivo y lo busca en todos sus textos, en sus ficciones. Ya en lo esencialmente penal y criminológico, Borges está atravesado por el delito, el crimen y el delincuente. Es más: en la literatura borgiana hay una veta violenta que me pareció esencial. En Borges la sangre es esencial para construir su literatura, pero no es un mero elemento del que se vale para conmover al lector, sino porque la utiliza para plantear un orden moral determinado. Esa forma que tiene de ver el crimen, que lo coloca a la altura del misterio, cuando dice que el delito es tan misterioso como la vida. Borges toma partido por el crimen, habla de éste y del sujeto delincuente, y eso ya es criminología y derecho penal puro.-También aparecen la policía y la cárcel...-Borges habla de la policía e incluso tiene una visión crítica. También habla de la cárcel, que es un arquetipo de sus famosos laberintos, según la investigación para la tesis doctoral. Borges, en su último año de vida, asistió al juicio a las Juntas Militares y en un ensayo publicado en España escribió que "la cárcel es infinita: el que sale no sabe que sigue adentro y los que estamos afuera es como si lo estuviéramos", y ése es un concepto criminológico muy importante, que también está en su obra. -Hable del análisis de "Seis problemas para don Isidro Parodi", relatos policiales publicados en 1942 con Adolfo Bioy Casares.-Si bien es una sátira, la primera lectura remite al humor. Con Bioy Casares están jugando, divirtiéndose. Borges hace literatura porque está haciendo filosofía, está haciendo metafísica. La única finalidad y justificación de todos los males es la metafísica, dice. Entonces, cuando hace estas parodias de la Argentina está diciendo algo: mete en una cárcel al pobre Isidro Parodi siendo inocente por culpa de la policía, que le armó una causa para meterlo preso, y este es un gran dato criminológico. Así, Parodi, en la cárcel, constituye lo que en criminología es el manual del buen preso, que se porta bien, que cumple mecánicamente todos los ritos que establece el orden carcelario y que va a salir cuanto antes, pero de ahí a la resocialización hay un paso muy importante. Parodi, por tantos años de estar preso injustamente, pierde esta conciencia cívica, pierde sus sueños, pierde la esperanza en la Justicia y deja de creer en ella como parte del Estado, porque Borges creía en la menor intromisión posible del Estado en la vida del individuo. En esta obra también hay una crítica a la Justicia, al castigo y al manual del buen preso.-¿En "Emma Zunz", de 1948, también hay criminología?-Es una gran crítica a la Justicia, que no sale bien parada y aparece como burocrática. Ya en los casos de Isidro Parodi el juez aparece como un convidado de piedra siendo que todo comenzó con una causa armada. En los cuentos de cuchilleros de Borges, el juez de paz es cómplice de la policía en perseguir y acosar al malevo. Y también aparece la moderna técnica del litigio oral, que estamos viendo actualmente en las audiencias con los nuevos códigos procesales: los abogados tenemos que aprender a argumentar y a persuadir frente a un jurado popular o a un ciudadano común, y dejar de hablar de una manera tan oscura y críptica. En Emma Zunz, Borges introduce el tono en la verdad, cuando la protagonista, acusada del homicidio de un hombre, se defiende a través de un relato.-¿Había antecedentes de investigaciones acerca del Borges criminólogo?-Hay mucho Borges detectivesco y policial, pero no criminólogo. Esto me lo confirmó María Kodama, su viuda.


Fuente: Diario Uno  -  Mendoza