domingo, 28 de abril de 2013

Borges y la Memoria


Funes no podía pensar

El martes 30 de marzo de 2010, el Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Buenos A organizó un encuentro sobre “Borges y la memoria”, en el que participaron María Kodama, Rodrigo Quian Quiroga, Mariano Sigman y, como moderador, Diego Golombek. El genial escritor se anticipó a los estudios de las neurociencias.


Por Susana Gallardo

Borges no sólo convirtió a la memoria en tema central de su obra sino que además pudo advertir, con gran lucidez, que una memoria excesiva interfiere con el pensar. En efecto, Borges se dio cuenta de que, para pensar, es necesario abstraer, es decir, olvidar los detalles. A esa conclusión llegaron también los científicos, pero por otros caminos. Esa coincidencia entre Borges y la ciencia fue el disparador del encuentro “Borges y la memoria”, llevado a cabo en el Aula Magna del Pabellón I, donde participaron María Kodama, el físico Rodrigo Quian Quiroga, junto con Mariano Sigman y Diego Golombek.

María Kodama, viuda del escritor y directora de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, se centró en las obras del escritor donde la memoria es tema central.

La memoria y el insomnio

“Hay sobre todo dos cuentos en los que está explícitamente planteado el enigma de la memoria”, señaló Kodama. Se refería a Funes el memorioso y La memoria de Shakespeare. Para Borges, la memoria era algo abrumador, y la memoria de Funes era una metáfora del insomnio. Si el sueño opera como un depurador de recuerdos, al no dormir, éstos no pueden eliminarse.

“Él padeció insomnio durante muchos años. Para alguien que ve, el insomnio resulta insoportable. Pero es mucho peor si el que lo padece es ciego, y se encuentra expuesto a una doble oscuridad, la de la ceguera y la de la noche”, afirmó Kodama.

En Funes el memorioso, publicado en 1944, Borges relata la historia de Ireneo Funes, un gaucho del Uruguay que había quedado tullido luego de un accidente con un caballo. Con soberbia, Funes consideraba benéfico el golpe que lo había fulminado, porque le permitía recordar todo. Pero, debido a ello, era incapaz de ideas generales.

Kodama vinculó esa historia con un hecho autobiográfico de Borges: él sufrió un accidente al subir las escaleras de la casa de una amiga; una ventana abierta le causó una herida superficial en la cabeza que lo puso al borde la muerte por una septicemia. “Funes, después de la caída, sufre una especie de iluminación que le otorga esa memoria prodigiosa. A Borges, el accidente le otorga el don de ser un espléndido narrador”, sentenció.

Continuó hallando similitudes. Al igual que Funes, Borges tenía una notable facilidad para el aprendizaje de idiomas. También tenía dificultades para dormir. Posiblemente, como Funes, al no poder abstraerse del mundo, sus noches de insomnio lo llevaron a imaginar, a sentir casi como propia, esa terrible experiencia de una memoria monstruosa.

La memoria y la identidad

El protagonista de La memoria de Shakespeare es un especialista en Shakespeare y un día conoce a un hombre que le ofrece la memoria del bardo. Él la acepta, pero poco a poco esos recuerdos van invadiendo los suyos, y pueblan sus sueños con imágenes desconocidas e indeseadas, “los palacios y cavernas de la memoria”. Finalmente, el narrador decide librarse de esa memoria perturbadora.

En esos dos relatos, la memoria es oprobiosa. Para Funes, esa memoria es la ausencia de conceptos, la imposibilidad de razonar. Para el erudito de Shakespeare, es su desintegración en la memoria del otro, la pérdida de su identidad.

Kodama hurgó luego en sus recuerdos en busca de Borges. “Desde comienzos de los 60 mi memoria guarda el emocionado testimonio del nacimiento y desarrollo de su creación literaria. Lo recuerdo cerrando los ojos como si la barrera de su ceguera, que lo aislaba de toda distracción que no fuera su pensamiento, no fuera suficiente, y necesitara apretar los párpados para que ni siquiera el pensamiento de tener los ojos abiertos pudiera distraerlo. Así, sumergido en esa doble oscuridad, permitía que la luz interior, la musa o el espíritu, fuese dando forma a lo que sería un cuento o un poema. Cuando su mano se alzaba y marcaba las sílabas en el aire, yo, desde mi silencio, sabía que comenzaría a dictarme un poema”.

La memoria y la abstracción

Por su parte, el doctor Rodrigo Quian Quiroga, profesor visitante del Departamento de Física, y profesor y jefe de Bioingeniería en la Universidad de Leicester (Reino Unido), se refirió a la memoria desde el punto de vista científico.

“Pasé aquí muchas horas de mi vida –comenzó, estudié física en esta Facultad, y cursé en esta aula al menos tres materias. Pero sólo me vienen a la memoria tres cosas: un examen parcial; una clase de álgebra con un profesor que hablaba de la criba de Eratóstenes; y, por último, un momento en una clase de álgebra lineal, que daba Adrián Paenza”.

Lo importante es que esos recuerdos quedaron en forma conceptual, abstracta. “No recuerdo detalles. No recuerdo cómo estaba vestido Paenza, y del otro profesor, ni me acuerdo el nombre, sé que era un tipo muy gracioso”, dijo.

A continuación, se refirió a Funes el memorioso, que recordaba “las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez”. Pero Borges se había percatado de que una memoria infinita trae problemas. Funes “no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”.

Si recordamos todo, no podemos razonar. Pero ¿qué había leído Borges para saber tanto sobre la memoria? Parte de sus influencias las describe él mismo: una enciclopedia de Plinio el Viejo, donde se mencionan casos de memoria extraordinaria. “Ciro, rey de los persas, que sabía llamar por su nombre a todos los soldados de sus ejércitos; Mitrídates Eupator, que administraba la justicia en los 22 idiomas de su imperio”.

Son casos muy lejanos, y tal vez no sean reales. Sin embargo, hay un caso científico, estudiado durante treinta años por Alexander Luria, neuropsicólogo y médico ruso. Se trata del paciente Solomon Shereshevskii, que poseía una extraordinaria capacidad para recordar.

Luria lo trató en el Instituto de Psicología de Moscú, y le realizó innumerables pruebas. Le mostraba largas listas de números, palabras, ecuaciones. Solomon siempre los repetía sin errores. Un día le mostró una tabla con números consecutivos. Él la memorizó, y la repitió sin error, pero no se dio cuenta de que eran números consecutivos. Así, el científico ruso concluyó que la enorme memoria de su paciente limitaba su capacidad de pensar. He ahí el paralelo con Borges, que había dicho que Funes no podía pensar.

Luria dio a conocer la historia de su paciente en 1968, mientras que Borges había publicado el cuento en 1944. No pudo conocer al paciente de Luria, pero sí conocía a William James, que en 1890, en su obra El principio de la psicología, afirmaba que, si recordáramos todo, estaríamos tan discapacitados como si no recordáramos nada. Es decir, para poder recordar, es necesario poder olvidar.

Percepción y atención

Quian Quiroga realizó algunos experimentos con el público para dar evidencia de que la atención guía nuestra percepción. Mostró dos imágenes casi idénticas, en forma consecutiva; la segunda presentaba un cambio respecto de la primera. Pero muy pocas personas lograron percibir el cambio, a pesar de que las imágenes fueron mostradas varias veces. La causa es que no procesamos toda la información que entra por los ojos.

Luego mostró un video donde dos grupos de estudiantes se pasaban una pelota de básquet. Unos tenían remera blanca, y otros, negra. El público debía contar los pases de los estudiantes con remera blanca. Era complicado porque los jóvenes se movían todo el tiempo, y se cruzaban con los de remera negra.

No todos los asistentes contaron el mismo número de pases. Pero todos coincidieron en no percatarse de la presencia en escena de un gorila. El mecanismo de atención, que estaba concentrado en los estudiantes de remera blanca, impidió ver al gorila negro.

El hipocampo

Otra clave para la memoria la aportó el paciente HM. Fue estudiado por más de cien científicos, durante unos 50 años. Luego de un accidente en su infancia, había empezado a padecer crisis epilépticas cada vez más intensas, que no podían ser controladas con medicación.

En 1953, como se sabía que el hipocampo se relaciona con la epilepsia, HM (que tenía 27 años) fue sometido a una cirugía experimental, en la que le fue removido el hipocampo. La epilepsia se redujo, pero hubo una consecuencia no prevista: no podía formar nuevos recuerdos.

“Hoy día se sigue operando el hipocampo, pero se saca uno solo, nunca los dos”, dijo Quian Quiroga. Para saber cuál de los dos se puede quitar, los pacientes son sometidos a estudios mediante electrodos colocados en el cerebro. “Esto nos permite tener registros intracraneales, y ver la actividad de las neuronas en el cerebro de seres humanos”, destacó.

Dado que el hipocampo tiene conexión con un área de la corteza cerebral que procesa estímulos visuales, el investigador, mediante un experimento, se propuso comprobar si las neuronas del hipocampo respondían a imágenes que los pacientes podían ver en un monitor. Se trataba de fotos de personajes populares del espectáculo, el deporte o la política.

Cada paciente respondía a las imágenes de una figura en particular, pero no a las otras. Por ejemplo, un paciente no respondía ante el rostro de Brad Pitt o de Ginóbili, pero sí respondía a las fotos de Maradona, o de la actriz Jennifer Aniston.

Los investigadores confirmaron que la respuesta no se vinculaba con la percepción de un color determinado o con una foto o expresión en particular. Mostraban fotos muy diversas de una figura, y el resultado siempre era el mismo. Lo mismo sucedía si la imagen estaba distorsionada, o si era una caricatura.

También probaron con el sonido del nombre de la figura, o con la imagen gráfica de ese nombre y, en todos los casos, las neuronas respondieron. La conclusión es que esas neuronas tienen una representación abstracta de la figura en cuestión, así pueden responder no sólo a su foto, sino también a una caricatura, o a su nombre tanto en representación fónica como gráfica.

“Esas neuronas del hipocampo no hacen reconocimiento visual ni auditivo, y no guardan memoria, que se almacena en la corteza cerebral. El hipocampo es crucial para generar nuevas memorias, para convertir lo que percibimos en nuevas memorias. Esas neuronas hacen el puente entre la percepción y la formación de memorias”, sostuvo Quian Quiroga.

Entonces esas neuronas no responden a una imagen, sino al concepto. Es así porque, para formar memorias de largo plazo, tendemos a perder detalles, a conceptualizar, a abstraer.

“Borges lo describió de manera genial cuando dice de Funes: ‘No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico ‘perro’ abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente)’.”

Lo que le falta a Funes es la memoria del hipocampo. Borges dice: “Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.


Fuente: El Cable Nro. 743
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - Universidad de Buenos Aires - Argentina

 
Borges y la ciencia según Guillermo Martínez 

En diálogo con Ciencia Nueva, Guillermo Martínez relata su experiencia en la Universidad de Purdue (EEUU), donde participó de las Jornadas Borges y la Ciencia, organizadas con motivo de la publicación de su libro “Borges y la matemática” a través de la editorial universitaria. Casi al inicio de la entrevista Guillermo Martínez se refiere a Alberto Rojo y a su disertación sobre Borges y la física cuántica. Rojo explicó que Hugh Everett, uno de los físicos fundadores de la teoría de los diversos universos posibles en la mecánica cuántica, tuvo como inspiración al cuento de Borges “El Jardín de senderos que se bifurcan”. “Es un ejemplo curioso en el que una ficción inspira una idea científica –expresa Martínez-, que luego se comprueba que no sólo (la idea científica) tiene sentido, sino que se perfila como la explicación más razonable de los fenómenos sub atómicos”.



Guillermo Martínez (Bahía Blanca, 1962). Se radicó en Buenos Aires en 1985, donde se doctoró en Ciencias Matemáticas. Posteriormente residió dos años en Oxford, Gran Bretaña, con una beca de postdoctorado del CONICET.

Es autor del libro de cuentos Infierno grande, de las novelas Acerca de Roderer; La mujer del maestro; Crímenes imperceptibles (llevada al cine por el director Alex de la Iglesia); La muerte lenta de Luciana B., elegida en España entre los diez libros del año, y Yo también tuve una novia bisexual (Planeta, 2011). También escribió los libros de ensayos Borges y la matemática, La fórmula de la inmortalidad y Gödel (para todos), este último en colaboración con Gustavo Piñeiro. Obtuvo entre otros el premio del Fondo Nacional de las Artes y el premio Planeta 2003.

Fuente : Ciencia Nueva 23 noviembre, 2012 Ciencia, Física
http://blog.ciencianueva.com/2012/11/borges-y-la-ciencia-segun-guillermo-martinez/
You Tube :
http://www.youtube.com/watch?v=wMJFVtxo1MQ
http://www.youtube.com/watch?v=ZfPOs10OtN4
 

martes, 23 de abril de 2013

Palabra De Borges

Ultimo reportaje televisivo a Jorge Luis Borges.
Realizado en los estudios de ATC por el periodista Raul Burzaco en junio de 1985.



Fuente : You Tube
http://www.youtube.com/watch?v=egf5maVNYGA

lunes, 22 de abril de 2013

Xul Solar & Jorge Luis Borges - The Art of Friendship




Americas Society y el Museo Xul Solar presentan la exposición Xul Solar y Jorge Luis Borges: The Art of Friendship, con la curaduría de Gabriela Rangel (Curadora en Jefe y Directora de Artes visuales de Americas Society), en colaboración con Beverly Adams y Lila Zemborain.

La exposición ofrecerá un examen a fondo de los aspectos públicos y privados de la larga amistad y el vigoroso intercambio de ideas entre Xul Solar y el célebre escritor Jorge Luis Borges. El concepto central de la exposición explorará cómo una intensa y profunda amistad, puede afectar el discurso público cultural e intelectual.

La exposición contará con una selección de exquisitas primeras pinturas de Xul Solar, así como publicaciones en colaboración, traducciones, objetos e intervenciones artísticas en los libros de los dos amigos.

“Xul Solar and Jorge Luis Borges: The Art of Friendship”
Desde el 18 de Abril al 20 de Julio de 2013, 
en Americas Society, 680 Park Avenue, at 68th Street, New York

 Fuente : Museo Xul Solar
 
Borges’s Cosmic Ally 



A “pan-chess” board included in “Xul Solar and Jorge Luis Borges: The Art of Friendship.”

By LARRY ROHTER

 THEIRS was a friendship both personal and artistic, lasting nearly 40 years. Jorge Luis Borges was destined to become one of the most influential literary figures of the 20th century, but only now is his closest aesthetic ally, the eccentric painter Oscar Schulz Solari, whose professional name was Xul Solar, even starting to get the recognition that Borges always advocated for him.

Significantly, it is the painter rather than the writer who gets top billing in “Xul Solar and Jorge Luis Borges: The Art of Friendship,” an exhibition that opens this week at the Americas Society.  The show focuses on Xul Solar’s watercolors, but also includes manuscripts by both men, documents, photographs and first editions of works they created together that are little known outside their native Argentina.

“Borges never stopped expressing his admiration for Xul Solar, who he considered a citizen of the cosmos,” Gabriela Rangel, the show’s main curator, said. “This was an intellectual dialogue of two people that was profound and far-reaching, but has not yet been fully appreciated.”

Borges and Xul Solar, who was also a poet, translator, inventor and astrologer, met in 1924, shortly after both had returned to Buenos Aires from long stays in Europe. Frequenting the same avant-garde circles, they quickly became collaborators, with Xul Solar providing illustrations for books that Borges wrote and magazines he edited, a symbiotic relationship that would continue until Xul Solar’s death in 1963, at 75.

Borges was a dozen years younger than Xul Solar, and clearly looked up to his older friend. “Xul Solar is one of the most singular events of our era,” he once wrote in an essay that is excerpted in the catalog for the Americas Society exhibition, “a man versed in all the disciplines, curious about all arcana, father of writings, languages, utopias, mythologies, sojourner in hells and heavens.”

In the same essay, written for a one-man show of Xul Solar’s work in Buenos Aires in 1949, Borges characterizes his paintings as “documents of the extraterrestrial world.” That description helps to explain the intellectual affinities and strikingly similar worldview the men shared, which is a point of emphasis for this exhibition.

“For both, the relationship between reality and dream was porous, and the material world and written text flowed into one another,” a wall label notes. “They rejected realism in any form: Borges in his fiction, painstakingly creating hermetic fantastic worlds, and Solar in the execution of his metaphysical paintings that strived to look beyond the quotidian and see into a truer reality.”

Several paintings chosen for the exhibition, which will continue to July 20 then go to the Phoenix Art Museum, do indeed evoke alternate universes or draw on letters, flags or arcane symbols. Ms. Rangel said that Borges for a time owned one of those watercolors, “Tlaloc,” which employs Aztec-inspired images and word fragments.

Other works on display incorporate words from two languages Xul Solar invented, “Neo-Criollo” and “Pan-Lengua,” and poems written in those languages are also featured. There is even a peculiar, one-of-a-kind “pan-chess” board that Xul Solar devised, in which the pieces represent letters and symbols and the squares (12 by 13 instead of the conventional 8 by 8) syllables; together they create new words in the invented tongues.

The exhibition also shows some of Xul Solar’s correspondence with and notes from a meeting with Aleister Crowley, the English occultist who introduced him to the I Ching. That became an important motif in the painter’s later works, like the uncharacteristically dark and foreboding “Desarrollo del Yi Ching,” included in the show.

The extent to which the painter directly influenced Borges’s writings is hard to determine, Ms. Rangel said. But as the exhibition notes, Xul Solar appears as a character in one of Borges’s most complex and influential stories, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius,” which applies some of the painter’s esoteric theories.

“In his writings, Borges often referred to Solar as an inventor of languages and religions” and “evoked Solar’s linguistic creativity,” another wall label notes. “Borges’s fiction absorbed Solar’s insightful ruminations about language with a ciphered and understated humor that characterized his mature prose and intellectual pursuits.”

Like Borges, Xul Solar does not fit into the conventional narratives of artistic creativity in the 20th century and seems essentially self-contained. In Ms. Rangel’s view, that suggests why the painter has until recently been overlooked, minimized or even ignored.

“He is a real mystic, and that’s an aspect of the avant-garde that historians don’t want to have to acknowledge,” she said. “He developed a complete metaphysical system. It’s not surrealism, it’s fantasy,” based on the visions Xul Solar had and transformed into paintings.

Patricia M. Artundo, an Argentine professor and expert on Latin American art who contributed an essay to the catalog and is in New York for the show’s opening, said that the assessment of the painter’s legacy was beginning to change — one of his sculptures and some other works are to be exhibited at the Venice Biennale this fall.

“Both Borges and Xul Solar are key figures in Argentine culture,” Ms. Artundo said. “Xul is an artist who is inexhaustible. His path was always different, and he was different from his contemporaries. But people now realize it is difficult to address Argentine art without thinking of him and how singular he was.”

“Xul Solar and Jorge Luis Borges: The Art of Friendship” continues through July 20 at the Americas Society, 680 Park Avenue, at 68th Street; (212) 277-8361, as-coa.org.

Fuente : New York Time
Published: April 18, 2013

 

viernes, 12 de abril de 2013

Jorge Luis Borges: comentario sobre El Zahir de Revista Quimera Nº 103-104


A modo de epígrafe:

“Entonces, ¿qué es estar enamorado? Estar enamorado es percibir lo que de único hay en Revista Quimera cada persona, eso único que no puede comunicarse…”
Jorge Luis Borges

EL VIEJO TOPO, revista española nacida en 1974 durante el franquismo fue: “… una revista política, en el sentido de estar dedicada al combate contra un régimen que agonizaba, pero sin dejar de interrogarse al mismo tiempo por la validez y la vigencia de lo que se pretendía alternativo.” Así afirma el editor Miguel Riera, de la revista de literatura QUIMERA Nº 103-104, también española, que es la que por azar llegó a mis manos y en la que se realizó un homenaje a aquella otra, eligiendo una cantidad y calidad de artículos publicados en aquella época, de los cuales pocos formaron parte de algún libro.

Entre tantos textos maravillosos que hay en la revista dentro de la revista, extraigo estos párrafos de una conferencia que diera Jorge Luis Borges una tarde en Buenos Aires, ante un pequeño grupo de participantes y que gracias a la transcripción de Américo Cristófalo, comparto estas palabras dichas por ese otro, Borges, sobre la escritura de uno de sus cuentos: El Zahir (no sé qué llegó primero a mí, si el cuento o el relato de cómo fuera hecho aquel; pero en cualquiera de los casos, ambos han sido disfrutables... Al blog llegó primero el cuento). Ojala dispongan de algún tiempo para dejarse llevar por esa misma invención de la palabra, de lo inolvidable en juego y lo que en ese encuentro produce y desliza y sucede; proceso que involucra su escritura… como otro cuento:


“Acaban de informarme que voy a hablar sobre mis cuentos. Ustedes quizás los conozcan mejor que yo, ya que yo los he escrito una vez y he tratado de olvidarlos, para no desanimarme he pasado a otros; en cambio tal vez alguno de ustedes haya leído algún cuento mío, digamos, un par de veces, cosa que no me ha ocurrido a mí.”
“… yo no creo, contrariamente a la teoría de Edgar Allan Poe, que el arte, la operación de escribir sea una operación intelectual. Yo creo que es mejor que el escritor intervenga lo menos posible en su obra.”
“Voy a tratar entonces de recordar un cuento mío. Estaba dudando mientras me traían y me acordé de un cuento que no sé si ustedes han leído; se llama El Zahir.”
Quien lee un cuento sabe o espera leer algo que lo distraiga de su vida cotidiana, que lo haga entrar en un mundo no diré fantástico –muy ambiciosa es la palabra- pero sí ligeramente distinto del mundo de las experiencias comunes.
Ahora llego a El Zahir y, ya que estamos entre amigos, voy a contarles cómo se me ocurrió ese cuento.

No recuerdo la fecha en la que escribí ese cuento, sé que yo era director de la Biblioteca Nacional, que está situada en el sur de Buenos Aires, cerca de la iglesia de La Concepción; conozco bien ese barrio. Mi punto de partida fue una palabra, una palabra que usamos casi todos los días sin darnos cuenta de lo misterioso que hay en ella (salvo que todas las palabras son misteriosas): pensé en la palabra inolvidable, unforgeable en inglés. Me detuve, no sé por qué, ya que había oído esa palabra miles de veces, casi no pasa un día en que no la oiga; pensé qué raro sería si hubiera algo que realmente no pudiéramos olvidar. Qué raro sería si hubiera, en lo que llamamos realidad, una cosa, un objeto -¿por qué, no?- que fuera realmente inolvidable.
Ese fue mi punto de partida, bastante abstracto y pobre; pensar en el posible sentido de esa palabra oída, leída, literalmente in-olvidable, unforgeable, unvergasselich, inouviable. Es una consideración bastante pobre, como ustedes han visto. En seguida pensé que si hay algo inolvidable, ese algo debe ser común, ya que si tuviéramos una quimera por ejemplo, un monstruo con tres cabezas, (una cabeza creo que de cabra, otra de serpiente, otra creo que de perro, no estoy seguro), lo recordaríamos ciertamente. De modo que no habría ninguna gracia en un cuento con un minotauro, con una quimera, con un unicornio inolvidables; no, tenía que ser algo muy común. Al pensar en ese algo común, pensé, creo que inmediatamente, en una moneda, ya que se acuñan miles y miles de monedas todas exactamente iguales. Todas con la efigie de la libertad, o con un escudo o con ciertas palabras convencionales. Qué raro sería si hubiera una moneda, una moneda perdida entre esos millones de monedas, que fuera inolvidable. Y pensé en una moneda que ahora ha desaparecido, una moneda de veinte centavos, una moneda igual a las otras, igual a la moneda de cinco o a la de diez, un poco más grande; qué raro si entre millones, literalmente, de monedas acuñadas por el Estado, por uno de los centenares de Estados, hubiera una que fuera inolvidable. De ahí surgió la idea: una inolvidable moneda de veinte centavos. No sé si existe aun, si los numismáticos las coleccionan, si tienen algún valor, pero en fin, no pensé en eso en aquel tiempo. Pensé en una moneda que para los fines de mi cuento tenía que ser inolvidable; es decir: una persona que la viera no podría pensar en otra cosa.
Luego me encontré ante la segunda o tercera dificultad… he perdido la cuenta. ¿Por qué esa moneda iba a ser inolvidable? El lector no acepta la idea, yo tenía que preparar la inolvidabilidad de mi moneda y para eso convenía suponer un estado emocional en quien la ve, había que insinuar la locura, ya que el tema de mi cuento es un tema que se parece a la locura o a la obsesión. Entonces pensé, como pensó Edgar Allan Poe cuando escribió su justamente famoso poema El Cuervo, en la muerte hermosa. Poe se preguntó a quién podía impresionar la muerte de esa mujer, y dedujo que tenía que impresionarle a alguien que estuviese enamorado de ella. De ahí llegué a la idea de una mujer, de quien yo estoy enamorado, que muere, y yo estoy desesperado.
En ese punto hubiera sido fácil, quizás demasiado fácil, que esa mujer fuera como la perdida Leonor de Poe. Pero no decidí mostrar a esa mujer de un modo satírico, mostrar el amor de quien no olvidará la moneda de veinte centavos como un poco ridículo; todos los amores lo son para quien los ve desde afuera.
Entonces, en lugar de hablar de la belleza del love splendor, la convertí en una mujer bastante trivial, un poco ridícula, venida a menos, tampoco demasiado linda. Imaginé esa situación que se da muchas veces: un hombre enamorado de una mujer, que sabe por un lado que no puede vivir sin ella y al mismo tiempo sabe que esa mujer no es especialmente memorable, digamos, para su madre, para sus primas, para la mucama, para la costurera, para las amigas; sin embargo, para él, esa persona es única.
Eso me lleva a otra idea, la idea de que quizás toda persona sea única, y que nosotros no veamos lo único de esa persona habla a favor de ella. Yo he penado alguna vez que esto: se da en todo, si no fijémonos que en la Naturaleza, o en Dios (Deus sirve Natura, decía Spinoza) lo importante es la cantidad y no la calidad. Por qué no suponer entonces que hay algo, no sólo en cada ser humano sino en cada hoja, en cada hormiga, único, que por eso Dios o la Naturaleza crea millones de hormigas; aunque decir millones de hormigas es falso, no hay millones de hormigas, hay millones de seres diferentes, pero la diferencia es tan sutil que nosotros los vemos como iguales.
Entonces, ¿qué es estar enamorado? Estar enamorado es percibir lo que de único hay en cada persona, eso único que no puede comunicarse salvo por medio de hipérboles o de metáforas. Entonces por qué no suponer que esa mujer, un poco ridícula para todos, poco ridícula para quien está enamorado de ella, esa mujer muere. Y luego tenemos el velorio. Yo elegí el lugar del velorio, elegí la esquina, pensé en la Iglesia de la Concepción, una iglesia no demasiado famosa ni demasiado patética, y luego al hombre que después del velorio va a tomar un guindado a un almacén. Paga, en el cambio le dan una moneda y él distingue en seguida que hay algo en ella –hice que fuera rayada para distinguirla de las otras. Él ve la moneda, está muy emocionado por la muerte de la mujer, pero al verla ya empieza a olvidarse de ella, empieza a pensar en la moneda. Ya tenemos el objeto mágico para el cuento. Luego vienen los subterfugios del narrador paa librarse de esa que él sabe que es una obsesión. Hay diversos subterfugios: uno de ellos es perder la moneda. La lleva, entonces, a otro almacén que queda un poco lejos, la entrega en el cambio, trata de no fijarse en qué esquina está ese almacén, pero eso no sirve para nada porque él sigue pensando en la moneda.
Luego llega a extremos un poco absurdos. Por ejemplo, compra una Libra Esterlina con San Jorge y el dragón, la examina con una lupa, trata de pensar en ella y olvidarse de la moneda de veinte centavos ya perdida para siempre, pero no logra hacerlo. Hacia el final del cuento el hombre va enloqueciendo pero piensa que esa misma obsesión puede salvarlo. Es decir, habrá un momento en el cual ya el universo habrá desaparecido, el universo será esa moneda de veinte centavos. Entonces él –aquí produje un pequeño efecto literario- él, Borges, estará loco, no sabrá que es Borges. Ya no será otra cosa que el espectador de esa perdida moneda inolvidable. Y concluí con esta frase debidamente literaria, es decir, falsa: ‘Quizás detrás de la moneda esté Dios’. Es decir, si uno ve una sola cosa, esa cosa única es absoluta. Hay otros episodios que he olvidado, quizás alguno de ustedes los recuerde. Al final, él no puede dormir, sueña con la moneda, no puede leer, la moneda se interpone entre el texto y él casi no puede hablar sino de un modo mecánico, porque realmente está pensando en la moneda, así concluye el cuento."


Extraído de: Revista Quimera 103-104, Ed. Montesinos Editor S.A.1991, págs.7-9

Ref. del cuento: El Zahir: En: El Aleph. Ed. Emecé, 1957, 52º edic.,1994. Buenos Aires.

Fuente : Cartografiasdesplegadas
14nov2007
 

viernes, 5 de abril de 2013

90 aniversario del primer libro de Jorge Luis Borges



Una edición ilustrada en color y en gran formato del primer libro de Jorge Luis Borges, el poemario Fervor de Buenos Aires, será presentada en Nueva York con motivo del 90 aniversario de su publicación.
Editado por Pedro Tabernero, el volumen forma parte de la colección Poetas y ciudades que ya reúne otros títulos clásicos de la poesía en español como Poeta en Nueva York, de Lorca, Diario de un poeta recién casado, de Juan Ramón Jiménez, y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre.
Tabernero dijo que a diferencia de títulos anteriores de la colección, esta edición trata de "un libro doblemente legendario, ya que se trata del primer título de un escritor de culto, de un clásico en vida como fue Borges".
La presentación de la primera edición ilustrada de Fervor de Buenos Aires se celebrará en el Instituto Cervantes de Nueva York el 19 de abril, posteriormente se efectuará en Buenos Aires junto a una exposición de algunas de los dibujos hechos expresamente para este libro, y luego en Madrid.
La edición cuenta con ochenta dibujos del argentino Pablo Racioppi, entre ellos varios retratos de Borges, en los que "ha ido conjugando grafismos figurativos y expresionistas muy cercanos al espíritu borgiano", según Tabernero.
Con motivo de esta edición, Racioppi señaló que cuando era muy joven adquirió un ejemplar de "Fervor de Buenos Aires" sin imaginar entonces que aquel ejemplar se transformaría en uno de los pilares de su formación, al que volvería "una y otra vez como quien consulta un libro sapiencial".
La edición ilustrada de "Fervor de Buenos Aires" cuenta también con una introducción del escritor José María Conget, quien define esta obra como "un libro de poesía amorosa camuflada tras la enunciación estremecida de unas plazas, unas esquinas, unas salas familiares".
"Si algo hemos aprendido de Borges es que el fervor por Buenos Aires no se diferencia del que nos suscitan a cada uno las calles y plazas por las que transitaron nuestra juventud y nuestro deseo", escribe Conget, quien no se olvida de recordar que Borges también describió la capital argentina "como un plano de mis humillaciones y fracasos".
Borges iba a cumplir los 15 años cuando partió hacia Europa con su familia y tenía 22 cuando regresó a Buenos Aires, de ahí que Conget escriba: "Tal vez la ciudad que el joven Borges encontró en 1921, a su regreso de Europa, había sido construida en su mente a partir de un doble espejismo, el de la nostalgia y el de la traicionera memoria infantil".

Fuente : Revista Arcadia.com



lunes, 1 de abril de 2013

Reyes el memorioso




Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes;
una amistad memorable *


Braulio Hornedo

 ¿Qué culpa tengo yo de tener una memoria de
colodión, que lo que miro se me queda grabado?
A. R.

Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges cultivaron una amistad perdurable a lo largo de poco más de treinta años de su vida. Desde el primer periodo de Reyes como embajador de México en Argentina en 1927, hasta los últimos días de su residencia en la tierra en diciembre de 1959 (la última carta fechada de Borges a Reyes es del 17-XII-59, don Alfonso murió diez días después, al amanecer del 27). Esta amistad se manifestó principalmente en tres "planos oblicuos" continuos y complementarios: en el trato personal breve pero intenso (1927-1930 y 1936-1937); en la frugal pero constante relación epistolar (1924-1959); y finalmente en el diálogo crítico y pendular entre lector y escritor implícito en las "simpatías y diferencias" de sus libros. En este ensayo abordaré el primero de estos planos.
El trato personal se inicia en la casa bonaerense de un amigo común; el dominicano Pedro Henríquez Ureña, mentor espiritual de Reyes desde los días juveniles de la Sociedad de Conferencias y el Ateneo de la Juventud, allá por los años del centenario de la Independencia en México (1910). "Pedro Henríquez Ureña fue -dice Borges- un gran hombre, pero esa grandeza de Pedro Henríquez Ureña, perdura en las memorias de quienes lo hemos conocido, es decir fue un hombre más memorable por su palabra oral que por su palabra escrita."(1)
Reyes complementa la semblanza: "Que Pedro Henríquez Ureña siempre me haya parecido una reencarnación de Sócrates lo he dicho mil veces; por ciertos rasgos de su apariencia y presencia, por ajeno a las convenciones inútiles, por probo y fuerte y sabio, por ávido de análisis y goloso de conocer y entender al prójimo, por sediento de educar y educarse, por la valentía y sinceridad de su trato. Su conversación era una mayéutica constante... Su privilegiada memoria para los versos -cosa tan de mi gusto y que siempre me ha parecido la prenda de la verdadera educación literaria- fue en él lo que desde luego me atrajo." (2)
A partir de ese primer cruce en el "jardín de senderos que se bifurcan", los encuentros se multiplicaron, primero en la villa de Victoria Ocampo en Buenos Aires, y posteriormente en las tertulias dominicales que el embajador mexicano organizaba en su representación diplomática.
Pero dejemos que sea Borges (el otro memorioso de esta historia) el que nos evoque los hechos:
"... me invitaba todos los domingos a comer con él en la Embajada de México. Recuerdo que tenía la memoria llena de citas oportunas: yo admiraba y sigo admirando al poeta mexicano Othón y él me dijo que lo había conocido, a Othón, en casa de su padre el general Bernardo Reyes. Yo le dije: pero, cómo ¿usted lo conoció? y él encontró, él dio enseguida con la cita oportuna; aquellos versos de Browning:
Hay un señor que habla de Shelley, y el otro le dice:
-Pero cómo ¿usted vio a Shelley, usted ha visto a Shelley?
Y, entonces, cuando yo le dije: ¿usted conoció a Othón?, Reyes murmuró:

"Ah, did you once see Shelley plain..."(3)
Exactamente la cita que convenía. Reyes tenía el amor de todas las literaturas y de la literatura." (4)
Octavio Paz decía a propósito de esta pasión amorosa, que Reyes no era sólo un escritor, sino toda una literatura.
Alfonso Reyes nació en 1889 y Jorge Luis Borges en 1899, la década de diferencia en sus edades marcó una relación tutelar entre el entonces joven escritor argentino de 28 años, que buscaba al maestro más experimentado y maduro en sus juicios y opinión crítica, pero a quien sobre todo le subyugaba el refinado y seductor estilo literario del escritor mexicano.
De la obra y la persona del argentino Jorge Luis Borges, don Alfonso escribió: "Jorge Luis Borges, es el más alto exponente de las letras hispanoamericanas. Ningún escritor como él, dueño de tan limpio y alto estilo" (5) "... es algo miope, y su andar parece el de un hombre medio naufragado en el mundo físico... ha escrito ya una buena docena de libros entre verso y prosa. En el verso huye de lo que él llama la manía exclamativa o la poesía de la interjección, y en la prosa, cuando opera con su propio estilo, sin caricatura costumbrista, huye de la frase hecha. Su obra no tiene una página perdida... Borges es un mago de las ideas. Transforma todos los motivos que toca y los lleva a otro registro mental. Los solos títulos de sus libros hacen reflexionar sobre una nueva dimensión de las cosas y parece que nos lanzan a un paseo por la estratosfera: El tamaño de mi esperanza, Historia de la eternidad, Historia universal de la infamia, etc. Ya inventa una región inédita y olvidada del mundo, donde se pensaba de otro modo,... ya inventa a un escritor francés que se propone reescribir íntegro el texto del Quijote,... ya imagina una biblioteca de todos los libros existentes y todos los libros posibles; ya una Babilonia gobernada, no por leyes sino por una especie de Lotería Nacional. Lo cual, bien mirado..." (6)
Sin embargo, debemos recordar que como discípulo de la escuela ultraista, Borges en su época temprana de escritor parecía ligado a la idea de que el contenido narrativo y las anécdotas no tenían cabida en su obra. Quizá un cambio importante en esa postura se pueda inferir en la crítica que formula el argentino en 1927 al libro de Reyes: Reloj de sol, el cual empieza por un aleccionador epígrafe que resulta ser una "apología emocionada y preciosa" de las anécdotas.
"Hay que interesarse por las anécdotas. Lo menos que hacen es divertirnos. Nos ayudan a vivir, a olvidar por unos instantes: ¿hay mayor piedad?... Hay que interesarse por los recuerdos, harina que da nuestro molino." (7)
Para Borges "Reyes es practicador venturoso de esa virtud de virtudes: la cortesía, y su libro está gobernado por ese mérito. Reyes es fino catador de almas, es observador benévolo de las distinciones insustituibles de cada yo. De tan bien conversarnos de sus amigos, nos amiga con ellos." (8)
En seguida Borges aclara con su habitual agudeza crítica la falsa contradicción en el uso de los términos de recuerdo y olvido en el epígrafe alfonsino "...puesto que recordar una sola cosa cualquiera, es olvidarse de lo demás del mundo.¨(9)
Ciertamente, cuando recordamos, nuestros procesos mentales no se ocupan de otra cosa sino del recuerdo mismo, recordar es olvidar, al menos momentáneamente, el resto de los asuntos de que se ocupa nuestra conciencia. Inquietante dualidad: para recordar requerimos del olvido, debido a esta especie de angostura lineal o ¿insuficiente ancho de banda? de nuestros canales nerviosos por donde se efectúan y transitan nuestros procesos mentales.
La memoria, entendida desde la metáfora cibernética como un proceso mental que se inicia con la "captura" o adquisición de datos por nuestros sentidos, para luego ser "almacenados" como pistas químicas y eléctricas bajo diversos patrones de organización en nuestro cerebro a fin de facilitar su posterior búsqueda y recuperación aleatoria por algoritmos específicos cuando "pensamos" los recuerdos. La memoria se convierte entonces, a partir de los albores del siglo XX, en objeto de estudio científico por la neurofisiología, la cibernética, la física, la química y las matemáticas.
Arturo Rosenblueth (1900-1970) destacado neurofisiólogo mexicano fue compañero por varios años en las investigaciones del matemático norteamericano Norbert Wiener y "coautor" con este, de la teoría cibernética. Rosenblueth fue también compañero de Reyes en El Colegio Nacional, donde don Arturo dictó hacia el final de su vida una serie de conferencias que dan por resultado el libro póstumo: Mente y cerebro (1970), en el cual se establece que:
"Bajo la expresión procesos o eventos mentales incluyo todas nuestras experiencias conscientes; sensaciones, emociones, pensamientos y razonamientos, dudas y creencias, deseos y voliciones, y también las memorias que retenemos de estas experiencias. El hecho de que tenemos memorias tiene varias consecuencias: nos hace conscientes de la sucesión temporal de los eventos, nos permite comparar las experiencias presentes con las del pasado, y nos permite integrar una personalidad, un "yo" mental que tiene una historia y cuya continuidad no se interrumpe a pesar del sueño o de otros períodos de inconsciencia." (10)
Pero a diferencia de la memoria de las computadoras que es finita y susceptible de medida y saturación, la memoria humana es inconmensurable y parece aumentar, paradójicamente, en la medida que crece la cantidad de datos guardados en ella, esto es, mientras más la usamos, más espacio disponible tenemos para memorizar, el propio Borges parece confirmarlo al recordarnos que:
"La memoria de Alfonso Reyes... era virtualmente infinita y le permitía el descubrimiento de secretas y remotas afinidades, como si todo lo escuchado o leído estuviera presente, en una suerte de mágica eternidad. Esto se advertía, asimismo, en el diálogo." (11)
Borges publicó en 1942: Funes el memorioso, una de sus narraciones memorables (nunca mejor aplicada la redundancia). En este breve relato dibuja en unos cuantos magistrales trazos la sorprendente personalidad de Ireneo Funes, un sencillo joven trenzador de manos afiladas de Fray Bentos (localidad veraniega), un compadrito de cara taciturna y aindiada y singularmente remota, quien aunque padece ciertas incurables limitaciones, por su humilde origen, está llamado a ser -debido a cierta increíble cualidad que ya el título anuncia- un precursor criollo de los superhombres. "Un Zaratustra cimarrón y vernáculo".
Funes es un joven de poco menos de veinte años, quién tras sufrir un accidente, que lo deja irremediablemente tullido, adquiere el tormentoso don de la percepción y la memoria totales.
"Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una sola vez... Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero." (12)

Dejo al lector el placer insustituible de la lectura del texto original completo, para que pueda confirmar o cuestionar posteriormente la validez de mis supuestos. Me permito adivinar, por lo pronto, que en esta narración hay un velado reconocimiento y homenaje del ya maduro alumno a su evocado mentor. Por una parte, un reconocimiento del papel poético de la anécdota como un valor estético en la narrativa borgeana, y por la otra, un homenaje a la memoria de "colodión" de "Reyes, mi maestro". Borges termina este relato señalando con un enigmático guiño que Funes murió en 1889, precisamente el año en el que nace don Alfonso. ¿Sería para propiciar quizá una metafísica reencarnación?
Antes de concluir esta recordación del memorioso Reyes quiero presentar como broches de oro, dos testimonios y un fragmento del poema In memoriam, que refrendan la excepcional memoria alfonsina. El primero es de su amigo y colega en la Academia Mexicana don José Rojas Garcidueñas, el segundo es contado por su nieta Alicia Reyes (Tikis), devota y eficaz continuadora de la obra de su abuelo al frente de la Capilla Alfonsina.
", decía con sorna don Alfonso. Memoria privilegiada, ciertamente. Pero es bien sabido que en el funcionamiento de la capacidad retentiva entra, en gran parte, la atención. Reyes leía con máxima atención aunque con rapidez extraordinaria: hojeando un libro recién llegado, pasaba las páginas de modo que parecía no haber podido leer sino algunas cuantas y salteadas líneas, pero de repente, levantando la vista, hacía algún comentario que demostraba lo mucho que se había enterado del contenido, en aquellos minutos que uno creería apenas bastantes para un menos que superficial ojeo. Yo fui testigo de ello varias veces..." (13)
"El pensamiento de nuestro Alfonso -escribió su nieta- , como el de Pedro Henríquez Ureña no descansaba nunca. Mientras seguía el hilo de la charla, iba construyendo, para sí, otra interior figura mental. Y al revés, dejaba correr su charla sin percatarse, aparentemente, de las cosas que lo rodeaban. Yo misma pude comprobarlo: Reyes se sentaba en su sillón verde -que aún esta junto a su lecho- y parecía dormir, pero no, estaba más atento que nunca y si alguno de la familia equivocaba una palabra en el crucigrama o bien aseguraba haber leído tal o cual poema y lo recitaba mal, saltaba para explicar pacientemente la palabra o corregir el poema... La memoria de nuestro Alfonso era prodigiosa y mi padre se divertía jugando con él a las adivinanzas literarias: tomaba algún libro clásico y leía un trozo ya en prosa, ya en verso, y a las primeras de cambio, abuelito adivinaba autor y obra, ante el asombro de los que lo rodeábamos" (14).
Borges escribió este homenaje poema, tras la partida y a la memoria de su maestro y amigo. Es de notarse la referencia a la ciudad de las querencias de Reyes en la memoria de Borges, pues asegura que ya hay en la gloria otro México y otra Cuernavaca.




(1) J. W. Robb (prólogo y compilación), Más páginas sobre Alfonso Reyes. Vol. III segunda parte. El Colegio Nacional. México, 1996, p.821
(2) Alfonso Reyes, Recoge el día. Alfonso Rangel Guerra (selección, prólogo y notas). El Colegio Nacional.
México 1997, pp. 145-46
(3) Browning, "Memorabilia" en The poems & Plays (1844-1864). J.M. Dent & Co.
London, p. 399
(4) J. W. Robb, op. cit. p.821
(5) Citado en una entrevista por Mario Puga, "El escritor y su tiempo: los días de Alfonso Reyes", Universidad de México X-3 (nov. 1955), p. 20
(6) Alfonso Reyes, Obras completas IX, Fondo de Cultura Económica. México. 1959, pp. 307-309
(7) Alfonso Reyes, Obras completas IV, Fondo de Cultura Económica. México. 1956, p. 359
(8) Alfonso Rangel Guerra (compilador), Páginas sobre Alfonso Reyes. Vol. I primera parte. El Colegio Nacional. México, 1996, p.142
(9) Alfonso Rangel Guerra (compilador), op. cit. p.143
(10) Arturo Rosenblueth. Mente y cerebro. El Colegio Nacional - Siglo XXI, México 1994, p. 85
(11) J. W. Robb (prólogo y compilación), Más páginas sobre Alfonso Reyes. Vol. III primera parte. El Colegio Nacional. México, 1996, p.283
(12) Jorge Luis Borges, Narraciones. Salvat Editores. España 1982, p. 118
(13) Alicia Reyes, Genio y figura de Alfonso Reyes. Fondo de Cultura Económica. México. 2000, p. 245
(14) Ibid
(15) J. W. Robb (prólogo y compilación), Más páginas sobre Alfonso Reyes. Vol. III primera parte. El Colegio Nacional. México, 1996, p.285. Tomado de: El hacedor, Buenos Aires: Emecé, 1960, pp. 81-83



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Inventio, Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Cuernavaca, México, año I: No. 2 (septiembre 2005), pp. 97-101.



Fuente :  Alfonso Reyes . org