viernes, 28 de abril de 2017

Borges y Xul Solar: el idioma de una amistad

El miércoles 26 de abril se presentó una edición facsimilar de “El idioma de los argentinos”, intervenida artísticamente con óleo y acuarelas por el pintor surrealista. Los secretos detrás de un objeto único e intimista

 
La nueva edición de “El idioma de los argentinos”

No es la historia de un libro. O sí, pero es algo más: el documento de una amistad. Un libro de Jorge Luis Borges hallado en la biblioteca personal de Xul Solar, intervenido artísticamente por el artista. La tapa, pintada al óleo; el interior, ornamentado a la acuarela. Se trata de la primera edición de El idioma de los argentinos, publicado en Buenos Aires por la editorial M. Gleizer Editor en 1928. Ochenta y nueve años después, se reedita como objeto de culto, pero no con fines comerciales, sino para distribuir sus ejemplares en bibliotecas e instituciones culturales públicas con salas de lectura. Un objeto que condensa a dos de los más grandes artistas -si no los más- de nuestro país. Fue este miércoles 26 de abril que se presentó, en el Museo de Bellas Artes.
Cuando El idioma… se publicó, Borges y Xul Solar ya se conocían. A principio de la década del 20 comenzaron una relación de admiración mutua que poco a poco se convirtió en amistad. Una amistad profunda, fuerte, intelectual. Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari -ese era el verdadero nombre de Xul Solar- ilustraba libros y algunos textos que Borges y otros escritores publicaban en revistas literarias. El autor de El Aleph estaba profundamente conmovido con el universo creativo de su amigo doce años mayor que él; una figura que lo inspiraba. Tal es así que, una vez al intentar describir la obra, esbozó que se trataban de "documentos del mundo extraterrestre". ¿Acaso existe mejor definición?
 
Jorge Luis Borges y Xul Solar

 Xul Solar era un tipo raro, pero en el buen sentido. Basta con decir que fue pintor, escultor, astrólogo, escritor e inventor de idiomas imaginarios. ¿Quién puede crear de forma tan colorida, con formas tan desbocadas, con un estilo tan marcadamente lúdico y profundo, hablándonos de un mundo paralelo pero que está en cada uno de nosotros? Por estos días, en el Museo de Bellas Artes, una muestra ecléctica y heterogénea curada por Cecilia Rabossi titulada Panactivista (termina el 18 de junio) lo pinta a la perfección. Allí se ven cuadros, manuscritos, estructuras, maquetas y documentos personales de este artista nacido en San Fernando. Si bien cada uno de todos esos objetos tiene una connotación específica, hay uno que se vuelve distintivo: el libro de Borges intervenido artísticamente. Allí, en medio de todo ese universo, fue que esta edición se presentó en sociedad.
 Lo que le fascinaba a Borges de Xul Solar era la forma lúdica, inteligente y artística de conectarse con la realidad

"La argentinidad debería ser mucho más que una supresión o que un espectáculo. Debería ser una vocación", leyó Andrés Duprat, director del Bellas Artes, con la edición de El idioma… abierta sobre sus piernas. A su lado estuvo María Kodama, presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que, cuando le toca hablar, comenta una infidencia: "Lo que le fascinaba a Borges de Xul Solar era la forma lúdica, inteligente y artística de conectarse con la realidad". Porque si hay que decir algo que unía a estos dos personajes históricos era -según se dijo en una muestra de 2013 en el Americas Society de Nueva York- su forma de entender el mundo: "Para los dos, la relación entre realidad y sueño era porosa". Junto a ambos, la tercera presentadora: Elena Montero Lacasa de Povarché, directora del Museo Xul Solar y titular de la Fundación Pan Klub. En conjunto, las tres instituciones (Bellas Artes, Fundación Borges y Fundación Pan Klub) hicieron posible este libro.
En uno de los textos, Las coplas de Jorge Manrique, aparece un dibujo alusivo de Xul Solar. En esa hoja se lee la pluma de Borges: "Lector: Por la vereda de las coplas hemos llegado a la metafísica. Ya eres el poseedor de tu ignorancia; y la mía no te hace falta". Debajo, un colorido diseño pintado con acuarela: una especie de dragón divertido lleva en su lomo ondeado a lo que podría ser una mujer y su hijo. Es que la obra de Borges bien puede ser ilustrada por Xul Solar; hay versos y fragmentos que parecen estar pensados viendo los colores de sus pinturas o los enigmas de sus panjuegos. También sucede lo mismo a la inversa: ¿Acaso no podría decirse que la obra de Xul Solar es borgeana? Ambos estilos se conectan, como si fueran una misma lengua.
Borges admiraba mucho a su amigo pintor; tal es así que en 1975, doce años después de su fallecimiento, dio una conferencia extensa para abordar su obra y figura: "El pensamiento de Xul era incesante. A diferencia del resto, y del que me incluyo, donde el pensamiento es un fenómeno que ocurre de tarde en tarde, donde generalmente estamos percibiendo (…) En cambio Xul, me dio la impresión exacta de haber leído muchísimo y, sobre todo, de querer cambiar las cosas". Esta edición facsimilar, que a partir de ahora estará en bibliotecas públicas (el libro se puede solicitar, hay que completar el formulario que aparece en www.bellasartes.gob.ar) guarda muchos secretos; esos que todo amistad posee. Quizás algún lector intrépido los devele.

Fuente : Infobae

jueves, 27 de abril de 2017

Sotheby's subasta en Paris dos primeras ediciones de J.L.Borges


307 piezas de la biblioteca del exbanquero genovés Jean Bonna,  serán subastadas el miércoles 26 de abril por la casa Sotheby's en Paris.
Se destacan los dos primeros libros de poemas del argentino Jorge Luis Borges. El primero es un ejemplar de la primera edición de "Fervor de Buenos Aires" publicado en 1923, estimado entre 40,000 y 60,000 euros. El segundo, "Luna de enfrente", con fecha de 1925 y que está estimado entre 30,000 y 40,000 euros.
También se subastará la edición original de la última gran obra publicada por Galileo en 1638, estimada entre 700,000 y 900,000 euros, así como una Biblia protestante de 1569 valorada entre 10,000 y 15,000 euros.




The Collection Of Jean Bonna - Books & Manuscripts, 15th - 20th Centuries - Auction In Paris On 26 April - SOTHEBY'S INC.

THE COLLECTION OF JEAN BONNA
Books & Manuscripts, 15th - 20th centuries

The Jean Bonna collection, simply put, is exceptional! The catalogues of his unique literary library spanning five centuries is now being published and edited by Vérène de Soultrait*. These open a window onto the breadth and depth of the uncommon path traced by the renowned connoisseur and insatiable reader. The remarkable collection to be auctioned next April 26th at Drouot is testimony to Jean Bonna's unusual and far-reaching passions: travel, science, political economy, artists' books, the unique typographical and historical which coexist with great works of literature - from the extraordinary dedication copy of Galileo's Discorsi, all the way to the first book by Friedrich Engels.
What is bibliophilia? Jean Bonna offers a well-structured answer based on the books and manuscripts he has personally selected. Bilbliophilia is not a mania; it is both a curiosity and a taste - a taste, for example, for significant documents such as the drafted autograph essay in defense of Madame Bovary, which Flaubert was forbidden to publish, or, for the beautiful letter by the poet Veronica Gambara to Pietro Aretino, in which the restraint resounds more eloquently than its words. Curiosity, of course, for bindings, among which, here: Rose Adler, André Mare, René Wiener, etc. Some of these were commissioned by the connoisseur, himself, firmly anchoring his library in the present. Hence, no fewer than 15 original creations, by Jean Gonet are presented, covering books covering the 15th-20th centuries. Gonet, the master binder of the end of the 20th century, who upturned the established codes and aesthetics that are the craft of bookbinding, tackled every genre with brio. The dispersion of such a significant number of his creations is homage to his unique talent.

Jean Bonna personifies a way of collecting without a priori and thus follows in the footsteps of some of the finest contemporary connoisseurs such as Jean-Paul Barbier Mueller, Pierre Bergé and Jacques Guérin. It is of no surprise that, in his sale, two items come from the collection of the latter: the fine large paper copy of Genie du Christianisme by Chateaubriand and the autograph manuscript of a poem by Stéphane Mallarmé: A celle qui est tranquille.

Among the old and rare books, several works are preserved in their original bindings, some with polychrome decors as is the case of a 1554 Virgil, a superb Protestant Bible printed in 1570 in a Genevan binding, and Petrarch's Euvres vulgaires, printed in Avignon in 1555: the French translation by Vasquin Philieul from Carpentras is testimony to the importance of Provence in the dissemination of Petrarchism in France during the 16th century. Also found here, a Venetian edition of dante's Divina Commedia (1569) in lovely contemporary gilt vellum.
Without a doubt, the most precious of the Renaissance bindings presented here was executed circa 1540 by the royal binder Etienne Roffet for King François I. Melding in its design the royal coat- of-arms as well as the salamander, the binding holds a copy of the 1533 Aldin edition of the Libri de re rustica. This exquisite volume was housed in the sovereign's renowned "bibliothèque italienne", the royal Italian library which was to become a landmark in the history of bookbinding. Indeed, for the first time, coat-of arms were systematically stamped on books belonging to a private collector.

Of particular note among the illustrated volumes of the 15th and 16th centuries are La Louenge et vertu des nobles et cleres dames by Boccaccio, published by Vérard in 1493 with 80 wood engravings; the Dialogus creaturarum published in Antwerp by Gérard Leeu in 1491, illustrated with a famous suite of 121 archaic woodcuts depicting animals (superb ebony binding by Jean de Gonet) and, also, Eloy d'Amerval's Grant Dyablerie (Paris, 1518) recreating the imaginary dialogue between Lucifer, Prince of Hell, and Satan, his ambassador to Earth. The two devils congratulate each other, praising the evil they generate. The volume bears the manuscript ex-libris of Enguerrand Charreton, dated 1519, undoubtedly a descendant of Enguerrand Quarton, the renowned painter of The Coronation of the Virgin held in the museum of Villeneuve-lès-Avignon.

THE 17TH CENTURY

The books of the 17th century are also distinguished by their armorial bindings or by their illustration.

The first edition of Bossuet's Apocalypse (1689) was bound for police Lieutenant La Reynie in contemporary morocco with his coat-of-arms gilt on sides; the Sermons of Bourdaloue, one of Madame de Sévigné's favorite preachers, is preserved in contemporary morocco and bears the well-known golden emblems of the Baron de Longepierre; the original edition of L'Impiété des Deistes, Athees, et Libertins de ce temps by Marin Mersenne (1624) was bound for Cardinal Richelieu in morocco. In addition, the Traité des obligations des Chrétiens by the Abbé de Rancé (1699) is even more remarkable. A vade mecum of virtues, issued a few months before the author's death (who inspired one of the most beautiful works by Chateaubriand), the Traité was the austere theologian's spiritual testament. The copy was bound at the time in morocco for King James II, with his coat-of-arms gilt on sides: the last Catholic king of England, he was exiled in France and befriended Rancé.

Several illustrated books of this century deserve special attention: the Portraits des hommes illustres by Perrault, a fine copy in contemporary binding and complete with the portraits of Arnauld and Pascal, censored due to their Jansenism; the truculent anthology of the Cent Nouvelles Nouvelles illustrated with 100 engraved vignettes by Romeyn de Hooghe (a lovely copy in 18th century citron morocco) and, also, the delightful Jardin d'hyver by Jean Franeau printed in Douai in 1616: this "cabinet of botanical curiosities" is illustrated with 52 engraved plates, depicting flowers and bouquets by Antoine Serrurier . Finally, Della Cavalleria by Georg Englehard von Löhneysen (1552-1622) ranks among the most spectacular works ever to have been issued by a private press. A large folio, printed in 1609 in the author's castle in Remlingen (Bavaria), the work is an equine encyclopedia. It is illustrated with 89 remarkable engravings, of which 23 are double-page, as well as nearly 250 woodcuts
- an extraordinary burst of baroque images.

BOOKS OF THE ENLIGHTENMENT

A fine selection is devoted to the Enlightenment with the original editions of Choderlos de Laclos's Liaisons dangereuses, l'Histoire des singes by Alletz, a pioneering work on ethology, Bougainville's Voyage autour du monde which was to give birth to the myth of the "noble savage", Le Sage's Le Diable boiteux, destined to become a phenomenal success, or Rousseau's Nouvelle Héloïse - first issued as Lettres de deux amants (1761) - a fine copy in contemporary morocco. Also of note, an autograph letter from Voltaire to d'Argenson and the renowned Contes et nouvelles en vers by La Fontaine illustrated by Fragonard (1765).

Along with these celebrated works are curiosities of great appeal to bibliophiles, such as the Cours des principaux fleuves et rivières de l'Europe printed at Versailles by King Louis XV, at the age of 8 on his private press: on which he learned the basics of the art of printing. Jean Bonna's copy is without equal: it was bound for the Marquise de Pompadour, the future mistress of the young amateur printer. Also of appeal, the original edition of La Guirlande de Julie (1729), one of the finest collections of courtship poetry from the previous century: the copy was bound at the beginning of the 19th century for the personal library of Josephine and Bonaparte in La Malmaison - a poetic garland for the wife of the future Emperor.

Finally, the collection also includes a run of 14 first editions of works by Restif de La Bretonne, the indefatigable chronicler of the mores of the vanishing Ancien Régime, whose own gallivanting filled his gossip columns: often self-printed, his works are usually illustrated with engravings by Binet which add a touch of spice - in accordance with his fantasies: small-waisted women with small feet.

MANUSCRIPTS AND LETTERS

This sale gathers nearly 100 autograph documents dating from the 16th -20th centuries, with fine sets around Baudelaire, Flaubert, Hugo, Nerval, Proust and Stendhal. To deceive the indiscrete reader, the latter used pseudonyms, composing letters in a mix of Italian, English and French: for example, he oddly wrote to his sister in 1810: "You must take the gouvernail". The letters sent by Baudelaire to his mother are moving and those concerning Belgium are filled with rage. To this day, the letters addressed by Flaubert to Louise Colet are masterpieces of amorous correspondence: "Je suis un des gueulards au désert de la vie"(I am one of the gripers in the desert of life), he allows. Further, he confesses: "Je lis du Montaigne maintenant dans mon lit. Je ne connais pas de livre plus calme & qui vous dispose à plus de sérénité." (I now read Montaigne in my bed. I know of no book more soothing & which allows one more serenity)

The hand-written log of observations that Victor Hugo kept in Guernsey in 1856 renders the poet's spiritualist experiences: visions, spinning tables... To protect the memory of the great poet, his heirs withheld this intimate diary. Also, among the 8 autograph letters of Proust offered here, the one written on July 1, 1919 to the son of the actress Réjane, Jacques Porel, has some bite. The writer, subletting the actress' apartment on the rue Laurent-Pichat, complains of the "racket" in the building: "Les voisins dont me sépare la cloison font l'amour tous les 2 jours avec une frénésie dont je suis jaloux" (Beyond the partition, the neighbors make love every two days with a frenzy of which I am jealous)...

Lastly, the set of 24 original letters sent by Guy de Maupassant to Countess Potocka (1883-1891) is exceptional. In a total of over 120 autograph pages, this extraordinary correspondence from the writer to his muse and confidante teems with both intimate and literary considerations ; impressions of travels as well as philosophical notes whilst mirroring the author's slow descent into the madness which would soon overwhelm him.

BOOKS ILLUSTRATED BY PAINTERS

This collection houses fine artists' books illustrated by: Edouard Manet (the copy of his 1875 Corbeau was beautifully bound by Jean de Gonet), André Masson, Hans Bellmer, Jean Fautrier, Pablo Picasso, Joan Miró, Edgar Tytgat (his rare first Petit Chaperon rouge, London 1917, printed in 15 copies only) Paul Jouve, Raoul dufy (10 original watercolors illustrating La Chatte by Colette), André derain (5 books illustrated by him, including Le Nez de Cléopâtre, masterfully bound by Rose Adler), Geneviève Asse, Marcel duchamp (La Mariée mise à nu), Maurice denis, Henri Matisse (5 books including Mallarmé's Poésies and Florilège des amours by Ronsard), Joseph Sima, Wols, Juan Gris...
Also, of special interest, L'Homme et son désir by Paul Claudel, in which the autograph text is illustrated by Audrey Parr in Brazil, in 1917: its form is that of an accordion over 1,50 meters in length (approximately 5 feet).

DEDICATIONS AND PROVENANCE

An additional charm of collecting books lies in the autograph dedication inscribed by the authors on their works, as well as the provenance, establishing the genealogy of each book.
If Jean Bonna acquired the first edition of Galileo's Discorsi e Dimostrazioni matematiche (Leyde, 1638), it is not only because of his taste for seminal works but, also, because it is a unique copy magnificently bound for the dedicatee, Count François de Noailles. Its binding was executed at the time by Le Gascon in morocco, entirely covered with a splendid gilt decor "à la fanfare". Not only is this the most beautiful copy known, but it is unquestionably one of the best association copies to be found: it could be compared to the colored copy of Fuchs bound for Jacques-Auguste de Thou (Pierre Bergé library) or Newton's Principia, annotated by Leibniz (Bodmer Foundation, Geneva).
It is this notion of association that imparts the very depth of the dedications apposed by the authors on the title page of their works.

Thus, Bloy addressing to Rachilde Sueur de sang, his very dark anthology devoted to the War of 1870, tersely inscribes: "Voici la gueule du Monstre." (Here is the Monster's mug) As a sort of revenge, the turbulent high school student from Rouen, expelled for lack of discipline, gifts his freshly printed Madame Bovary with this delectable dedication: "à mon ami Mr Dainez, mon ancien professeur de mathématiques, le plus dévoué et le plus âne de ses élèves, Gustave Flaubert." (To my friend Mr. Dainez, my old math teacher, the most devoted and dumbest of his students...)

Addressing his anthology Charmes, to his former classmate and friend André Gide, Paul Valéry has written: "Que diable veux-tu que je mette ici ? Tante cose !" (What the devil do you want me to put here? So many things!) Indeed, "so many things" bound these two.

Unmistakably, and by far, the two most touching dedications of this collection are those inscribed by Jorge-Luis Borges on his first two books, Fervor de Buenos Aires and Luna de enfrente, for these are dedicated to his lifelong friend Maurice Abramovicz. The two were classmates at the Lycée Calvin in Geneva and remained close forever. At the end of his life, after the death of Abramovicz, Borges dedicated a text in his Los Conjurados: "Esta noche puedo llorar como un hombre, puedo sentir que por mis mejillas las lágrimas resbalan, porque sé que en la tierra no hay una sola cosa que sea mortal y que no proyecte su sombra." (Tonight I can weep like a man; I can feel the tears because I know that on this earth not one thing is mortal and which does not cast its shadow.)

The shadows cast by the books of bygone authors assembled by the bibliophile, are testimony to an uninterrupted life, from one collector to another. What if this celebration of the mind, this effervescence of books, were, in the end, the best definition of bibliophilia?

* The two volumes devoted to the 16th century have now been published. They follow the three volumes published earlier, devoted to the 17th and 18th centuries. Vérène de Soultrait is now editing the next volume devoted to the incunabula.

Fuente : Publicnow


sábado, 22 de abril de 2017

Borges lector





 
Por Carlos Gamerro.

Es posible que Borges no haya sido el escritor más importante del siglo xx. Hay candidatos más fuertes, como Joyce, Kafka o Proust, por mencionar apenas a las tres personas de la Trinidad. Sin embargo, pocos se atreverían a discutir que Borges fue el lector más intenso e interesante del siglo xx. Ahora, ¿qué queremos decir cuando decimos ‘un gran lector’?

En primer lugar, un gran lector es quien logra transformar nuestra experiencia de los libros que ha leído y que nosotros leemos después de él. Es bastante evidente, a esta altura del partido, que Borges ha cambiado la manera en que nosotros podemos leer a Homero, a Dante, a Shakespeare o a Cervantes, para mencionar solamente a cuatro de los autores que trataremos. Pero en el caso de Borges ese ‘nosotros’ va más allá de los argentinos o sudamericanos. Que Borges modifique la lectura de Homero o de Dante para los lectores argentinos no es una hazaña tan, por lo menos, inédita. Sí lo es que Borges haya modificado la tradición literaria italiana de los italianos, como ha hecho con sus lecturas del Dante y como han reconocido, entre otros, Ítalo Calvino (1) o que haya cambiado la relación de los ingleses con su propia literatura, notablemente en sus reescrituras de la antigua literatura anglosajona. Y esto tiene una decidida importancia no solo estética sino también política: la teoría de la dependencia, hoy bastante desvirtuada en el terreno económico, sigue teniendo vigencia en el cultural: si un profesor inglés o estadounidense escribe sobre nuestra literatura o nuestra historia, nos sentimos obligados a leerlo, consideramos su saber no solo válido sino imprescindible. Ahora, si un profesor argentino escribe sobre historia inglesa o literatura inglesa, no genera ninguna obligación condigna –salvo si se trata de Borges–. Borges es un autor sudamericano que ningún escritor, crítico, profesor o lector culto del país que sea puede ignorar, no solo cuando habla de la gauchesca, el tango o el peronismo, sino cuando se ocupa de Homero, la Biblia o el gnosticismo.

Un gran lector no se agota en los placeres de la lectura solitaria; debe comunicar sus lecturas. Y esto es algo que hace de diversas maneras: escribiéndolas, sea en ensayos críticos, sea en la creación literaria; enseñándolas, como puede hacer un profesor, o traduciéndolas. Borges descolló en todos estos campos. Un gran lector no solo cambia nuestra manera de leer y de entender a los clásicos ya establecidos; también reorganiza y reestructura el canon literario, sacando y poniendo: el prestigio de autores como R. L. Stevenson o G. K. Chesterton entre nosotros, y también en Inglaterra, le debe mucho a las lecturas y reescrituras que Borges hizo de sus obras; la influencia de Las palmeras salvajes de Faulkner en la literatura del boom latinoamericano se debió en gran medida a su traducción. El crítico estadounidense Harold Bloom define al canon literario de manera muy sencilla en su libro El canon occidental (2) son los libros que todo lector culto debería leer en el transcurso de su vida. La medida del canon, la cantidad de libros que pueden entrar en él, está determinada por la extensión de la vida lectora, que es algo más breve que la ya de por sí breve vida humana. Y si bien este tiempo se ha ido extendiendo –gracias a los avances de la medicina, no de las técnicas de lectura, por cierto, ya que seguimos leyendo ahora con tanta rapidez o lentitud que cuando se inventó el alfabeto– sigue siendo un tiempo acotado, y el canon acumula clásicos a mayor ritmo que nosotros acumulamos años. En una imagen a la vez sugerente y precisa, Bloom imagina el canon como un barco en el cual los libros viajan hacia la inmortalidad; como el tamaño de ese barco es limitado, a medida que se agregan libros nuevos, clásicos modernos, otros deben ser arrojados por la borda.

Porque el canon no es algo que nos llegue ya prefijado, y que debamos aceptar sin más. Se define siempre en el presente. Que un libro se haya convertido en clásico en un determinado momento, y lo haya sido a lo largo de varios siglos, no garantiza que lo siga siendo para siempre. Pareciera que algunos están para quedarse: la Ilíada, la Odisea, la Divina comedia, la Eneida. Pero otros con parecida vocación de inmortalidad, como el Orlando furioso, y a pesar de los denodados esfuerzos del mismo Borges por salvarlo, ya viajan rumbo al olvido, salvo quizás en su país de origen. El canon no es algo que el pasado nos lega y nos impone, sino todo lo contrario: es lo que nosotros, en el presente, decidimos que vale la pena leer. El canon es, de alguna manera, la memoria de la literatura. Y la memoria, tengamos en cuenta, transcurre en tiempo presente. El acto de recordar es un acto que sucede ahora.

La pregunta del millón, cuando de cánones y canonizaciones se trata, es la de quién decide o fija qué libros componen el canon. Harold Bloom, al final de El canon occidental, tuvo el atrevimiento de proponer una lista de libros canónicos y casi al punto el mundo puso el grito en el cielo, porque había incluido a tal y había dejado afuera a cual, o viceversa. Merecido castigo por no haber seguido sus propias reglas: tanto en La angustia de las influencias como en El canon occidental Bloom afirma que quienes deciden, en cada momento, y revisan constantemente, la composición del canon no son ni los profesores, ni los críticos, ni los lectores, sino los escritores decisivos del presente; y que no lo hacen dando su opinión o haciendo sus propias listas, sino simplemente escribiendo. Es en su propia escritura y reescrituras que mantienen con vida a estos textos del pasado, o les dan vida nueva.

Cuando Joyce, por dar un ejemplo, decide basar su Ulises, episodio por episodio, en los de la Odisea, no solo está diciendo que la Odisea sigue siendo un texto que está vivo, que debemos leer: está haciendo que lo sea. No porque la Odisea esté viva yo escribo Ulises, sino más bien al revés: porque yo escribo mi Ulises, la Odisea está viva. Está viva porque yo estoy dándole vida nueva. Y lo mismo puede pensarse en relación a las puestas teatrales. Shakespeare está más vivo que Lope de Vega porque todo el tiempo lo estamos actualizando en versiones nuevas, en escrituras nuevas, en nuevas traducciones y puestas teatrales. Es en este sentido que vamos a leer estos ensayos, estos poemas y estos cuentos de Borges que toman como base, como punto de partida, como tema, los textos de Homero, de Dante, de Shakespeare y de Cervantes, y los convierten en textos actuales en lugar de exhibirlos como monumentos del pasado.

En “Kafka y sus precursores”, un ensayo de Otras inquisiciones, Borges toma nota de una serie de autores anteriores a Kafka, de distintas épocas, geografías y lenguas, en los cuales percibe cierto aire kafkiano, todos ellos, aclara, autores que Kafka probablemente no leyó. Es decir, no son precursores de Kafka en el sentido estricto del término. Y sin embargo solo podemos asignarles esa cualidad de kafkianos una vez que Kafka escribió su obra y que esa obra se convirtió en una obra profusamente leída, fundamental, necesaria. Borges establece que no solo esos autores no se parecían a Kafka antes de que Kafka escribiera (cosa obvia), sino que tampoco se parecían entre sí. No es que Kafka descubrió el parecido o nosotros descubrimos el parecido gracias a Kafka. Ese parecido no existía porque esos textos, antes de que Kafka escribiera, eran distintos:

Si no me equivoco, las heterogéneas piezas que he enumerado se parecen a Kafka; si no me equivoco, no todas se parecen entre sí. Este último hecho es el más significativo. En cada uno de esos textos está la idiosincrasia de Kafka, en grado mayor o menor, pero si Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos; vale decir, no existiría. El hecho es que cada escritor crea a sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro.

De manera análoga, nosotros leeremos a Borges y su trabajo de modificación de estos grandes autores del pasado, comenzando por Homero.

(1) Dice Calvino sobre Nueve ensayos dantescos: “El estudio asiduo y apasionado del texto capital de nuestra literatura, la participación congenial conque ha sabido aprovechar el patrimonio dantesco para su meditación crítica y su obra de creación, son una de las razones, aunque no la última, por la que Borges es aquí celebrado y por eso le expresamos una vez más con emoción y con afecto nuestro reconocimiento por el alimento que sigue dándonos” (Ítalo Calvino, “Jorge Luis Borges”, en Por qué leer a los clásicos, Barcelona, Tusquets, 1995).

(2) Harold Bloom, El canon occidental, Barcelona, Anagrama, 1995.
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Fuente : Eterna Cadencia

viernes, 21 de abril de 2017

Documento : Octavio Paz y Jorge Luis Borges. La poesía en nuestro tiempo - Primera Parte




El Programa "La poesía en nuestro tiempo", de Foro TV, y conducido por Octavio Paz, ofreció en aquel momento un homenaje al poeta argentino Jorge Luis Borges. Reunidos en la capilla Guadalupana del Antiguo Palacio de Minería de la ciudad de México, también formó parte de esta conversación a tres voces, el joven poeta mexicano, Salvador Elizondo. En el vídeo hablan entre otros temas, del Tiempo, la luna, el espejo y el mar. También comentan qué sensaciones les provocan algunos versos, tanto de Borges como de otros poetas.

Fuente : You Tube

Documento : Octavio Paz y Jorge Luis Borges sobre La Poesía en Nuestro Tiempo – Segunda Parte



 
Fuente : You Tube

domingo, 16 de abril de 2017

Borges sobre la inexistencia del yo






A los 22 años, Borges, ávido lector de filosofía, había intuido que el yo es una ilusión, un constructo de los hábitos perceptuales

En un ensayo poco conocido titulado "La nadería de la personalidad", Borges ataca uno de los temas más profundos y difíciles de la historia de la filosofía, que es hoy tema de la neurociencia y que ha sido la gran disputa entre el budismo y el hinduismo: la existencia de un yo fijo y duradero. Borges escribe esto a los 22 años, lo cual nos permite atisbar la enorme inteligencia de este escritor argentino, uno de los más grandes del siglo XX.

Al principio de su ensayo Borges explica, con una prosa un tanto barroca llena de palabras complicadas (aún no había logrado la lúcida precisión de su prosa madura, lo que consiguiría años después): "Pienso probar que la personalidad es una transoñación, consentida por el engreimiento y el hábito, mas sin estribaderos metafísicos ni realidad entrañal". Este Borges precoz había leído a Schopenhauer (quien tenía fuentes indias) y probablemente a Hume, y no aún los sutras budistas, que en la última parte de su vida le fueron entrañables. Parece coincidir con Hume en que el yo no es una entidad fija sino que es algo que emerge con cada sensación; la noción de un yo fijo es sólo el hábito o incluso la alcucinación de la persistencia de las sensaciones o impresiones que dejan los fenómenos.

Yo, al escribirlas, sólo soy una certidumbre que inquiere las palabras más aptas para persuadir tu atención. Ese propósito y algunas sensaciones musculares y la visión de límpida enramada que ponen frente a mi ventana los árboles, construyen mi yo actual.

Fuera vanidad supone: que ese agregado psíquico ha menester asirse a un yo para gozar de validez absoluta, a ese conjetural Jorge Luis Borges en cuya lengua cupo tanto sofisma y en cuyos solitarios paseos los atardeceres del suburbio son gratos.

No hay tal yo de conjunto. Equivócase quien define la identidad personal como la posesión privativa de algún erario de recuerdos. Quien tal afirma, abusa del símbolo que plasma la memoria en figura de duradera y palpable troj o almacén, cuando no es sino el nombre mediante el cual indicamos que entre la innumerabilidad de todos los estados de conciencia, muchos acontecen de nuevo en forma borrosa. Además, si arraiga la personalidad en el recuerdo, ¿a qué tenencia pretender sobre los instantes cumplidos que, por cotidianos o añejos, no estamparon en nosotros una grabazón perdurable? Apilados en años, yacen inaccesibles a nuestra anhelante codicia. Y esa decantada memoria a cuyo fallo hacéis apelación, ¿evidencia alguna vez toda su plenitud de pasado? ¿Vive acaso en verdad? Engáñanse también quienes como los sensualistas, conciben tu personalidad como adición de tus estados de ánimo enfilados. Bien examinada, su fórmula no es más que un vergonzante rodeo que socava el propio basamento que construye; ácido apurador de sí mismo; palabrero embeleco y contradicción trabajosa.

Este sería un tema que siempre acompañaría a Borges, quien lo llevaría a la ficción y a la poesía como disociación y como multitud (al igual que su querido Whitman), una personalidad ficticia y fluida que se confunde y a veces impone: "Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas".

Borges se acera de alguna manera en este ensayo a exponer la filosofía budista de los cinco agregados o skhandas que componen la personalidad, los cuales si se investiga, uno se dará cuenta de que ninguno constituye el yo; uno no es ni la forma, ni las sensaciones, ni las percepciones, ni la actividad mental, ni la conciencia (esto es, la conciencia en su aspecto diferenciado de la cognición pura que para algunos vehículos budistas tiene una existencia primordial), ni siquiera los cinco agregados como una supuesta metaentidad. El yo, según el budismo theravada, surge de la adherencia a estos agregados y la liberación del sufrimiento se origina del desapego a ellos. El mahayana considerará luego que ni los agregados ni los fenómenos externos tienen realidad inherente, ya que existen de manera interdependiente, y por lo tanto se dice que están vacíos. Citamos ahora extensamente a Borges, quien poéticamente describe su propio proceso de indagación con el cual llega a una conclusión similar al Buda 2 mil 400 años después, o a David Hume poco menos de 200 años antes. Borges se acerca por momentos al existencialismo y a la fenomenología y en otros, con cierta promiscuidad literaria, coquetea con un monismo:

No hay tal yo de conjunto. Basta caminar algún trecho por la implacable rigidez que los espejos del pasado nos abren, para sentimos forasteros y azoramos cándidamente de nuestras jornadas antiguas. No hay en ellas comunidad de intencio­nes, ni un mismo viento las empuja. Lo han de­clarado así aquellos hombres que escudriñaron con verdad los calendarios de que fue descartán­dolos el tiempo. Unos, botarates como cohetes, se vanaglorian de tan entreverada confusión y di­cen que la disparidad es riqueza; otros, lejos de encaramar el desorden, deploran lo desigual de sus días y anhelan la popular lisura. Copiaré dos ejemplos. El primero lleva por fecha el año 1531 y es el epígrafe del libro De Incertitudine et Vanitate Scientiarum que en las desengañadas postrime­rías de su vida compuso el cabalista y astrólogo Agrippa de Nettesheim. Dice de esta manera:

Entre los dioses, sacuden a todos las befas de Momo.
Entre los héroes, Hércules da caza a todos los mons­truos.
Entre los demonios, el Rey del Infierno, Plutón, oprime todas las sombras.
Mientras Heráclito ante todo llora.
Nada sabe de nada Pirrón.
Y de saberlo todo se glorifica Aristóteles.
Despreciador de lo mundanal es Diógenes.
A nada de esto, yo Agrippa, soy ajeno.
Desprecio, sé, no sé, persigo, río, tiranizo, me quejo.
Soy filósofo, dios, héroe, demonio y el universo en­tero

...



Pero encima de cualquier alarde egoísta, voceaba en mi pecho la voluntad de mostrar por entero mi alma al amigo. Hubiera querido desnudarme de ella y dejada allí palpitante. Seguimos conversando y discutiendo, al borde del adiós, hasta que de golpe, con una insospechada firmeza de certidumbre, entendí ser nada esa personalidad que solemos tasar con tan incompatible exorbitancia. Ocurrióseme que nunca justificaría mi vida un instante pleno, absoluto, contenedor de los demás, que todos ellos serían etapas provisorias, aniquiladoras del pasado y encaradas al porvenir, y que fuera de lo episódico, de lo presente, de lo circunstancial, no éramos nadie. Y abominé de todo misteriosismo.


El yo no existe. Schopenhauer, que parece arrimarse muchas veces a esa opinión la desmiente tácitamente, otras tantas, no sé si adrede o si forzado a ello por esa basta y zafia metafísica --o más bien ametafísica--, que acecha en los principios mismos del lenguaje. Empero, y pese a tal disparidad, hay un lugar en su obra que a semejanza de una brusca y eficaz lumbrerada, ilumina la alternativa. Traslado el tal lugar que, castellanizado, dice así:

Un tiempo infinito ha precedido a mi nacimiento; ¿qué fui yo mientras tanto? Metafísicamente podría quizá contestarme: Yo siempre fui yo; es decir, todos aquellos que dijeron yo durante ese tiempo, fueron yo en hecho de verdad.

La realidad no ha menester que la apuntalen otras realidades. No hay en los árboles divinidades ocultas, ni una inagarrable cosa en sí detrás de las apariencias, ni un yo mitológico que ordena nuestras acciones. La vida es apariencia verdadera. No engañan los sentidos, engaña el entendimiento, que dijo Goethe: sentencia que podemos comparar con este verso de Macedonio Fernández:

La realidad trabaja en abierto misterio.

No hay tal yo de conjunto. Grimm, en una excelente declaración del budismo (Die Lehre des Buddba, München, 1917), narra el procedimiento eliminador mediante el cual los indios alcanzaron esa certeza. He aquí su canon milenariamente eficaz: Aquellas cosas de las cuales puedo advertir los principios y la postrimería, no son mi yo. Esa norma es verídica y basta ejemplificarla para persuadimos de su virtud. Yo, por ejemplo, no soy la realidad visual que mis ojos abarcan, pues de serlo me mataría toda oscuridad y no quedaría nada en mí para desear el espectáculo del mundo ni siquiera para olvidado. Tampoco soy las audiciones que escucho pues en tal caso debería borrarme el silencio y pasaría de sonido en sonido, sin memoria del anterior. Idéntica argumentación se endereza después a lo olfativo, lo gustable y lo táctil y se prueba con ello, no solamente que no soy el mundo aparencial --cosa notoria y sin disputa-- sino que las apercepciones que lo señalan tampoco son mi yo. Esto es, no soy mi actividad de ver, de oír, de oler, de gustar, de palpar. Tampoco soy mi cuerpo, que es fenómeno entre los otros. Hasta ese punto el argumento es baladí, siendo lo insigne su aplicación a lo espiritual. ¿Son el deseo, el pensamiento, la dicha y la congoja mi verdadero yo? La respuesta, de acuerdo con el canon, es claramente negativa, ya que estas afecciones caducan sin anonadarme con ellas. La conciencia --último escondrijo posible para el emplazamiento del yo-- se manifiesta inhábil. Ya descartados los afectos, las percepciones forasteras y hasta el cambiadizo pensar, la conciencia es cosa baldía, sin apariencia alguna que la exista reflejándose en ella.

Observa Grimm que este prolijo averiguamiento dialéctico nos deja un resultado que se acuerda con la opinión de Schopenhauer, según la cual el yo es un punto cuya inmovilidad es eficaz para determinar por contraste la cargada fuga del tiempo. Esta opinión traduce el yo en una mera urgencia lógica, sin cualidades propias ni distinciones de individuo a individuo.

Fuente : Pijamasurf